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Chapter 6 - El Desastre

El sol comenzaba su lento descenso en el horizonte cuando Gareth regresaba a casa después de un día agotador en la Academia de Eldoria. Los cascos de su caballo repiqueteaban suavemente sobre los adoquines del camino rural, produciendo un relajante murmullo que invitaba a dejar la mente en blanco.

Gareth cerró los ojos y dejó que la suave brisa acariciara su rostro, disfrutando de la tranquilidad del momento. En su mente revivía las extrañas pero intrigantes pruebas mágicas que había realizado esa mañana.

«Me pregunto cómo encajarán esas habilidades en mi futuro como comerciante», pensó, aún procesando la experiencia.

De pronto, un ensordecedor estruendo sacudió el aire, haciendo que su corazón se acelerara. La tierra tembló bajo los cascos del caballo, que se relinchó y se encabritó violentamente, lanzando a Gareth fuera de la carreta hacia la polvorienta vereda.

Aturdido y desorientado, Gareth se incorporó y miró a su alrededor, desconcertado. El caballo había huido despavorido ante el sonido. A lo lejos divisó una extraña estructura que se elevaba en el horizonte, hacia su aldea.

Un siniestro monumento lleno de misteriosos grabados quirúrgicamente amenazante en medio de la nada. Irradiaba una energía oscura que distorsionaba el espacio a su alrededor, transmitiendo una sensación de peligro inminente. Antes de que Gareth pudiera reaccionar, una onda de choque surgió del monumento, sacudiendo el suelo con una fuerza abrumadora.

Gareth cayó de rodillas, con un pitido atronador en los oídos. Sólo un pensamiento llenaba su mente en ese momento, provocándole una ola de pánico.

«¡La granja... mi familia está en peligro!»

El miedo se ancló en su pecho cuando se puso de pie tan rápido como pudo y echó a correr hacia la aldea. Mientras se acercaba, observar aterrorizado cómo algunos techos de las casas colapsaban debido a la onda expansiva. Nubes de polvo cubrían el pueblo por completo.

«Mamá, papá, Ana...por favor, que estén bien», imploraba internamente.

Al aproximarse a la entrada del pueblo, empezó a ver a los pobladores huir despavoridos, con miradas cargadas de pánico. Gareth estaba decidido a continuar y buscar a su familia, ignorando la situación, cuando sintió un fuerte tirón en su brazo que lo detuvo.

Era su tío Edmund, con el rostro demacrado.

—¡Gareth, tienes que venir con nosotros ahora! —dijo, tratando de mantener la calma.

Gareth forcejeó, con la mirada nublada por la angustia.

-¡No! ¡Mi familia está en peligro! Debo encontrar...

Su tío lo sostuvo con firmeza, mirándolo directo a los ojos.

—¡No hay tiempo, Gareth! ¡Tenemos que irnos ya!

Gareth siguió resistiéndose, desesperado.

—¡Mi familia me necesita, no puedo abandonarlos!

Su tío lo sujetó por los hombros, su expresión grave.

—Escucha, Gareth. Tus padres y Ana ya huyeron rumbo a Eldoria. Necesitamos unirnos al grupo e ir hacia allá para buscar refugio.

Tras una pausa agónica, Gareth avanzó y se unió a los demás aldeanos que corrían a toda prisa hacia la protección de las murallas de Eldoria. Pero la angustia seguía presionando su pecho.

—Tío, por favor, dime qué es esa cosa que apareció en el cielo —preguntó Gareth, con la voz temblorosa.

—No tengo idea. Aparecio de la nada. Algunas criaturas se llevaron a varios amigos... no sabemos qué fue de ellos —respondió su tío Edmund con semblante preocupado.

Gareth se acercó en silencio, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda. Se obligó a seguir adelante, rezando internamente por su familia.

Al llegar a las puertas de Eldoria, Gareth observó a los soldados preparando la defensa de la ciudad. La tensión en el ambiente era palpable. Las voces de los oficiales dando órdenes resonaban por todas partes.

«Espero que todos estemos a salvo tras estas murallas», pensó mientras ingresaba junto a los demás refugiados antes de que cerraran las pesadas puertas.

