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Chapter 5 - Un Hogar Lleno de Vida

Gareth cruzó el umbral de la acogedora cabaña de madera. El reconfortante aroma a estofado recién hecho por su madre lo recibió cálidamente, haciendo rugir su estómago.

Ana, con su vivaz sonrisa y brillantes ojos azules, corrió a abrazarlo. Su cabello castaño bailaba alegremente detrás de ella.

—¡Hermano, volviste!

Gareth la levantó en un fuerte abrazo, haciéndola reír.

—Te extrañé, pequeña —dijo con cariño, alborotando su cabello.

Juntos fueron a la cocina, el corazón del hogar. Su madre tarareaba una alegre melodía mientras removía el aromático estofado.

—Justo a tiempo para la cena —dijo ella con una sonrisa.

—Gracias, madre —respondió él, con gratitud.

Mientras Ana ponía la mesa, Gareth ayudó a servir la comida. Pronto llegó el resto de la familia para disfrutar la sencilla pero sabrosa cena.

Luego se reunieron alrededor del crepitante fuego. El padre encendió su pipa e invitó a Gareth a sentarse con él.

—Cuéntame sobre tu día en el pueblo —dijo en tono afable.

Gareth describió el sol abrasador, las negociaciones con los comerciantes y la satisfacción de obtener un buen precio. Su pequeña hermana escuchaba atentamente, haciendo preguntas ocasionales con curiosidad infantil.

Cuando terminó, el padre reflexionó:

—Hiciste un gran trabajo, hijo.

Esas simples palabras llenaron de alegría el corazón del joven.

Luego vino la pregunta crucial, mientras su padre lo miraba con ojos llenos de amor:

—Dime, Gareth, ya casi un hombre... ¿has pensado en tu futuro?

Tras una pausa reflexiva, Gareth respondió:

—Padre, mi sueño es dedicarme al comercio, expandir los horizontes para nuestra familia.

El padre asintió pausadamente.

—Puede ser difícil, pero confío en ti. Sigue a tu corazón, y no olvides tus raíces. La familia es el mayor tesoro.

Gareth sintió el apoyo de los suyos, como una cálida luz guiándolo hacia la vida que había elegido

Tras la emotiva conversación, la familia continuó compartiendo relatos y risas junto al reconfortante fuego. Gareth observaba a sus seres queridos con profundo cariño, atesorando cada precioso momento.

Luego, cuando el cansancio se hizo sentir, Gareth y su hermano se retiraron a descansar. Mientras se metía en la cama, el joven podía escuchar las amortiguadas risas de Ana y su madre en la habitación contigua, compartiendo confidencias antes de dormir.

Esos dulces sonidos familiares arrullaron a Gareth mientras se dejaba vencer por el sueño. Una suave sonrisa aún plasmada en su rostro.

A la mañana siguiente, los primeros rayos de sol se filtraron por la ventana, anunciando un nuevo día. Gareth se desperezó y se levantó, anticipando el desayuno preparado por su madre.

En la cocina, el delicioso aroma a salchichas y huevos inundaba el ambiente.

—Buenos días, madre —la saludó alegremente.

—Siéntate, el desayuno está listo —respondió ella con una afable sonrisa.

Mientras comían, conversaron sobre las tareas del día. Gareth ayudaría a su padre y hermano en el campo por la mañana. Luego acompañaría a Ana al mercado por la tarde. Su madre pasaría el día ayudando a una vecina enferma.

Gareth valoraba esos tranquilos momentos con su madre, disfrutando de su exquisita comida y amable compañía. Ella era el pilar del hogar.

Tras el desayuno, Gareth encontró a su padre y hermano preparándose para el trabajo en el campo. Los saludó alegremente antes de ponerse manos a la obra.

Juntos caminaron bajo el sol matinal hacia el canal de riego que debían despejar ese día. Pasaron la mañana trabajando arduamente, removiendo rocas, lodo y malezas del canal. Era una labor agotadora pero gratificante.

