Alqatil despertó en el frío suelo de la celda. Aunque su cuerpo aún sentía el desgaste de las flechas y heridas previas, ya nada le dolía. La transformación había sido más brutal de lo que imaginaba, pero todo lo que había sufrido había desaparecido junto con el cansancio y las cicatrices. Su piel regenerada, su cuerpo cambiado, se sentía como si nunca hubiera existido ese sufrimiento. Ahora, un poder nuevo, oscuro y visceral, recorría su ser.
"Esto... esto es solo el comienzo", pensó con una sonrisa torcida, disfrutando de la sensación de su propia locura creciente. La quietud de la celda lo rodeaba, y su mente, más viva que nunca, no dejaba de maquinaciones.
Se levantó con movimientos casi animales, impulsado por un hambre interna que nada podría saciar. La celda era una prisión de piedra fría y húmeda, el aire viciado olía a moho y a desesperación, y las paredes parecían cercarlo aún más. Sin embargo, él ya no era un prisionero más. Había atravesado la desesperación, y lo que quedaba de él era una criatura nueva, un ser al que las reglas humanas ya no se aplicaban.
"Van a subestimarme. Como todos lo hacen", pensó mientras observaba la puerta de hierro cerrada, la misma puerta que lo había mantenido prisionero hasta ahora. El guardia había caído en la trampa: creyó que estaba acabado.
Al escuchar los pasos del guardia acercándose, Alqatil se tiró al suelo, simulando convulsiones violentas, su cuerpo agitado por movimientos espasmódicos. De su boca brotó espuma, una mezcla repugnante de saliva y polvo que había raspado de las paredes. Los guardias, confiados en su vigilancia, no dudaron ni un segundo.
"¡Este niño está muriendo!" gritó uno de los guardias, y la noticia se extendió rápidamente entre los demás.
"Déjalo, es un criminal", dijo otro con desprecio. "Sí, pero si se muere, el barón nos cortará la cabeza. ¡Llama al curandero!"
La puerta de hierro se abrió con estruendo y los guardias entraron apresurados. No sabían que el niño al que subestimaban, en su última chispa de desesperación, estaba listo para actuar.
En un movimiento rápido, Alqatil atrapó la pierna de uno de los guardias, haciéndolo caer pesadamente al suelo. La espada que portaba se deslizó, cayendo cerca de él, y con un reflejo nacido de la supervivencia más pura, la tomó rápidamente. La sangre brotó al instante cuando Alqatil clavó el filo en la cabeza del guardia más cercano, perforando el cráneo con un brutal golpe. La sangre salpicó la fría pared de la celda, y el sonido del metal abriéndose paso en la carne resonó con una violencia casi ritual quedandose en la cabeza del guardia.
Los otros dos guardias intentaron reaccionar, pero el pánico los paralizó. Alqatil, ahora enloquecido por el frenesí de la muerte, se lanzó sobre ellos sin misericordia. Con un grito de rabia, sus dedos se clavaron en los ojos de uno de los guardias, empujándolos hasta perforar los globos oculares. La piel se desgarró con facilidad. El grito de horror fue ensordecedor, pero Alqatil no mostró ni una pizca de compasión cogiendo la espada del guardia.
El tercer guardia intentó retroceder, pero no logró ni un paso. Con un movimiento escalofriante, Alqatil levantó la espada y la hundió en su garganta. La sangre brotó a borbotones, pintando el suelo y el rostro de Alqatil de un rojo profundo mientras el guardia a punto de morir se arrastraba.
"¿Huirás de un niño?", dijo Alqatil, su voz temblando de euforia y locura. Una sonrisa de satisfacción se expandió en su rostro, oscura y retorcida, mientras empujaba el cuerpo del guardia al suelo.
Respiró hondo, el aire apestando a muerte. Nunca subestimen a una rata acorralada, pensó, disfrutando del caos que había desatado. Con manos temblorosas pero decididas, tomó las llaves del cinturón de uno de los guardias muertos y salió de la celda, cerrándola detrás de él con una calma espantosa.
