Chereads / Drakontos [Spanish Version] / Chapter 4 - PARTE 2 – LA FRANCOTIRADORA

Chapter 4 - PARTE 2 – LA FRANCOTIRADORA

No había transcurrido ni cinco minutos desde que me alejé del establo a toda velocidad cuando empecé a escuchar el sonido de numerosos pasos acercándose desde la distancia. Mi mente se llenó de incertidumbre al no comprender lo que ocurría. A pesar de la confusión, me lancé a la carrera con mis nuevas patas, esforzándome al máximo por huir de aquel lugar.

Mientras huía a toda velocidad, comencé a replantearme varias cosas. La primera idea que surgió en mi mente, aunque pareciera absurda, fue que me había convertido en una jirafa debido al largo cuello. Sin embargo, la inspección de mis pies reveló una realidad diferente: eran oscuros y escamosos. Gracias a mi inusualmente largo cuello, pude observarme un poco mejor por detrás, y mi asombro creció al descubrir un largo lomo que culminaba en una gran cola. En un principio, erróneamente, consideré que eso era un tercer brazo, sin percatarme de que, en realidad, los dos brazos extras que se desplegaban en mi espalda eran dos amplias alas, tan negras como el resto de mi escamoso cuerpo. Mi siguiente conjetura apuntó a un lagarto gigante con la capacidad de volar, lo cual, extrañamente, no distaba mucho de la realidad.

Desesperado, intentaba utilizar mis dos brazos, es decir, las alas. Las agitaba de arriba abajo y daba saltos en un esfuerzo por ganar altura, pero nada parecía surtir efecto. A lo lejos, ya podía divisar a los perseguidores, que resultaron ser soldados a caballo que se acercaban velozmente; la situación se volvía cada vez más angustiante. No veía una vía de escape clara, y mi único deseo era regresar a casa para tranquilizar a mis padres. ¿Cómo había llegado a encontrarme en esta situación, convertido en un lagarto?

A pesar de que la constante reflexión y el cuestionamiento son parte fundamental de mi formación filosófica, en este momento, no era el lugar ni el momento adecuado para adentrarme en cavilaciones profundas. Mientras mi identidad y el propósito de mi presencia aquí permanecían envueltos en un halo de misterio, la única certeza que realmente tenía clara era mi deseo de abandonar el lugar sano y salvo. Eso era suficiente por ahora.

Aparentemente, no tenían intención de lastimarme, solo estaban tratando de capturarme, ya que, a pesar de cabalgar con armas en mano, no dispararon ni un solo tiro en mi dirección. Continué galopando, esperando lo mejor y confiando en que pronto llegaría a un bosque si seguía en la misma dirección. Estaba agradecido por mi aguda visión, la cual me permitía ver más allá del horizonte; literalmente hablando.

En un giro de los acontecimientos, una voz grave gritó: "¡Fuego!" y todos comenzaron a apuntarme con sus rifles extraños, cuyas puntas no tardaron en iluminarse, llenando el silencioso valle de ruidosas explosiones. Aunque la distancia que nos separaba aún era bastante considerable, las balas se encargaron de acortar esa brecha. Los disparos iban dirigidos a mis piernas y alas, claramente intentaban inmovilizarme, lo que sugería que solo querían apresarme.

Las escamas que cubren mi cuerpo se encargaron de amortiguar los disparos. Las balas rebotaban con un sonido agudo al impactar y salían disparadas en todas direcciones; algunas alcanzaban a los caballos, mientras que otras se perdían en el valle. Al darse cuenta de que los disparos no surtían efecto y, en cambio, estaban causando bajas en sus propias filas, el hombre de bigote y voz gruesa gritó: "¡Alto el fuego simple! ¡Tiradores mágicos, preparados! ¡Fuego!"

¿Magia? La verdad es que, a estas alturas, ya nada me sorprendía. Los cañones, antes iluminados por los colores del fuego, ahora danzaban en escalas RGB, donde predominaba en su gran mayoría el morado oscuro. Los disparos de color verde eran los más potentes y causaban explosiones al tocar una superficie. Para mi fortuna, no eran más de cinco los que tenían dicho color. En comparación con la centena de soldados a caballo, no eran tantos, ya que la mayoría de los disparos eran morados y azules, colores que apenas hacían cosquillas al impactar en mi armadura de escamas azabache.

