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Chapter 7 - La academia

La mañana llego despejada y brillante cuando Gareth se dirigió hacia la majestuosa Academia de Magia y Reclutamiento situada en Eldoria, la bulliciosa Ciudad del Comercio.

A medida que se acercaba a las imponentes murallas de mármol sólido que protegían la ciudad, Gareth quedó maravillado por la vitalidad que reinaba en las calles adoquinadas. El aroma tentador de las especias y la comida cocinándose en los puestos del mercado inundaba el aire, mezclándose con el bullicio de los comerciantes que pregonaban sus productos con entusiasmo.

Las elegantes fachadas de los edificios estaban ricamente decoradas con elaborados mosaicos que representaban escenas míticas de la historia del reino. Los tonos ocres y terracota de la piedra le daban un aire cálido a la arquitectura y parecían cobrar vida bajo la luz brillante del sol de la mañana. intrincadas filigranas como encaje adornaban los marcos de las puertas y ventanas, confiriéndoles un aspecto casi artístico.

Al pasar frente a la panadería "El Rincón del Panadero", el dulce y cautivador aroma a pan recién horneado lo tentó a detenerse para comprar uno de esos apetitosos cruasanes de mantequilla que se exhibían en la vidriera. Tuvo que contener el impulso y seguir caminando, recordándose a sí mismo que llegaría tarde si se retrasaba en su primer día.

Más adelante, la suntuosa fuente de la plaza principal capturó su atención. El agua brotaba desde la copa que sostenía una majestuosa escultura de mármol tallada con la imagen de la diosa de la prosperidad. Su caída creaba un relajante murmullo que se mezclaba con el bullicio alegre de la plaza. Alrededor de la fuente había bancos de piedra donde algunas personas descansaban y charlaban animadamente, disfrutando de la frescura del agua.

Por un momento, Gareth se sintió abrumado por la cantidad de aromas, sonidos y colores que inundaban sus sentidos. Eldoria estaba llena de vida, un crisol bullicioso de actividad y comercio que despertaba su curiosidad innata. La diversidad de razas y culturas que se entremezclaban le daban un aire único a la ciudad.

Como futuro comerciante, Gareth no podía evitar prestar atención a los puestos del mercado, las confiterías y los edificios enjoyados, imaginando las posibilidades comerciales que ofrecía la ciudad. Su mente ávida absorbía cada detalle, desde los elaborados mosaicos hasta la mercancía que transportaban los carros por las calles adoquinadas.

Las calles estaban llenas de todo tipo de personajes: desde mercaderes transportando telas finas y especias exóticas, hasta campesinos con sus carretas cargadas de cosechas frescas para vender en el mercado. Los pregoneros anunciaban sus productos a voz en cuello, compitiendo por llamar la atención de los transeúntes. Una vibrante mezcla de colores, texturas y aromas envolvía los sentidos de Gareth mientras avanzaba entre el gentío.

Al fin, después de recorrer unas cuantas cuadras, la imponente academia se alzó ante él, sacándolo momentáneamente de sus cavilaciones comerciales. Contuvo el aliento al admirar las elegantes torres de piedra gris que se elevaban hacia el cielo como centinelas custodiando el acceso al conocimiento.

La majestuosa fachada principal estaba construida con precisos bloques de granito perfectamente ensamblados. Sobre el arco de entrada, un intricado relieve representaba a famosos magos y héroes del pasado que parecían custodiar el acceso al interior. Sus rostros reflejaban sabiduría y sus túnicas ondeaban como si una brisa invisible soplara en la piedra eterna.

Tras cruzar las enormes puertas dobles de roble finamente grabado con protecciones arcanas, un peculiar aroma a pergamino, tinta y algo más etéreo e indefinible invadió sus fosas nasales. Frente a él se extendía un amplio vestíbulo con el piso de mármol pulido y las paredes decoradas con tapices que narraban hazañas legendarias de la historia del reino.

Al fondo del vestíbulo había un mostrador de caoba tallada y detrás una puerta que daba a la vasta biblioteca, donde Gareth imaginaba que debían guardarse miles de tomos con todo tipo de conocimientos arcanos, perfectamente acomodados en interminables estantes que se perdían en la penumbra de las galerías subterráneas.

Una mujer de cabello veteado de gris y mirada afable se acercó a él desde detrás del mostrador.

—Buenos días, joven —lo saludó con una sonrisa—. Bienvenido a la Academia. ¿Viene para inscribirse a las pruebas de aptitud mágica?

—Sí, así es —confirmó Gareth, aunque en su mente no dejaba de pensar en todo lo que aún tenía que aprender sobre comercio y estrategias de negociación.

Luego de completar el registro en el libro de inscripciones, la amable recepcionista llamada Lina le explicó con una voz suave y melodiosa el procedimiento que se seguiría durante las evaluaciones mágicas.