El sonido de sus pasos resonó por los pasillos desmoronados de la prisión. Estaba libre. Y esa libertad no era solo física; era mental, un lugar en donde la astucia y la sangre ahora gobernaban su mente. No podía regresar aún al pueblo. No todavía. La oscuridad lo había reclamado por completo.
Afuera, en la fría noche, Alqatil desapareció en las sombras, mientras su mente creaba planes aún más oscuros y retorcidos. Alimentado por el odio y la sed de venganza, su alma había sido transformada junto con su cuerpo. Ahora, estaba preparado para algo mucho más grande.
La misión ya no era solo sobre supervivencia. Ahora, se trataba de aniquilar, destruir, erradicar. Y nadie, ni siquiera él mismo, sabía qué tan lejos podría llegar.
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Mierda, ¿por qué el progreso del sistema es tan lento?
[Anfitrión, como ya te he explicado en incontables ocasiones, el camino del cultivo no es para los débiles de corazón. Cada paso que des requiere una inmensa cantidad de sacrificio. Aquellos que nacen con un talento excepcional tardan años en avanzar, mientras que aquellos como tú, de linaje de rango 3, deben superar dificultades que no puedes ni imaginar. Tu camino será largo, arduo y lleno de sufrimiento. No hay atajos en este sendero.]
[Templado del cuerpo = 0.00000005%]
—¿Qué demonios es esta basura? Llevo cultivando durante cinco días y no he sentido ni un ápice de progreso. ¡Esto es un tormento! ¡Una tortura sin fin!
[Anfitrión, lo que estás experimentando no es más que una fracción del proceso. El templado del cuerpo no es algo que se logre de inmediato. Lo que has hecho hasta ahora es apenas la preparación para lo que vendrá. Has comenzado a absorber partículas de energía, pero estas son tan pequeñas y débiles que no producirán resultados tangibles por sí solas. El verdadero templado comienza cuando tu cuerpo aprende a gestionar y transmutar esta energía.]
—¿Entonces todo esto no sirve para nada? ¿He estado perdiendo el tiempo?
[No. Lo que has hecho es necesario, pero lo que aún te queda por hacer es mucho más complicado. No es sólo cuestión de absorción, sino de transformar esas partículas en una energía pura que tu cuerpo pueda usar. Y para eso, tu cuerpo debe atravesar dolorosos procesos de purificación y resistencia, que sólo aquellos dispuestos a sacrificarlo todo pueden soportar.]
La frustración de Alqatil estalló en rabia, su respiración se volvió errática mientras las palabras del sistema martillaban su mente. El sacrificio, la purificación, el dolor... todo parecía interminable.
—¿¡Y qué demonios se supone que debo hacer ahora!? ¿¡Mendigar por un pedazo de poder en un río helado!? ¡No tengo tiempo para esto!
[Anfitrión, el tiempo es un lujo que ya no posees. Tu mente, tu cuerpo, tu alma deben ser templados como el metal en un fuego. Solo con sacrificio podrás alcanzar el siguiente nivel. Tienes que ponerte a prueba, más allá de los límites de lo humano. Si deseas avanzar, serás sometido a pruebas que muchos considerarán insanas. No existe un camino fácil.]
Con los dientes apretados, Alqatil se levantó decidido. La humillación de haber estado a merced de su destino lo abrasaba, pero lo que más lo atormentaba era su propia impotencia. No podía permitir que su destino fuera sellado por la debilidad. Necesitaba poder. Necesitaba salir de esa prisión de sufrimiento.
Buscó el río cercano. La frialdad de sus aguas era casi insoportable, pero decidió que debía sumergirse. De alguna manera, el frío le parecía un mal necesario, un sacrificio para obtener la fuerza que tanto deseaba.
