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Chapter 34 - λδ

Alqatil suspiraba profundamente mientras miraba el cielo, su expresión tranquila, pero sus pensamientos eran un torbellino de recuerdos y reflexiones. Los tonos del atardecer se reflejaban en sus ojos, y por un momento, parecía casi en paz. Sin embargo, cuando sus ojos se desviaron hacia la ciudad, esa calma aparente se desvaneció.

Ahí es donde todo comenzó, pensó, su mente viajando a un tiempo que casi había olvidado, pero que aún lo marcaba profundamente. Decidido a enfrentar esas memorias, se levantó y comenzó a caminar lentamente hacia el bosque cercano, dejando atrás las luces y el bullicio de la ciudad.

Sus pasos eran firmes y calculados mientras se adentraba en la espesura del bosque. Los árboles se alzaban altos y majestuosos a su alrededor, sus ramas entrelazándose en un techo natural que apenas dejaba pasar la luz. Avanzó hasta que encontró lo que buscaba: un gran árbol con una abertura en su tronco, oculta por el musgo y las sombras.

Con un movimiento casi ritual, se deslizó dentro de esa entrada secreta, adentrándose en un mundo oculto bajo la superficie. Lo que se encontraba al otro lado era un laboratorio vasto y complejo, un lugar donde la ciencia y la ética se habían separado hace mucho tiempo. Cientos de tubos de ensayo llenaban las mesas, y en jaulas de metal, niños pequeños lloraban, algunos gritando por ayuda, otros simplemente yacían en un estado de resignación y agotamiento.

Al no mostró emoción mientras caminaba por ese lugar, como si ya estuviera acostumbrado a la crueldad que lo rodeaba. Sus ojos se posaron en Nova, que estaba ocupado organizando una serie de mudanzas, asegurándose de que cada experimento estuviera correctamente embalado y etiquetado. A su lado, Daniel observaba, con la misma concentración y seriedad, mientras discutían los detalles de su próximo plan.

En ese momento, Al se acercó, su presencia haciendo que ambos hombres levantaran la vista. Con una ligera sonrisa, Al los saludó, rompiendo el tenso silencio del laboratorio.

—Parece que el trabajo no termina nunca —dijo Al con calma—. ¿Cómo van los preparativos?

Nova y Daniel intercambiaron miradas llenas de frustración antes de responder a Al.

—Nos hemos mudado tantas veces que apenas hemos podido hacer avances significativos —dijo Nova, su voz cargada de exasperación.

Daniel asintió, apoyando las palabras de Nova con un suspiro pesado.

—Cada vez que estamos a punto de lograr algo, tenemos que empaquetarlo todo y movernos de nuevo. Es agotador.

Al los miró con una calma inquebrantable y sonrió ligeramente para tranquilizarlos.

—Este será su último movimiento —dijo, con un tono sereno pero firme—. Después de esto, podrán establecerse y trabajar sin interrupciones. Confío en que harán grandes cosas.

La tensión en los rostros de Nova y Daniel disminuyó un poco, y ambos asintieron, sintiéndose aliviados por la promesa de estabilidad.

Al, entonces, caminó hacia las jaulas de los niños, sus pasos resonando suavemente en el suelo del laboratorio. Miró a cada niño con cuidado, buscando algo, buscando a las futuras heroínas, pero después de unos minutos, suspiró, decepcionado. No había encontrado lo que esperaba.

Sin embargo, algo le llamó la atención. Una niña, completamente ciega y sin brazos, se había colocado frente a dos niños pequeños, protegiéndolos con su frágil cuerpo. Al observó la escena con curiosidad, acercándose lentamente a la celda para verla mejor. Se movió alrededor de la jaula, sus ojos fijos en los dos niños que la niña intentaba proteger. Eran apenas unos bebés, vulnerables y frágiles.

—¿De dónde salieron ellos? —preguntó Al, sorprendido.

Nova, sin dejar de trabajar, respondió con indiferencia:

—Esos bebés fueron entregados por unos padres deficientes. Simplemente los tenemos aquí, no hay mucho más que eso.

Al permaneció en silencio por un momento, sus pensamientos comenzando a formarse en una idea oscura y retorcida. Una sonrisa macabra se dibujó en su rostro cuando finalmente habló:

—Cuiden de esa niña lo mejor que puedan —dijo, su tono serio—. Cuando cumpla los dos años o paresca que tenga dos años, llévenla a mi casa principal. Tengo planes para ella.

