Chereads / Drakontos [Spanish Version] / Chapter 3 - PARTE 1 – El RENACIMIENTO

Chapter 3 - PARTE 1 – El RENACIMIENTO

El tiempo y el espacio son dos compañeros leales para aquellos que creen controlarlos, pero se convierten en enemigos para quienes los sienten ajenos. En este momento, eran dos viejos conocidos para mí. A pesar de la oscuridad, podía mover mis extremidades, y el lugar en el que me encontraba no parecía el mismo sitio derruido de antes. Más bien, parecía como si estuviera dentro de una especie de burbuja que respondía a mis movimientos bruscos. Empecé a agitar mis siete extremidades, y de repente, algo no encajaba. ¡Espera un momento! ¿Siete extremidades? Si cuento mis dos piernas y mis dos manos, deberían ser cinco extremidades, pero parecía que podía controlar tres extremidades adicionales. Me sorprendí; ¿tenía cuatro piernas y tres brazos?

—Mmm, grrr, ufff, aahgr —intenté hablar, pero las palabras se convirtieron en extraños gruñidos guturales.

No podía articular ninguna palabra. Tal vez el colapso había dañado mis cuerdas vocales, pero físicamente me sentía bien; mi cuerpo estaba en perfecto estado y respondía de manera excelente. La dificultad parecía residir en otro lugar, ¿sería acaso mental? Como un trauma de algún tipo producto de los escombros.

—ahrg, egear, ararr.

Volví a intentarlo, pero los sonidos seguían siendo incomprensibles. Solo me quedaba concentrarme en salir de la esfera ovalada que me aprisionaba. Di un cabezazo a la estructura con toda la fuerza que pude, sin preocuparme por las posibles consecuencias. La estructura cedió y una luz rojiza del exterior comenzó a invadir mi visión, como si hubiera pasado años en la oscuridad. La intensidad me obligó a cerrar los ojos. A pesar de ello, el aire fresco que inundó mis pulmones, que permanecían intactos, se sintió como el mayor regalo que había recibido en mucho tiempo.

Estiré mi cuello largo a través de la grieta que se ensanchaba cada vez más, aunque me sorprendió notar que mi cuello era inusualmente largo. Utilicé las cuatro piernas para agrandar aún más el agujero, aunque me extrañé al descubrir que tenía cuatro piernas en lugar de las habituales. Finalmente, logré liberarme de lo que me aprisionaba.

Con los ojos cerrados, temiendo el dolor que la luz podía provocar, comencé a dar mis primeros pasos fuera de lo que parecía ser un cascarón. Aunque la idea de salir de aquel lugar me inquietaba, no podía seguir postergando la extraña sensación que surgía desde lo más profundo de mi mente. Me cuestioné si acaso era realmente humano. En lugar de encontrar respuestas, mi temor creció al escuchar voces que se acercaban en mi dirección.

—Mira, ya ha nacido. Finalmente podemos avanzar a la siguiente fase del plan. El rey estará orgulloso de nuestro trabajo —comentó una voz masculina.

—Es increíble verlo caminar y caerse después de tantos años, cien años de nuestra vida invertidos en su crianza, se siente como si fuera parte de la familia... —murmuró con pesar una voz femenina.

—Por favor, no empecemos de nuevo. Tenemos mucho en juego, nuestras cabezas, la familia, y todos los conocidos dependen de esto. Además, míralo, es enorme y aún no hemos terminado de hacerlo crecer —dijo el hombre mientras se acercaba hacia mí.

Yo temblaba de miedo y no quería abrir los ojos. Debería haberme sentido feliz al ver a otras personas, ¿verdad? Sin embargo, seguía paralizado por el miedo.

—Lo estás asustando —le replicó la mujer—. Ven, acércate, tu hermana te protegerá —susurró con ternura.

—Dejaré que la experta haga su trabajo —los pasos del hombre se alejaron.

La mujer comenzó a acercarse a mí, pero su paso era infinitamente más lento que el del hombre. Hablaba con palabras cariñosas, como si estuviera dirigiéndose a un recién nacido, usando términos como "mi corazón", "cielito" y "criaturita". No podía tener miedo de alguien que se expresaba de esa manera. De hecho, me estaba dando vergüenza ajena.

Abrí los ojos lentamente, permitiendo que se acostumbraran gradualmente a la luz, y pude observar a los dos desconocidos. Ambos vestían overoles de color rojo oscuro y gorras del mismo tono. Las gorras tenían una parte trasera larga y una visera en la parte delantera, parecían los hermanos plomeros, esos de los videojuegos.

