La rutina siguió su curso durante los días previos a la llegada del primer barón, el Barón Noir. Cada mañana, Al y Sidra se despertaban temprano, exploraban los alrededores, cazaban, y entrenaban en silencio. Mientras tanto, el ambiente en la mansión estaba cada vez más tenso. Cada día que pasaba acercaba la llegada de un barón, y Al sabía que la reunión con el Barón Noir sería crucial.
Esa mañana, Al se encontró con Sirius en privado. La mansión estaba tranquila, casi ominosa, como si todo estuviera aguardando algo. Al, con una mirada firme, se acercó a Sirius.
—No importa lo que pase... debes convencerlo —dijo Al en un tono serio, sin darle lugar a dudas.
Sirius lo miró fijamente, entendiendo la gravedad del momento. No era solo una reunión con un barón cualquiera; el Barón Noir era un hombre de gran importancia para Aurora, y la estrategia de Sirius debía ser impecable. No podía fallar.
—Lo haré —respondió Sirius, respirando profundamente. La confianza en su tono no era solo para Al, sino también para él mismo. Sabía que su habilidad para actuar y manipular a las personas era crucial en ese momento.
Después de este breve intercambio, ambos se separaron, y el día siguió su curso hasta la llegada del Barón Noir. La mansión se preparó para recibirlo, las sirvientas correteaban de un lado a otro y los sirvientes se alineaban discretamente, todos sabían que este era un evento importante.
Finalmente, la reunión tuvo lugar en una gran sala de la mansión, donde se había dispuesto una mesa opulenta. La luz tenue de las velas iluminaba el ambiente, creando una atmósfera de misterio. Sirius estaba sentado frente al Barón Noir, quien lo miraba desde el otro lado de la mesa, con su presencia imponente y su mirada calculadora.
El Barón Noir era un hombre de edad avanzada, con el cabello gris bien peinado hacia atrás y una expresión de confianza que bordeaba la arrogancia. Su porte era elegante, pero la frialdad en sus ojos delataba la dureza de su carácter.
Sirius, respirando con calma y adoptando una postura relajada, comenzó a hablar con su usual tono alegre. Era casi una costumbre para él; sus habilidades de actuación lo hacían parecer en todo momento amigable y confiado, a pesar de la tensión palpable.
—Barón Noir, es un placer tenerlo con nosotros —dijo Sirius, sonriendo con suavidad mientras ajustaba su máscara, ocultando sus emociones. Su voz era clara y su tono amistoso, pero con un toque de respeto que se notaba en su lenguaje corporal.
El Barón Noir lo observó por un momento, evaluando sus palabras y su actitud, y aunque su expresión no cambió, el aire en la sala se cargó de una sensación de expectación.
Sirius continuó, usando sus habilidades de actuación a la perfección, destacando las oportunidades que se podían presentar para ambos con la colaboración mutua. Mientras hablaba, la calidez en su voz y la calma en su postura buscaban no solo ganarse la confianza del Barón, sino también manipular la situación en favor de su causa.
La reunión comenzó con una ceremonia cuidadosamente organizada. Sirius, como siempre, mostrando su habilidad para crear una atmósfera cálida y controlada, comenzó a ofrecer al Barón Noir una variedad de manjares y un vino de exquisita calidad. El Barón, con una mirada desconfiada pero intrigada, aceptó la copa de vino y comenzó a degustar la comida mientras Sirius, con calma y sin prisa, inició su discurso.
—Sabes, Barón, en Aurora tenemos muchos secretos que podrían ser de gran interés para ti —dijo Sirius mientras hacía un gesto hacia los sirvientes que se retiraban discretamente, dejando la mesa solo para ellos.
El Barón Noir, ahora más relajado por la comida y el vino, asintió lentamente, esperando escuchar lo que seguía. Sirius no perdió tiempo y comenzó a hablar de los avances de Aurora, detalles que solo alguien con su capacidad para el engaño podría articular de forma tan convincente.