Nova y Daniel asintieron, aceptando las instrucciones de Al sin hacer preguntas. Al comenzó a alejarse, sus pasos desapareciendo en la oscuridad del laboratorio. Sin embargo, en lugar de irse, se escondió en las sombras, sus ojos observando cada movimiento de Nova y Daniel, atento a cualquier detalle que pudiera usar en el futuro.

Después de que Al se deslizó en las sombras, Nova se acercó a una silla cercana y se dejó caer pesadamente en ella. Miró a Daniel, que aún organizaba algunos instrumentos en el laboratorio, y le habló con un tono que mezclaba asombro y temor.

—Aunque no hayas convivido con él lo suficiente y tampoco interactúes mucho con él, debes admitir que da un poco de miedo —dijo Nova, cruzando los brazos sobre el pecho—. Un niño tan pequeño, siendo tan inteligente a su edad, es impresionante. Al apenas tiene diez años, y ya… —Nova hizo una pausa, sacudiendo la cabeza como si no pudiera creerlo—. Solo imagina en qué se convertirá cuando finalmente se revele a Aurora.

Daniel dejó de trabajar por un momento, mirando a Nova con una expresión pensativa. Ambos sabían que Al no era un niño común, y la idea de su potencial les causaba una mezcla de admiración y terror.

—Además, aunque no lo parezca, ya mide 1.65 metros —continuó Nova—. Es bastante para su edad. Su cuerpo está ancho y tonificado, su mirada es áspera, y su cabello… Se está volviendo más blanco, aunque todavía tiene esos destellos de amarillo.

Daniel asintió, una sonrisa nerviosa jugando en sus labios. La transformación física y mental de Al era asombrosa, pero también profundamente inquietante.

Ambos hombres se miraron y no pudieron evitar reír, como si la risa fuera una forma de aliviar la tensión de sus pensamientos. Después de un momento, Nova, aún riendo levemente, se inclinó hacia Daniel y le dijo algo más, su tono más relajado.

—Con todo lo que ha cambiado, todavía me pregunto si alguna vez lo veremos perder los estribos. —Nova sonrió, su curiosidad genuina—. O tal vez esa sea la única parte de él que sigue siendo de un niño.

Nova se dejó caer en la silla con un suspiro pesado, sus ojos fijos en un punto indefinido del laboratorio. Daniel se acercó, curioso, y Nova le dirigió una mirada cansada antes de hablar.

—¿Sabes, Daniel? Al me recuerda mucho a mi pasado —dijo, su voz teñida de una mezcla de nostalgia y algo más oscuro.

Daniel asintió, reconociendo el poderío del joven Al. Nova continuó, su voz bajando hasta un murmullo, como si cada palabra fuera una confesión amarga.

—Cuando era pequeño, yo también era considerado un prodigio. Mi mente estaba siempre inquieta, buscando respuestas en los lugares más oscuros. Mientras otros niños jugaban y soñaban con aventuras, yo estaba en la biblioteca, sumergido en libros sobre el cerebro y el alma. Quería entenderlo todo, especialmente cómo funcionaba la mente humana. Era... una obsesión insaciable.

Nova se detuvo, cerrando los ojos brevemente antes de continuar.

—A medida que crecí, esa obsesión me llevó por un camino muy oscuro. Empecé a experimentar, primero con animales pequeños, luego... con niños. Reclutaba a chicos de la calle, prometiéndoles un futuro mejor. Pero en realidad, los veía como simples sujetos de prueba. Mi laboratorio se convirtió en un lugar de desesperación, Daniel. Manipulaba sus mentes, alteraba sus percepciones. Quería controlarlos, descubrir hasta dónde podía llegar.

Daniel lo miró en silencio, escuchando atentamente mientras Nova se perdía en sus propios recuerdos.

—No pasó mucho tiempo antes de que me descubrieran. Los padres de los niños desaparecidos empezaron a hacer preguntas, y la policía llegó a mi puerta. Fui arrestado, pero logré escapar... apenas. Desde entonces, he estado huyendo, buscando un refugio, un lugar donde pudiera continuar mis experimentos sin ser molestado.

Nova dejó escapar una risa amarga.

—Y entonces, cuando todo parecía perdido, Al me encontró. No lo busqué; fue él quien vino a mí. Vio lo que podía ofrecer y me ofreció algo que nadie más podría: seguridad, recursos y, lo más importante, libertad para continuar mi trabajo. No estoy aquí para redimirme, Daniel. Estoy aquí porque este lugar es mi mejor oportunidad de seguir adelante, sin las ataduras de la sociedad que siempre ha tratado de detenerme.

