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Chapter 27 - κζ

—Tienes razón... Debo ser fuerte. Debo recordar a Ely, no llorar su pérdida —dijo, casi como una revelación, mientras sus ojos empezaban a endurecerse.

—Exactamente —dijo Alqatil, dejando que el eco de su voz calara en sus pensamientos. —Convertirte en lo que ella habría querido que fueras.

Sidra asintió lentamente, sus ojos reflejando la mezcla de ira y determinación que comenzaba a crecer dentro de ella, pero Alqatil sabía que aún había más que hacer. El cambio estaba en marcha, pero no era suficiente aún.

El silencio en la habitación se volvió más denso, como si las sombras mismas estuvieran observando el desarrollo de la conversación. Alqatil inhaló profundamente, dejando que el peso de la situación lo envolviera. Sabía que era hora de dar el siguiente paso.

—Sidra... —comenzó, su voz resonando como una advertencia, aunque suavemente. —Lo que ocurrió con Ely ha sido un golpe terrible. Pero debemos mirar hacia adelante. Tengo planes... y necesito que estés a mi lado.

Sidra levantó la mirada, sorprendida y confundida, como si las palabras de Alqatil no le terminaran de hacer sentido. La falta de confianza aún estaba en sus ojos.

—¿Planes? ¿Qué tipo de planes? —preguntó, su voz vacilante, como si no supiera si podía creer en lo que él decía.

Alqatil se acercó más, su presencia llenando la habitación. La frialdad de su mirada no disminuyó, sino que se acentuó. Cada palabra que decía era como una semilla, plantando ideas en su mente.

—Estamos en una posición de poder, Sidra. No podemos permitir que el miedo nos paralice. Debemos actuar, y eso significa que necesitaré a alguien fuerte y valiente a mi lado. Alguien como tú —respondió, con una calma que no dejaba lugar a dudas.

Sidra lo miró, sorprendida. No podía entender por completo por qué él le decía eso, pero una parte de ella comenzó a sentirse importante, necesaria. Su corazón latía más rápido, entre la confusión y la creciente sensación de poder que empezaba a arder en su pecho.

—¿Yo? ¿Por qué me necesitas? —preguntó, sin poder evitar que su voz temblara de incredulidad.

Alqatil, sin perder la calma, le dedicó una mirada profunda.

—Porque eres importante para mí —afirmó, su voz suave pero cargada de intenciones ocultas. —Tú entiendes lo que significa perder, lo que implica el sacrificio. Necesito a alguien que comprenda la verdad de lo que estamos haciendo. Y esa persona eres tú. Sin tu apoyo, podría fallar.

Sidra tragó saliva, luchando contra el torbellino de emociones. Sus ojos se entrecerraron, sintiendo un poder diferente en su interior, algo oscuro que se estaba formando a partir de todo el sufrimiento que había vivido. El veneno de la venganza comenzaba a calar en ella, aunque ni siquiera ella lo comprendiera aún.

—Pero... no pude hacer nada por Ely. No pude salvarla —dijo, casi en un susurro.

Alqatil, acercándose aún más, la miró fijamente. —Eso no es verdad. No eres responsable de lo que ocurrió. Ely estaba destinada a ese destino, y aunque lo intentaste, a veces las cosas están fuera de nuestro control.

Sidra se sintió atrapada en su discurso, cada palabra tocando sus inseguridades, mientras Alqatil seguía moldeando su visión del mundo. Era como si él hablara en su nombre, y no se diera cuenta de que ella comenzaba a tomar el control de su propio destino, envenenado por el odio hacia los que la habían destruido.

—¿Y qué hay de ti? Me prometiste que la salvarías —dijo ella, con un tono que apenas contenía su ira.

Alqatil, con una sonrisa sombría, se acercó aún más, su voz grave. —Te prometí que haría todo lo posible. Pero lo que necesito que entiendas es que este camino requiere sacrificios. La vida está llena de decisiones difíciles. No siempre podemos ser héroes.

Sidra se sintió atrapada en sus palabras, la confusión y el dolor mezclándose con una pequeña chispa de entendimiento. La sed de venganza se estaba encendiendo en su interior.

