En la oscuridad de la noche, mientras todas las familias del reino dormían. En las afueras de la ciudad, una casa se iluminaba bajo las intensas llamas que amenazaban con consumirla.
A unos pocos metros de la casa se podía ver a cuatro figuras que estaban de pie mientras respiraban con dificultad. Sus ropas estaban rasgadas. Sus manos estaban heridas y parte de su piel se había quemado.
Diez minutos después. La casa que estas figuras observaban se había convertido en una sola llama. Todo en su interior se había perdido. El traqueteo de la madera siento consumida se podía escuchar desde donde se encontraban.
Las cuatro figuras habían recuperado su aliento. No se habían movido ni un centímetro del lugar. A pesar del intenso vapor que los arropaba. Sus ojos estaban fijos en la casa, de tal manera que las llamas que la envolvían podían reflejarse en sus ojos.
Habían apretado tan fuerte sus puños que las uñas se habían clavado en la palma de su mano, provocando que la sangre brotara de ella.
Cuando todo fue reduciendo todo a cenizas. Se escuchó la voz de un hombre. Esta voz provenía de una de las cuatro figuras que estaban de pie.
"¡¡Pagarán por esto!!"— dijo el hombre. Generando un eco por todo el paraje. Sus ojos estaban llenos de un fuerte deseo de venganza.
Las lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de las tres figuras que estaban a su lado mientras el hombre extendía sus brazos y los arropaba como si fuera un abrigo.
La casa que habían visto quemarse bajo las llamas, era su hogar. Había tristeza en sus rostros. No tenían a donde ir. La ropa que vestían era lo único que les quedaba.
¿Quién fue tan cruel para hacer semejante fechoría?
Estas eran las preguntas que todos se harían si vieran esta escena, pero no ellos. Ellos sabían quiénes eran los culpables.
No fue el trabajo de una persona. Este trabajo fue hecho por una familia. A pesar de que no había sido ellos quienes prendieron el fuego, habían contratado a personas para que realizaran el trabajo.
¿Qué habían hecho estas personas para que incendiaran su hogar?
No habían cometido ningún delito, más bien se podría decir que eran personas amables y justas. Su único error fue no cumplir una orden de la familia real.
La familia Benner era la máxima autoridad del reino. Tenían el título de familia real al ser los reyes de la raza de los humanos.
Su heredero al trono era un depravado sexual que se acostaba con las mujeres que él quería sin importarle si estaban de acuerdo o no.
Cuando el hijo de la familia Benner vio a la hija de esta familia plebeya la deseo tanto que comenzó a buscar la oportunidad de acostarse con ella acosándola en repetidas ocasiones. Tenía el deseo de convertirla en una de sus concubinas. Sabía que debido a su estatus plebeyo, sus padres no la aceptarían como su esposa.
Los padres de la joven se negaron a permitir que su hija fuera tomada como un objeto sexual y expresaron una condición para entregar a su hija. Esta condición decía que su hija debía ser tomada como esposa, de lo contrario jamás la entregarían.
La familia real enfureció ante su demanda y proclamaron una orden real. La orden dictaba que debían estregar a su hija en un lapso de quince días o serían tomados como traidores del reino.
La familia ignoro esta orden y continúo negándose hasta que la locura de la familia real los llevo a la situación actual en la que se encontraban.
Después de un tiempo de estar parados observando las cenizas de la casa. Una niña habló.
"¿Por qué? ¿Por qué quemaron nuestra casa?" – pregunto la niña. Solo tenía quince años y era ignorante de la decisión que sus padres habían tomado. Las lágrimas caían de su rostro, no entendía por qué había sucedido esto.
La mujer que estaba al lado del hombre respondió en tono serio.
"Es porque creen que son intocables" – dijo la mujer mientras se mordía el labio inferior.
El hombre solamente bajo la cabeza. Se sentía culpable, pero no estaba arrepentido de su decisión.
El joven que estaba a su lado lo estaba viendo fijamente, con ojos decididos. Cuando el hombre se dio cuenta de su mirada. Se dirigió a él en tono serio.
"Tienes algo que decir Jefferson" – dijo el hombre. Mirando al joven que no le despegaba, la mirada.
"Los vamos a matar, ¿verdad?" – dijo el joven mientras apretaba los dientes. Sabía quiénes eran los culpables y sabía el motivo por el que habían quemado su casa.
El hombre abrió mucho los ojos al escuchar sus palabras. No pudo evitar que una sonrisa de satisfacción se formara en su rostro.
