Al miraba el terreno que tenía frente a él. Aunque a simple vista parecía ser solo un pequeño pedazo de tierra, el vasto panorama lo hacía sentir que estaba observando un reino entero. Este lugar, el dominio del barón Noir, era uno de los territorios más grandes que existían. Con 500 kilómetros bajo su control y 700 bajo su poder, el barón era uno de los más influyentes de la región, pero su dominio se encontraba aislado. Rodeado por montañas y con poco acceso a rutas comerciales, su poder no se debía a su riqueza, sino a su solitaria posición. no era próspero, pero su aislamiento le daba una fortaleza extra.
El pacto con el barón Noir había proporcionado a Aurora algo mucho más valioso que cualquier cantidad de oro: tierras fértiles y vastas, ideales para implementar un sistema agrícola avanzado. Aunque el terreno en apariencia no prometía mucho, Al sabía que, con los métodos correctos, podría convertirlo en el corazón productivo de la organización.
El primer paso fue estudiar el terreno. Sirius había enviado a un equipo de agrónomos y exploradores que, bajo la guía de Sirius, evaluaron la calidad del suelo, las fuentes de agua cercanas y el clima de la región. Los resultados fueron alentadores. El terreno no solo ofrecía buenas condiciones para cultivos tradicionales, sino que también era adecuado para experimentar con especies vegetales raras que podrían dar a Aurora una ventaja en el mercado.
Pero Al sabía que las tierras por sí solas no bastaban para consolidar el poder. Necesitaba algo más: mano de obra leal, capaz y con habilidades. Así que envió a sus subordinados más confiables, Orion y Lyra, a una misión discreta: atraer a personas de los pueblos cercanos y a los pobres de las ciudades. Aquellos que no tenían esperanza, ni futuro, se convertirían en el objetivo principal. A cambio, les ofrecían la oportunidad de aprender un oficio: agricultores, herreros, o incluso mercenarios.
Orion, con su pasado trágico y su capacidad para conectar con los oprimidos, fue clave para ganar la lealtad de aquellos que se unían a Aurora. Por otro lado, Lyra utilizaba su encanto natural para persuadir a los que dudaban, mostrándoles que Aurora no solo les ofrecería trabajo, sino una nueva familia.
Mientras tanto, los miembros más antiguos de Aurora comenzaron a recopilar información crucial. Sirius, reconociendo la importancia de los entornos oscuros, ordenó a los espías infiltrarse en los círculos criminales de la región. Su objetivo no solo era identificar a los grupos más influyentes, sino también detectar puntos débiles y crear alianzas silenciosas. A medida que las piezas se movían en las sombras, también se establecían granjas especializadas en la región. Estas granjas no solo abastecerían a la organización, sino que producirían recursos raros y exóticos, lo que les permitiría monopolizar ciertos mercados clandestinos a través de ventas selectivas a precios exorbitantes.
No obstante, los planes de Al iban más allá de simples maniobras económicas. Entendía que la confianza de los pueblos de las cercanías no se ganaba solo con generosidad o promesas de trabajo. Necesitaba crear un caos calculado, uno que no solo rompiera la resistencia de los pueblos, sino que los hiciera depender de su poder. Y en su mente estratégica, un desorden controlado era la clave.
De esta manera, instruyó a sus subordinados de clase B y C para que se infiltraran en las aldeas cercanas. Su misión era sembrar el terror sin dejar rastro de su origen. Se hacían pasar por bandidos, atacando las aldeas de forma esporádica, pero con un objetivo claro: secuestrar a niños. Esos niños, en su mayoría huérfanos o de familias de poco valor, serían llevados ante Sirius el cual les aseguraba a los miembros de Aurora que serían liberados en unos pocos días, cuando el caos hubiera pasado. Sin embargo, esa promesa era una mera fachada. Una vez que los niños eran entregados a Al, eran enviados directamente a Daniel, quien se encargaba de su "custodia" en secreto. Nadie sospecharía que los niños nunca volverían a ver la luz del día. Estaban destinados a ser utilizados en los planes más oscuros de Al, guardados bajo un estricto control, lejos de cualquier intento de rescate. Este era un movimiento calculado: sembraba desesperación en las aldeas, lo que forzaría a los habitantes a mirar hacia Aurora como su salvador, mientras la organización tomaba lentamente el control de la región.
Al no solo desestabilizaba a los pueblos, sino que también los manipulaba psicológicamente. Al crear una sensación de pérdida y desesperación, aumentaba la dependencia de su poder, sabiendo que una vez que las aldeas cayeran bajo su control, nadie se atrevería a rebelarse. Así, todo formaba parte de un juego maquiavélico: el caos era solo el principio de su dominio absoluto.