—Las pruebas se realizarán en el Gran Salón del segundo piso —comentó, señalando una escalera de mármol que conducía a los pisos superiores—. Por favor diríjase allí, el magistrado explicará los detalles a los postulantes.

Gareth le agradeció y comenzó a ascender por la escalinata, sus pasos resonando en el mármol. Sentía una mezcla de nerviosismo y emoción mientras se adentraba más en el mundo mágico que siempre había admirado.

En el segundo piso encontró sin problema el Gran Salón, una enorme cámara circular con una cúpula de cristal que dejaba entrar la luz del sol. Al entrar, sus ojos contemplaron fascinados los intrincados símbolos arcanos grabados en las paredes y columnas de mármol veteado que sostenían la cúpula. Se preguntó si esos glifos tendrían algún significado oculto o propiedades mágicas especiales.

En el centro había una tarima de piedra donde un magistrado de barba blanca y mirada severa ya estaba explicando el procedimiento a los postulantes, que se habían reunido alrededor con expresiones nerviosas. Gareth se unió al grupo justo a tiempo para escuchar las instrucciones finales pronunciadas con voz monocorde y autoritaria que no admitía discusiones.

El magistrado aclaró que pasarían el día completo realizando una sucesión de pruebas mágicas para evaluar sus habilidades en categorías como percepción arcana, resistencia mística, capacidad de canalizar energía mágica, conocimiento teórico y dominio de hechizos básicos. Les advirtió que se trataba de un proceso agotador, tanto física como mentalmente, por lo que debían estar preparados.

Las horas pasaron en una sucesión agotadora de desafíos mágicos que pusieron a prueba los límites de concentración y resistencia de Gareth. Constantemente debía enfocarse en seguir instrucciones y completar las tareas, pero su mente tenía la mala costumbre de divagar, pensando en las rutas comerciales y estrategias de negociación que había estado estudiando últimamente.

En una de las pruebas, tuvieron que meditar durante una hora entera, trascendiendo el plano físico para explorar el reino místico con sus sentidos mágicos. Gareth luchó por mantener su concentración y no dejarse distraer. Cuando el magistrado los trajo de vuelta al plano material, les hizo describir sus percepciones. Gareth pudo dar algunos detalles vagos, pero se frustró al notar que otros postulantes pudieron explorar mucho más profundamente.

Luego pasaron a una prueba de conocimientos teóricos, respondiendo un extenso cuestionario sobre historia de la magia, propiedades de diferentes materiales arcanos y conceptos místicos. Gareth confiaba en que se manejaría bien en la parte histórica, pero algunas preguntas sobre alquimia y teoría mágica lo dejaron bastante desconcertado.

Otro desafío consistió en intentar realizar un sencillo hechizo de levitación sobre una pluma. La concentración y visualización que Gareth debía mantener para lograr que la pluma se elevara un par de centímetros del suelo era extenuante. Cuando terminó esa prueba sentía que su mente estaba frita, pero se consoló al ver que algunos otros tampoco habían tenido mucho éxito.

Finalmente, llegó el momento de evaluar su capacidad de curación mágica, algo que Gareth esperaba con nerviosismo. El magistrado procedió a realizar un pequeño corte con una daga arcana en su dedo índice. Gareth apretó los dientes al sentir el agudo dolor en la yema de su dedo, pero rápidamente se enfocó en dirigir su energía mágica hacia la herida abierta. Para su sorpresa y alivio, la lesión comenzó a cerrarse a gran velocidad, dejando solo una fina línea rosada donde había estado el tajo.

Sin embargo, el esfuerzo de canalizar su energía de forma tan enfocada para lograr el proceso acelerado de cicatrización le produjo un agotamiento momentáneo. Le llevó algunos minutos recuperar el aliento y sentir que su propio mana se reconstituía.

Una vez finalizadas las extenuantes pruebas mágicas, llegó el momento de recibir los resultados de parte del severo magistrado. Gareth esperaba en el pasillo del segundo piso junto a los otros postulantes, impaciente por confirmar sus aptitudes.

Cuando fue su turno, el magistrado le entregó un pergamino con los resultados de todas las evaluaciones mágicas. Gareth lo desenrolló y examinó las cifras con moderado interés. Tal como sospechaba, sus habilidades mágicas no parecían nada fuera de lo común en la mayoría de categorías. Sus puntajes promedio reflejaban su nivel mediano en cuanto a percepción, conocimientos teóricos y dominio de hechizos simples.

Sin embargo, en la sección de curación mágica había obtenido una puntuación sorprendentemente alta de 90 puntos. Eso confirmaba su capacidad de acelerar el proceso de cicatrización en su propio cuerpo de manera bastante efectiva.

El magistrado observó la reacción de Gareth y comentó sin una pizca de emotividad en su voz:

—Tu puntaje de 90 en curación es excelente para un novato. Si bien ese don no es extremadamente raro, demuestra que tienes un talento natual para la sanación. Con el entrenamiento adecuado podrías llegar a ser un sanador competente.

