—¿Quién demonios eres?
Kirata, moviéndose con cautela, se acercó al escolta desde atrás. Su intento de inmovilizarlo no fue del todo exitoso, pero consiguió que el arma del guardia se le escapara de las manos y cayera al suelo. Sin perder un segundo, Kiyo se abalanzó sobre el arma, apuntando directamente a Kyoyin.
—¿Qué piensas hacer con esa arma? ¿Matarme?
De repente, un líquido viscoso de un azul brillante comenzó a brotar del cuerpo de Kyoyin, cubriéndolo por completo. La sustancia, cargada de nanotecnología, se extendía como una segunda piel, solidificándose en una imponente armadura que lo hacía parecer invulnerable. Kiyo, con su habitual confianza, ya ideaba un plan para salir de la situación.
—Kirata, te toca. Haz lo tuyo.
Kirata, con las manos temblando y el corazón acelerado, tartamudeó en respuesta, incapaz de ocultar su inseguridad.
—Kiyo, esto es demasiado... No sé si puedo hacerlo.
—¿De verdad te estás preguntando eso?. Vamos, no tienes opción, enfréntalo.
—¿Y si no soy lo suficientemente fuerte?
Kiyo, sin dejar de mirarlo con seriedad, le respondió con firmeza:
—¿Y si sí lo eres? Kirata, la única manera de saberlo es intentarlo. Si no te mueves ahora, no lo hará nadie por ti. Además, no puedes dejarme todo el trabajo.
Kiyo recordó a su abuelo, su voz profunda y llena de sabiduría que siempre lo guiaba en los momentos más oscuros. "No es la fuerza del cuerpo lo que vence, sino la voluntad del corazón." Inspirado por esas palabras
—Mi abuelo me enseñó que el miedo nunca desaparece, pero el verdadero guerrero es aquel que lo enfrenta de pie. Si te detienes, el miedo te controla. Si avanzas, lo dominas. Kirata, pelea como si el miedo ya hubiera perdido. ¡Es ahora o nunca!
Antes de que Kiyo pudiera terminar su frase, Kyoyin aprovechó la distracción y se lanzó ferozmente hacia Kirata, asestándole un golpe en pleno rostro. El impacto fue brutal, y Kirata sintió el dolor recorrer su mejilla. Kyoyin, desafiante, le habló con desprecio.
—Sabes que lo que están haciendo es ilegal, ¿verdad? Pero no importa, no saldrán de aquí.
Kiyo, aún sosteniendo el arma con confianza, soltó una carcajada antes de responder
—¿Ilegal? Claro, porque golpear a alguien sin avisar es el colmo del honor, ¿no? Menuda moral la tuya.
—Golpear con aviso no tiene gracia, niño. Lo divertido es que no lo vean venir.
Kirata, aún recuperándose del golpe, sintió cómo su mente se llenaba de pensamientos frenéticos. "Debo derrotar a este tipo... Maldición, mi miedo me impide pensar con claridad. Pero si no lo detengo, alertará a todos. No puedo permitirme fallar ahora... ¡Maldición!"
Se colocó en posición de combate, con la tensión palpable en el aire. Sabía que debía superar sus propios temores si quería tener alguna oportunidad contra Kyoyin.
Kyoyin se abalanzó rápidamente, lanzando un golpe directo hacia el rostro de Kirata. Con un reflejo rápido, Kirata bloqueó el ataque con su mano, sintiendo el impacto resonar en sus huesos. Esa pequeña victoria despertó una chispa de confianza en él, impulsándolo a seguir adelante.
Sin dar tregua, Kyoyin intentó un rodillazo, pero Kirata se agachó ágilmente, esquivando el ataque. Su mente estaba completamente concentrada en el combate, buscando la oportunidad de contraatacar.
Con un movimiento fluido, Kirata se colocó detrás de Kyoyin y le propinó una patada en la pantorrilla, haciéndolo perder el equilibrio y caer al suelo. Una oleada de satisfacción recorrió a Kirata por haber ejecutado su maniobra con éxito.
Sin embargo, Kyoyin se levantó rápidamente, demostrando su resistencia y habilidad. Antes de que Kirata pudiera reaccionar, Kyoyin lo sorprendió con un codazo directo al estómago, provocando un dolor agudo. A continuación, lanzó un cabezazo que impactó en el rostro de Kirata, desorientándolo por un momento.
Kyoyin no dejó que Kirata se recuperara, y con una patada giratoria, lo golpeó nuevamente en el rostro. El impacto hizo tambalear a Kirata, que sintió el mareo apoderarse de él. Sin embargo, negándose a rendirse, Kirata luchó por mantenerse en pie.
Kyoyin se burlaba de Kirata, pero Kiyo decidió intervenir para darle el golpe final, aprovechando un momento de distracción, se lanzó hacia él con rapidez, conectando un fuerte golpe en su mandíbula. El impacto fue contundente, y Kyoyin cayó al suelo, aturdido.
Al recibir el golpe, la armadura de nanotecnología que cubría a Kyoyin comenzó a desprenderse lentamente de su cuerpo. El líquido que antes lo envolvía como una coraza impenetrable, se desmoronaba en pequeños fragmentos, deslizándose por su piel hasta evaporarse en el aire. Kirata, sorprendido, miró a Kiyo con frustración.
—¿Por qué intervenirte? ¡Estaba lidiando con él!
—Te estabas demorando, Kirata. Estamos en una zona peligrosa, nuestras vidas están en juego.
—Lo entiendo, pero quiero demostrar que puedo enfrentar mis propios retos, no quiero depender de ti para todo.
Mientras hablaban, Kiyo le quitó los trajes a los dos escoltas.
—Toma, ponte esto.
—¿No nos queda un poco grande?
—No importa, lo esencial es salir de aquí sin que nos disparen.
Ambos se pusieron los trajes apresuradamente. Kirata, antes de moverse, lanzó una última mirada hacia la roca morada que los había llevado hasta ese lugar. Con un rápido movimiento, la guardó en su bolsillo, sintiendo una extraña energía vibrar desde su interior.
Cuando salieron de la cueva, el panorama frente a ellos era muy distinto de lo que imaginaban. La zona estaba lejos de estar desierta. Alrededor de ellos, docenas de trabajadores mineros y operarios movían maquinaria pesada, excavadoras gigantes y perforadoras que sacaban minerales de las profundidades de la tierra. Ingenieros supervisaban cada movimiento, mientras drones flotaban sobre sus cabezas, vigilando cada centímetro del terreno. Cámaras de seguridad giraban constantemente, registrando todos los movimientos con precisión.
Las murallas que rodeaban el lugar eran colosales, imponentes y hechas de un material metálico reforzado, con torres de vigilancia en cada esquina. Los guardias que patrullaban la zona no eran simples soldados, sino una fuerza de élite, armados con rifles de última generación, cascos con visores tecnológicos y blindajes pesados. Sus armas estaban listas para disparar al más mínimo movimiento sospechoso.