Flashbacks de los Subordinados de Al
Sirius: Sirius siempre había tenido un don para la actuación. Desde joven, su habilidad para imitar voces y gestos le permitió escabullirse en la vida social de la alta sociedad, donde se había criado. En las fiestas de su familia, su talento le había abierto puertas. Era el centro de atención, conocido por su ingenio y carisma. Las risas y los aplausos eran su aire, y su habilidad para provocar sonrisas se convirtió en su refugio.
Sin embargo, la vida de Sirius dio un giro inesperado. Un día, después de una fiesta, un conocido le ofreció blue cristal, una droga que prometía euforia y escapismo. En ese momento, su curiosidad superó su prudencia. La primera vez que probó la sustancia, sintió que sus sentidos se expandían, y la vida se tornó más vibrante. Sin embargo, la euforia pronto se transformó en adicción.
A medida que el tiempo pasaba, la blue cristal comenzó a consumirlo. Las fiestas se convirtieron en un recuerdo lejano, y sus actuaciones, que alguna vez deslumbraron, se desvanecieron en la oscuridad de las calles. Los amigos y admiradores que una vez lo rodearon se alejaron, incapaces de soportar el peso de su adicción. Sirius se encontró atrapado en un ciclo de dependencia, vendiendo su talento y su dignidad por una dosis más.
La caída de Sirius fue gradual pero implacable. Su hogar se convirtió en un refugio de soledad y desilusión. Cada vez que miraba en el espejo, veía a un extraño: un hombre marcado por la desesperación, cuya luz se apagaba poco a poco. Sin embargo, había momentos en los que aún podía escuchar los ecos de las risas pasadas. Recordaba cómo sus actuaciones alegraban a otros, cómo podía transformar la tristeza en alegría con solo una palabra bien dicha.
Un día, mientras deambulaba por las calles, encontró un callejón donde se refugiaba de la lluvia. Allí, vio a dos figuras: una mujer y un hombre, sus rostros marcados por el sufrimiento, pero sus miradas estaban llenas de determinación. Se presentó ante ellos, sintiendo que la vida aún podía ofrecer algo más.
—¿Qué hacemos aquí? —preguntó Orion, con una mezcla de preocupación y resignación—. ¿Cómo hemos llegado a esto?
—No lo sé —respondió Lyra, su voz llena de tristeza—. Pero creo que hay más en la vida que esto.
Sirius sintió que la conexión era instantánea. En esos ojos, veía reflejado su propio dolor, pero también una chispa de esperanza. Juntos compartieron sus historias, y en cada palabra, se dieron cuenta de que no estaban solos.
Cuando escucharon la propuesta de Alqatil, un niño que parecía estar más allá de su sufrimiento, supieron que era una señal. La vida que habían llevado los había preparado para aceptar su nuevo destino.
El día en que conocieron a Al, Sirius sintió que una nueva oportunidad se presentaba ante ellos. Quizás, solo quizás, su talento para la actuación podría utilizarse de una manera diferente.
Lyra: Lyra había sido una mujer de noble cuna, conocida en su juventud como una de las más bellas y talentosas damas de la corte. Su vida estaba llena de promesas y expectativas, con un futuro brillante que la aguardaba. Desde pequeña, fue educada en las artes y la etiqueta, enseñada a ser una excelente anfitriona en banquetes y eventos. Su familia, con su estatus aristocrático, mantenía una imagen de perfección, y Lyra, con su risa encantadora y su inteligencia, era la joya de su hogar.
Sin embargo, la vida de Lyra cambió drásticamente cuando su padre, un noble respetado, tomó decisiones cuestionables en su búsqueda de poder. Atrapado en intrigas políticas, su padre fue traicionado por sus aliados, y la familia se vio despojada de sus títulos y propiedades en un abrir y cerrar de ojos. Lyra, en un instante, pasó de ser la estrella de la corte a una mujer sin hogar.
