Me encontraba sentado en el borde de un acantilado, contemplando el paisaje. El sol se estaba poniendo, y los colores del cielo eran increíbles.
De repente, sentí que el suelo se movía bajo mis pies. Me tambaleé, tratando de mantener el equilibrio, pero fue inútil.
Y de pronto, el mundo se oscureció a mi alrededor, como si una cortina se hubiera cerrado. El aire frío me golpeó en la cara como una daga, y mis pies se hundieron en una oscuridad espesa, como si estuviera cayendo en un pozo sin fondo.
Intenté explorar mi entorno, pero todo era negro, como una barrera impenetrable que ocultaba cualquier detalle.
—¿Qué está pasando? —pregunté, con incertidumbre.
La incertidumbre se apoderó de mí mientras luchaba por recordar cómo había llegado a este lugar y por qué todo parecía tan borroso en mi mente.
Mientras intentaba asimilar mi situación, mi mirada se elevó hacia una luz deslumbrante que cortaba la negrura, tan brillante que me obligó a cerrar los ojos momentáneamente. Gradualmente, mis sentidos se adaptaron al resplandor, y pude ver algo más en el extremo opuesto: la silueta distorsionada de un hombre, mirando hacia la luz.
Un escalofrío recorrió mi espalda cuando, en un abrir y cerrar de ojos, una figura resplandeciente emergió de la luz, montando un majestuoso caballo blanco cuya espada irradiaba un fulgor impresionante. Esta figura levantó su espada, y a su llamado, más figuras luminosas surgieron de la luz.
En respuesta, la figura distorsionada en el otro extremo también alzó su espada. A su alrededor, más figuras distorsionadas aparecieron, listas para el combate con ferocidad desenfrenada.
Cuando una voz susurró en mi mente:
—Te encontré.
La emoción me invadió, una mezcla de asombro y temor ante lo desconocido. La oscuridad que me rodeaba se volvió aún más opresiva, como si un océano de sombras estuviera listo para engullirme sin piedad.
Y, en un abrir y cerrar de ojos, el campo de batalla se llenó de una energía intensa. Los destellos de luz y sombra danzaron en un espectáculo mágico. Fui arrastrado hacia esa abrumadora oscuridad, como si estuviera siendo absorbido por un vórtice de sombras. La sensación de asfixia me envolvió, como si la propia oscuridad quisiera devorarme sin compasión.
Cuando me sentí completamente perdido, desperté sobresaltado. Mis ojos se abrieron de par en par, y me encontré nuevamente en el mismo lugar donde había caído dormido.
—¿Qué demonios fue eso?
Mis ojos exploraron el entorno, pero todo era tranquilo. No había rastro de la oscuridad acosadora ni de la intensa batalla que había presenciado. En su lugar, la paz y la serenidad reinaban.
El sol descendía en el horizonte, pintando el cielo con colores cálidos y dorados. Sus rayos acariciaban la colina donde me encontraba, creando un ambiente mágico y encantador.
Me levanté lentamente y decidí regresar a casa. El extraño sueño aún permanecía en mi mente y mientras caminaba, mis pensamientos se mezclaban con las imágenes de ese ambiente oscuro.
«Bueno, solo son sueños, ¿no?», me dije a mí mismo, tratando de tranquilizarme.
Sin embargo, una sensación de inquietud me embargó. Sabía que algo no estaba bien.