—Hemos descubierto métodos mucho más eficaces para la mejora de las tierras agrícolas y ganaderas —dijo Sirius, con una sonrisa que reflejaba tanto su conocimiento como su astucia—. Además, tenemos estrategias avanzadas para la forja de espadas de calidad excepcional. Nuestros artesanos y herreros han desarrollado técnicas que superan las de cualquier otro gremio. Y para tus tropas, tengo un entrenamiento que mejorará su resistencia y eficiencia en combate como nunca antes.
El Barón Noir, cada vez más interesado, no interrumpió, permitiendo que Sirius siguiera exponiendo los beneficios de la alianza. Mientras tanto, los sirvientes disfrazados de miembros de Aurora observaban con atención, asegurándose de que todo transcurriera según lo planeado.
La conversación continuó, con Sirius abriendo más detalles, prometiendo más información, recursos y apoyo. A medida que las horas pasaban, el Barón comenzó a ceder lentamente, impresionado por el ingenio de las propuestas y la aparente generosidad de las condiciones ofrecidas.
Nueve horas después, el Barón Noir, claramente satisfecho por lo que había escuchado, extendió la mano hacia Sirius.
—Acepto el trato —dijo, su voz grave y serena—. Que nuestras tierras florezcan juntos.
Sirius estrechó la mano del Barón, con una sonrisa disimulada, aunque su rostro reflejaba el alivio de haber conseguido lo que necesitaba. El contrato se firmó con una extensión de 100 años, y los términos fueron claros: Aurora proporcionaría planos para mejorar la agricultura, estrategias de forja y entrenamientos militares, mientras que el Barón otorgaría tierras para que Aurora operara en su territorio. Además, permitiría que Aurora fuera el gremio oficial de la ciudad del Barón, facilitando su crecimiento económico y su expansión.
Una vez firmado el contrato, Sirius suspiró profundamente, como si hubiera soltado una carga pesada. Los sirvientes, igualmente disfrazados, compartían el mismo respiro de alivio, aunque se mantenían en silencio.
Al, que había estado observando todo en silencio desde su lugar, también suspiró al mirar hacia arriba. Sidra, al verlo, le siguió el ejemplo y también suspiró. Había algo en el aire que indicaba que la pesada carga de la negociación había quedado atrás.
—Bien hecho —dijo Al, dirigiéndose a Sirius, quien aún observaba el contrato—. Ahora sigue con el otro Barón.
Sirius asintió, aún algo exhausto pero satisfecho con el resultado.
—Lo haré —respondió con una sonrisa cansada.
—Y por favor —continuó Al—, consigue una comida decente para dos. Mejor aún para nosotros, que hemos estado dando vueltas todo el día. Sidra y yo necesitamos algo sustancioso.
Sidra miró a Al, algo sorprendida por su tono, pero al mismo tiempo agradecida de que finalmente le ofreciera algo mejor que lo habitual. Sirius, con un gesto afirmativo, les indicó que se retiraran.
Al y Sidra se dirigieron al cuarto que les habían preparado. Una vez dentro, Al se sentó en una de las camas, mientras Sidra se acomodaba en la otra. La comida llegó poco después, servida de manera ordenada y con una variedad de platillos.
Mientras comían, Al no pudo evitar hablar sobre lo que seguía.
—Este es solo el comienzo —dijo con su voz baja, mirando la comida en su plato—. Todavía hay mucho por hacer, Sidra. La estabilidad aquí es solo temporal. Pero por ahora, tenemos que asegurarnos de que todo esté bien con el Barón Noir y el siguiente.
Sidra asintió, mientras terminaba su comida con más entusiasmo que nunca. Aunque estaba cansada, sus ojos reflejaban una determinación silenciosa.
—Lo sé —dijo, con una sonrisa tímida—, pero al menos tenemos algo de tiempo para descansar, ¿no?
Al sonrió ligeramente, casi imperceptible, mientras observaba el atardecer a través de la ventana del cuarto.
—Sí, algo de tiempo. Pero no mucho.
