Los pasos de Axel resonaban en los jardines de su mansión, donde los setos y rosales delineaban senderos hacia un pasado que prefería olvidar. Los años habían pasado sin alterar la belleza de los jardines, como si el tiempo, en su infinita indiferencia, hubiera decidido preservar la felicidad que una vez vivió. Entre las sombras del crepúsculo, las estatuas de mármol miraban su andar con ojos vacíos.
Los Winter eran una familia de nobleza arraigada, cuyas raíces se extendían hasta la fundación misma del país. Reconocidos por su maestría en la diplomacia y estrategia militar, habían mantenido su influencia a lo largo de los siglos, siendo ahora conocidos como la casa fundadora que aseguraba la paz en Roster.
En contraste, los Halcones eran sus rivales ancestrales, sus dominios se extendían hacia el sur. Celebrados por su ferocidad en el campo de batalla y habilidades en las intrigas políticas, habían competido con los Winter durante generaciones. Aunque en ocasiones habían sido aliados, más a menudo eran rivales implacables, siempre buscando obtener una ventaja sobre sus contrapartes.
Axel caminó por los jardines de su mansión con paso pesado, el suave crujido de la grava bajo sus pies, llamaba a la soledad que había ocupado su vida desde la pérdida de su familia. Se detuvo junto a una antigua fuente de piedra, que en tiempos mejores había sido el epicentro de innumerables juegos y secretos familiares. Observó el agua estancada en el fondo, su reflejo devolviéndole la mirada de un adolescente cuyos hombros soportaban el peso del mundo.
Perdido en sus pensamientos, Axel mantenía su teléfono apagado, quedando incomunicado. Una bengala iluminó el cielo nocturno, el único medio de la mensajera para comunicarse con él. Al ver el brillo en el cielo, encendió su móvil y recibió una llamada entrante.
—Mi señor, traigo la respuesta de los Halcones. Por favor, permítame ingresar; los guardias se niegan a darme el pase.
Axel accedió sin demora a su solicitud. Pronto, los pasos de Ester resonaron en el silencio hasta que estuvo ante él. Arrodillada con una mano sobre su pecho, le entregó una carta sellada. Con el corazón latiendo con fuerza, se mordió el labio, sintiendo el sabor metálico de la sangre. Mientras leía la carta, sus ojos se movían de un lado a otro del papel, como si buscara desesperadamente una salida que no existía; los Halcones no tenían intención de ceder.
—¿Cómo he llegado a este punto? ¿Cómo he permitido que las cosas se desmoronen así? No puedo permitir que esto destruya a mi gente, pero tampoco puedo ceder a sus demandas.
Lágrimas surcaron sus mejillas, cristalizando el dolor que la situación le causaba. En ese momento, le pidió a Ester que lo dejara solo; necesitaba ordenar las emociones que martilleaban su corazón.
—Mi señor… ¿está seguro de lo que va a hacer? —dijo Ester con una mezcla de preocupación y reverencia en su voz.
Axel guardó silencio mientras caminaba inquieto cerca de la fuente. Sus pensamientos eran un torbellino de dudas y miedos. Finalmente, se detuvo y respondió con voz firme pero cargada de tristeza: —No puedo permitir que el legado de los Winter se desmorone por mi felicidad. Hermana Luna, ¿qué harías tú en mi lugar?
—Nuestro joven heredero es el símbolo de nuestra lealtad. Por usted, estamos dispuestos a morir si es necesario. Solo da la orden, y nosotros responderemos con fuego —Ester apretó su puño sobre su pecho, tratando de mantener la calma.
Axel no pudo evitar sonreír de gratitud. Se acercó y le pidió que se levantara.
—Ester, dime… ¿Qué debo hacer? —dijo, antes de caer de rodillas por el peso de su desesperación. Ella lo sostuvo entre sus brazos.
—Mi señor… —murmuró Ester, sintiendo el temblor en el cuerpo de Axel.
—Ya no sé qué es real… pienso que todo esto es un mal sueño. Siento que nunca tuve una hermana llamada Liliana… ¿Acaso todo lo que pasé con ella fue un sueño? —Axel pausó sus palabras, sintiendo desesperación—. Tengo miedo de saber la verdad. Tengo miedo, Ester… por favor, ayúdame.
Ester escuchó el dolor de su señor como si fuera un niño en los brazos de su madre. Axel desahogó toda su frustración acumulada, permitiendo que el cansancio de su llanto lo llevara al sueño.
—¿Liliana ha vuelto? —murmuró Ester, mientras abrigaba a Axel con sus sábanas—. Esto no me gusta nada.
Mientras salía de la habitación, dejó a Axel bajo la protección de los guardias. En el camino, debía reunirse con Lang para discutir el asunto. Tomó su teléfono y, al oír su voz, dijo rápidamente: —Reúne a los miembros del consejo. Nuestro señor está bajo presión y es nuestro deber aliviar esa carga.
Con la noche cayendo sobre la capital, Ester se dirigió hacia Liliana, decidida a confrontarla y descubrir la verdad.
Liliana, la hermana de Axel, había estado ausente durante años. Su regreso había sido tan inesperado como perturbador, y sus intenciones eran un misterio para los miembros del consejo. Era conocida por su inteligencia y su capacidad para manipular las situaciones a su favor.
Cuando Ester llegó, fue recibida con frialdad por los guardias de Liliana, quienes la rodearon.
