Liliana, inmersa en una atmósfera encantadora creada por la cena a la luz de las velas y la suave melodía, sentía una mezcla de emociones. La sonrisa de Axel le traía buenos recuerdos; sin embargo, no podía evitar sentir tristeza al recordar la felicidad de una familia unida. El presente le parecía un mal recuerdo, y su mente comenzó a navegar hacia días más simples de su niñez.
Bajo el sol brillante posado en su piel, se sintió lista para dar sus primeros pasos. Las voces de los niños se entrelazaban con el susurro del viento entre los árboles.
—Liliana, ¿quieres unirte a nosotros? —preguntó uno de los niños, mientras le extendía la mano.
Cerrando sus ojos, sintió el miedo invadiendo su corazón. Durante mucho tiempo, había observado en silencio la vida a su alrededor. Ahora animada por la curiosidad y el deseo de pertenecer, se unió a los demás en sus juegos y travesuras.
Aunque participaba activamente, un escalofrío la recorría cada vez que se encontraba bajo la atenta mirada de sus compañeros de escuela. Sentía su rostro como un libro cuyas páginas estaban vacías. En cada sonrisa forzada y gesto ensayado, Liliana luchaba por mantener la imagen que había construido. Sin embargo, un día todo cambió, derribándose todo lo que había logrado con esfuerzo.
Persiguiendo una pelota en el parque de la escuela, tropezó bruscamente. El sonido de su caída captó la atención de los demás, quienes contuvieron el aliento al verla tendida en el césped. Un recuerdo se agolpó en su mente mientras Liliana intentaba incorporarse.
—Recuerda que ser una Winter significa ser valiente —le había dicho su hermana Luna con voz suave pero firme en aquel momento.
Con aquella frase, se levantó y sacudió el polvo de sus rodillas. Sin embargo, un agudo ardor en su pierna la obligó a mirar hacia abajo, descubriendo manchas de sangre. Los niños la observaban en silencio; algunos mostraban preocupación en sus rostros, otros curiosidad o incluso sospechas ante su inexpresivo comportamiento.
La atención que recibía la hacía sentir expuesta, como si todos pudieran ver a través de su fachada. Con paso lento y dolorido, se alejó del grupo y buscó refugio en un banco de madera. A su alrededor, un rumor había comenzado a echar raíces en la escuela, intensificando aún más su sentimiento de aislamiento.
"Es como una muñeca", murmuraba un grupo de estudiantes al verla caminar sola y en silencio por los pasillos. Aunque sus palabras la alcanzaban, Liliana se sentía vacía, al perder toda confianza en sí misma.
—¡Liliana, ven a jugar! —gritó una niña; su voz ahora era un eco en su memoria.
Esos momentos felices, llenos de risas y juegos al finalizar las clases, eran como hojas en otoño, cayendo sin retorno. Con un suspiro, Liliana se dio cuenta de que el recuerdo se había desvanecido, y volvió a la realidad al notar la mirada curiosa de su hermano.
—¿Hermana... en qué piensas? —preguntó Axel con suavidad.
Liliana dudó un momento mientras sostenía una pequeña caja de madera, en su mente buscaba y escogía sus palabras con cuidado.
—Hermano… —contuvo el aliento, pero decidió seguir adelante—. Este regalo es un recuerdo que siempre debes tener contigo.
Axel apartó la mirada con vergüenza, consciente de que no tenía nada que ofrecer. Con manos temblorosas, Liliana le animó a abrir el regalo, donde se reveló un tesoro olvidado en el tiempo. El medallón brilló ante sus ojos al descubrir un pequeño compartimento oculto. A la luz de las velas, una fotografía cobró vida en la que sus seres queridos sonreían, congelados en un momento del pasado cuando él tenía tres años.
Al sostener la fotografía, sintió el paso del tiempo en su memoria. Sus ojos, normalmente serenos como el océano en calma, se enturbiaron. Lágrimas silenciosas rodaron por sus mejillas, mientras una mezcla de nostalgia y dolor lo invadía. Decidido a ocultar su fragilidad, se enderezó como un guerrero en el campo de batalla, armando su corazón de valor para enfrentar los recuerdos.
—Madre... hermanas... —susurró—. ¿Por qué me dejaron atrás? Prometieron estar a mi lado. Liliana extendió sus brazos con ternura, ofreciéndole consuelo.
—No llores más, hermano mío. Yo siempre estaré a tu lado.