En la plaza central les esperaba el Capitán Oren, con su rostro surcado de cicatrices de batalla. Gareth sintió un poco de alivio al verlo. Si alguien podía guiarlos en esta crisis, era él.

La voz de Oren regresó a la plaza, cargada de urgencia.

—¡Ciudadanos! Eldoria está bajo ataque. La amenaza es aún desconocida, pero se solicitó refuerzos de la capital. Necesito que todo hombre apto mayor de 18 años para que se aliste para defender la ciudad. Mujeres, niños y jóvenes deben prepararse para ir a Vallebrisa por su seguridad. ¡Rápido, no hay tiempo que perder!

Como una marea imparable, todos se movilizaron para cumplir sus órdenes. Los rostros reflejaban determinación, pero también miedo. En poco tiempo, herreros, granjeros y otros se unieron para conformar milicias.

En medio del caos, Gareth buscó desesperado a su tío Edmund.

—Tío, antes dijiste que mamá, papá y Ana habían huido a Eldoria. ¿Dónde habíamos quedado de reunirnos con ellos?

Su tío desvió la mirada, incómodo. Respiro hondo antes de hablar.

—Gareth... no están aquí. Eso no era cierto. Perdóname, solo quería protegerte.

Sintiéndose traicionado, Gareth apretó los puños con impotencia.

— ¿Cómo pudiste mentirme? ¡Necesito saber dónde están! Dímelo, por favor... —suplicó Gareth, con la voz quebrada.

Pero su tío simplemente se dio la vuelta y se alejó para atender los preparativos defensivos, dejando a Gareth sumido en una profunda frustración y dolor.

—¡No puedes solo soltarme esto e irte! Mi familia corre peligro si se quedo en el pueblo, merezco conocer la verdad —gritó Gareth con las lágrimas resbalando por sus mejillas. 

Y sin más Edmund, se fue, ignorando las súplicas de Gareth. El joven se quedó allí de pie, invadido por la angustia y la confusión. Necesitaba hacer algo para rescatar a su familia. 

Perdido en sus pensamientos, una voz joven pero decidida llamó su atención. Era Liam, un muchacho de diecisiete años que arengaba a un grupo de jóvenes.

—No puedo quedarme de brazos cruzados mientras mi familia enfrenta esta amenaza. Debemos ir a buscarlos y ayudarlos, incluso luchar si es necesario.

—Tienes razón, no podemos abandonar a los nuestros —dijo Gareth, acercándose al grupo.

Otros se fueron sumando, todos compartiendo esa misma desesperación. Juntos, trazaron un plan audaz para escapar y buscar a sus familias, aprovechando que los soldados estaban ocupados en los preparativos defensivos. Pero su intento de fuga fue rápidamente descubierto y se vieron forzados a enfrentar al Capitán Oren, quien los miró con una mezcla de severidad y comprensión.

—Sé que están desesperados, pero aventurarse solos es un suicidio. Les ordeno regresar para evacuar junto a los demás —dijo Oren con voz firme pero empática—. Prometo que mis hombres harán todo lo posible por rescatar a sus familias.

A regañadientes, Gareth y los demás obedecieron. Con el corazón destrozado, se unió a la caravana de refugiados que abandonaba la ciudad, mirando hacia atrás con angustia y prometiéndose que volvería algún día para reencontrarse con su familia.

Mientras se alejaba por el polvoriento camino, las lágrimas surcaban su rostro. Pero en su interior, bajo la tristeza, también crecía la determinación de luchar por proteger a los suyos y descubrir la verdad sobre el desfile de sus padres y hermana. Aferrándose a esa esperanza, continuó la marcha junto a los otros refugiados.

«Madre, padre, Ana... si aún viven, por favor, resistan. No se rindan. Volveré por ustedes, lo juro por mi vida. Espérenme».

La oscuridad de la noche se cernía sobre ellos mientras se dirigían hacia la ciudad más cercana, con la esperanza de que algún día, cuando todo esto terminara, podrían reunirse con sus familias y enfrentarse juntos a lo que fuera que se interpusiera en su camino. La incertidumbre y el miedo se entrelazaban con su determinación seguían adelante en la oscuridad, sin saber lo que les depararía el futuro.