—Miren, ella es solo una mensajera de los Winter. ¿Piensan que la dejaremos pasar? —dijo uno de los guardias, con una vena marcada en el rostro.
—¡Quítense de mi camino! Necesito hablar con su señorita —respondió Ester con firmeza, enfrentando las miradas lascivas y sonrisas maliciosas de los hombres que dejaban claras sus intenciones.
Ester apretó los puños, intentando mantener la compostura. Aunque podría pasar por una noble con su cabello dorado y ojos azules, carecía del título y el respeto que conllevaba.
Justo cuando parecía que estaban a punto de mancillarla, alzó nuevamente la voz. Sacó el emblema de los Winter, que le confería autoridad temporal como fundadora. El emblema brillaba como el hielo transparente, con el símbolo del león albino rugiente.
—¡Esta será la última vez que se interpongan en mi camino! Para la próxima serán considerados enemigos de los Winter —sentenció, y los guardias retrocedieron con temor en sus miradas.
Abrió la puerta de un golpe y encontró a Liliana de pie cerca de la ventana, su figura bañada por la luz plateada de la luna. Aunque las luces estaban apagadas, la claridad del ambiente no requería más iluminación.
—Ester, qué alegría verte —dijo Liliana, con una sonrisa.
—¡Basta de formalidades! —cortó el aire con su voz y señaló directamente a ella, exigiendo respuestas. Se acercó con el emblema en su pecho, usado como un escudo, dejando claro que tenía la autoridad para hablarle como su igual.
Liliana levantó una ceja, sorprendida por la audacia de Ester.
—Parece que mi hermanito al fin está usando su poder como líder, pero sigo sin entender… ¿Por qué te lo dio a ti? —Liliana formuló su pregunta mientras preparaba una bebida en su bar personal.
—No he venido aquí para ser interrogada. He venido para escuchar tu respuesta. Soy la mano derecha de Axel, su leal espada que actuará cuando amenacen a mi señor. Aunque tengo veinte años, soy capaz de morir por él.
Liliana sonrió y dio un sorbo a su copa, lamiéndose los labios antes de hablar.
—Mis intenciones, querida Ester, son las mismas de siempre: proteger a mi familia y asegurar su futuro. Aunque veo que no todos comparten mi visión —dijo, dejando su copa en la mesa con un suave chasquido.
Ester avanzó un paso más, sus ojos fijos en los de Liliana.
—¿Qué le hiciste a mi señor? Hace unos días, él estaba lleno de confianza para tomar sus propias decisiones. Ahora, tu presencia en su vida ha mermado su capacidad de actuar. Mi señor me dijo que no sabía si tú eras una ilusión o una mentira creada por él. Tiene miedo de saber la verdad.
Liliana permaneció inmóvil, su rostro impasible, pero sus ojos brillaron con una chispa de emoción contenida.
—¿De qué estás hablando?
—¿Ahora piensas hacerte la inocente? A estas alturas no me engañarás. Sé quién eres, Liliana. Sé de lo que eres capaz… —Ester hizo una pausa, respirando hondo antes de continuar—. Espero que no estés planeando usurpar el trono.
Liliana se acercó hasta estar cara a cara con Ester, su expresión una mezcla de desafío y curiosidad.
—Cuida tus palabras, no estás en posición de faltarme el respeto.
Ester sostuvo su mirada, sin parpadear.
—Entonces dime… ¿Planeaste volver después de tanto tiempo solo para quebrantar a mi señor?
Por un momento, la ira destelló en los ojos de Liliana, pero se desvaneció rápidamente.
—Eso no es verdad —dijo, su voz temblando ligeramente de indignación contenida.
Ester vio la grieta en la fachada de Liliana y la presionó más.
—Entonces, ¿me engañarás diciendo que no sabes nada del problema que tenemos con la casa fundadora de los Halcones?
Liliana frunció el ceño, visiblemente desconcertada.
—¿Problemas? ¿Qué clase de problemas?
Ester sonrió internamente, sabiendo que había tocado un punto sensible.
—Sabes que los Halcones no reconocen a Axel Winter como el heredero legítimo. Por eso están buscando la manera de derrocarlo. Ahora están pidiendo una boda. La unión entre los Winter y los Halcones podría calmar esa situación.
Liliana le dio la espalda a Ester, llevándose una mano al rostro, intentando contener su ira. Apoyada en su escritorio, giró la mirada y dijo:
—Ellos piensan que mi hermano no tiene a nadie que lo proteja de ellos. Ya verán…
—¿Planeas estar de nuestro lado? —preguntó Ester, con una mezcla de esperanza y cautela.
El silencio y la ira destilada en la mirada de Liliana fueron la mejor respuesta que Ester pudo entender.
—En la ceremonia de los fundadores, estaré presente. No le digas a nadie. De esta manera, culminaré con este problema.
—Espero que así sea.
Cuando estaba a punto de irse, Liliana la detuvo con su voz.
—¿Cómo me encontraste?
Ester sonrió, dándole la espalda, y mientras se marchaba, respondió.
—Sabes quién me enseñó. Recuerda que la señorita Aurora fue la mejor en esto. Para tu hermana no existía el misterio.
Sin más palabras, ambas se separaron, esperando la llegada de la ceremonia de los fundadores que se celebraba cada primavera. En el año 2015 en Roster, las cosas estaban destinadas a cambiar drásticamente.