Los pueblos, sumidos en la desesperación y el miedo, comenzaron a buscar desesperadamente héroes que los salvasen. Fue entonces cuando Al activó la segunda parte de su plan. Los miembros de Aurora, con experiencia limitada en combate, fueron enviados a hacer creer a los pueblos que estaban derrotando a los bandidos. Sin embargo, lo que en realidad sucedía era que los bandidos que atacaban las aldeas no eran más que miembros de Aurora disfrazados, haciéndose pasar por los enemigos. Estos "bandidos" fueron derrotados por los mismos miembros de Aurora, quienes actuaban con destreza para aparentar una victoria heroica.
Al mismo tiempo, los verdaderos bandidos que representaban una amenaza genuina para Aurora fueron eliminados sin piedad, sin dejar rastro de su existencia. Con cada ataque falso y cada victoria aparente, la gente de los pueblos comenzó a ver a Aurora como una fuerza benevolente que los estaba protegiendo de la amenaza criminal.
Sirius, quien se hacía pasar por un joven decidido a ayudar a los pueblos, jugó un papel crucial en este engaño. Cada vez que un miembro de Aurora derrotaba a los bandidos falsos, Sirius estaba allí para asegurarse de que el crédito se le atribuyera a él y a su organización. De este modo, con una mezcla de astucia y carisma, logró ganarse la confianza de la gente, presentándose como el líder decidido a proteger a los indefensos.
Un año había pasado desde que Al comenzó a consolidar su poder en el nuevo territorio. Durante ese tiempo, Aurora había crecido y se había establecido firmemente en su dominio. Los cultivos eran un éxito rotundo, y la tierra que antes parecía modesta, ahora era la columna vertebral de la organización. Sin embargo, el plan de Al nunca se detuvo. La siguiente fase de su estrategia era asegurar los activos más importantes de la organización: el centro de investigación y los niños secuestrados.
El traslado de las instalaciones clave no fue tarea fácil. Los mercenarios reales que habían transportado a los niños, aquellos que sabían perfectamente qué estaban llevando, desaparecieron misteriosamente. Nadie supo lo que pasó con ellos, ni siquiera los miembros de Aurora que estaban al tanto del plan. Lo mismo ocurrió con el equipo que había transportado el Cot, otro activo valioso para la organización. Aquellos que tenían conocimiento de lo que estaba ocurriendo simplemente se desvanecieron de la faz de la tierra, sin dejar rastro.
Los niños que habían sido secuestrados de los pueblos nunca regresaron a sus familias. Nadie se atrevió a cuestionar el paradero de aquellos que habían sido llevados por Aurora. La desaparición de los mercenarios y el Cot fue hábilmente encubierta por Al, quien sabía que el caos de los desaparecidos serviría para disuadir cualquier sospecha. El mismo silencio que rodeó la desaparición de los secuestradores permitió que Aurora continuara operando sin miradas inquisitivas sobre ellos.
A pesar de las desapariciones, Aurora siguió avanzando con precisión. La construcción de nuevas instalaciones y la reubicación del centro de investigación al nuevo territorio se llevó a cabo con extrema cautela. Todo debía parecer natural. Cualquier signo de actividad inusual podría alertar a los barones rivales o, peor aún, al gobierno. El control de las tierras estaba asegurado y, con ello, el poder de Aurora se consolidaba. Sin embargo, Al sabía que su estrategia estaba lejos de concluir. Cada paso que tomaba, cada sacrificio que realizaba, lo acercaba más al control total de la región, sin importar el precio que tuviera que pagar. Los medios no importaban, lo único que importaba era el resultado final.
El laboratorio de tecnología, bajo la supervisión de Nova, fue la primera instalación en ser reubicada a un lugar secreto. Este laboratorio era crucial para el desarrollo de las tecnologías que Aurora utilizaría no solo para consolidar su control en la región, sino también para cumplir con sus compromisos con el barón Noir y otros aliados estratégicos. En el nuevo territorio, el laboratorio se erigió en un claro profundo dentro del bosque, rodeado por altos árboles que lo mantenían fuera del alcance de miradas curiosas.
A primera vista, la fortaleza parecía una modesta residencia de campo sin mayor importancia. Sin embargo, bajo esa fachada inocente se encontraba un complejo subterráneo, un núcleo de investigación donde se desarrollaban las tecnologías más avanzadas de Aurora. Al sabía que, para mantener el control absoluto, debía evitar que cualquiera sospechara de las actividades que realmente tenían lugar allí. Por ello, implementó medidas de seguridad rigurosas: los trabajadores que ingresaban al laboratorio eran sometidos a exhaustivas inspecciones, y solo un pequeño círculo de personas estaba al tanto de la magnitud de los proyectos secretos que se realizaban bajo tierra.