Nova fijó su mirada en Daniel, una chispa de determinación brillando en sus ojos.

—Y aunque me aterra, también me llena de una extraña sensación de posibilidad. Por eso estoy aquí, Daniel. Porque creo que Al puede abrir puertas que ni siquiera yo podría imaginar.

Nova sonrió, aunque su sonrisa no era del todo alegre.

—Así que, aunque suena loco, lo admiro y lo temo al mismo tiempo. Y no puedo evitar preguntarme... ¿qué será de él en el futuro? ¿Y qué será de nosotros cuando él alcance su máximo potencial?

Daniel se apoyó contra la pared, cruzando los brazos mientras observaba a Nova con una mirada pensativa. Después de un momento de silencio, finalmente habló.

—Sabes, Nova, entiendo de dónde vienes. Tampoco soy un santo. No estoy aquí por redimirme ni por alguna causa noble. Solo busco conocimiento... y haría cualquier cosa por él —confesó, su voz grave.

Nova levantó una ceja, intrigado.

—¿Así que tú también tienes un pasado oscuro? —preguntó Nova, sonriendo con un toque de ironía.

Daniel asintió lentamente, sus ojos reflejando un dolor profundo mientras comenzaba a contar su historia.

—Crecí en un hogar disfuncional, atrapado entre un padre abusivo y una madre sobreprotectora. Mi padre me menospreciaba constantemente, y la violencia era su lenguaje de control. Cada día era una batalla para sobrevivir, y mientras otros niños disfrutaban de su infancia, yo estaba atrapado en un ciclo interminable de abuso físico y emocional.

Hizo una pausa, como si recordara los momentos más oscuros de su vida.

—Mi madre intentaba protegerme, pero lo hacía de una forma que solo me aislaba más. Me prohibía hacer amigos, temiendo que el mundo exterior me corrompiera. Así que crecí solo, con un deseo desesperado de escapar. Pero ese aislamiento también cultivó en mí un profundo apego por los niños, tal vez porque veía en ellos una pureza que me había sido negada.

Nova escuchaba en silencio, comprendiendo que Daniel, como él, había sido moldeado por su dolor.

—Cuando cumplí 18 años, las cosas llegaron a un punto crítico. Estaba experimentando con la alquimia en secreto, mezclando ingredientes que no entendía del todo. Un día, una de mis mezclas liberó un gas tóxico, y cuando encendí una chispa, la casa explotó. Sobreviví, pero mis padres no. Me quedé solo, sin hogar, sin familia... sin nada.

Nova frunció el ceño, su interés aumentando.

—¿Y entonces? —preguntó, inclinándose ligeramente hacia adelante.

—La explosión despertó en mí una curiosidad insaciable por la alquimia —continuó Daniel, su voz llenándose de una determinación sombría—. Vi en ella una forma de controlar mi destino, de transformar mi sufrimiento en poder. Me volví obsesivo, buscando fórmulas y compuestos que pudieran darme ventaja. Pero esa sed de conocimiento me llevó a lugares oscuros.

Daniel hizo una pausa, su mirada fija en el suelo antes de levantarla de nuevo.

—Terminé en un prostíbulo llamado Rosa Caliente, un lugar donde los desesperados buscaban saciar sus deseos más oscuros. Fue allí donde conocí a Alqatil. No fue un encuentro casual, sino un momento de oportunidad. Al me encontró, no yo a él. Me ofreció un lugar, un propósito, algo que nunca había tenido antes.

Nova asintió lentamente, comprendiendo mejor la conexión entre ellos.

—Al es... especial —admitió Nova—. Tiene una visión que nos atrae a todos, incluso a los más oscuros entre nosotros.

Daniel sonrió, una sonrisa carente de alegría.

—Sí, especial. Pero no me malinterpretes. No estoy aquí por él. Estoy aquí por lo que puedo aprender, por lo que puedo hacer con ese conocimiento. Aunque... debo admitir que le he cogido un pequeño aprecio a Aurora, esta organización tiene algo que... bueno, no sé explicar.

Nova lo miró, sus ojos brillando con un entendimiento compartido.

—No somos tan diferentes, Daniel. Ambos buscamos algo más grande que nosotros mismos, algo que trascienda el bien y el mal.

Daniel asintió, su expresión endureciéndose.

—Y estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para conseguirlo. No me importa a quién tenga que dejar atrás. Pero, por ahora, Al es el mejor camino para obtener lo que quiero.