El lugar por la mañana era bastante concurrido, ruidoso y bullicioso. Muchas personas con aspectos propios de historias de fantasía caminaban por la calle mojada por la lluvia y restos de nieve. Nadie parecía sorprendido por sus apariencias; el único que parecía estarlo era yo.
—Ven, primero tenemos que conseguirte ropa. No puedes ir vestida así a nuestro golpe —me miró de arriba abajo y se rio.
La ropa que tenía puesta era la que había robado de la casa en la que estaba secuestrada. Tomé lo que más me llamó la atención, pero no lo que realmente necesitaba. Supongo que aún no me había percatado del todo de la situación en la que me encontraba y me encuentro actualmente. Tengo tantas ganas de gritar para despertarme del coma en el que fui inducido, pero esta realidad es tan real que creo que será mi realidad hasta el día en que muera; eso es lo que más me entristece.
—Ya estás otra vez. Tienes que ser capaz de controlar ese mal hábito que tienes de quedarte embobada mirando a la nada por varios segundos.
—Lo siento, sé que no me creerás, pero lo que estoy por contarte...
—Todavía no. Primero tengo que llevarte a dar una vuelta por la ciudad y conseguirte ropa nueva. Pareces alguien de mucho dinero, y eso podría traerte problemas por estos lares.
No sé qué se trae entre manos, pero de perdidos al río. Creo que será mejor continuar siguiéndole. Tal vez en algún punto pueda ver la manera de separarme de estos bandidos de una vez por todas. Después de todo, estoy en terreno desconocido y podría perderme o terminar muerto en una zanja. Aunque algo dentro de él me irradia confianza; tal vez sea su expresividad al hablar o su cara de buena persona.
—Primero tengo que llevarte a ver a una amiga nuestra. Es una sastra, aunque yo la llamaría más bien un desastre.
—¿Sastra?
—Tal vez no tenga los mismos materiales que uno de la alta villa, pero yo diría que es superior a ellos. Ya que también fabrica armaduras y prendas mágicas. Se dice por las calles que es una maga exiliada de la academia, pero ella nunca dice nada, aunque a mí no me interesa nada de eso, la verdad.
—¿Y por qué estás contándome todo esto?
—Solo para tener tema de conversación, estás muy tensa, sabes. Bueno, no importa, andando que hay muchas cosas que comprar, lugares por ver y personas por visitar.
—Pero no tengo dinero —metí la mano en los bolsillos del sobretodo para buscar algo de valor.
—No importa, eres de la banda, y los gastos del equipamiento en la primera misión corren por parte de los líderes. Además, parte del material para fabricarte nueva ropa lo llevas puesto, por lo que me saldrá aún más barato, ya que solo tendría que pagar la mano de obra.
Nik comenzó a caminar entre la multitud, y yo comencé a seguirle detrás. Mientras más me adentraba en la marabunta de personas, podía distinguir distintos olores, desde alcohol hasta otros más nauseabundos. Además, las personas, si se les puede llamar así, no por discriminar su clase social, sino más bien por su apariencia de animales, literalmente; gente de lo más variopinta.
Por estar divagando en mis pensamientos, tropecé con un hombre enorme de aspecto aterrador. El hombre se limitó a mirarme con un rostro de mosqueo, luego evocó una sonrisa maliciosa.
—Lo siento —le dije y continué caminando entre la multitud—. Eh.
Desde atrás sentí cómo me agarraban del brazo con fuerza.
—Oye, ¿qué hace una niña rica por estos lares? ¿De qué familia eres?
—¡Suéltame! —grité con rabia.
Todas las personas de la calle voltearon a verme, pero nadie vino a ayudarme. Algunos tuvieron la misma idea que este sujeto, de eso estoy seguro.
—No deberías gritar de esa manera, sabes. Aún es muy temprano por la mañana —comenzó a reír muy fuerte, contradiciéndose así mismo.
—¡Como si me importara!
Di un jalón tan fuerte como pude para liberarme y, para mi sorpresa, no solo conseguí lo que quería, sino que le arranqué el brazo completo. El sonido de la sangre brotando a cántaros y los gritos de horror de los transeúntes llenó las calles. Los que estaban cerca de nosotros se llenaron de sangre.