El trato con el barón Noir, que había proporcionado las tierras necesarias, fue también un vehículo para demostrar el poderío de Aurora. La innovación se convirtió en la carta que Al jugó con astucia. Una de las primeras innovaciones fue un sistema de riego subterráneo, diseñado para optimizar los recursos hídricos y mejorar la productividad agrícola. Al no solo pensaba en el presente, sino también en el futuro. El sistema, cuidadosamente oculto bajo la superficie, no solo maximizaría la eficiencia de los cultivos, sino que también serviría para asegurar el control sobre las fuentes de agua de la región.
Además, Al y su equipo presentaron técnicas de forja que utilizaban carbón vegetal y mineral de hierro local, lo que permitió a Aurora crear herramientas y armas de calidad superior. Este proceso no solo abastecía las necesidades internas, sino que también convirtió a Aurora en un proveedor clave para los nobles de la región, quienes deseaban productos exclusivos. La forja, en manos de los trabajadores de Aurora, se convirtió en uno de los pilares de la economía emergente.
Sin embargo, la mayor innovación que ofreció Aurora fue la pólvora antigua. Esta mezcla de nitrato potásico, carbón vegetal y azufre no era algo revolucionario, pero su aplicación en trampas o en fuegos artificiales rápidamente se ganó la popularidad entre los mercenarios y guerreros. Los beneficios tácticos de la pólvora dieron a Aurora una ventaja significativa en confrontaciones, además de ofrecer a los habitantes de la región una sensación de poder y control. La producción de pólvora se mantuvo estrictamente en secreto, un recurso guardado celosamente por la organización, ya que su verdadero valor residía en su potencial para desatar el caos.
Pero la verdadera cara oculta de Aurora, la parte más retorcida y secreta, se encontraba en el segundo laboratorio. Mucho más apartado y subterráneo, este laboratorio solo era conocido por Al, Nova y Daniel. Aquí se realizaban los experimentos más oscuros de todos: los niños secuestrados. Para evitar cualquier tipo de filtración o intervención, este laboratorio estaba ubicado en los túneles más profundos de Aurora, con una red de pasajes ocultos, protegidos por trampas mortales y un sistema de seguridad que garantizaba su privacidad total.
Daniel, cuya vasta comprensión de la alquimia y la manipulación mental había sido fundamental para los oscuros experimentos de Aurora, se encargaba de supervisar el trabajo en este laboratorio subterráneo. En este lugar, los niños secuestrados por los falsos bandidos de Aurora eran sometidos a pruebas brutales. Los experimentos, que combinaban técnicas de tortura física y psíquica, tenían como objetivo romper los límites de la mente y el cuerpo humano. La meta de Al era clara: crear una generación de soldados leales únicamente a Aurora, niños que no verían a nadie más como su líder que a él, y que, al ser condicionados desde su más temprana edad, verían en su dolor y sufrimiento el rostro de su salvador y maestro.
Este laboratorio clandestino, escondido a kilómetros de distancia de cualquier mirada curiosa, era en realidad el núcleo más profundo del poder de Al. Mientras el mundo exterior veía a Aurora como una organización en crecimiento, centrada en la economía y el comercio, en las entrañas de su territorio, lejos de los ojos de mercaderes y nobles, Al estaba construyendo algo mucho más oscuro. Aquí, entre sus muros ocultos, se forjaban las armas que utilizaría para someter no solo a la región, sino a cualquier enemigo que se atreviera a desafiarlo. Cada experimento exitoso, cada niño que sobreviviera a los horrores de esos pasillos, acercaba a Aurora un paso más hacia su dominio absoluto, y a Al, más cerca de su propósito de crear una organización cuyo control no se limitara al comercio, sino que abarcara el destino mismo de las personas.
El traslado de las instalaciones no fue solo un movimiento de estrategia territorial, sino una operación meticulosamente planeada para reforzar las estructuras de poder de Aurora. Los túneles que conectaban los diferentes laboratorios y las instalaciones subterráneas no solo facilitaban el transporte seguro de recursos y personas, sino que también funcionaban como rutas de escape ocultas, garantizando que, si algún día el territorio de Aurora fuera atacado, el corazón de la organización seguiría latente y seguro bajo tierra. Al había pensado en cada detalle, incluso en los posibles contratiempos. El sistema estaba diseñado para ser impenetrable.
