Entre sus nuevos seguidores, Alqatil notó una figura extraña y algo inquietante que surgió en las sombras. Nova, un hombre que hasta entonces había operado bajo las sombras de la ilegalidad, un científico cuyas prácticas habían sido rechazadas por la sociedad debido a su moralidad rota. Sin embargo, su conocimiento era vasto y oscuro, una mina de información que Alqatil pronto comprendió que podría ser de un valor incalculable.
Al principio, Nova no se presentó. Alqatil lo observaba desde las sombras, siguiéndolo, analizando sus movimientos con precisión. Aunque el científico no sabía que era vigilado, sus pasos iban marcando un camino oscuro que Alqatil sabía podría ser aprovechado. Observaba cómo Nova se mantenía distante de los demás, inmerso en su propio mundo de experimentos y teorías, pero siempre al margen de la sociedad, como una sombra entre las sombras.
No fue un encuentro casual lo que unió a Nova a la causa. Fue una serie de pequeñas acciones, gestos sutiles, como dejarle pequeños libros con información antigua, o murmurarle ideas que solo alguien de su intelecto podría entender. Alqatil no nos la fuerza; su manipulación fue una obra maestra de paciencia. Un empujón aquí, una verdad distorsionada allá, hasta que Nova, finalmente, se acercó.
Una tarde, en una reunión privada, Alqatil le ofreció la oportunidad que tanto deseaba: un lugar donde sus experimentos serían bienvenidos, siempre y cuando no cruzara los límites que podrían poner en peligro el futuro de la organización.
—Sabes, Nova? —le dijo Alqatil en su tono calmado, casi filosófico—. Aquí, tus experimentos, por inusuales que sean, no solo serán tolerados, sino apreciados. Eres un hombre de ciencia, y lo que busco es poder. Poder que proviene de las mentes como la tuya. No tienes que ocultar tus ideas, no hay necesidad de esconderte más.
Nova, con sus ojos fríos, observó en silencio antes de hablar, midiendo cada palabra. Su rostro estaba impasible, pero en su mirada había algo que Alqatil comprendió: un hambre insaciable por el conocimiento y por experimentar sin restricciones.
—Si lo que dices es cierto, entonces mis trabajos serán... completamente aceptables aquí, sin que me importen las opiniones de los demás.
—Exactamente —respondió Alqatil, sonriendo levemente—. No me importa la moral de la sociedad, solo los resultados. Mientras no amenaces nuestro progreso, eres libre de seguir con lo que más te apasiona.
Con ese acuerdo tácito, Nova comenzó a trabajar de inmediato, aunque siempre con su aire distante. Era un hombre que se mantenía en su propia burbuja, centrado y decidido. Sabía cuándo trabajar y cuándo relajarse, y aunque su trato con los vagabundos era mínimo, nunca faltaba a las reuniones. A veces, se encontraba a solas con Lyra o con Sirius, ya pesar de sus diferencias de inteligencia, se mostró respetuoso con ellos, sabiendo que su colaboración era necesaria. Sin embargo, detrás de sus palabras y gestos corteses, no podía evitar sentir desprecio por la falta de intelectualidad que mostraban los demás, aunque sabía que su presencia era útil para los planos de Alqatil.
Una tarde, después de una reunión tensa con los otros líderes, Nova se retiró a su laboratorio improvisado. Alqatil lo siguió, encontrándose en un espacio lleno de frascos, frascos con líquidos extraños y papeles con fórmulas. Nova lo observará, como si ya supiera que estaría allí.
— ¿Qué es lo que realmente quieres de mí, niño? —preguntó Nova, con una mirada casi retadora.
Alqatil no se sorprendió por la pregunta, pues sabía que el científico tenía una mente afilada. Con una sonrisa enigmática, se acercó a la mesa, donde Nova había dejado un antiguo pergamino.
—Sabes, siempre me ha fascinado lo que los científicos como tú son capaces de hacer... —comenzó Alqatil, dejando que el silencio lo rodeara—. Pero lo que realmente busco... es el conocimiento. El verdadero poder no proviene solo de la fuerza, sino de entender lo que otros no entienden. Lo que los muertos ya no pueden contar, lo que el pasado guarda entre sus secretos más oscuros. Si puedes ayudarme con eso, seremos imparables.
Nova, quien había sido un hombre de experimentación y estudio, sintió un extraño fervor en esas palabras. Era evidente que Alqatil no solo veía el poder de la ciencia, sino también el poder del conocimiento oculto, de lo que las mentes más brillantes podían descubrir. Nova avanzando lentamente, sabiendo que estaba tomando un camino que no tenía retorno.