Sin embargo, algo sorprendente estaba a punto de ocurrir, algo que nos tomaría por sorpresa a todos, incluyéndome. Finalmente, estaba logrando elevarme del suelo, como si el largo trayecto recorrido se tratara de una pista de despegue; flotaba a unos centímetros del suelo. Aunque era un momento emocionante, no podía permitirme relajarme, ya que aún debía dejar atrás a los perseguidores. Además, ahora que estaba en el aire, había perdido la velocidad que tenía antes, y la caballería se acercaba cada vez más. No había que pasar por alto que en el aire era un blanco perfecto, una masa negra como una nube.

—¡Nos está disparando! 

En un tercer giro de los acontecimientos, alguien había comenzado a disparar a la caballería. Gracias a la confusión, pude elevarme del suelo lo suficiente para alejarme, no solo en distancia sino también en altura. Mis alas estaban en automático, como si de parpadear o respirar se tratara; gracias a la naturaleza, sabían muy bien qué hacer, yo solo tenía que fijar la dirección hacia la que quería volar.

—grmg grrrr mmm —bramé de felicidad.

La caballería comenzó a dispersarse por órdenes de su oficial, intentando evitar al tirador que los acechaba en la llanura, donde carecían de cobertura. Para mi buena suerte, alguien o algunos les estaban disparando, brindándome la oportunidad de aprender a volar. Hasta ese momento, mi progreso era lento, apenas manteniéndome en el aire, pero poco a poco adquiría destreza, dejando que la naturaleza y su evolución hicieran su trabajo por mí. Aunque reinaba el caos, más de uno no perdió la oportunidad de disparar contra mi gran cuerpo, pero afortunadamente, la gran mayoría de los disparos iban al cielo o rebotaban.

Los soldados caían como moscas, y los que no, huían despavoridos. Abajo, la situación se volvía ensordecedora debido a los gritos de desesperación. La luna, en su cenit, observaba imperturbable la escena sangrienta que se desarrollaba.

Los caballos galopaban asustados, derribando a sus jinetes, que, desafortunadamente, eran alcanzados por los disparos del tirador desconocido. Sea lo que fuera que estaba sucediendo, ya era cosa del pasado para mí, ya que me dirigía hacia unas pequeñas montañas cercanas al bosque, y apenas podía apreciar sus desgracias.

La montaña se hacía cada vez más imponente a medida que me acercaba, y me inquietaba la idea de que, en algún momento, mis alas pudieran fallar y hacerme caer. No obstante, mantuve la calma y seguí avanzando, alejando pensamientos negativos.

La temperatura cayó bruscamente, lo cual era evidente, aunque mi cuerpo no lo sintió, excepto por mi gran nariz que se quejaba cuando el viento helado la golpeaba violentamente; era bastante molesto.

Finalmente, alcancé la cumbre y pude ver a la tiradora que había perpetrado aquella masacre. La llamaba "tiradora" porque era una mujer que, sentada sobre la nieve, me miraba acercarme, tan impasible como la luna, pero más hermosa que ella, sin duda.

Aterricé lo mejor que pude y me quedé de pie mirándola, pero ella no parecía tener la intención de dañarme, ya que no había tomado su rifle que descansaba en el suelo echando humo por el cañón.

—Grrr…

Intenté comunicarme con ella, pero olvidé que no podía hablar y solo emití un extraño sonido parecido a un rugido. Afortunadamente, no pareció asustarse por mi intento de comunicación. Me acerqué lentamente hasta que noté un olor que ya había percibido en el campo de batalla: sangre.

La mujer estaba herida en una pierna, y la venda que evitaba el sangrado estaba completamente roja. Estaba condenada a morir en la cumbre. Sin embargo, el rastro de sangre en su espalda sugería que la herida ya la acompañaba cuando llegó a la cima.

—Nunca he fallado una misión —finalmente habló—, aunque eso signifique la muerte para mí.

Me acerqué aún más a ella, notando su evidente padecimiento por las bajas temperaturas. Con cuidado, me acurruqué a su lado, y ella se acomodó junto a mí en busca de calor.

—Misión cumplida… —la mujer cayó inconsciente.

Esa fue la primera vez que la conocí.

...