—¡Monstruo! —me gritó el hombre gigante.
—Es por eso que te dije que primero había que visitar a la sastra. Ahora, dame tu mano.
Sin esperar una respuesta por mi parte, tomó mi mano con la suya y cerró los dedos entrecruzándolos con los míos. Luego recitó algo en voz baja, y el lugar se volvió borroso por unos segundos.
—Ahora estamos ocultos por unos segundos. Quiero que no me sueltes e intentes igualar mis pasos.
—Está bien —le respondí por inercia.
Nik comenzó a correr, y yo detrás de él con la mano agarrada como si fuéramos pareja.
—Demonios, no me equivocaba. Eres la mejor adquisición de los Zed. Tienes la fuerza de varios fortachones siendo más pequeña que él. Jajaja, solo espero que mi hermana no me vea así contigo. No quiero que se haga ideas equivocadas.
Tras unos segundos de intensa carrera entre la multitud, el efecto borroso volvió como un parpadeo constante y luego desapareció. Ahora nos encontrábamos en otro callejón, pero no tan nauseabundo y sucio como otros.
—Uf, eso fue totalmente horripilante. Creo que deberías aprender a controlar esa fuerza, pero antes deberías sacarte eso —me señaló con el dedo.
El brazo de aquel hombre aún se mantenía agarrado a mi brazo derecho. La sangre goteando como una canilla sin manija me revolvió el estómago, y comencé a vomitar.
—Jajaja, está bien, yo te ayudo.
Sacó su cuchillo y rebanó los dedos de la mano que se aferraban a mí y el brazo. Finalmente, cayó al suelo. Varias ratas se aproximaron al lugar y comenzaron a comer el pedazo de carne. Volví a vomitar.
—¿Oye, estás bien?
Se acercó a mí y colocó su mano en mi espalda mientras vomitaba. Esta escena parecía bastante patética y de una película de terror de bajo presupuesto, sobre todo por la excesiva sangre en pantalla y ni hablar de los protagonistas de la misma.
—Espera aquí. Voy a llamar a la puerta. Solo trata de relajarte.
Nik se acercó a la puerta y llamó con el mango de su cuchillo para que sonara más fuerte. La puerta se abrió con un chirrido, y una mujer de mediana edad apareció. La mujer miró a Nik y luego posó su visión en mí. Sus ojos parecían ensancharse un poco y luego volvieron a la normalidad.
—¿Qué necesitan? —preguntó la señora de cabellos blancos.
—Estamos aquí para que confecciones ropa para ella —me señaló—. A poder ser, con la misma ropa que lleva puesta.
—Ya veo —posó su visión en el brazo y el vómito en el suelo.
—Qué vecinos tan extraños tienes, ¿verdad? —dijo con frivolidad Nik.
—Ya lo creo. Adelante, pueden pasar.
Abrió la puerta, y desde el interior emanaba un olor a telas y cuero. El interior era como una tienda de ropa bastante rústica, con algunos estantes con telas dobladas de diversos colores. Además, había una mesa grande con una máquina extraña encima y varias tijeras y telas desperdigadas. Si alguien me dijera que esto era un almacén de telas, me lo creería. Una vez dentro, la puerta se cerró sola. El golpe me hizo estremecer y reaccionar con un leve grito.
—¿Nueva novia? Porque si quieres ropa para ella, para eso está la parte delantera de la tienda. Estos jóvenes hoy en día.
—No se equivoque, abuela. Estamos aquí por ropa, sí, pero no por cualquier prenda.
—Con que mágica, ¿cierto?
—Así es. Además, ella no es mi novia. Es la de mi hermana.
—¿Otra más? Me compadezco de ti, cielo. Una mujer tan linda como tú con un gorila como ella.
—Creo que podemos dejar las familiaridades para otro momento y pasar a los negocios. No tengo tanto tiempo como pareciera ser. Tú ya lo sabes.
—Bueno, creo que podemos pasar a los negocios una vez que me digas qué es lo que desean.
—Bueno...