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Alqatil se encontraba recostado en su silla, observando a los nuevos líderes. Sirius, Orion, Lyra y Nova estaban todos presentes, sentados alrededor de la mesa en la que discutían el futuro de su creciente grupo. La atmósfera era tensa, cargada de expectativa, mientras se preparaban para tomar una decisión crucial: el nombre de su nueva organización.
—Necesitamos un nombre que inspire miedo, respeto, pero también algo que nos identifique —dijo Sirius, con su habitual tono firme—. Algo que haga que la gente sepa que somos diferentes, algo que resuene con el poder que estamos acumulando.
Alqatil se reclinó aún más en su silla, las manos entrelazadas detrás de su cabeza. El silencio se extendió por un momento, mientras todos esperaban que él diera alguna señal. Sabían que, al final, la decisión sería suya. Pero los demás querían ser parte del proceso.
—¿Qué tal "El Círculo Oscuro"? —sugirió Lyra, que siempre había tenido una inclinación por lo misterioso y lo enigmático.
Orion frunció el ceño, pensativo.
—Suena demasiado... antiguo. Necesitamos algo más moderno, algo que se quede grabado en la mente de todos. —Hizo una pausa, como si estuviera buscando una mejor opción—. ¿Qué tal "Los Últimos Centinelas"?
Nova, que se había mantenido en silencio hasta el momento, levantó la mirada. Aunque su rostro era imperturbable, la luz en sus ojos mostraba una concentración que solo él era capaz de proyectar.
—¿Por qué no algo que combine la idea de poder con algo más... luminoso? Algo que simbolice un nuevo amanecer, una nueva era de poder. Algo como "El Resplandor Eterno". —La expresión de Nova no cambió, pero su sugerencia quedó flotando en el aire, difícil de descifrar.
Alqatil no dijo nada por un momento, sólo dejó que las ideas se asimilaran. Se mantenía en su postura relajada, pero su mente estaba trabajando rápidamente. De repente, una sonrisa maliciosa cruzó su rostro, como si algo hubiera hecho clic en su interior.
En ese momento, el sistema, que había estado callado, intervino con su tono característico, burlón y desafiante.
[¿Debería decirte un acertijo que ni tú esperas, niño que sigue tomando leche? "En el horizonte, se alza una luz que promete cambiar el destino. Es lo primero que aparece cuando todo parece perdido... ¿Cómo se llama?"]
Alqatil no pudo evitar sonreír ante la adivinanza del sistema. Sin pensar mucho, respondió de inmediato.
—Aurora.
Un silencio cayó sobre la sala. Todos los presentes se miraron entre sí, sorprendidos por la respuesta rápida de Alqatil.
—¿Aurora? —repitió Sirius, quien parecía estar buscando algún tipo de significado más profundo en la palabra.
Alqatil se inclinó hacia adelante, sus ojos brillando con una mezcla de reflexión y satisfacción.
—Aurora... —murmuró, pensativo—. La luz que se alza al final de la oscuridad. Un nuevo comienzo, un renacer. Es el amanecer de una nueva era. Y es precisamente lo que somos. Estamos creando algo que iluminará todo lo que nos rodea, pero que, al mismo tiempo, viene de las sombras.
Una sonrisa levemente arrogante apareció en sus labios mientras miraba a los otros líderes.
—"La Legión Aurora" —dijo, pronunciando las palabras con firmeza. Un nombre que simboliza un nuevo orden. Un nombre que no sólo será recordado, sino temido. No importa si el sol brilla o si estamos rodeados de oscuridad. Al final, nosotros seremos la luz que todos temerán.
Sirius asintió, viendo la lógica detrás del nombre.
—Es... perfecto —dijo, su tono grave reflejando la aprobación.
Lyra, aunque normalmente analítica, también pareció impresionada por el simbolismo que Alqatil había encontrado en la palabra.
—Aurora, como una nueva era. Me gusta —comentó, mientras sus ojos brillaban con una ambición renovada.
Nova, con su carácter serio y centrado, hizo un gesto apenas perceptible de aprobación.
—Es apropiado. Un nombre que refleja tanto poder como sutileza. —Su tono era tan controlado como siempre, pero sus palabras dejaban ver su respeto por la elección.
Alqatil se reclinó de nuevo en su silla, satisfecho con la decisión. La Legión Aurora estaba destinada a ser más que un simple nombre. Sería la representación de lo que había construido: un ejército, un imperio de sombras y luz.