Mientras tanto, Sirius, en su papel como rostro público de Aurora, gestionaba el progreso del traslado y la construcción de las nuevas instalaciones. Su capacidad para negociar y manipular las relaciones externas fue crucial para mantener todo bajo control, asegurando que las operaciones se mantuvieran en secreto, mientras se daba la impresión de que Aurora era simplemente una entidad dedicada al comercio. Sirius continuaba sus reuniones con barones y mercaderes, asegurándose de que las tecnologías y los productos derivados de los laboratorios de Nova llegaran a las manos adecuadas, envenenando el mercado con productos que solo Aurora podía producir.
El traslado de las instalaciones, lejos de ser un simple cambio de lugar, marcó el verdadero inicio del ascenso de Aurora al poder en la región. Con sus laboratorios y túneles ahora funcionando a pleno rendimiento, Aurora contaba con una base de operaciones más sólida que nunca. Una base impenetrable, desde donde podrían ejecutar sus planes más oscuros, sabiendo que sus enemigos jamás sabrían hacia dónde atacar.
Con el traslado de las instalaciones y el progreso en los cultivos, Aurora comenzó a centrarse en la construcción de un pueblo que no solo fuera una fachada, sino que se convirtiera en el núcleo palpitante de su poder. Al sabía que, para que Aurora tuviera éxito, no bastaba con las operaciones clandestinas; también necesitaba presentarse ante el mundo exterior como una entidad legítima, respetable, incluso carismática, mientras mantenía su verdadera naturaleza oculta bajo la superficie.
Bajo la dirección estratégica de Al, los arquitectos de Aurora comenzaron a diseñar un pueblo que, aunque aparentemente inofensivo, funcionaría como una base de operaciones encubierta. Lo llamaron Duskfall. El diseño de Duskfall fue un ejercicio de precisión. El pueblo debía ser funcional y atractivo, pero también esconder una red intrincada de vigilancia y control. En el centro de Duskfall se encontraba la plaza principal, un lugar que, en su superficie, parecía ser un simple punto de encuentro para los habitantes. Aquí se organizaban mercados y eventos comunitarios que proyectaban una imagen de prosperidad y camaradería. Pero bajo esa fachada, cada paso, cada conversación, estaba bajo la atenta mirada de los agentes de Al.
Alrededor de esta plaza se construyeron edificios que, en apariencia, eran simples tiendas, talleres y una posada, pero que en realidad cumplían múltiples funciones: eran centros de reclutamiento, almacenamiento y operaciones encubiertas. La posada, en particular, se convirtió en el centro de inteligencia, donde mercaderes y viajeros eran cuidadosamente observados y, si se les consideraba valiosos o útiles, absorbidos a la red de Aurora.
Las primeras construcciones fueron las más esenciales y rápidamente levantadas: las viviendas de los miembros de Aurora. Construidas con madera local y piedra, estas casas daban al pueblo una apariencia rústica y acogedora, pero, en realidad, estaban diseñadas para facilitar el control y la vigilancia entre sus propios habitantes. Cada hogar, aunque pequeño, estaba interconectado por pasadizos secretos y túneles que conectaban con las instalaciones subterráneas, permitiendo a los miembros de Aurora moverse con facilidad sin ser detectados.
Los talleres, donde los herreros forjaban herramientas y armas, eran el corazón económico de Duskfall. Gracias a las tecnologías de vanguardia proporcionadas por el laboratorio de Nova, los artesanos lograron crear productos de una calidad superior, y la destreza en la forja se convirtió en un sello distintivo de Aurora. Los productos de Duskfall comenzaron a atraer la atención no solo de los comerciantes locales, sino también de los nobles y guerreros de las regiones cercanas. Los herreros del pueblo trabajaban sin descanso para satisfacer la creciente demanda, lo que no solo aseguraba una fuente de ingresos constante, sino también una red de contactos que expandía aún más el control de Aurora.
Simultáneamente, las tiendas de Duskfall comenzaron a abrir, cada una cuidadosamente seleccionada para cumplir un propósito específico en la estrategia general de Al. Las tiendas de armas medievales, llenas de espadas, arcos, flechas y armaduras, se convirtieron rápidamente en puntos de referencia para los mercenarios de paso, quienes no solo compraban productos, sino que también se acercaban a los miembros de Aurora, sin saber que estaban siendo cuidadosamente evaluados y reclutados. La tienda de costura, conocida por su ropa de alta calidad, comenzó a ganarse la reputación de ser una de las mejores en la región, con telas finas y diseños intrincados que no solo vestían a los habitantes del pueblo, sino que servían para atraer a personajes influyentes.
