El aire estaba pesado con la humedad nocturna, y el suave crujido de las hojas caídas interrumpía el silencio entre las palabras de Al. La luna, alta en el cielo, apenas iluminaba los rincones oscuros del parque. Los árboles se alzaban como sombras, creando un manto de misterio que parecía envolver a los tres. Daniel y Nova se encontraban a ambos lados de Al, ambos conscientes de la importancia de esta reunión, pero ninguno de ellos dispuesto a mostrarlo completamente.
La tensión se palpaba en el aire. El propósito de la reunión era claro, pero las motivaciones, aunque compartidas, no eran del todo claras para ninguno de ellos. Al no se andaba con rodeos. Había un propósito detrás de cada palabra, y su tono estaba lleno de una autoridad fría, casi calculadora.
—Entonces, ¿cuál es el trato? —preguntó Daniel, su voz grave, pero sin dejar de ser inquisitiva. Sus ojos recorrían a Al con una mezcla de desconfianza y curiosidad. Aunque confiaba en los planes de Al, aún no comprendía completamente el alcance de lo que se proponía hacer.
Al sonrió levemente, como si ya supiera que Daniel estaría intrigado, y sin perder tiempo, comenzó a hablar.
—Quiero ofrecerte un acuerdo —dijo Al, mirando a Daniel con intensidad—. Necesito tu experiencia en alquimia para crear una sustancia que nos permita manipular las mentes de los niños. Algo que altere su percepción de la realidad, que los haga sentir que somos su única opción, su única salvación. A cambio, te proporcionaré información sobre principios químicos que podrían revolucionar tus experimentos.
Daniel frunció el ceño, la idea de una manipulación tan profunda no le resultaba sencilla. Sin embargo, algo en las palabras de Al despertó su interés, especialmente cuando mencionó "principios químicos". Daniel, como alquimista, conocía la alquimia, pero las promesas de Al iban más allá de los límites que él conocía. Químicos, metales, reacciones... pero ¿qué más?
—¿Qué tipo de principios químicos? —preguntó con cautela, una chispa de curiosidad brillando en sus ojos.
Al se acercó un poco más, su voz más baja, como si le estuviera confiando un secreto.
—Estoy hablando de una ciencia mucho más avanzada que la alquimia que conoces, Daniel —explicó Al, con una sonrisa que mostraba la emoción de un plan bien pensado—. Imagina mezclar sustancias de manera que podamos alterar el cerebro de manera controlada, utilizar reacciones para modificar las percepciones y las emociones de las personas. En lugar de crear transmutaciones mágicas como lo hace la alquimia, trabajaremos con sustancias físicas y naturales de formas que ni siquiera has soñado.
Daniel lo miró confundido, pero algo en las palabras de Al lo estaba atrayendo. La idea de nuevas sustancias, de transformar la mente humana con algo más allá de los límites de la magia y la alquimia tradicional, le parecía fascinante.
—¿Y qué clase de sustancia estás imaginando? —preguntó, cada vez más intrigado.
—Una mezcla que aproveche los principios básicos de lo que algunos llamarían "química moderna" —explicó Al, sus ojos brillando con una mezcla de ambición y frialdad—. No es magia, Daniel, es ciencia. Una mezcla de hierbas, metales y compuestos que puede manipular los sentidos, las emociones, e incluso la voluntad. Algo que no solo altere la percepción, sino que transforme la realidad misma para aquellos que lo consumen.
Daniel, aunque aún desconcertado por las implicaciones de lo que Al sugería, no podía evitar sentirse atraído por la posibilidad de un poder tan inmenso. La alquimia siempre había sido su campo, pero la idea de poder controlar las mentes y emociones de los demás con ciencia, con reacciones que él podría entender y manipular, era tentadora.
—¿Cómo… cómo funcionaría? —preguntó, casi en un susurro.
—Lo primero es la química de la mente humana —dijo Al, como si estuviera explicando los fundamentos de una nueva ciencia—. Las sustancias que componen nuestro cerebro pueden ser alteradas por reacciones que, si se combinan correctamente, cambiarán la forma en que percibimos el mundo, cómo respondemos a las emociones, cómo vemos lo que tenemos frente a nosotros. Usaremos hierbas, metales y compuestos que puedan alterar las funciones cerebrales. Imagina un brebaje que te haga ver el mundo como lo deseamos, o que haga que las personas sigan nuestra voluntad sin saber por qué.