La caída de su familia fue rápida y brutal. Su madre, incapaz de sobrellevar la pérdida, se sumió en la locura, y Lyra se vio obligada a asumir el rol de cuidadora, intentando mantener a flote a una madre que ya no reconocía. Desesperada por la situación, Lyra tuvo que recurrir a métodos poco dignos para sobrevivir. Las calles que una vez había recorrido en carruajes lujosos se convirtieron en su hogar.
Con el tiempo, la miseria la llevó a un camino oscuro. Se vio atrapada en la prostitución, tratando de encontrar la forma de alimentarse y sobrevivir mientras luchaba con el profundo dolor de haber perdido todo lo que había amado. Cada día era una batalla contra la desesperación y la humillación. Sin embargo, en su corazón seguía ardiendo una chispa de resistencia.
En las calles, se encontró con otras almas perdidas, y fue en uno de esos encuentros donde conoció a Orion y Sirius. Sus historias de desdicha resonaron con la suya, y juntos formaron un vínculo inquebrantable. A pesar de la tristeza que los rodeaba, Lyra se convirtió en la voz de la esperanza del grupo.
—No podemos permitir que esto nos destruya —declaró un día, su mirada llena de determinación—. Debemos encontrar una forma de salir de esta vida.
Con el tiempo, la vida en la calle forjó un vínculo entre ellos. Compartieron historias y sueños, construyendo una nueva familia a partir de la desesperación. La fuerza de Lyra se convirtió en el pegamento que mantenía a todos unidos. Se prometieron ayudarse mutuamente a salir de esa vida y buscar una manera de cambiar su destino.
Un día, mientras buscaba refugio en un callejón, se encontró con un niño que parecía ser más que lo que aparentaba. Alqatil, con su actitud decidida y su inteligencia, le ofreció un nuevo propósito.
—¿Quieres unirte a mí? —le preguntó Al, su voz suave pero firme—. Creo que juntos podemos lograr más de lo que crees.
Lyra, aún dudosa, vio en sus ojos una chispa que recordó en sí misma. La idea de luchar por algo más grande que ella misma la atrajo. En ese momento, decidió dejar atrás su pasado y unirse a Al y a su grupo.
Orion: Orion siempre había sido un hombre de principios, un pilar de su comunidad y un padre ejemplar. Se enorgullecía de su familia; su esposa y su hija eran el centro de su vida. Trabajaba como artesano, creando bellas piezas de madera que vendía en el mercado local. Sus manos estaban siempre manchadas de resina, pero eso no le importaba. Cada vez que su hija sonreía al ver sus creaciones, su corazón se llenaba de orgullo.
Sin embargo, la vida de Orion se desmoronó cuando un noble, en su afán de acumular más poder, promulgó una reforma que devastó a la comunidad. El noble, buscando aumentar sus ganancias, implementó cambios en las leyes de comercio que afectaron a los pequeños artesanos. Las piezas de Orion, que antes eran bien valoradas, se volvieron invendibles. Pronto, la desesperación se apoderó de su hogar.
Orion, impotente, vio cómo su esposa y su hija comenzaban a sufrir las consecuencias de la pobreza. Las raciones de comida se hicieron escasas, y las sonrisas que antes llenaban su hogar se convirtieron en llantos de hambre. La rabia y el dolor lo consumieron, y a pesar de su esfuerzo por encontrar una solución, se sentía cada vez más perdido.
Un día, cuando su hija cayó enferma por la falta de alimentos, la desesperación alcanzó su punto máximo. Orion trató de pedir ayuda, pero el noble que había causado su miseria ignoró sus súplicas. Sin otra opción, vio morir a su esposa y a su hija, dejándolo solo y consumido por la culpa. La tragedia lo marcó de por vida, y se juró a sí mismo que nunca permitiría que otra familia sufriera como la suya.