'Eso es hijo, así se habla. No hay cabida para la cobardía en nuestra familia' – pensó el hombre, mientras se agachaba para ver a su hijo directamente a los ojos.
"Como a perros hijo. Te lo aseguro. Los mataremos como a perros" – dijo el hombre mientras colocaba su puño en el pecho de Jefferson, demostrando que no se acobardarían ante nadie.
La mujer soltó suspiro mientras colocaba su mano la cabeza de su esposo.
"No nos apresuremos demasiado Franklin. Sí, queremos hacerlo bien, hay que tomarnos nuestro tiempo" – dijo la mujer en tono serio. Ella no era una mujer cobarde. Había estado de acuerdo con la decisión de su marido de no entregar a su hija. La llama de la venganza se había encendido en su pecho y no iba a dudar en matarlos.
La única persona que no sabía de qué estaban hablando era la niña. Ella los miraba con una mirada confundida en su rostro mientras trataba de entender sus palabras.
"Ven Felicia, es hora de que sepas la verdad" – dijo la mujer con una mirada seria en su rostro.
La mujer señaló un lugar apartado y ambas comenzaron a caminar hacia él, dejando atrás a su esposo y su hijo, quienes solo podían ver sus espaldas mientras se alejaban.
'No seas tan dura contigo misma Louisa' – dijo Franklin en su mente mientras veía alejarse a su esposa y a su hija.
Franklin se quedó sentado al lado de Jefferson, esperando a que su esposa y su hija regresaran.
"Ese maldito hijo de perra no pudo conformarse con las mujeres que tenía" – dijo Jefferson con ira mientras arrojaba una pequeña roca que había recogido.
Las palabras de Jefferson atrajeron la atención de Franklin.
"El poder lo es todo en la vida, hijo. Debes ser fuerte para que nadie sea capaz de tocarte a ti o a los que amas" – dijo el hombre mientras se ponía de pie una vez más.
"Pero tú eres fuerte padre y aun así se atrevieron a ordenarnos que entregáramos a Felicia" – dijo el joven mientras dirigía su mirada a Franklin.
"La que ellos han hecho es negligencia, hijo" – dijo Franklin mientras observaba a su esposa y a su hija, que caminaban que hacia ellos.
Los ojos de Felicia estaban rojos debido a las lágrimas que había derramado. Su madre le había contado la verdad sin esconder el más mínimo detalle y se había culpado así misma de la desgracia de su familia, pero sus puños apretados y su mirada seria reflejaban la ira que estaba tratando de contener. Se iba a vengar y nadie la iba a detener.
Cuando llegaron a donde estaba Franklin. Felicia se inclinó hacia él mientras pronuncia unas palabras.
"Gracias por negarte padre. Gracias por no entregarme a ese cerdo" – dijo Felicia mientras la sangre se derramaba de sus manos.
Cuando Franklin escucho esas palabras se sintió aliviado. Su decisión de no entregar a Felicia a la familia real no había sido equivocada. Estaba feliz de ver el apoyo que su familia le mostraba.
"Lo que la familia real ha hecho es negligencia" – dijo Franklin una vez más dirigiendo su mirada a las tres personas que tenía delante.
"¿¡Sabes por qué es negligencia Jefferson!?" - dijo Franklin fijando su mirada en él.
Jefferson se tomó unos segundos para pensar, pero se dio por vencido al no encontrar la respuesta. Giro su cabeza de derecha a izquierda repetidamente afirmando que no lo sabía.
Franklin sonrío al ver que su hijo no había podido responder a su pregunta.
"Ellos conocen mi fuerza. Saben todo lo que he hecho por este reino y aun conociendo esto, se atrevieron a ordenarme que entregar a mi hija como una prostituta, y no solo eso, sino que cuando me negué a cumplir su orden. Ellos quemaron mi casa con la intensión de quemarnos a nosotros en el proceso" – dijo Franklin mientras la tierra bajo sus pies empezaba a agrietarse con cada palabra que pronunciaba.
"Esto es a lo que yo llamo negligencia Jefferson" – dijo él finalmente entregando la respuesta a su hijo.
Las tres personas que lo veían endurecieron su rostro con determinación.
"Es hora que el segador vuelva a despertar. Debo recordarles la razón por la que mis enemigos me dieron el nombre de "El segador""— dijo Franklin mientras se giraba y dirigía su mirada hacia el palacio real.
El fuego que la familia real había encendido iba a hacer la causa de su propia destrucción.