Chereads / Renacer de la sangre / Chapter 16 - ϝα

Chapter 16 - ϝα

"Bien, Lyra, envíale una orden a Orión para que el laboratorio sea trasladado al bosque en la zona central. Lleva a los 20 primeros rangos como escolta. Además, consígueme que Sirius venga en cuanto sea posible."

Lyra, con su elegante figura y mirada afilada, asintió sin decir palabra. Su atuendo moderno con lo que la tecnologia permite mezclaba lo funcional con lo estético, era un reflejo del avance interno de la organización bajo las órdenes de Alqatil. La mejora en las condiciones de vida y la incorporación de roles específicos como sastres, herreros y cocineros habían transformado el panorama: 20 casas deshabitadas ahora eran hogares funcionales, algunos alquilados por los rangos altos.

El traslado no tardó en organizarse.

⥋⥋⥋⥋⥋⥋≪≪═══◇◇◇◇◇═══≫≫⥋⥋⥋⥋⥋⥋⥋

Una semana después...

El nuevo laboratorio se encontraba oculto en un denso bosque, rodeado de fauna que rara vez era perturbada. La entrada era engañosamente simple: una estructura metálica oxidada que daba la impresión de ser un antiguo búnker abandonado. Sin embargo, aquellos lo suficientemente astutos podían notar que el lugar no estaba tan desprotegido como aparentaba.

A simple vista, parecía solitario, pero entre las sombras del bosque, al menos diez vigilantes patrullaban constantemente, observando con nerviosismo el laboratorio. A pesar de su número, no se atrevían a acercarse demasiado; algo en el aire alrededor del edificio provocaba un temor primitivo.

En el interior, todo estaba diseñado para el trabajo exhaustivo: pasillos metálicos iluminados por luces frías, habitaciones equipadas con instrumentos raros y una sala central repleta de tubos de ensayo, líquidos burbujeantes y notas desparramadas en escritorios caóticos.

⥋⥋⥋⥋⥋⥋≪≪═══◇◇◇◇◇═══≫≫⥋⥋⥋⥋⥋⥋⥋

Alqatil entró al laboratorio mientras utilizaba una capucha para que nadie lo reconociera y utilizaba los tuneles secretos por donde accedera la mercancia, nadie sabia de esa entrada pues los constructores murieron misteriosamente. Nova lo recibió con una sonrisa apenas perceptible, luciendo agotado pero concentrado.

—Parece que estás acostumbrándote al nuevo lugar —comentó Alqatil, observando cómo Nova ajustaba un instrumento.

—El equipo es funcional, pero aún hay mucho por hacer. Espero que la insonorización esté lista pronto.

Alqatil sonrió levemente, sin dejar que sus emociones se reflejaran demasiado.

—Quiero preguntar por un alquimista, alguien con un enfoque menos convencional.

Nova arqueó una ceja.

—He oído que en el distrito rosa podrías localizar a Daniel. Es conocido por sus métodos extremos.

Alqatil asintió, su tono se volvió más serio.

—Hablemos del Proyecto Mananto.

Los ojos de Nova brillaron con una mezcla de curiosidad y desconcierto.

—¿Ya tienes un lugar para iniciar?

—Sí, un orfanato en las afueras de la ciudad. Pasé tiempo allí hace unos meses... cuando aún era un asesino.

Nova lo miró fijamente, sorprendido.

—¿Tú eres ese asesino temido del que hablan las historias de que fue ejecutado?

—¿Esperabas algo menos? —respondió Alqatil con calma, sin rastro de emoción.

—El orfanato, según lo que sé, quedó casi en ruinas después de lo que hiciste.

—Exacto. Los niños sobreviven entre hambre y frío. Promételes refugio, comida y un propósito. Adóptalos, por así decirlo. Tú sabes a lo que me refiero.

Nova asintió lentamente, comprendiendo el alcance del plan.

⥋⥋⥋⥋⥋⥋≪≪═══◇◇◇◇◇═══≫≫⥋⥋⥋⥋⥋⥋⥋

Esa noche, Alqatil regresó a su habitación temporal en la base y se dejó caer en la cama. Cerró los ojos y dejó que sus pensamientos se desvanecieran lentamente.

"Todo avanza según lo planeado. El próximo paso... es el más crucial."

Alqatil se movía con la precisión y el sigilo de un espectro. Había ordenado a Orión, que lo acompañara en esta incursión. Nadie debía saber que uno de los líderes de la organización estaba recorriendo esas calles. La discreción era absoluta, y cualquier desliz sería inaceptable.

Las casas de la organización habían sido conectadas por túneles subterráneos, lo que permitía un movimiento rápido y secreto. Orión, con su porte imponente y mirada calculadora, lo seguía a una distancia prudente, asegurándose de no llamar la atención, pero siempre alerta ante cualquier peligro.