Al caer en la pobreza, Orion se convirtió en vagabundo, recorriendo las calles y buscando oportunidades para sobrevivir. Sin embargo, a pesar de su sufrimiento, nunca perdió su determinación. Las sombras de su pasado lo seguían, pero en su corazón ardía el deseo de proteger a otros. En sus andanzas, conoció a Sirius y Lyra, quienes también luchaban contra su propia desesperación.
Juntos compartieron sus historias de desgracia, y, a medida que forjaban su amistad, Orion comenzó a ver en Lyra y Sirius una nueva razón para seguir adelante. La conexión entre ellos se hizo más fuerte con cada día que pasaba en las calles.
—No podemos permitir que esto nos destruya —dijo Orion, con un destello de determinación en sus ojos—. Debemos encontrar una forma de salir de esta vida.
Un día, mientras estaba sentado en una calle junto con sus amigos, encontró a Al. Atraído por la curiosidad y el deseo de encontrar un propósito, Orion decidió aceptar el trato de Al.
Cuando finalmente terminó el trabajo, Orion sintió que su vida estaba a punto de cambiar. Al, con su personalidad decidida, le ofreció una nueva oportunidad.
—Si te unes a mí, podríamos cambiar las cosas —dijo Al, sus ojos brillando con determinación—. Juntos podemos luchar contra los que han oprimido a la gente como nosotros.
Orion sintió que la chispa de la esperanza renacía en su corazón. Aceptó la oferta de Al, decidido a usar su experiencia y determinación para proteger a su nuevo grupo y luchar por un futuro mejor.
Nova: Nova siempre había sido un prodigio en el ámbito científico, su mente brillaba con ideas que desafiaban las normas. Desde una edad temprana, mostró un interés inquietante por los secretos del cerebro humano, su curiosidad innata llevándolo a explorar territorios prohibidos. Mientras otros niños soñaban con aventuras, él se sumergía en libros sobre el cerebro y el alma, fascinado por el funcionamiento de la mente.
A medida que creció, su obsesión por la ciencia se volvió insaciable. Nova se dedicó a estudiar y experimentar, buscando descubrir nuevas fronteras del conocimiento. Sin embargo, su búsqueda lo llevó por un camino oscuro. En su afán por entender la mente humana, comenzó a realizar experimentos poco éticos con niños. Su laboratorio, una vez un lugar de descubrimiento, se convirtió en un santuario de desesperación.
En su búsqueda de respuestas, Nova reclutaba a niños de la calle, prometiéndoles un futuro mejor. Los atraía con palabras dulces y promesas vacías, pero en realidad, los veía como sujetos de prueba. Los experimentos se volvieron cada vez más extremos; manipulaba sus mentes, buscando alterar sus percepciones y comportamientos. Sin embargo, lo que comenzó como una búsqueda por el conocimiento se transformó en una oscura obsesión por el control.
La revelación de sus experimentos llegó rápidamente. Un día, un grupo de padres en la comunidad comenzó a preguntar sobre la desaparición de sus hijos. La alarma sonó y la policía llegó a su laboratorio, descubriendo las atrocidades que había cometido. Nova fue arrestado, pero logró escapar en el último momento. Abandonado por sus colegas y con su reputación destrozada, se convirtió en un fugitivo.
Con su mundo derrumbado, se vio obligado a vagar por las calles. El odio y la vergüenza lo acompañaban a cada paso. En su mente, luchaba con sus demonios, recordando las sonrisas de la gente cuando lo capturaron. A pesar de su brillantez, el odio lo consumía, y la locura comenzó a cernirse sobre él. La gente lo despreciaba y lo temía, y las sombras del pasado siempre estaban a su alrededor, susurrando en su mente.
Un día, al escuchar rumores sobre un niño llamado Alqatil, que parecía tener el potencial de cambiarlo todo, sintió un atisbo de esperanza. Quizás, pensó, podría encontrar en él una forma de utilizar su conocimiento. Su fama de ayudar a vagabundos y ofrecerles una nueva vida lo atrajo. Nova decidió acercarse a Al, sintiendo que podía aportar sus conocimientos científicos en algo más grande.