El silencio cayó de nuevo entre ellos, mientras Daniel procesaba lo que Al había dicho. La tentación de lo desconocido, de manipular algo tan profundo como la mente humana, comenzaba a apoderarse de él.
—Lo primero es obtener el control, Daniel. Después, el resto será solo cuestión de tiempo. Los niños se convertirán en nuestro ejército, su mente nuestra herramienta. Serán nuestra forma de hacer avanzar lo que estamos construyendo.
Daniel asintió lentamente, la idea de manipular la mente de los niños y usarlos como peones en un juego mucho más grande que él mismo ya empezaba a tomar forma en su mente. El aire a su alrededor parecía más denso, cargado de la electricidad de un destino oscuro.
A medida que la conversación avanzaba, una chispa de interés se encendió en sus ojos, y sus pensamientos comenzaron a alinearse con los de Al. La idea de controlar las mentes de los niños, de alterar su percepción de la realidad, parecía como un desafío irresistible.
Nova, observando la interacción con atención, no pudo evitar que su rostro se iluminara ligeramente, una sonrisa fría y calculadora asomando en sus labios.
—He estado experimentando con algunos compuestos que podrían funcionar —comentó, su voz llena de entusiasmo al pensar en las posibilidades. Sus ojos brillaron con la idea de mezclar la alquimia con lo que Al había propuesto—. Si logramos combinarlos con las fórmulas que tú aportes, podríamos crear algo realmente poderoso. Algo que ni siquiera los más experimentados en la alquimia podrían prever.
Daniel, sintiendo la intensidad del momento, avanzó un paso hacia Al. Su rostro mostraba una determinación renovada, la misma que lo había impulsado a entrar en este juego desde el principio.
—Está bien, pero no solo quiero ser un espectador. Quiero participar en esto. Si vamos a manipular a esos niños, necesito estar presente en cada paso del proceso. No quiero quedarme atrás, como un simple observador. Si esto va a funcionar, tengo que estar involucrado directamente.
Al lo miró detenidamente, evaluando las palabras de Daniel. El joven alquimista mostraba más que ambición; mostraba una determinación que sería útil en este camino oscuro. Al asintió, reconociendo que no podía subestimarlo.
—Entendido —dijo Al, su tono firme y sin dudar—. Tu participación será esencial. Necesito que estés a la altura de lo que propongo. El proceso será complejo, pero juntos podemos lograrlo.
Daniel, aún con una expresión seria, no podía dejar de pensar en los riesgos, pero la promesa de poder era demasiado grande como para dar un paso atrás.
—También quiero garantías de que mi trabajo será protegido —agregó con una mirada de desconfianza. A pesar de que confiaba en Al hasta cierto punto, no podía permitirse ser un peón en este juego de poder—. Si voy a arriesgarme a involucrarme en algo tan grande, necesito saber que mi trabajo no se perderá en el proceso, que no seré descartado como cualquier otra pieza.
Al lo miró fijamente, como si estuviera evaluando hasta el último rincón de su alma. Después, con un gesto tranquilo, hizo una promesa en voz baja, pero con firmeza.
—Te daré todo lo que necesitas. Pero esto debe hacerse en secreto. No podemos permitir que otros se enteren de lo que estamos planeando. Si queremos que funcione, la discreción será clave.
El trato estaba sellado, aunque las sombras que los rodeaban parecían cada vez más densas, como si se estuvieran cerrando sobre ellos. Con un último intercambio de miradas, el trío se dio la vuelta y comenzó a caminar en dirección al cuartel. A lo lejos, las luces de la organización parpadeaban débilmente, como presagiando lo que se venía.
Cuando llegaron al cuartel, la reunión con los otros miembros de la organización era inminente. Había un objetivo común, pero aún quedaban muchas piezas por encajar. El futuro ya no parecía tan incierto. Estaba trazado, oscuro y peligroso. Pero el poder que se hallaba al final del camino hacía que valiera la pena tomar los riesgos.
En una mesa completamente limpia, iluminada solo por la tenue luz de las lámparas que colgaban sobre ella, cinco personas se reunían en la sala principal de la organización. La atmósfera era pesada, cargada de tensión y desconfianza, pero también de una expectación palpable. Estos eran los líderes de la operación: Al, Nova, Orion, Lyra, Sirius, y Daniel, el recién incorporado.
Al tomó la palabra primero, su mirada fija y penetrante, como siempre, mientras sus dedos acariciaban la superficie de la mesa con calma. Su presencia era dominante, el líder al que todos seguían, pero sus palabras siempre estaban cuidadosamente medidas, como si cada una de ellas fuera una pieza en un juego de ajedrez.