[0,000006%]
[0,0006%]
[0,06%]
[0,6%]
[0,7%]
[0,9%]
La energía seguía subiendo, pero de manera exasperantemente lenta. El dolor se acumulaba, y las aguas gélidas desgarraban su cuerpo, pero lo peor era la creciente sensación de que su esfuerzo era inútil. Como si estuviera luchando contra algo que no entendía completamente.
—¿Por qué ha dejado de subir tan rápido? He estado en este maldito río durante días. ¡¿Qué está pasando?! —preguntó, con los dientes chasqueando de rabia mientras el frío se colaba en sus huesos.
[Anfitrión, como ya te expliqué antes, el cuerpo humano tiene un límite de adaptabilidad. Tus células están comenzando a acostumbrarse al frío, lo que significa que tu cuerpo ya no lo siente de la misma manera. El resultado es que, a pesar de tus esfuerzos, el avance se ha ralentizado drásticamente. Pero este es solo un pequeño obstáculo. Ya has superado lo peor, y el siguiente paso te llevará mucho más allá.]
—¿Entonces qué? ¿Tengo que meterme en otro lugar horrible y seguir sufriendo?
[Exactamente. Si tu cuerpo ha dejado de sentir el frío, debes buscar algo aún más desafiante. Las lagunas termales, como las que puedes encontrar en las montañas, son una fuente de energía perfecta para un proceso como este. Pero no será fácil. Debes enfrentarte a los límites de tu resistencia, y no todos lo logran.]
Alqatil sintió una oleada de desesperación, pero también un deseo ardiente de seguir. El calor en las lagunas termales lo llamaba. Sería su única oportunidad para acelerar este proceso. Decidió que lo haría, sin importar el coste.
Esa noche, se infiltró en las montañas, rodeado por la oscuridad y la soledad. Encontró la laguna más caliente, y sin pensarlo dos veces, se sumergió en sus aguas hirvientes. La energía comenzó a fluir en su cuerpo, pero no como lo había esperado. No era el alivio que anhelaba, sino una fuerza destructiva, como si el mismo fuego del infierno se apoderara de él.
Durante las siguientes dos semanas, el proceso fue aún más doloroso. El agua caliente penetraba su piel, quemándolo de adentro hacia afuera. Cada célula de su cuerpo parecía gritar por piedad, pero Alqatil no se detenía. El dolor, lejos de debilitarlo, lo impulsaba hacia adelante. Su cuerpo comenzaba a moldearse, sus venas se expandían y el Qi fluía de forma caótica, pero poderosa.
Finalmente, después de semanas de sufrimiento, el progreso fue significativo.
[49%]
[Felicidades, anfitrión. Has alcanzado el límite que tu cuerpo puede soportar en este nivel. Ahora el siguiente paso es mucho más complejo. La mente, la esencia misma de tu ser, debe ser templada. Tu cuerpo está preparado, pero tu mente es tu mayor desafío. Estás cerca, pero aún no has visto el verdadero precio.]
—¿Templar mi mente? —Alqatil susurró, su voz grave y cargada de agotamiento—. Lo que sea que deba hacer, lo haré.
[Lo descubrirás esta misma noche. Pero ten cuidado, anfitrión. La mente es mucho más traicionera que el cuerpo. La lucha interna es más cruel que cualquier dolor físico que puedas imaginar.]
Alqatil cerró los ojos, sabiendo que lo peor estaba por venir. Lo que le aguardaba era algo que nunca habría imaginado, pero estaba dispuesto a enfrentarlo. No había vuelta atrás. Si quería poder, si quería venganza, debía templar su mente hasta el mismo límite de la cordura.
Se retiró a su "casa", un refugio en la oscuridad donde el silencio lo rodeaba. Reflexionó sobre todo lo que había ocurrido en su vida, las traiciones, el sufrimiento, y, sobre todo, la desconexión con su familia. Pensaba en sus padres, en la mascota que había perdido. Se preguntaba si para ellos había pasado mil años o apenas unos segundos, y si alguna vez podría volver a verlos.