Cuando finalmente se presentó ante Al, vio en su mirada una chispa de inteligencia que lo recordó a sí mismo. Al, al notar el potencial en Nova, le ofreció una oportunidad.
—Quiero que utilices tu conocimiento para algo más grande —dijo Al, su voz firme—. Necesito que me ayudes a crear fórmulas que nos den una ventaja sobre mentes jóvenes.
Aunque la oferta era tentadora, el pasado de Nova lo perseguía. Temía volver a caer en las manos de la justicia. Al mirar a Al, vio una oportunidad para canalizar su locura y redención hacia un propósito que podría cambiar su destino.
Daniel: Daniel había crecido en un hogar disfuncional, atrapado entre un padre abusivo y una madre sobreprotectora. Desde pequeño, su padre lo menospreciaba, utilizando la violencia como medio de control. El abuso físico y emocional fue su pan de cada día, y mientras otros niños disfrutaban de su infancia, Daniel se veía obligado a someterse a la tiranía de su padre. La presión era abrumadora, y en casa, no había amor, solo miedo.
Su madre, aunque bien intencionada, lo mantenía en un estado de aislamiento. Le prohibía hacer amigos de su edad, temiendo que otros niños pudieran influir negativamente en él. Esto cultivó en Daniel un profundo deseo de escape, de experimentar el mundo más allá de las paredes de su hogar. Anhelaba libertad, pero la vida familiar lo mantenía atrapado y comenzó a desarrollar un apego por los niños.
La situación llegó a un punto crítico cuando Daniel cumplió 18 años. Durante un intento de cocinar a escondidas, combinando ingredientes para experimentar con la alquimia, ocurrió un accidente devastador. La mezcla que había creado liberó un gas tóxico, y cuando encendió una chispa, la casa explotó en llamas. El estruendo resultante lo sacó de la casa justo a tiempo, pero no sin consecuencias. Su hogar y su familia se redujeron a escombros, dejando a Daniel solo y sin nada.
Ahora en el mundo exterior, Daniel se sintió perdido, pero la explosión también despertó en él una insaciable curiosidad por la alquimia. Vio en ella una forma de controlar su destino, un medio para transformar su dolor en poder. Sin embargo, su deseo de conocimiento lo llevó a caminos oscuros. Daniel se obsesionó con la idea de descubrir nuevas fórmulas y compuestos, pero también se vio arrastrado hacia la decadencia por su sed.
Sus deseos perversos lo llevaron a un prostíbulo llamado Rosa Caliente, un lugar donde se cruzaban los destinos de quienes buscaban saciar su sed. Allí conoció a Alqatil, un niño con una visión audaz. Al se había ganado su interés por ser tan brutal y formal, y Daniel vio en él una oportunidad.
Al se acercó a Daniel, reconociendo su potencial.
—Entonces, ¿cuál es el trato? —preguntó Daniel, su mirada fija en Al, con una mezcla de desconfianza e interés.
—Quiero ofrecerte un acuerdo: necesito tu experiencia en alquimia para crear una sustancia que nos permita manipular las mentes de los niños —comenzó Al, su tono firme—. A cambio, te proporcionaré información sobre principios de química que podrían ser útiles para tus experimentos.
Daniel frunció el ceño, intrigado por la propuesta.
—¿Qué clase de sustancia estás imaginando?
—Una mezcla que aproveche los principios de la alquimia para alterar la percepción de la realidad en esos niños —explicó Al, su rostro iluminado por una sonrisa fría—. Si logramos desarrollar algo que les haga sentir que somos su única salvación, podremos utilizarlos a nuestro favor.
A pesar de su oscuro pasado, Daniel vio en este trato una oportunidad para dar un nuevo rumbo a su vida. La posibilidad de desquitarse de la opresión que había sentido desde su infancia lo atrajo. Su mirada se endureció mientras respondía:
—Está bien, pero no solo quiero ser un espectador. Quiero participar en esto. Si vamos a manipular a esos niños, necesito estar presente en cada paso del proceso.