El suave aroma de su perfume se mezclaba en el aire, convirtiéndose en un bálsamo de calor y consuelo en medio del remolino de emociones. Liliana sabía que aquel objeto desencadenaría recuerdos dolorosos, pero también comprendía que era importante honrar el deseo de su familia.
En un ambiente diferente, los pasillos de la academia se extendían como tentáculos. Nadia navegaba entre los murmullos de la alta sociedad, el eco de conversaciones sobre negocios y política resplandecía a su paso, mientras su hermosa presencia hacía que muchos se preguntaran sobre su procedencia y a qué familia prestigiosa pertenecía.
Su secreto la separaba de los demás, como espinas ocultas entre las rosas. Mientras exploraba cada rincón del aula, la ausencia de Axel se sentía como un eco solitario en el vacío. Recordó entonces sus escapadas al atardecer, pero incluso ese rastro parecía haberse desvanecido en el aire. A pesar de sentirse inquieta por su ausencia, encontraba consuelo en sus fieles amigas, quienes tejían un lazo de lealtad a su alrededor.
A pesar de todo, su determinación no flaqueó y se acercó decidida a indagar. Los comentarios ajenos a su círculo insinuaban la posibilidad de una relación secreta entre ambos.
Los días y las horas transcurrían entre clases magistrales y elegantes eventos de la élite, donde las normas de etiqueta dictaban la educación. En el receso, Nadia se encontró con sus amigas en el jardín botánico, donde las sombras de los árboles ofrecían refugio para conversaciones discretas. El suelo amortiguaba sus pasos mientras se dirigían hacia un banco de piedra, rodeado de rosales cuya fragancia acariciaba el aire.
—¿Has visto a Axel últimamente? —preguntó Nadia, tratando de sonar casual mientras ajustaba el dobladillo de su falda.
—Sabes que ha estado ausente últimamente —respondió Valeria en voz baja.
Nadia inhaló, dejando que los aromas la calmaran antes de continuar. —¿Crees que los problemas entre los Winter y los Halcones tengan algo que ver? —murmuró, mirando de reojo hacia un grupo de chicos que se reunía cerca de la fuente.
Valeria frunció el ceño antes de responder, como si estuviera considerando cuidadosamente sus palabras. —No lo sé, tener la responsabilidad de los Winter, debe preocuparle.
Decidió confrontarlo esa misma tarde, sintiendo el último abrazo del sol sobre su piel. Su deseo la llevó a emprender una carrera contra el tiempo, observando cómo las sombras del campus se extendían como dedos curiosos a su paso. En un rincón apartado del campus logró encontrarlo.
Axel, con la mirada fija en el horizonte, tenía una expresión pensativa. Al acercarse, Nadia notó sus hombros encorvados, tejiendo un velo de preocupación, como si estuviera atrapado en una jaula invisible.
—¿Axel? —llamó suavemente, deteniéndose a unos pasos de distancia, mientras los guardias de élite bloqueaban su avance.
Axel se giró lentamente, sus ojos encontraron los suyos con una mezcla de sorpresa y algo más que Nadia no pudo descifrar de inmediato.
—Ya basta, déjenla pasar —dijo Axel, a punto de alzar la voz, pero deseando ocultar la tormenta que lo perturbaba.
—Nadia… ha pasado un tiempo desde nuestra última reunión.
—Axel… —ella contuvo el aliento, mordiéndose los labios—. ¡Te estás olvidando de mí!
Nadia cortó el aire con su voz airada, lo que provocó la exaltación de los guardias, quienes intentaron apartarla. Sin embargo, Axel intervino con firmeza: —¡Esta será la última vez que la toquen sin mi permiso! Para la próxima, no seré tan compasivo con ustedes. Ahora váyanse de mi vista.
Axel inclinó la mirada, evitando el contacto visual, soltó un suspiro y se acercó, llevándose una mano a la cabeza para ordenar sus ideas.
—Nadia, este no es buen momento.
—Axel, mírame a los ojos —insistió ella, esperando ver su rostro. Aunque él se negaba, Nadia no se quedó con la duda y delicadamente sostuvo sus mejillas.
—Lo sabía, veo nuevamente ese vacío en tu mirada —Nadia, sin decir más palabras, lo acurrucó en su pecho y acarició sus cabellos—. Está bien, todo se solucionará.
Al sentir su respiración, le tarareó una canción, calmando las emociones de Axel que rugían en su interior.