Cuando el sol alcanzó su cúspide, hicieron una pausa para almorzar a la sombra de un frondoso árbol. Comieron pan, queso y fruta, descansando sus cansados músculos.

Más tarde, Gareth se despidió para encontrarse con Ana e ir al mercado. La encontró esperándolo ansiosamente en la puerta.

—¡Por fin estás listo! —exclamó la niña con impaciencia.

Gareth sonrió y revolvió su cabello. —Vamos, llegaremos a tiempo.

Caminaron hacia el bullicioso mercado. Los vendedores pregonaban sus productos mientras los compradores regateaban. Exquisitos aromas inundaban el aire.

Ana observaba todo maravillada. Gareth la ayudó a seleccionar frutas y verduras frescas, negociando hábilmente gracias a sus dotes comerciales.

De regreso a casa, Ana parloteaba sin parar sobre lo vivido. Gareth sonreía, feliz de verla tan contenta por algo tan simple como una visita al mercado.

Al llegar, el delicioso aroma de la cena de su madre los recibió. La familia ya estaba sentada a la mesa. Todos compartieron alegremente las anécdotas del día mientras disfrutaban de la comida.

Más tarde, mientras lavaba los platos, Gareth tarareaba distraídamente una canción de su infancia. El agua tibia y las burbujas tenían un efecto relajante en él.

Luego se unió a su padre y hermano afuera para fumar en pipa bajo el manto estrellado, cada uno perdido en sus pensamientos.

Cuando el cansancio llegó, Gareth se despidió para ir a dormir. Mientras se metía en la cama, podía escuchar las risas de Ana y su madre en la habitación contigua.

Con una profunda sensación de paz y gratitud, cerró los ojos y se dejó arrullar por los reconfortantes sonidos del hogar, quedándose dormido con una sonrisa en el rostro.

A la mañana siguiente, Gareth se despertó de buen ánimo, listo para iniciar un nuevo día. En la cocina, el delicioso aroma a panqueques recién hechos por su madre llenaba el ambiente.

—Buenos días, madre —la saludó alegremente antes de sentarse a la mesa.

—Dormiste bien por lo visto —dijo ella con una sonrisa, sirviéndole un generoso plato.

Mientras comía con buen apetito, su madre comentó—: Hoy debo hacer unas diligencias en el pueblo y me preguntaba si podrías acompañarme.

Gareth accedió gustoso a pasar tiempo con ella. Luego de desayunar y lavar los platos, emprendieron el camino hacia el centro del pueblo. Su madre tarareaba suavemente una nostálgica tonada de su niñez mientras caminaban.

Ya en el pueblo, visitaron varios puestos y negocios. En cada lugar, Gareth notó cómo su madre intercambiaba cordiales saludos con los tenderos, preguntando amablemente por sus familias. Claramente, ella era una figura muy apreciada.

Cargados con diversos paquetes, se detuvieron a descansar en una banca de la plaza principal.

—Qué agradable pasar la mañana juntos —comentó la madre con una sonrisa—. Me trae recuerdos de cuando eras pequeño y venías conmigo.

Gareth sonrió con nostalgia. Luego continuaron con sus diligencias antes de emprender el regreso a la granja.

De vuelta en casa, guardaron las compras y prepararon el almuerzo. Su madre hacía abundantes emparedados mientras Gareth cortaba frescas verduras para una ensalada.

Cuando llegó el resto de la familia, disfrutaron del sencillo pero nutritivo almuerzo al aire libre, aprovechando el espléndido clima.

Luego de limpiar, cada uno se dirigió a sus tareas vespertinas. Mas tarde, Gareth decidió visitar a su amigo de la infancia Alex. Lo encontró alimentando a las gallinas.

Sentados bajo un árbol, Gareth y Alex conversaron amigablemente sobre sus vidas, riendo al rememorar divertidas anécdotas de su infancia compartida. Gareth se sentía revitalizado por la compañía de su viejo amigo de la niñez. Era reconfortante saber que algunos lazos permanecían inalterados pese al paso del tiempo.