Después de casi una hora de viaje, emergieron en un distrito teñido de decadencia y miseria. Era como si hubieran cruzado un umbral invisible hacia lo peor de la humanidad.

Las calles estaban plagadas de luces de neón que parpadeaban erráticamente, anunciando prostíbulos, antros y bares de mala muerte. Mujeres con ropas mínimas y miradas vacías se apoyaban en las paredes, llamando a los transeúntes con voces forzadamente seductoras. Los hombres que respondían a esas llamadas no eran mejores: sus rostros deformados por el deseo y el abuso de sustancias parecían máscaras grotescas.

En cada rincón había rastros de Blue Cristal todavia en circulación: hombres y mujeres inhalaban profundamente, el humo azul envolviéndolos en una neblina espesa que cubría la calle como una manta viscosa. Algunos se desplomaban en los callejones, temblando y gimiendo mientras la droga consumía lo poco que quedaba de sus cuerpos y almas.

Alqatil caminaba entre la podredumbre con una expresión fría, sin molestarse en ocultar su desprecio.

—Tsk, qué asco. Orión, ve y pregunta dónde está la "Rosa Caliente" o Daniel.

Orión asintió sin cuestionar. Se acercó a una mujer de cabello teñido y piel desgastada, que apenas podía mantenerse en pie con sus altos tacones.

—El señor Daniel, ¿dónde puedo encontrarlo? —preguntó Orión con voz cortante.

La mujer lo miró con ojos vidriosos antes de señalar con un dedo tembloroso.

—Tres cuadras adelante. Gira a la izquierda, luego a la derecha... y sigue derecho. Tiene un letrero rojo con una rosa.

Orión regresó rápidamente.

—Es por aquí —informó.

Alqatil continuó avanzando, ignorando las miradas que se posaban en él y el humo que intentaba infiltrarse en sus pulmones. Entonces, algo llamó su atención.

A su derecha, un grupo de hombres se había reunido alrededor de una niña que no tendría más de siete años. Su vestido estaba sucio y desgarrado, y sus ojos mostraban un terror absoluto mientras intentaba escapar de las garras que la buscaban.

Al ver la escena, Alqatil frunció el ceño, el brillo en sus ojos se volvió más frío, calculador. Comenzó a seguirlos con paso firme, observando cada movimiento, cada gesto. No tardó mucho en ver cómo la niña era acorralada, su rostro reflejando un miedo palpable, y a punto de ser despojada de su humanidad por los animales que la rodeaban.

Entonces, apareció.

—Señores, —dijo Alqatil en voz baja, su tono tan suave como mortal—, me parece que esa señorita no necesita de sus "servicios". Les agradecería que se apartaran.

Uno de los hombres se giró con una sonrisa burlona, como si fuera a retar al pequeño. Su expresión cambió al instante cuando, con un movimiento calculado, sacó su miembro y lo mostró de manera grotesca.

—Parece que alguien también quiere un poco de esto —respondió, la voz llena de desdén.

Alqatil lo observó, sin inmutarse, y con una ligera inclinación de su cabeza, chasqueó los dedos.

—Tuérzele los brazos y las piernas, y llévalos al COT.

—Sí, señor. —La respuesta fue instantánea. Orion, como sombra, aparecio de la nada, su presencia opresiva como la muerte misma. Los hombres, desconcertados, se armaron con tubos de metal, creyendo que podrían hacer frente a lo que parecía ser solo un guardaespalda.

Pero Alqatil sabía que la lucha estaba decidida antes de que siquiera comenzara.

—Que empiecen los malditos juegos. —El líder de los agresores soltó una risa cruda, acercándose a el guardaespalda.

Orion esperó, casi con calma, hasta que el hombre levantó el tubo con intenciones letales. Se movió con la velocidad de una serpiente, esquivando el golpe, y con una rapidez que solo el más frío de los soldados podría ejecutar, torció la rodilla del agresor con un sonido siniestro. El tubo, que ya no tenía dueño, pasó como un rayo por su costado, mientras su oponente caía al suelo, el aire escapando de sus pulmones.

El otro atancante, igualmente eficiente, se enfrentó a Orion, que intentó pegarle un puñetazo con furia ciega. Sin esfuerzo, el golpe pasó de largo, y con un solo movimiento, le hundió el codo en la cara del agresor, dejándolo sin conciencia, mientras el cuerpo caía inerte al suelo.

—Llévatelos —ordenó Alqatil, su mirada nunca apartándose de la escena, como si fuera un espectador disfrutando de un espectáculo privado.

—Sí, señor. —Orion se encargo de arrastrar a los hombres, los arrastro como si fueran despojos, inservibles, sin dignidad.