—¿Y si no puedo seguir adelante? ¿Y si esto me consume? —preguntó, temerosa, pero con un deseo renovado de tomar el control.

—Eso no sucederá —aseguró Alqatil, su voz suave, casi susurrante. —Estaré contigo. Siempre estaré aquí para guiarte. Si caes, yo te levantaré. Pero para eso, necesitas dejar atrás lo que no puedes controlar. Conviértete en mi ancla, y juntos seremos invencibles.

Sidra lo miró, sus ojos reflejando una mezcla de duda, miedo y un creciente deseo de poder. —¿Me necesitas de verdad? —preguntó, buscando sinceridad en sus ojos.

—Más de lo que crees —respondió Alqatil, dejando caer la última pieza del rompecabezas. —Eres clave en lo que vamos a lograr. Juntos, podemos cambiar el rumbo de todo.

El silencio volvió a llenar la habitación, pero ya nada era igual. Sidra, aunque aún cargada de culpa y confusión, comenzaba a caminar por el sendero oscuro que Alqatil le había mostrado. Y con cada paso que daba, él sabía que se acercaba más a tenerla bajo su control.

[¿De verdad, Al? ¿Ahora te haces pasar por el protector benevolente otra vez se mas creativo? Cuánto me divierte verte intentar manipularla con esa fachada de 'compasión'. En realidad, lo que buscas es el poder que su destino podría ofrecerte, la Reina del Fuego, ¿verdad? Es patético, en el fondo, ni tú mismo te crees ese papel que interpretas. Pero claro, el sistema siempre lo ve todo. Y, francamente, tus intentos de ocultar tus verdaderos deseos son... bastante cómicos.]

—Y tu cuando me vas a dar mi recompensa por alterar el destino del protagonista —respondió Alqatil, dejando caer el silencio.

[Que inteligente que eres Al sigue asi.]

Después de la reunión en la casa, Alqatil se dirigió al restaurante con paso firme, dejando que la comida se asentara lentamente en su estómago. La atmósfera del lugar era cálida, iluminada por luces suaves que creaban sombras que danzaban en las paredes. Alqatil se sentó en una mesa apartada, donde podía observar en silencio la vida que continuaba a su alrededor.

Mientras el vino se deslizaba por su garganta y los aromas de los platos envolvían la habitación, una ligera sonrisa apareció en su rostro. No era una sonrisa manipuladora, ni calculadora. Era la sonrisa de alguien que, por un breve momento, disfrutaba del simple hecho de estar en paz consigo mismo, sin agendas, sin falsedades. La sonrisa se mantenía mientras respiraba profundamente, sintiendo el contraste de la paz que experimentaba contra la tormenta que siempre lo acompañaba.

Al finalizar su comida, se levantó y dejó el restaurante, su semblante ya transformado en algo más serio. Una vez afuera, comenzó a caminar por las calles empedradas, dejando que el aire fresco de la noche despejara su mente. A medida que se acercaba al lugar de la reunión, su rostro se fue endureciendo. La calidez y la tranquilidad se desvanecieron, dejando lugar a la fría determinación que siempre marcaba su presencia.

En la penumbra de la sala, iluminada por antorchas titilantes, Alqatil se sentó rodeado por sus leales subordinados: Lyra, Orion, Daniel y Nova. La atmósfera estaba cargada de expectación. Había llegado el momento de compartir su estrategia para conseguir el apoyo de los barones.

—Hoy les traigo ideas que no solo fortalecerán nuestra posición, sino que también crearán lazos con los barones,— comenzó Alqatil, su tono frío pero persuasivo.

Lyra, siempre atenta, preguntó: —¿Cómo piensas hacerlo, Alqatil?

—Imaginemos que ofrecemos a los barones un sistema de comercio que les beneficie. Unir nuestros recursos con sus contactos podría ser el primer paso,— explicó, midiendo cada palabra. —Podríamos proporcionarles un servicio de mensajería rápida, capaz de transportar información y bienes entre ellos. Seríamos esenciales para su comunicación.

Orion asintió, captando la idea. —Eso les daría una ventaja sobre sus rivales. Pero, ¿qué recibiremos a cambio?