En un recuerdo fugaz, antes de quedarse dormido, apareció Luna, su hermana, en su mente, como un eco distante.
—A mal tiempo, buena cara, como suelen decir. Entonces, sistema, ¿qué fue lo que hiciste?
[Anfitrión, mientras descansabas, aproveché el momento para analizar tu alma en mayor profundidad. He descubierto algo curioso: dentro de ti residen demonios del alma.]
—¿Demonios del alma? ¿Y qué diablos son esos?
[Los demonios del alma no son más que vestigios del pasado, recuerdos, traumas y vivencias que se han personificado en entidades metafísicas dentro de tu ser. Esas sombras de tu alma no pueden ser ignoradas. Debes enfrentarlas, erradicarlas, con la fuerza de tu mente, tu cultivo y tu alma.]
—Eso suena... interesante, pero jodidamente difícil. ¿Cuántos demonios del alma tengo?
[Cinco.]
—¿Cinco? ¿Por qué tengo tantos? ¿Qué diablos hice para merecer esto?
[El origen de estos demonios parece estar relacionado con la fusión de dos vidas. El proceso creó un desequilibrio en tu alma, y ahora, para avanzar, debes enfrentarlos. Si no lo haces, tu talento racial se verá reducido en un 10%. Lo que dificulta tu cultivo más allá de lo que ya has experimentado.]
Alqatil se frotó la frente, un furioso resplandor en sus ojos. Sabía que el sistema no mentía, pero la idea de enfrentar su pasado lo incomodaba profundamente. La sensación de estar atrapado en su propia alma le llenaba de rabia.
—¿Y qué se supone que hago? ¿Me quedo sentado esperando que se resuelvan por sí solos?
[No. Si realmente deseas avanzar, debo proporcionarte opciones más… interesantes. He activado una sección del sistema conocida como "Avivamiento".]
—¿Avivamiento? ¿Qué demonios es eso?
[Es una habilidad oculta que te permitirá restaurar aspectos perdidos de tu ser, como recuerdos, o incluso sustituir tu progreso en el cultivo por la erradicación de los demonios del alma. El avivamiento puede ser utilizado para elegir entre recuperar tus recuerdos y avanzar, o eliminar las sombras que te atormentan, si prefieres deshacerte de los demonios del alma.]
—Eso suena como algo que podría ser útil, pero ¿cómo se activa? ¿Dónde lo consigo?
[El proceso es relativamente sencillo. Para activar el avivamiento, necesitas "destino". A cambio, podrás reemplazar tus demonios internos o cultivar más rápido. El destino se obtiene mediante actos que alteren tu futuro, como consumir a otras entidades o dominar tu entorno.]
—¿Consumir? ¿Qué clase de estupidez es esa?
[Una opción viable sería consumir al "protagonista" o alguna entidad con gran poder. Al hacerlo, absorberás parte de su energía y experiencia, permitiéndote crecer rápidamente.]
Alqatil sonrió con malicia, una idea oscura comenzando a formarse en su mente. A pesar del dolor, todo esto le parecía una oportunidad perfecta para manipular su camino. No era un simple jugador; se convertiría en el maestro de su destino.
—Bien, maldito inútil, ¿cuánto falta para que se active la trama?
[En aproximadamente diez años.]
—¿¡Diez años!? ¡Eso es una eternidad!
[No debes temer el tiempo, anfitrión. Lo que importa es lo que harás con él.]
Estado
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Nombre: Alqatil Zolenos
Edad: 8 años
Nivel: 2 (Xp = 20/200)
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Atributos:
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Hp: 150/200 ── ?? = 0%
Inteligencia: 30 ── Durabilidad: 15
Vitalidad: 10 ─── Resistencia: 10
Fuerza: 8 ─── Encanto: 6
Suerte: 10 ─── Destino: 1000
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Habilidades:
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Estado (nivel 2) {máximo 3}
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—Entonces, sistema, ¿me ayudarás a recuperar mis recuerdos?