La niña, tirada en el suelo, temblando y desnuda, observó lo que sucedía, confundida y asustada. Sin embargo, antes de que pudiera reaccionar, empezó a correr en un estado de pánico absoluto hacia el callejón sin salida, sin siquiera saber qué destino le aguardaba.

—Oye, oye, tranquila. —Alqatil dejó escapar una sonrisa fría, casi imperceptible.

Se acercó lentamente, mientras la niña temblaba, el miedo visible en cada uno de sus movimientos. La tensión en el aire era espesa, casi opresiva, mientras los pasos de Alqatil resonaban en el callejón vacío, llenos de una calma macabra. Los ojos de la niña recorrían el entorno, buscando alguna salida que no existía. En ese instante, cuando Alqatil estaba a solo un paso de ella, la niña, en un arranque de desesperación, se abalanzó hacia un lado de él.

Con un movimiento fluido, Alqatil la intercepto y la abrazó, no por compasión, sino como un maestro de marionetas que guía a su muñeca.

—Tranquila, respira conmigo. Nadie te hará daño, relájate, no te haré daño. —Las palabras salieron de su boca como un susurro gélido, totalmente ajeno a la fragilidad de la niña, mientras sus dedos acariciaban su cabello con una suavidad calculada.

La niña, inconsciente de la oscuridad detrás de las palabras de Alqatil, comenzó a respirar de manera más controlada. Pero la represión emocional de la joven encontró una salida brutal: en un estallido de desesperación, mordió el hombro de Alqatil con una fuerza salvaje. Los dientes humanos, aunque pequeños en comparación con la brutalidad del entorno, eran suficientes para abrir la carne, dejando un rastro de sangre fresca.

Alqatil se quedó inmóvil, sin inmutarse ante el dolor. El tiempo pareció detenerse mientras la niña vaciaba su dolor, su angustia, sus lágrimas empapando su hombro, apretando cada vez más fuerte. Después de un tiempo interminable, sus sollozos empezaron a calmarse.

—Ya ves, no hay nada a que temer. —Alqatil la acarició suavemente en la cabeza, y se quitó la chaqueta, cubriéndola con ella.

[Ah, sí, muy empático de tu parte. Un niño asustado y una perfecta oportunidad para practicar tu 'habilidad de confortar'. Como si eso fuera a sanar su alma rota.]

Alqatil ignoró la voz interna del sistema, dándole su atención a la niña mientras la observaba con una mirada fría, pero algo en su tono cambió.

—Dime, ¿por qué te estaban persiguiendo?

La niña, aún temblando, levantó la vista con los ojos rojos por el llanto, su voz rota y quebrada.

—Ellos, ellos... mataron a mi padre por una deuda. Dijeron que la cobrarían conmigo y con mi hermana... —sollozó, la desesperación reflejada en cada palabra.

—¿Dónde está tu hermana? —preguntó Alqatil, sin siquiera mirar a la niña mientras se apartaba de ella.

En cuanto la niña lo miró, su rostro se retorció por la angustia. Sus lágrimas comenzaron a caer de nuevo, más abundantes que antes.

—No sé... se la llevaron. —Sollozó, su voz apenas audible.

—Ya, ya la recuperaremos, ¿sí? —Alqatil la miró, su voz vacía de compasión pero impregnada con una seguridad ominosa, como si todo estuviera bajo su control.

[Sí, claro. Y luego una taza de té para calmar los ánimos, ¿no? Recuerda, las promesas vacías no te hacen mejor persona.]

Alqatil lo ignoró una vez más, su mente ya desviándose hacia lo siguiente. Observó a la niña, que seguía sollozando en silencio, y suspiró.

—Bien, ¿tienes algún lugar en el que quedarte? —le preguntó con indiferencia.

—No... —la respuesta fue tan pequeña, tan perdida.

Alqatil se levantó lentamente, su figura oscura y silenciosa, como una sombra que se desvanece en la noche. Sacó una moneda de su manga y la sostuvo frente a la niña.

—Entonces, ¿quieres acompañarme a vivir? —Su voz, como siempre, era seria, pero algo en su tono parecía burlesco, como si lo que ofrecía fuera una opción de escaso valor, pero la única opción que la niña tenía ahora.

Ella lo miró, entre sollozos, pero algo en sus ojos cambió. La luz de la desesperación se mezcló con una chispa de esperanza rota.

—Sí... —respondió finalmente, su voz quebrada pero decidida.

—Bien, sígueme. —Y sin esperar otra palabra, Alqatil dio un paso adelante, avanzando con su típica calma, sabiendo que la niña no tenía otro camino más que seguirlo.

[Ah, un nuevo 'proyecto', ¿eh? ¿Qué podría salir mal.]

El sarcasmo del sistema era una constante, pero para Alqatil, era solo ruido de fondo. Todo estaba en su lugar, y la niña, aunque rota, sería una herramienta más en su vasto tablero.