Tú... eres la chica nueva del salón, ¿verdad? No esperaba que... te saltaras la clase solo para venir aquí. Esto... esto no parece algo que haría una estudiante nueva, ¿o me equivoco? —balbuceó Kirata, intentando mantener el tono neutral mientras sus pensamientos se aceleraban.
Kirata mantuvo un tono neutral, aunque una ligera duda se asomó en sus palabras. No estaba acostumbrado a este tipo de interacciones, y menos con alguien como Yukomy.
— Huhu, tal vez. Es mi primera vez, así que podría estar bien, ¿no crees?
Yukomy soltó una risa suave. Su tono juguetón hacía difícil discernir si bromeaba o si había un trasfondo más serio en su respuesta. Mientras hablaba, se acercó a la barandilla de la azotea, dejando que el viento revolviera su cabello. Kirata no podía apartar la mirada de su actitud relajada y enigmática.
— ¿Entonces qué te trae por aquí?
— Bueno, he escuchado bastante sobre ti de parte de Minata. Dicen que te saltas las clases y que pasas mucho tiempo aquí, en la azotea. Me sorprendió saber que, a pesar de eso, mantienes tus notas altas. Así que pensé, ¿por qué no venir a verte?. La brisa es agradable, me dan ganas de quedarme un rato contigo. ¿Qué te parece?
Una sensación incómoda subió por su columna. Nadie se había acercado a él de esa manera, tan directa, como si supiera más de lo que él mismo conocía de sí mismo. Yukomy parecía tener el control, y eso lo ponía nervios
—¿Qué... de qué estás hablando? ¿Es en serio? ¿Quieres que... que nos saltemos las clases juntos? —dijo Kirata, sintiendo que su voz vacilaba mientras intentaba procesar la actitud despreocupada de Yukomy.
— Sí, ¿por qué no?
El descaro en su voz lo dejó en blanco por unos segundos. Su mente intentaba desesperadamente encontrar una respuesta adecuada, pero todo lo que se le ocurría se desvanecía antes de formar una frase coherente. Sentía como si Yukomy siempre llevara la delantera, y él simplemente intentaba seguirle el ritmo.
—Haz... haz lo que quieras —logró decir al final, desviando la mirada rápidamente mientras sentía cómo sus manos empezaban a sudar
Apenas terminó de hablar, Yukomy esbozó una sonrisa, cálida, pero con un matiz enigmático. Era imposible saber qué estaba pensando.
— A veces es bueno romper las reglas, ¿sabes?
Kirata la observó con atención mientras ella se recostaba de nuevo contra la barandilla, permitiendo que el viento acariciara su rostro. No sabía cómo responder. Había algo en su mirada que lo desafiaba, pero de una manera en la que él no podía defenderse.
— ¿Cómo lograste llegar aquí sin que ningún guardia te dijera nada? Está todo muy vigilado.
— ¿Y tú? —"¿Cómo pudo devolverme la pregunta tan fácilmente?"
— Bueno, yo... ya conozco la escuela y sus rincones. Además, subí antes de que terminara el recreo, cuando los pasillos aún están llenos de estudiantes caminando con libertad, pero... —"¿Por qué me mira de esa manera?"
— ¿Qué pasa, Kirata? ¿Te ocurre algo?
Su tono seguía siendo juguetón, pero sus ojos brillaban con una astucia controlada. Yukomy sabía perfectamente lo que hacía. Era consciente del impacto que tenía sobre él.
— Uh, no..., no es nada.
Balbuceó, desviando la mirada mientras intentaba controlar el rubor que sentía en las mejillas. Yukomy rió suavemente, deleitándose con su nerviosismo.
Bajaron juntos en la última hora de clase, mientras el resto de los estudiantes los observaba con sorpresa y cierta envidia.
Al entrar al salón, la presencia de ambos no pasó desapercibida. Los murmullos y las miradas curiosas los acompañaron hasta que la maestra hizo su entrada. Con un suspiro de felicidad, los dos se acomodaron en sus asientos, emocionados por lo que deparaba el resto del día.
— Esta vez vamos a hablar de nuestra familia, ¿les parece? —dijo la maestra.
— ¡Sí, profe! —respondieron los alumnos al unísono.
— Primero, Hiroki.
— Mi madre tiene una empresa junto a mi padre —dijo Hiroki.
— Ahora tú, Kiyoshi.
— Mi padre tiene un restaurante y mi madre es una maestra.
Hablaron algunos estudiantes hasta que le preguntó a Kirata.
— Vas tú, Kirata.
— Mi madre es una de las mejores doctoras.
— ¿Y tu padre?
— No lo sé —Kirata lo dijo de manera desanimada y evitando la pregunta, mirando hacia otro lado.
— ¿Qué quieres decir con "no sé"? —preguntó la maestra.
Kirata guardó silencio.
— Vamos, Kirata, puedes decírnoslo.
Yuko interrumpió:
— ¿Profe, y si sigo yo? —Mirando a Kirata con una sonrisa.
— Dime, Yukomy —respondió la maestra.
— Bueno, mi madre es una secretaria y mi padre es un policía.
— Gracias, Yukomy. Ahora vamos con...
Las horas transcurrieron lentamente hasta que finalmente llegó el momento de salir. Kirata, absorto en sus pensamientos, suspiró: "Qué día tan aburrido... pero al menos ya es hora de irse".
Cuando la campana sonó, los estudiantes comenzaron a abandonar el colegio en oleadas. En la entrada, Kirata se encontró con Giro, quien lo esperaba. Intercambiaron unas palabras rápidas sobre su plan de reunirse más tarde, como habían acordado previamente.
Tras confirmar los detalles, ambos se despidieron, y cada uno tomó rumbo a su casa.
La noche fue cayendo lentamente, envolviendo todo en silencio y serenidad. Kirata, sintiendo el peso del día pero sin querer detenerse aún, se dirigió a su escritorio. Allí, como tantas otras veces, abrió su cuaderno de bocetos. La luz cálida de su lámpara proyectaba sombras suaves en la habitación mientras él comenzaba a dibujar, perdiéndose en cada trazo, dejando que su mente se desconectara del mundo exterior. Las líneas en el papel fluían con naturalidad, y el tiempo pasó sin que lo notara.
A medida que la noche avanzaba, el cansancio empezó a ganarle, pero sus manos seguían creando. Sin darse cuenta de lo tarde que se había hecho, el lápiz finalmente se deslizó de entre sus dedos, y, apoyado sobre el escritorio, Kirata se quedó dormido, envuelto en la quietud de la noche y en el confort de su propio arte.