El último día llegó, marcado por una mezcla de tensiones y expectativas. Al y Sidra, nuevamente ocultos entre las sombras de la mansión, esperaban con cautela la llegada del Barón Grims. La atmósfera estaba cargada, el aire pesado con la incertidumbre de lo que estaba por suceder. El plan estaba en marcha, pero el final aún estaba lejos de ser claro.
El Barón Grims llegó con su habitual porte altivo, acompañado por un reducido grupo de guardias. Al principio, todo parecía ir según lo planeado. Sirius, como siempre, desplegó sus habilidades en diplomacia, ofreciéndole al Barón una gama de beneficios y promesas que harían que cualquier otro se sintiera atraído por la propuesta.
Sin embargo, conforme la reunión avanzaba, un giro inesperado se dio. A medida que el Barón degustaba la comida y escuchaba las propuestas, su actitud comenzó a cambiar. Al principio parecía interesado, pero al final, con una sonrisa fría y calculadora, rechazó la oferta de Sirius.
—No es lo que esperaba —dijo el Barón Grims, levantándose de su asiento mientras miraba a Sirius con un aire de desprecio. —Gracias, pero no es lo que me interesa.
Sirius, aunque había aprendido a mantener su compostura, no pudo evitar tensar los hombros y apretar los dientes ante el rechazo. El Barón Grims se levantó con calma, ignorando cualquier intento de persuasión.
—Hasta otra ocasión, Aurora—dijo el Barón, y con una sonrisa calculadora, se retiró de la mansión, dejando un ambiente cargado de frustración.
Al, observando todo desde su lugar oculto, sintió la rabia hervir en su interior. Si bien Sirius no mostró más que una sonrisa forzada, la tensión era evidente. Al no podía hacer nada más en ese momento, y su ira se mantenía contenida.
Sidra, un poco asustada por la situación, miró a Al y le preguntó en voz baja:
—¿Y ahora qué hacemos?
Al, manteniendo su calma tensa, miró a Sidra y respondió con firmeza:
—No salió perfecto el plan, pero al menos obtuvimos un Barón. No todo está perdido.
A pesar de las palabras tranquilizadoras de Al, Sidra no podía evitar sentirse incómoda ante el revés. Sin embargo, siguió a Al mientras se retiraban de la mansión.
En el momento en que cruzaban el umbral, una figura emergió de las sombras, inesperada, y se plantó frente a ellos. Sidra dio un pequeño salto, sobresaltada por la aparición repentina. Era Orion.
—Ya es hora de que movamos toda la organización a la ciudad del Barón —dijo Orion con voz grave, sin mostrar emociones. El tono de su voz era implacable, como siempre.
Al asintió, sin mostrar sorpresa por la aparición de Orion, pero Sidra aún no podía dejar de mirarlo con desconfianza. El frío de la situación la había puesto en alerta.
—Entendido —respondió Al, con tono firme—. Movernos rápidamente es lo que toca ahora.
Al y Sidra continuaron su camino hacia la ciudad del Barón, mientras la mansión quedaba atrás, un lugar de decadencia que ya no serviría para nada. El tiempo y la historia se habían apoderado de ella, y en cuanto se retiraron, la mansión comenzó a derrumbarse aún más, como si hubiera sido abandonada por completo.
Al poco tiempo, los soldados de otros Barones llegaron a la mansión, pero la escena ya estaba completamente desolada. La mansión se encontraba en peor estado de lo que había estado nunca, con los ecos de la derrota flotando en el aire. Los soldados de los Barones inspeccionaron el lugar, pero al ver que ya no había nada que investigar, se retiraron sin mayores comentarios. La oportunidad había pasado, y con ella, cualquier rastro de lo que pudo haber sido.
La mansión quedó vacía, en silencio, mientras los planes de Al y Sirius se movían hacia nuevos horizontes.
El capítulo terminó con la mansión, ahora solo un recuerdo de lo que una vez fue, y la nueva etapa de la organización comenzando en Prospotic, la ciudad del Barón Noir.