—Entonces, es oficial —dijo, mirando a los cuatro líderes con determinación—. De ahora en adelante, somos la Legión Aurora. El nombre será recordado, y su poder será indiscutible.
Los demás asintieron, y con ello, la semilla del futuro imperio de Alqatil había sido sembrada.
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A través de conversaciones furtivas con Nova, Alqatil empezó a delinear un plan maestro. La penumbra de su refugio proporcionaba el ambiente ideal para sus discusiones, un lugar donde las palabras se convertían en promesas peligrosas. En su mente, una imagen de poder absoluto se cristalizaba: un mundo donde los débiles se someterían a su voluntad, un mundo en el que su figura se erguiría como el centro de todo.
En un principio, los dos compartían risas y comentarios casuales sobre el caos que había en sus mentes, pero pronto, el tono cambió. Nova, siempre serio, habló con una mirada calculadora.
—¿Sabes, Alqatil? A veces pienso que estos vagabundos, con toda su energía y ambición, podrían ser mucho más... —dijo Nova, dejando que sus palabras se disolvieran en el aire.
Alqatil, todavía relajado, inclinó su silla hacia atrás y cruzó las piernas. Había algo en Nova que siempre lo intrigaba, una mezcla de intelecto y una frialdad que Alqatil encontraba útil.
—¿A qué te refieres? —preguntó, jugando con una moneda en su mano mientras observaba a Nova.
Nova no le contestó de inmediato. Sus ojos parecían perdidos en pensamientos oscuros, pero luego lo miró fijamente.
—Imagina que pudiéramos tomar a los más jóvenes, los que todavía están en esa etapa de formación, y los moldeamos. Les implantamos un sentido de obediencia total. Los convertimos en herramientas perfectas para nuestras órdenes. Sin cuestionar. Sin dudar. —El tono de Nova era tan frío y calculado como siempre, como si estuviera describiendo una simple fórmula.
Alqatil se detuvo por un momento, dejando que la idea calara en su mente. Recordó los experimentos en la realidad, aquellos donde los científicos habían logrado manipular la mente de los sujetos, convirtiéndolos en autómatas obedientes a cambio de poder y control.
—¿Lo harías? —preguntó Alqatil, su voz baja pero intensa, mientras sus ojos brillaban con avaricia.
Nova asintió lentamente, sin mostrar emoción.
—Podría llevarlo a cabo. El proceso sería largo y tedioso, pero podría hacerlo. Pero, —su tono se volvió más grave—, debemos tener cuidado. Si nos descubren, no solo perderemos todo, sino que podríamos ser perseguidos hasta la muerte.
Alqatil meditó sobre las palabras de Nova, sabiendo que la única forma de obtener ese poder era en la oscuridad. Aceptó la propuesta con una sonrisa calculada.
—Exacto. La clave será el secreto. Necesitamos que nadie sepa lo que estamos haciendo. Sólo tú y yo. Y tal vez, si necesitamos manos adicionales, los tres líderes sabrán lo suficiente para no traicionar la causa. Pero no más. La Legión Aurora debe mantenerse en las sombras. Si las masas se enteran, lo arruinaremos todo.
Nova permaneció impasible, pero sus ojos reflejaron una chispa de entusiasmo controlado. Sabía que este proyecto significaba mucho más que solo un experimento. Era una oportunidad para aplicar su conocimiento de manera definitiva.
—Lo entiendo. Comenzaré a diseñar el protocolo. La base será simple: repetición, condicionamiento y recompensas. Los niños se someterán sin resistencia. Pero a medida que avancemos, tendremos que ser más astutos. Nada de lo que hagamos debe dejar rastro. Cada paso tiene que ser calculado.
Alqatil asintió, satisfecho con la dirección que tomaba el plan.
—Imagina un grupo de jóvenes, entrenados como asesinos, espías, infiltrados... capaces de entrar en cualquier lugar sin levantar sospechas. En los niveles más altos, con habilidades mejoradas. Serían nuestros ojos y manos en todo el mundo. Completamente leales. Completamente controlados.
—Sí... una legión de sombras —dijo Nova, como si ya estuviera viendo el futuro en su mente—. Serán tus guerreros invisibles.
La emoción de Alqatil se reflejó en su rostro, aunque rápidamente la ocultó tras una fachada de calma.
—Eso es exactamente lo que quiero. Pero, como mencioné, nada puede saberse. Mantendremos esto entre nosotros. El resto de la Legión no debe ni sospechar lo que estamos construyendo.