Al miró a Daniel, reconociendo su determinación.
—Entendido. Tu participación será esencial.
Con el trato sellado, Daniel sintió que había encontrado un propósito en su vida. La alquimia, que alguna vez había sido un escape, ahora se convertía en una herramienta para cambiar su destino.
Al se encontraba meditando en el bosque, al lado de un río que fluía suavemente. El sonido del agua era un bálsamo para su alma, un recordatorio de la serenidad que deseaba alcanzar. Sin embargo, su mente estaba agitada, llena de pensamientos que se entrelazaban como las corrientes del agua. A pesar de su esfuerzo en el cultivo, sentía que el 100% de su Templado del Cuerpo siempre estaba a un paso fuera de su alcance.
Las imágenes de su infancia, aunque fugaces, regresaban a su mente. Recordaba momentos felices, risas y juegos, pero también los destellos de tristeza que se escondían en esos mismos recuerdos. ¿Por qué era tan difícil avanzar? Había pasado tanto tiempo intentando olvidar el dolor que le había marcado, y ahora se encontraba en una encrucijada.
Mientras se sumía en su meditación, sintió que algo en su interior comenzaba a cambiar. Una energía palpable rodeaba el lugar, como si el bosque mismo respirara con él. Las hojas de los árboles susurraban, y el viento parecía traer un mensaje de aliento.
[Felicidades, anfitrión. Has alcanzado el 99% en el Templado del Cuerpo.]
Al sintió una mezcla de orgullo y ansiedad. Había trabajado arduamente para llegar hasta aquí, pero la meta parecía aún tan lejana. ¿Qué había de hacer para dar el siguiente paso?
[Ahora solo te falta una cosa: enfrentar uno de tus demonios del corazón. ¿Quieres hacerlo?]
La pregunta quedó flotando en el aire. La idea de enfrentarse a un demonio interno le llenó de temor, pero también de determinación. Sabía que este era un paso crucial en su crecimiento.
—Sí, lo haré.
A medida que la respuesta abandonaba sus labios, la atmósfera comenzó a oscurecerse. El mundo a su alrededor se desvaneció, llevándolo a un lugar donde la luz apenas penetraba. El aire se volvió frío y opresivo, y Al sintió cómo una sombra envolvía su ser, apoderándose de su mente y de su cuerpo.
En medio de la oscuridad, una figura emergió. Era él mismo de niño, colgado de una soga, los ojos vacíos mirando hacia arriba, apuntándolo con una mirada que llenaba el aire con desesperación. Al sintió que el miedo se apoderaba de él, pero no podía retroceder. La sensación era tan intensa que creyó estar viviendo un momento aterrador de su vida. La angustia lo envolvió, y con ella, la certeza de que no podía escapar.
De repente, todo se oscureció, y Al cayó en un recuerdo que no sabía que era un recuerdo. Su mente se llenó de confusión.
—¿Qué está pasando?
La escena cambió abruptamente. Se encontró en su hogar, observando a su madre caer al suelo, inconsciente. El pánico lo invadió. En su mente, solo había una conclusión: ella había muerto.
—¡Mamá! —gritó, desesperado. Las lágrimas brotaron de sus ojos al darse cuenta de que podía perderla. El caos reinaba en su mente, y la idea de que su madre jamás volvería a abrir los ojos se convirtió en una sombra oscura.
Al miró a su alrededor, buscando respuestas. Vio la soga que pendía en el rincón de la habitación, y el dolor lo abrumó.
—No puedo vivir sin ella.
Con un impulso de desesperación, se colgó de la soga. Sentía que el aire se le escapaba, la lucha por respirar se volvía más difícil. La oscuridad lo abrazó, y en un instante, sintió que su vida se desvanecía.