[Sí. ¿Qué parte de tu memoria deseas que restauré?]
—Dame los primeros 200 capítulos de la novela de los recuerdos. Quizás pueda encontrar algo útil en ellos.
[De acuerdo, Anfitrión.]
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Alqatil se sintió más alerta, como si la energía del sistema lo estuviera invadiendo. Sabía que había dado un paso más hacia un poder peligroso y que estaba preparado para usarlo para su propio beneficio. El plan se formaba en su mente con claridad: si todo iba según lo planeado, no solo superaría las dificultades, sino que las manipularía a su favor.
— ¿Todo ese tiempo para esos pocos capítulos? Pero bueno, toca infiltrarse en la mejor academia y no tengo ni idea de cómo hacerlo.
—Ya sé.
Alqatil decidió utilizar su cuerpo ya mejorado para conseguir dinero, y la forma más rápida era el gremio. Al llegar, la atmósfera lo envolvió. El gremio no era solo un lugar de trabajo, sino un centro vibrante de actividad. Las calles cercanas al edificio estaban llenas de mercaderes, viajeros y aventureros, que caminaban alegremente entre los puestos de comida y objetos curiosos. Las risas y conversaciones se entremezclaban con el bullicio de los pasos apresurados, mientras los ciudadanos parecían caminar con una energía renovada. La noticia de que el asesino estaba tras las rejas había levantado el ánimo de todos, y la ciudad respiraba un aire de alivio. Los rumores de su captura circulaban entre las calles como una brisa fresca, alimentando la sensación de seguridad.
El gremio en sí se encontraba en un edificio rústico de piedra, cuya fachada se mantenía intacta por la constante actividad que había en su interior. Al entrar, Alqatil fue recibido por la cálida luz de las lámparas colgantes y el murmullo de las conversaciones que se libraban entre los asistentes. La caverna de la que hablaban era, en realidad, una gran sala con mesas de madera cubiertas de mapas y contratos, y un tablero de misiones central que atraía las miradas de todos. Los mercenarios, con su ruda apariencia, venían y se iban, llenos de determinación, mientras otros se reclinaban sobre sus mesas, hablando de las últimas batallas.
En el centro, un bartender servía cerveza a un par de hombres robustos, mientras una joven recepcionista leía un libro, sumida en la tranquilidad del lugar. Alqatil la reconoció rápidamente y decidió acercarse.
—Mucho gusto, señora. ¿Me podría inscribir?
La joven levantó la cabeza y, al ver a un niño tan joven, frunció el ceño, con una mezcla de intriga y desinterés. No le dio mucha importancia, pues si ese niño se moría durante alguna misión, no sería su culpa.
—Hola, joven. Aquí está el formulario de inscripción y el contrato de exención de muerte.
—Gracias.
Alqatil, sin dudar, se dirigió al tablero de misiones, sintiendo cómo los ojos de los mercenarios lo seguían con una mirada indiferente. Nadie se molestó en cuestionarlo. Entendió que, sin estatus, no era más que una gota de arena en el vasto desierto de la ciudad, y que su existencia pasaría desapercibida.
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Tablero de misiones:
Cazar un minotauro (Rango D)
Matar una colmena de avispas (Rango E)
Cazar un nido de duendes (Rango E)
Recoger lirios azules (Rango H) – 20
Matar a Colmon (Rango E)
Matar a Artorias (Rango C)
Eliminar una aldea (Rango C)
Eliminar "aldeanas" (Rango E) – 5
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Alqatil observó las misiones con desdén. La mayoría eran demasiado fáciles, pero también demasiado peligrosas para alguien tan joven como él. La de los lirios azules parecía ser la más manejable, aunque la recompensa era ridícula.