Ambos compartieron una mirada, una de esas miradas que definían el curso de los acontecimientos futuros. Mientras el tiempo pasaba, los dos comenzaban a trazar un plan meticuloso, uno que no solo convertiría a la Legión Aurora en una fuerza temida, sino que también permitiría a Alqatil alcanzar sus ambiciones más oscuras.
En la quietud de su refugio, rodeados de sombras y secretos, Alqatil y Nova continuaron su conversación, con una promesa de poder que resonaba en sus palabras. La Legión Aurora estaba destinada a ser más que una simple organización: sería un imperio de manipulación, control y, sobre todo, obediencia.
Con el paso de los días, el número de vagabundos que se unían a la Legión crecía rápidamente. El nombre del grupo, aunque por ahora desconocido, se esparcía como un susurro entre los callejones y las tabernas de la ciudad. Las historias de sus éxitos se mezclaban con rumores de una oportunidad para aquellos dispuestos a unirse a la causa. Nadie sabía quién estaba detrás de todo esto, pero los vagabundos sentían la presencia de algo más grande que ellos mismos, un destino al que no podían resistirse.
Los cuatro líderes, Sirius, Orion, Lyra y Nova, eran los rostros visibles de la organización. Aunque la figura del líder real permanecía oculta, su influencia se extendía a través de cada uno de ellos. Con cada acción, con cada palabra, los vagabundos se sentían atraídos por un propósito mucho mayor que su mera supervivencia.
La atmósfera en el refugio se cargaba con la tensión de quienes sabían que algo grande estaba a punto de ocurrir. Cada nuevo recluta traía consigo su propio sufrimiento y desesperación, pero también una necesidad palpable de pertenecer a algo más grande que ellos. La organización les ofrecía no solo una oportunidad para escapar de la miseria, sino también un propósito que los hacía sentirse poderosos, importantes.
Una noche, mientras las sombras se alargaban y la luna se deslizaba entre las nubes, los líderes se reunieron en la sala subterránea, oscura y apartada. La tensión era palpable. Sirius, el más visible de los cuatro, se levantó de su silla y observó a los demás. Sabía que ese era el momento adecuado para consolidar lo que habían comenzado. Con voz firme, llena de autoridad, habló.
—¡Escúchenme todos! —Su tono resonó en las paredes de la habitación, llamando la atención de los vagabundos presentes. la presencia de Sirius era suficiente para infundirles confianza—. Hemos pasado por demasiado sufrimiento, y es hora de que nos levantemos. Ya no seremos simples mendigos. Somos algo mucho más grande.
El silencio llenó la habitación mientras los vagabundos procesaban sus palabras. En sus ojos brillaba una mezcla de esperanza y incertidumbre.
—Lo que estamos formando aquí no es solo un refugio. Es una comunidad que luchará por lo que le pertenece. Juntos, seremos más que simples supervivientes. Seremos una fuerza que no se podrá ignorar —continuó Sirius, su voz cargada de convicción.
Los vagabundos comenzaron a murmurar entre ellos, contagiados por las palabras de Sirius. El nombre del grupo, aún desconocido para todos, se empezaba a grabar en sus corazones.
—No más sumisión, no más desprecio —Sirius levantó la mano en un gesto decidido—. Hoy, bajo mi liderazgo y el de los demás, formaremos algo nuevo. Algo que los poderosos temerán. No solo lucharemos por nuestra supervivencia, sino que tomaremos lo que es nuestro por derecho.
"¿Tomar lo que es nuestro?" Las palabras resonaron en las mentes de los vagabundos, y muchos de ellos asintieron, sintiendo que por fin había llegado su oportunidad de venganza. El nombre de la organización no se pronunciaba aún, pero todos sentían que una revolución estaba en marcha.
—Seremos más que lo que éramos. Juntos, seremos una fuerza imparable, seremos AURORA—Sirius concluyó, su voz llena de determinación. Los otros tres líderes, Orion, Lyra y Nova, asintieron con firmeza, reafirmando su compromiso con la causa. No necesitaban hablar; su presencia bastaba.
El murmullo se transformó en un rugido de aprobación. Las voces se alzaron, y los vagabundos comenzaron a comprender que estaban al borde de algo monumental. No sabían lo que estaba por venir, pero sabían que su vida cambiaría para siempre.
Sirius observó la habitación con satisfacción. Las piezas estaban en su lugar. Había sembrado la semilla de una nueva era, y con ella, la Legión Aurora tomaría forma. Nadie conocería jamás el verdadero rostro del líder real, pero todos sabían que la organización crecería y se volvería una fuerza a tener en cuenta.