—Su apoyo político,— respondió Alqatil con una sonrisa calculadora. —A cambio de nuestra ayuda, necesitaríamos acceso a su influencia. Prometemos lealtad y protección a sus intereses, y a cambio, esperamos información y recursos. No estamos ofreciendo nada gratuito.

Daniel, intrigado, se inclinó hacia adelante. —Entonces también podriamos hacer unas reuniones exclusivas. Eventos donde podamos demostrar nuestras ideas que esta hecha con muchos lujos. La gente se siente atraída por el estatus y el lujo.

—Exactamente,— añadió Alqatil. —Imaginemos organizar reuniones discretas donde solo un barón se reúna con nosotros a la vez. Cada encuentro estará cuidadosamente diseñado, de modo que nunca sepan con quién están tratando. Sirius será la cara pública de Aurora, llevando el peso de las negociaciones. Mientras tanto, nosotros nos aseguraremos de que cada uno de los barones reciba una oferta tentadora que, aunque diferente, los convierta en peones bajo nuestro control.

El brillo de ambición comenzó a surgir en los ojos de sus subordinados. El plan se estaba tomando forma, y la posibilidad de establecer una red de influencias estaba cada vez más cerca.

—Cada acción que tomemos debe ser una jugada maestra,— concluyó Alqatil, su voz firme. —Los barones pueden ser nuestros aliados, pero también nuestros peones. Necesitamos crear un juego en el que ellos crean que están ganando, mientras nosotros movemos las piezas en silencio. Sirius será su interlocutor, pero nosotros debemos estar atentos, especialmente con aquellos territorios alejados de la capital y en otros reinos. Es ahí donde encontraremos a los barones más susceptibles y, tal vez, los más ansiosos por cambiar su situación.

Orion asintió, comprendiendo la importancia de esa estrategia. —También necesitamos asegurarnos de que nuestros ciudadanos más descontentos se alineen con nosotros. Eso podría ayudarnos a ganar apoyo cuando más lo necesitemos.

Alqatil miró a cada uno de sus subordinados con frialdad. —De eso me encargaré. Es hora de que nos preparemos para los movimientos que vendrán, y que ningún barón pueda dudar de lo que podemos ofrecerles. No se trata de vender una idea, sino de permitirles que nos compren sin saber que están haciendo el trueque más importante de sus vidas.

La discusión continuó un hasta unas horas más, afinando los detalles del plan. Finalmente, Alqatil se levantó, indicando el final de la reunión. Orion, Lyra, Daniel y Nova se levantaron a su vez, recogiendo sus cosas. Sirius, que había permanecido en silencio, observando con atención, se acercó al grupo mientras salían de la sala.

—¿Qué tal si tomamos un descanso y nos divertimos un poco?— propuso Sirius con una sonrisa relajada. —Conozco un lugar donde podemos relajarnos y dejar de lado las estrategias por un momento.

Alqatil se quedó en silencio por un instante, evaluando la propuesta. Sentía el peso de las responsabilidades sobre sus hombros, pero una parte de él reconocía la necesidad de liberar tensiones. Finalmente, asintió.

—Está bien,— aceptó con un tono más ligero de lo habitual. —Podríamos usar un poco de distracción.

El grupo se dirigió a un bar discreto en las afueras de la ciudad . Al entrar, las miradas se posaron sobre ellos, especialmente sobre Alqatil, cuya presencia como niño en un lugar como ese resultaba, cuanto menos, inusual. Al principio, la atmósfera era incómoda, las conversaciones se apagaban y los ojos curiosos seguían cada movimiento del grupo pero despues de que ellos fueran a un cuarto privado todo volvio a la normalidad.

Sin embargo en la sala todo era incomodo bebiendo, poco a poco, el ambiente comenzó a relajarse. Lyra contó un chiste que arrancó las primeras risas tímidas, y pronto, todos comenzaron a participar en la conversación, soltando carcajadas y anécdotas. Alqatil, inicialmente reservado, dejó de lado sus pensamientos estratégicos y permitió que la risa lo envolviera. La máscara que usualmente llevaba se deslizó, permitiéndole disfrutar del momento como cualquier joven normal.