Cuando el sol comenzó a descender en el horizonte, señalando que la tarde llegaba a su fin, Gareth se despidió de Alex para regresar a casa a tiempo para la ansiada cena familiar.

Al reunirse con sus seres queridos alrededor de la mesa, sintiéndose agradecido por un día tan completo y satisfactorio.

Más tarde, mientras realizaba la habitual tarea de lavar los platos, Gareth reflexionaba sobre los gratos momentos del día: la caminata con su madre, el almuerzo con su familia, la amena visita con Alex. Simples pero valiosos momentos cotidianos que lo llenaban de significado.

Ya entrada la noche, antes de retirarse a descansar, Gareth observó a través de la ventana el manto estrellado que se extendía infinito sobre los apacibles campos. En algún lugar allá afuera lo esperaban los desafíos de sus sueños por convertirse en comerciante. Pero sabía que este hogar y los suyos serían siempre su refugio, aquel al cual regresar. Con ese reconfortante pensamiento en mente, se durmió plácidamente.

A la mañana siguiente, después de desayunar, Gareth se preparó para partir hacia la Ciudad de Eldoria y despedirse de sus amigos Alex y Sarah antes de que cada uno se dirigiera a diferentes ciudades para realizar sus respectivas pruebas de habilidad mágica obligatorias.

El sol de la mañana calentaba suavemente su rostro mientras recorría el sendero que tantas veces había transitado para visitar a sus amigos. Aunque una parte de él estaba nerviosa por separarse de sus amigos de la infancia.

Al llegar a las afueras de Eldoria, Gareth avistó a lo lejos las figuras conocidas de Alex y Sarah, que ya lo esperaban listos para partir.

—¡Gareth, llegas tarde como siempre! —lo saludó Sarah en tono de broma, con una sonrisa bailando en sus labios.

—No los haría esperar tanto si no vivieran en la gran ciudad —respondió Gareth también sonriendo—. ¿Listos para nuestra separación temporal?

—Listos para probar nuestras habilidades mágicas, querrás decir —señaló Alex con su acostumbrado tono enigmático—. Pero no te preocupes, volveremos a reunirnos con muchas historias que contar.

Gareth asintió, sintiendo una mezcla de nostalgia y emoción. Sabía que extrañaría a sus amigos, pero también anticipaba las aventuras que lo aguardaban en su viaje de aprendizaje comercial.

—Tienes razón, esta separación es solo temporal —dijo con convicción—. Y cuando volvamos a reunirnos, celebraremos el inicio de nuestros caminos como mago, comerciante y futura gobernante.

Sarah puso los ojos en blanco ante la mención de su título nobiliario.

—Más te vale no meterte en problemas mientras no estoy cerca para cuidarte, tonto —dijo con fingida irritación.

Los tres amigos rieron, saboreando este momento compartido antes de emprender sus respectivos caminos. Tras un último abrazo grupal, abordaron las carrozas que los llevarían a diferentes ciudades para sus evaluaciones mágicas.

Gareth les dedicó un gesto de despedida al partir, con la promesa de un reencuentro muy presente en su mente.

Al llegar a la granja, su madre lo recibió con un maternal abrazo, infundiéndole seguridad.

—Sé que lo harás muy bien, estamos orgullosos de ti—.

Gareth asintió con determinación, sintiéndose listo para el desafío. Sabía que podría contarles a los suyos sobre su experiencia al regresar.

Luego de una reconfortante cena familiar, Gareth se retiró a su alcoba para preparase espiritualmente mediante la meditación. Al amanecer, se embarcaría en la prueba que decidiría su futuro como mago.

Mientras observaba la luna a través de la ventana, una mezcla de emoción y nervios lo invadía. Pero con el sustento de su familia y amigos, estaba decidido a triunfar.

Con resolución, cerró los ojos y se entregó al descanso, listo para recibir el nuevo día y superar la prueba con entereza.