Sin embargo, en medio de la negrura, algo cambió. Comenzó a revivir el mismo momento una y otra vez. El ciclo se repetía, atrapándolo en un bucle interminable de desesperación y dolor. Cada intento de liberarse resultaba en un fracaso, y con cada repetición, el recuerdo de su madre se desvanecía un poco más, llevándose con él la luz que había en su corazón.
Al se sentía atrapado en una pesadilla interminable. La voz del demonio resonaba en su mente, burlándose de su impotencia.
[Eres un cobarde. No puedes enfrentarlo. El dolor siempre estará contigo.]
La desesperación lo consumía. En cada ciclo, caía más profundo en su tormento, pero algo dentro de él comenzó a cambiar. Empezó a recordar los momentos felices que había compartido con su madre. Recordó su risa, su amor, y todos los momentos felices que habían compartido.
Una imagen surgió en su mente: su madre, en la cocina, preparando su comida favorita mientras cantaba suavemente. La calidez de esos recuerdos le dio fuerzas, y la imagen de su madre sonriendo comenzó a brillar en su mente como un faro de esperanza.
—Siempre estaré contigo, hijo, incluso en los momentos más oscuros.
Ese eco de amor llenó su mente. Con cada repetición, Al se dio cuenta de que el niño colgado no era el verdadero él.
—No, esto no es real. Esto no es lo que soy.
Luchando contra el demonio, vio cómo la sombra comenzaba a desvanecerse.
—Mi madre nunca ha muerto, solo está inconsciente. No puedo dejar que me consuma.
Las palabras resonaron con poder, y poco a poco, el demonio comenzó a desvanecerse, su figura desmoronándose como polvo en el viento. Al sintió cómo la luz comenzaba a llenar su mente, dispersando la oscuridad que lo rodeaba. Era un momento de liberación.
En su mente, sintió cómo se desataban las cadenas que lo mantenían prisionero. A través de la luz, vio el rostro de su madre, sonriendo.
—Siempre estaré contigo.
Con ese pensamiento, se despidió del demonio, dejando caer una lágrima en honor a su madre. La sombra de su pasado se desvanecía, y él comenzaba a entender que podía seguir adelante, que su vida no se limitaba a un único momento de dolor.
De repente, Al despertó en su entorno familiar junto al río, el sol brillando intensamente sobre el agua. Se sentía más ligero, como si una carga enorme se hubiera levantado de sus hombros. El aire fresco llenaba sus pulmones, y con cada respiración, sentía que se llenaba de una nueva energía.
[Felicidades, maestro has superado a tu demonio interno. Tu estado negativo ha pasado de -10 a -7.5. Ahora eres un recolector de qi.]
Al miró el reflejo en el río, y por primera vez en mucho tiempo, sonrió. El dolor que lo había consumido por tanto tiempo se desvanecía, y en su lugar, había una sensación de empoderamiento.
[Estado Actual:]
- Nombre: Alqatil Zolenos
- Edad: 8 años
- Nivel: 5 (XP = 70/500)
- Atributos:
HP = 150/200
Inteligencia: 60 Durabilidad: 45 Vitalidad: 50 Resistencia: 55 Fuerza: 89 Encanto: 45 Suerte: 12 Destino = 1000
[**Misión secundaria 2 (Completada):**
**Recompensa:**
Tu poder a aumentado.
El sistema entrara en reposo]
[Recoleción de qi: 34%]
Al sintio una cantidad de poder inimaginable sintieo que podria mover montañas pero solo ere efecto placebo lo maximo que podria hacer seria levantar un humano de 100 kilos con un brazo
[Para avanzar en tu cultivo de recolección de qi, debes enfocarte en la meditación y el entrenamiento físico. La recolección de qi es un proceso que requiere paciencia y práctica. Puedes intentar reunir qi de la naturaleza a tu alrededor o buscar fuentes de energía en lugares específicos.]
Al sintió una mezcla de determinación y emoción al observar su estado actual. Sabía que aún tenía un largo camino por recorrer, pero la claridad que había ganado le daba fuerzas.