Gareth asintió educadamente ante la evaluación. Sin embargo, en su fuero interno sentía un gran alivio al confirmar que sus aptitudes mágicas no eran nada excepcionales, excepto por esa autocuración ligeramente acelerada. Sabía que su verdadera pasión era el comercio y las finanzas, no la magia o la sanación.

Las evaluaciones solo habían confirmado que podía seguir enfocándose plenamente en su sueño de convertirse en un exitoso comerciante, sin verse distraído por un supuesto gran talento mágico que lo obligara a encaminarse como sanador, hechicero o académico arcano. Su camino estaba claro, y la academia solo había sido un paso formal necesario para cumplir con las reglas del reino.

Tras abandonar la imponente academia y despedirse de la afable recepcionista Lina, Gareth emprendió el regreso a su hogar. El sol se estaba poniendo en el horizonte, bañando las calles de Eldoria con los tonos dorados y rojizos del atardecer. Los edificios parecían cobrar vida con ese brillo etéreo del ocaso.

Mientras caminaba, Gareth no podía evitar sonreír al contemplar el horizonte y sentir que un mundo de posibilidades comerciales se extendía ante él, esperando ser explorado. Su mente ávida ya estaba ideando posibles rutas de comercio y estrategias para establecer su propio negocio.

De pronto, una voz grave pero amable interrumpió sus pensamientos.

—Disculpa, joven. Noté que estabas haciendo las pruebas en la academia. ¿Cómo te fue?

Gareth se giró para ver quién le hablaba y se encontró con un hombre alto y fornido, de mirada astuta pero afable. Tenía el cabello castaño veteado de gris y una barba bien recortada. Vestía ropas sencillas pero pulcras, y en su cinturón colgaba una espada corta en una vaina de cuero.

—Muy bien, gracias por preguntar. Fue un día largo pero productivo —respondió Gareth.

—Me llamo Oren, soy el capitán de la milicia de Eldoria —se presentó el hombre, estrechando la mano del joven—. Percibí algo especial en ti y tu forma de moverte. Una perseverancia y astucia que no se ven todos los días. Dime, ¿has considerado unirte a nuestras fuerzas? Siempre estamos buscando jóvenes prometedores.

Gareth sintió el firme apretón y la mirada intensa del Capitán. Le pareció un hombre justo y honorable. Sin embargo, ya tenía muy claro su camino.

—Lo agradezco, pero tengo mis metas puestas en el comercio —respondió con seguridad—. Mi sueño es convertirme en un próspero comerciante y seguir los pasos de mi padre.

Oren asintió, sin mostrar decepción ante la negativa del joven.

—Entiendo perfectamente. La vida militar no es para todos —comentó con una sonrisa afable—. De cualquier manera, quiero que sepas que siempre tendrás un amigo en la milicia de Eldoria. Tanto en el comercio como en cualquier camino que elijas, tu astucia y determinación te llevarán lejos si sigues cultivándolas.

Luego agregó en un tono bromista:

—Y cuando seas un rico comerciante, espero que no te olvides de tus amigos en la milicia. Siempre nos vendrían bien provisiones y equipo de calidad para nuestras tropas.

Gareth rio ante el comentario.

—Sería un honor proveer a las fuerzas de Eldoria cuando tenga mi propia empresa. Es una promesa, Capitán Oren.

—Excelente. Te tomaré la palabra, joven Gareth —respondió Oren con un guiño amistoso—. Que tengas mucho éxito en tus empresas. Y no olvides que mi oferta seguirá en pie si algún día deseas explorar tu potencial marcial. Hasta luego.

Tras la amable conversación con el Capitán Oren, Gareth se despidió y continuó su camino, dejando atrás la academia. La plática lo había dejado reflexionando sobre su futuro. Aunque no tenía intenciones de unirse a la milicia, las palabras de Oren sobre cultivar su astucia y determinación resonaron en su mente.

Gareth sabía que esas cualidades serían esenciales para triunfar como comerciante en un mundo competitivo. Estaba decidido a seguir desarrollando esos aspectos de sí mismo.

Mientras caminaba por las calles de Eldoria, ya casi vacías a esa hora del atardecer, Gareth meditaba sobre lo vivido ese día. La experiencia en la Academia, aunque agotadora, también había sido valiosa. Como futuro comerciante, conocer el mundo de la magia le daba una perspectiva más amplia del mercado.

Con la mente enfocada en proyectos futuros pero el cuerpo exhausto, Gareth finalmente dejó atrás las murallas de Eldoria en su camino de regreso a casa. Los desafíos del día habían sido intensos, pero se sentía optimista sobre el camino que había elegido. Estaba ansioso por poner en marcha sus sueños de convertirse en un próspero comerciante.