—Entonces, señor, ¿realmente vamos a hacer esto? —preguntó Sirius, su tono burlón, con una sonrisa desafiante en el rostro. Aunque su actitud era desinhibida y provocadora, sus ojos no mentían: estaba atento a cada movimiento de los demás, consciente de la importancia del momento. Siempre se consideraba el alma de la conversación, y nunca perdía una oportunidad para ser el primero en hablar, incluso si se trataba de lo más peligroso. Sin embargo, su lealtad a Al era inquebrantable, algo que pocos podían ver bajo su fachada.
—No te lo había dicho antes, pero sí, lo vamos a hacer —respondió Al, con una calma que contrastaba con la intensidad de la situación. El tono de su voz no dejaba espacio para dudas. Él ya había tomado la decisión, y nadie podría cambiar su curso.
Nova, sentado al borde de la mesa, ajustó sus gafas con una mano y soltó un suspiro profundo, cansado pero intrínsecamente involucrado. Había algo en sus ojos, una chispa de preocupación que no podía ocultar, como si cada nuevo paso hacia lo desconocido lo desgastara un poco más. No era un hombre fácil de impresionar, pero el plan de Al lo tenía cautivo, y no era precisamente por su entusiasmo.
—Sabes que esto podría poner en peligro todo lo que hemos conseguido, ¿verdad? —preguntó Nova, su tono serio y calculador. Aunque había contribuido con sus propios compuestos al proceso, el riesgo lo ponía nervioso, y el desgaste emocional de ser parte de estos juegos ya comenzaba a notarse.
Al lo miró por un momento, antes de responder con la misma frialdad con la que siempre mantenía sus objetivos claros.
—Lo sé, Nova, pero sin riesgos no hay ganancias —su voz era firme, con un dejo de determinación. A pesar de las advertencias, su visión no flaqueaba. Este era un paso necesario para avanzar en su plan.
A su lado, Lyra, quien se mantenía en un silencio casi absoluto, finalmente habló. Sus ojos, fríos y calculadores, no se apartaban de la mesa, pero su voz dejó escapar una ligera preocupación.
—Pero sin vida no se disfrutan las ganancias—, dijo Lyra con preocupación.
—Tranquila, ya te lo dije, va a ser una misión de "rescate", y también, de paso, podríamos hacernos cargo de su organización —explicó Al, con un tono que no dejaba espacio para más objeciones. Sabía que su manera de operar no siempre era comprendida por todos, especialmente por Lyra, cuya actitud reservada y fría a menudo la alejaba de los conflictos emocionales. Pero sabía que podía contar con ella, a pesar de sus reservas.
Lyra frunció ligeramente el ceño, pero su expresión permaneció estoica, como siempre. Ella no era de las que hablaba sin pensar, y cada palabra que decía estaba medida. Sin embargo, la desconfianza en la misión y en el nuevo aliado seguía latente en ella.
—Bien, pero yo no recibiré la culpa de este proceso —afirmó Orion, el hombre duro, siempre confiable, pero que no dudaba en dejar claro que no iba a ser el chivo expiatorio si las cosas salían mal. Orion era el tipo de persona que anteponía la lealtad a la prudencia. Si algo iba a salir mal, él no quería estar en medio de la tormenta, pero su lealtad a Al nunca se cuestionaba. Era un guerrero, pero también un pragmático.
—Bien —respondió Al con un leve asentimiento, como si todo estuviera resuelto. La decisión estaba tomada, y las piezas ya estaban en movimiento.
La tensión en la sala disminuyó ligeramente, pero el ambiente seguía cargado, como si cada uno de ellos estuviera esperando algo que aún no estaba del todo claro. El recién llegado, Daniel, observaba en silencio, su mente girando con pensamientos y preguntas que no lograba poner en palabras. Sabía que aún no ganaba la confianza total de los demás, pero también comprendía que era parte del juego. El poder de la información, las fórmulas que traía consigo, eran su carta de entrada, y sabía que Al lo había elegido por algo más que por su habilidad con la alquimia.
Pero a pesar de la aparente calma, la desconfianza hacia Daniel flotaba en el aire, como una niebla invisible. Nadie confiaba completamente en él todavía. A pesar de lo que Al había dicho sobre su utilidad en la creación de la nueva droga, la situación era demasiado arriesgada para permitir que cualquier persona con malas intenciones formara parte del círculo.
Finalmente, después de un par de minutos de silencio incómodo y de que Al sacara a Daniel de la habitación, rompió la quietud.