—Ve a traer comida —le susurró al oído.

Por extraño que parezca, podía escucharlos perfectamente, incluso cuando hablaban en voz baja.

—¿Qué traigo?

—Un gran trozo de carne.

—Parece que nos está mirando fijamente, ¿no estará pensando en comernos? —preguntó asustado el hombre.

—No si te apresuras —musitó la mujer.

—¿Vivo o muerto?

—Lo que sea, pero que sea rápido —respondió hastiada.

El hombre comenzó a alejarse lentamente, manteniendo contacto visual conmigo mientras rebuscaba en el bolsillo delantero de su overol.

—Espero que sepas lo que estás haciendo, no sabemos cómo puede reaccionar —dijo sacando lo que parecía una llave.

—Sé cuidarme sola, vete ya de una vez.

Sin perder más tiempo, comenzó a alejarse lentamente con la llave. Volteó una vez más a verme y luego no se detuvo hasta que abrió una puerta de acero y la cerró tras de sí.

La mujer, que estaba sola en la habitación, se acercó valientemente en mi dirección. A medida que se acercaba, parecía volverse más pequeña. Entonces, me di cuenta de que yo era más grande que ella y que todo este tiempo los había estado observando desde la distancia. ¿Qué estaba sucediendo?

Cuando la mujer estuvo lo suficientemente cerca como para tocarme, me habló directamente —Hermano, por fin has despertado. No tenemos mucho tiempo para hablar, en cualquier momento, Veld regresará con un ejército para someterte. Puede que estés confuso, pero necesito que me escuches con atención, ya que no nos volveremos a ver por mucho tiempo.

La mujer pequeña parecía a punto de llorar. Estiré el cuello para examinar el panorama en el que me encontraba. A excepción de esas dos antorchas junto a la pared, eran la única fuente de luz en toda esta inmensa caja de metal. ¿Acaso estaba viendo en la oscuridad desde lejos, como si tuviera unos binoculares con visión nocturna?

—Hermano, siempre supe que te encontraría, tarde o temprano, pero necesitas prometerme que te irás y no mirarás atrás —sus lágrimas comenzaron a brotar—. Por favor, necesito que vengas conmigo —Volteó y comenzó a caminar hacia la única puerta en ese complejo.

Comparando su estatura, podría sacar un símil, aunque un tanto inverosímil, con mi propio tamaño. Podría decir que tenía un tamaño parecido al de un elefante, tal vez incluso más grande. Aunque estaba caído en el suelo, de pie seguramente tendría el tamaño de un mamut adulto. Miré hacia el suelo en busca de la fuente de mi encierro y pude apreciar que, en efecto, la estructura que me contenía era un huevo gigantesco de color negro.

—Date prisa.

La mujer introdujo la llave en la puerta y la giró.

—Rápido.

Me incorporé del suelo lo mejor que pude y comencé a caminar a cuatro patas tambaleando y a punto de trastabillar en cualquier momento. La mujer lucía impaciente y parecía querer decir algo cuando me le acercaba lentamente, en cambio, se mantuvo en silencio hasta que estuve al lado de ella. De pie como estaba ahora ella era aún más pequeña que antes.

Abrió la enorme puerta de metal grueso como de ancho ella y una brisa fresca golpeó mi nariz. El aire de afuera olía muy mal, había un olor a quemado y a pólvora como si hubiera habido una fiesta de fuego artificiales hace poco. La mujer pasó su mano con delicadeza por mi brazo largo que llevaba arrastrando en el suelo. Y luego sacó un enorme cuchillo de la parte de atrás de su overol y comenzó a gritar.

—¡Auxilio, ayuda! ¡Se ha escapado!, ¡ayúdenme! 

Aterrorizado, creí que me apuñalaría por la espalda, así que empecé a correr. Sin embargo, tropecé con la enorme puerta de hierro, que aún no se había abierto del todo, y la abollé considerablemente. Esto fue suficiente para lograr escapar de aquella prisión de acero.

—Vete —susurró con lágrimas que caían como cascadas.

Mientras me alejaba más pequeña de lo que ya era se hacía, pero yo pude apreciar cómo se apuñalaba ella misma el brazo mientras me miraba escapar asustado como pollo sin cabeza.

—No me olvides.

Fue lo último que pude escuchar de sus pequeños labios. Aquella mujer de orejas puntiagudas, un rostro hermoso y afable, y ojos verdes como un prado, nunca la podré quitar de mi cabeza. Me gustaría saber de qué estaba hablando y qué trató de decirme en esa oscura noche sin luna.