— ¿Qué son estas misiones tan malas? Si apenas puedo con unos niños, mucho menos un minotauro. Supongo que la más fácil son los lirios.
Decidió dirigirse de nuevo a la recepcionista y le indicó que deseaba tomar la misión de los lirios. La joven le entregó un papel con más detalles.
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Lirios Azules
La señorita Marlon quiere lirios para decorar su casa, por lo que necesita que alguien se los entregue.
Cantidad: 20
Recompensa: 20 monedas de cobre
Ubicación: cerca del parque central
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—Bueno, vamos por esas monedas de cobre.
Mientras Alqatil se dirigía a la ubicación indicada, no pudo evitar notar que el gremio ofrecía más que simples misiones. En los rincones del edificio, algunos miembros discutían sobre las misiones de rango más alto: cazar bestias míticas, recuperar artefactos perdidos o investigar tierras desconocidas. Las misiones más avanzadas, las que solo podían completar cultivadores con templado del cuerpo, eran de una magnitud completamente diferente: se ofrecían grandes riquezas y poderes a quienes pudieran completarlas. Pero esas misiones también requerían sacrificios, y Alqatil sabía que solo los más poderosos se atrevían a asumirlas.
El gremio no era solo un lugar para buscar trabajo; era un centro donde los más fuertes se forjaban en las sombras. Cada misión completada, cada paso dado en ese mundo peligroso, acercaba a los miembros a su destino. Y Alqatil, con su mente astuta, ya sabía que el gremio podría ser una excelente herramienta para su propio ascenso. Solo necesitaba esperar el momento adecuado.
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— ¿Qué pasa con esa vieja? ¿Por qué me pegó cuando recogía las flores? Casi me mata, aunque dudo que me hiciera un solo rasguño. Es extraño, ¿por qué me atacó así? En fin, ya está hecha esta misión.
Alqatil entregó las flores a la recepcionista, quien aceptó el encargo sin decir mucho, simplemente dejándole las 20 monedas de cobre sobre la mesa. No hubo reconocimiento ni expresión de gratitud, solo una transacción más. Alqatil las tomó y las guardó rápidamente en su bolsillo, sin dedicarle más tiempo al asunto. El ambiente del gremio ya no le interesaba.
Al salir, respiró profundo, dejando que el aire fresco de la noche llenara sus pulmones. La ciudad, aunque en silencio, seguía vibrante en su vida. Sin embargo, el peso de la miseria que lo rodeaba parecía aumentar a cada paso.
Decidió irse a dormir. El resto de las misiones le parecían tediosas o demasiado complicadas. La paga apenas le alcanzaría para algo decente, así que decidió dejar los pensamientos sobre el gremio por ahora.
Se dirigió al parque cercano, que se encontraba solitario a esa hora de la noche. A pesar de la frescura, el banco donde se sentó era más frío de lo que esperaba. No le importó. Se recostó allí, con las manos detrás de la cabeza, mirando al cielo estrellado. En ese instante, un par de pensamientos oscuros cruzaron su mente: "¿Qué hago con todo esto?" "¿Acaso hay algo más allá de solo sobrevivir?"
Pero la respuesta a su pregunta llegó al instante: una idea brillante, oscura y llena de potencial.
Su mente empezó a girar, observando las calles vacías a su alrededor, pensando en las posibilidades. No sería solo él quien luchara por sobrevivir, sino que podría reclutar a otros. Vagabundos, huérfanos, personas perdidas que ya no tenían nada que perder. Él les ofrecería una oportunidad: un pequeño equipo para completar misiones y ganar dinero, y a cambio, él se quedaría con la mayor parte de la recompensa. Era un negocio sencillo, pero muy rentable si lo manejaba bien. Y lo haría.
Al día siguiente, después de meditar la idea durante toda la noche, Alqatil comenzó a poner en marcha su plan. No sería un simple jefe; sería quien moviera los hilos, quien sacudiera la estructura de la calle a su favor.