Mientras tanto, los restaurantes que surgieron en Duskfall comenzaron a atraer a clientes de todos los pueblos cercanos, gracias a la calidad superior de los productos cultivados y preparados en las granjas de Aurora. Los visitantes que llegaban por el renombre de la comida se convertían, sin saberlo, en piezas más de un juego mucho más grande, donde la lealtad y la confianza se ganaban con un plato bien servido, un susurro en la oscuridad, y una mirada astuta.
Duskfall, así, no era solo un pueblo, sino una incubadora de poder. En su superficie, era una próspera comunidad; bajo ella, un territorio controlado de manera meticulosa y fría, donde cada acción tenía un propósito. Aurora, bajo la fachada de éxito y prosperidad, tejía su red de control y manipulación, infiltrando cada rincón de la región. Y Al, con su mente estratégica, sabía que cada paso dado en Duskfall lo acercaba un paso más a su dominio absoluto.
Mientras tanto, Al comenzó a implementar un sistema educativo en su nuevo pueblo. Duskfall no solo sería un lugar para vivir, sino también un centro de aprendizaje y formación, clave para el fortalecimiento de la comunidad y la consolidación del poder de Aurora. La educación no solo serviría para empoderar a los habitantes, sino también para crear una generación de individuos que, desde jóvenes, estarían marcados por la lealtad a Al y sus ideales.
Se construyó una escuela para adultos, diseñada para enseñar oficios prácticos que serían fundamentales para el crecimiento y la autosuficiencia de Duskfall. Desde la agricultura hasta la carpintería, cada curso estaba meticulosamente diseñado para no solo asegurar la producción, sino también para fortalecer el vínculo entre los habitantes y el régimen de Aurora. Las clases eran rigurosas, y los estudiantes no solo aprendían técnicas, sino que también absorbían la ideología de Aurora, sin siquiera ser conscientes de ello. Al no solo quería individuos capacitados, sino también ciudadanos comprometidos, dispuestos a seguir el liderazgo sin cuestionamientos.
Dentro del laboratorio secreto, Al dedicó especial atención a la educación de los niños secuestrados. Estos niños, una generación moldeada para ser los futuros soldados y espías de Aurora, fueron educados en un entorno cerrado, donde el conocimiento de un idioma exclusivo, el español, se convirtió en una prioridad. Este idioma, que solo los más leales y los miembros de alto rango conocían, se convirtió en un instrumento de poder. No solo servía como medio de comunicación, sino como una barrera, aislando aún más a Aurora de los forasteros y dificultando cualquier intento de infiltración externa.
Sin embargo, Al sabía que, a medida que Duskfall crecía, también lo haría la necesidad de control. Por ello, estableció un sistema penal dentro del pueblo. Este sistema no solo implementaba reglas básicas para los residentes, sino que también mantenía el orden bajo su estricta supervisión. La prisión de Duskfall, aunque discreta, era el reflejo de la severidad de su control. Aquellos que no cumplían las normas eran rápidamente identificados y llevados a este lugar, donde la verdadera justicia se administraba de una manera que no era visible para la mayoría. En la práctica, el sistema penal servía como una herramienta de sometimiento y disciplina, asegurando que los residentes nunca olvidaran quién tenía el poder absoluto.
El verdadero COT, un centro de tortura y recolección de información, estaba profundamente oculto, más allá de las vistas y los rumores. Solo aquellos en los rangos superiores conocían su ubicación exacta, y su propósito permanecía envuelto en secretismo. A través de este lugar, Al no solo recolectaba información valiosa, sino que también mantenía la lealtad de los miembros más importantes de Aurora. Este COT se convirtió en un lugar clave para asegurar que la información crítica nunca cayera en manos equivocadas, y se utilizaba de manera eficiente para eliminar amenazas y asegurar el avance de sus objetivos.
Duskfall, aunque parecía una comunidad floreciente, era en realidad el escenario de un control absoluto. Cada aspecto de la vida estaba diseñado para mantener la lealtad a Aurora y al liderazgo de Al, quien sabía que su poder dependía de la capacidad de controlar incluso los aspectos más pequeños de la vida cotidiana. En solo tres años, Aurora había pasado de ser una simple organización oculta a una fuerza formidable, con planes de expandirse más allá de las fronteras de Duskfall.
Mientras el pueblo seguía creciendo y fortaleciéndose, Al estaba convencido de que este solo era el primer paso. Había creado una base sólida, pero ahora era momento de consolidar su dominio sobre el reino. Aurora ya no era solo un grupo subterráneo; era el germen de un imperio, y Al, como su líder, estaba preparado para dar el siguiente paso en su expansión, sin importar el costo que esto implicara.