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Chapter 12 - Capítulo 3 - La vida en la subalternidad

Antonio Gramsci, un destacado filósofo y teórico, contribuyó a la sociología aportando el concepto de "hegemonía cultural". Este concepto se refiere a la capacidad de la clase dominante para ejercer su poder y mantener el control no solo a través de la fuerza bruta, sino también mediante la difusión de sus valores y normas, haciéndolos pasar por el "sentido común" aceptado por toda la sociedad. Sin embargo, de esta idea se deriva el concepto de "subalternidad", que se refiere a aquellos que están dominados por la clase dominante. Cada vez más, siento que me estoy adentrando en la subalternidad. Mi vida en la baja villa, aunque no puedo afirmarlo al cien por ciento, parecía bastante difícil y dura en comparación con la vida en la alta villa. Tal vez estaba siendo prejuicioso y quizás no era tan malo como creía, pero la sensación de estar en el lugar equivocado confirmaba el "sentido común" impuesto sobre mí por la clase dominante.

—Mmm...

Un beso en la mejilla me devolvió a la realidad.

—Ajá, creo que ya sé cómo traerte de vuelta a la realidad —dijo con una risa traviesa.

—Perdón.

No sabía cuántas veces me había disculpado desde que llegué aquí, pero probablemente era lo segundo que más había hecho, después de respirar, claro está.

—Aunque solo yo tengo permitido darte un beso —dijo en tono serio—. Después de todo, somos pareja.

No estaba seguro de eso. No recuerdo haber aceptado estar en una relación. Fue solo una noche, ¿quizás las costumbres aquí son inmensamente diferentes? Aunque para alguien sin experiencia como yo, algo casual podría transformarse en un compromiso sin darme cuenta.

—Pero al parecer no es una solución completa y solo funciona por unos pocos segundos —suspiró al final, decepcionada.

—¿A dónde vamos? —pregunté a Valeri.

—Aún es muy temprano para la reunión, primero quiero presentarte a unas cuantas personas.

Tomó mi mano y comenzó a arrastrarme con ella. Sin embargo, algo llamó mi atención. Alguien que conocía estaba charlando con personas sospechosas de Fractor.

—¿Estás bien? ¿Lo conoces? —Valeri se dio cuenta y empezó a interrogarme.

Ya no le presté atención y me solté de su agarre. Me acerqué al hombre de bigote, que estaba de espaldas y no notó mi presencia. Confiando en mi fuerza, que había demostrado anteriormente, sabía que no podría derrotarme, así que decidí enfrentarlo. Valeri se quedó atrás solo observándome, sin saber qué estaba por hacer.

El filósofo sostenía una fotografía y se la mostraba a dos hombres con aspecto de mercenarios. Me detuve para escuchar lo que planeaba.

—¿Podrán encontrarla? Estoy dispuesto a pagar cualquier suma —dijo el hombre de bigote.

—Por supuesto —respondió rápidamente.

El mercenario con el que hablaba le sugirió que lo acompañase. Mientras el hombre de bigote no lo veía, le hizo un gesto al otro. El hombre con orejas de canino me miró mientras los otros dos se alejaban para hablar dentro de una casa. Cuando desaparecieron de la vista, el mercenario orejas de perro, con un aspecto aterrador, se acercó a mí.

—Te están buscando —me dijo—. Están dispuestos a pagar mucho por ti. Pero yo estuve presente cuando derrotaste al dueño del perro sarnoso. Sé que no puedo ganarte, así que quiero hablar contigo.

Mientras más se acercaba, más nervioso me ponía. Tenía una idea de lo que quería proponerme.

—Oye, no veo por qué no aprovechar esta oportunidad para hacer dinero fácil. Quiero proponerte un trato.

Sabía que lo que iba a decir no iba a salir bien, pero quería respuestas, así que presté atención a su idea.

El hombre con cara de perro comenzó a relatar un plan en el que ambos saldríamos beneficiados. El primer paso era dejarme capturar por ellos. Luego de que su compañero acordara los detalles con el cliente, repartiríamos las ganancias en partes iguales.

—Pero, ¿por qué no lo hacemos nosotros mismos? —comentó Valeri desde atrás.

Valeri había estado escuchando todo el plan en silencio.

—Solo digo, ya que ella es miembro de los Zed, tendríamos que ser nosotros los que lleváramos el encargo...

El hombre la interrumpió con visible disgusto.

—Sabes cómo son las cosas aquí, existen reglas. No puedes robar clientes de los demás. Además, la que debe decidir es ella, no tú —me señaló.

—Pero ella es miembro de los Zed. No puedes aceptar clientes que atenten contra ningún miembro de Fractor. Conoces las reglas —respondió con una sonrisa pícara.

—Entonces que decida ella —dijeron al unísono mientras me señalaban.

Ambos estaban visiblemente molestos. Nadie quería dejar pasar esta oportunidad. Valeri parecía haber olvidado todo el cariño mostrado anteriormente. Ahora me miraba con ojos deslumbrados por el oro.

—Estoy de acuerdo con Valeri —respondí lo más serio que pude.

El hombre no se enojó. De hecho, estaba contento. Esbozó una sonrisa espeluznante mientras nos miraba.

—Sin una solicitud, ya sea oral o escrita, no hay trabajo para ustedes. Conocen las reglas, Valeri. Además, ¿cómo van a presentarse frente al cliente, diciendo que la encontraste? Por favor, es ridículo. Sabes que tampoco pueden hacerse pasar por nosotros. Eso sería una violación de las reglas.

Desde que empezamos a hablar, no para de mencionar reglas, esto y aquello. Casi parece como si hubiera un ente como el Estado que regulase los actos delictivos en Fractor. Toda esta situación me parece muy absurda.

—Está bien, pero nosotros nos quedamos con el 70% de las ganancias —respondió Valeri, aceptando su derrota al instante.

—Un 35% para nosotros. Es mi última oferta.

—Hecho.

Cuando el trato estuvo cerrado, regresamos al bar para planificar otro engaño en el que yo estaría involucrado. Pero esta vez, sería diferente. Al menos eso esperaba.