La verdad es que no estaba seguro de esto. Ellos no sabían quién era realmente aquel hombre ni por qué me buscaba. Valeri supuso que se trataba del hombre al que había robado, además de la destrucción de propiedad, aquel día en que conocí a los Zed. Sin embargo, todo cambió cuando el cómplice del mercenario entró al bar con información sobre el hombre de bigote.
—Es su hija y la está buscando porque se escapó de casa. ¿Quién lo hubiera dicho? Una niña rica que se hace delincuente porque se pelea con su papi —comenzó a reír el mercenario mientras hacía una señal al dueño del bar.
—Una cerveza en camino —respondió a la señal.
Aquí no importa la hora, pero siempre que pueden consumen alcohol. Por cierto, ¿qué hora se supone que es? El cielo sigue soleado como si no hubieran transcurrido las horas.
—¿Qué hora es? —miré a Valeri esperando su respuesta.
La mujer sacó un cristal del bolsillo y lo examinó detenidamente. El cristal era mitad amarillo y mitad naranja, tirando a rojo. El naranja parecía estar absorbiendo lentamente la otra mitad amarilla. Además, estaba adornado con algunas rayitas de color negro.
—Pasado el mediodía, aún tenemos algunas horas antes de reunirnos con la banda. Escuchemos lo que Berna y Sami tienen que decir.
¿Quién era Berna y quién era Sami de los dos? Si tuviera que apostar, diría que Sami era el hombre de rostro canino y Berna era el otro, el que se destacaba por sus músculos y cicatrices en brazos y cara; algo normal para un mercenario.
—Bueno, esto es lo que me dijo aquel hombre adinerado.
Comenzó a relatar lo que le había dicho. Lo primero que comentó el mercenario fue que la noche anterior, su hija (yo), había escapado y que estaba muy preocupado por su seguridad. Lo segundo, que quería que la encontrara lo más rápido posible, ya que el mundo es peligroso para alguien como ella.
—Yo diría más bien lo contrario —agregó Valeri.
—Yo también —secundó el hombre de rostro canino.
—Además... —continuó la historia—. Me entregó una fotografía de tu rostro y un mensaje detrás.
Tomé la fotografía en la que yo aparecía con los ojos cerrados, como si estuviera durmiendo. La volteé y comencé a leer el mensaje en silencio. Valeri se acercó para examinar con curiosidad el contenido de la carta.
—No dice mucho —dijo el mercenario.
—¿Sabes leer, Sami? —respondió sarcásticamente, sin apartar la vista de la carta.
Me equivoqué, el hombre de rostro canino era Berna y no Sami. El mensaje de la carta no era particularmente relevante, al menos eso creía yo. El mensaje decía: "Te extraño, quiero que regreses a casa. Tengo que disculparme contigo por ser un mal padre".
—Yo sí sé leer, no me trates como un analfabeto —respondió molesto—. Por cierto, yo sé hablar y escribir hasta cuatro idiomas.
—Nadie lo creería por tu aspecto descuidado —respondió Valeri.
—Ja, ¿y tú? Con esa apariencia de prostituta, nadie pensaría que eres una mercenaria como nosotros —respondió enojado.
—¡Ey! ¡No la llames así! —respondí impulsivamente.
La verdad es que no era algo típico de mí. Al menos eso es lo que me gustaría pensar, dado lo poco que sé de mi identidad. Sin embargo, esta reacción espontánea fue algo tan extraño que, al parecer, sorprendió a Valeri. Ella me miró con los ojos abiertos.
—Perdón —se disculpó Sami al instante, incluso agachando la cabeza.
Ahora entiendo el valor de aquella demostración de fuerza. Era para ganar respeto y, tal vez, también el miedo de aquellos que se les hubiera cruzado por la cabeza enfrentarse a mí. Sin embargo, no estaba seguro de si quería ser respetado por la escoria de la sociedad.
—Cada vez me estoy enamorando más de ti —me dio un beso en los labios.
No me resistí, sobre todo porque el beso fue igual de espontáneo que mi interrupción y defensa hacia ella. Los tres hombres se quedaron en silencio mientras se producía el beso.
—Ejem —carraspeó Berna—. Pero ahora lo importante es lo que le dijiste a Sami. ¿Cómo arreglaste que fuera la devolución de su hija? Quiero decir, cómo será el trabajo. Es importante para que este asunto salga bien.
—Bueno, la verdad es que le dije que me diera una forma de contactarlo y me entregó esto —sacó un cristal, similar al que yo tenía en el cuello.
—Un cristal de comunicación —dije en voz baja.
—Sí —respondió Sami.
—Se nota que le sobra el dinero. Maldito bastardo, sin ofender —dijo mirándome.
Todavía no sabía si realmente era mi padre. Por eso, se disculpó. Tal vez apreciaba el no ganarse mi enemistad. Le miré a la cara y le dije —Ni siquiera lo conozco. La verdad es que aún no sé muchas cosas de mí mismo, pero creo que, aparte de las recompensas, esta podría ser una buena oportunidad para aprender sobre mi identidad.
—¿Podemos fijar el secuestro para mañana? Es que hoy tenemos una reunión para discutir un asunto importante.
—¿Y si mejor lo hacemos en dos días? —dijo Berna mientras tomaba su segunda jarra de cerveza.
—Él estaba preocupado por su bienestar. Creo que sería mejor que la entrega fuera mañana.
—Pero si fuera muy rápido, sería sospechoso —interrumpió Sami.
—Pero si fuera muy rápido, solo significaría que hicieron un buen trabajo y dieron prioridad a su cliente —respondió Valeri.
—Tienes razón —respondieron al unísono los dos mercenarios.
Valeri solo quiere el dinero rápido, pero aquí la cuestión es cómo se planificaría realmente el secuestro. Además, no es que estos dos parezcan los más inteligentes del mundo. Más bien parecen fáciles de manipular. ¿O tal vez un trabajo rápido equivale a ser eficaz? Después de todo, el hombre de bigote no sabe que estoy con ellos. ¿Qué posibilidades hay de que eso suceda? Además, tiene sentido que visite la ciudad de los delincuentes para contratar a los mejores, o peores según algunos, para rastrear personas. Sin embargo, parece que realmente fui secuestrado. Porque si yo fuera su hija, ¿no sería mejor contactar a las autoridades legales?
—Además, nosotros somos los mejores rastreadores de Fractor. Podemos encontrar a cualquier persona, ¿verdad, Berna?
—Tienes razón, Sami.
Ni siquiera son mercenarios, son rastreadores. ¿En qué lío me he metido? La mejor persona que he conocido hasta ahora es Nik. Y eso es decir mucho, considerando que él es el líder de una banda de ladrones.
—Eso está por verse. Nosotras tenemos que irnos. Creo que mañana temprano podemos arreglar este asunto —dijo Valeri a los rastreadores.
—Creo que está bien. Además, tengo que planear con mi socio. Después de todo, somos profesionales.
—Eso es cierto. También tenemos cosas que hacer —respondió Berna levantándose y pagando la bebida con algunas monedas.
Sami, antes de irse, entregó una bolsa de monedas a Bagglietto, y éste le dio una botella de vino y comida envuelta. Parece que había hecho un encargo previo. Finalmente, ambos se marcharon, acordando encontrarnos en el mismo bar por la mañana.
—Bueno, ¿nos vamos también nosotros? —me dijo Valeri—. Nos vamos, Bagglietto. Prepara tu mejor desayuno para mañana.
—Sí, sí. Nos vemos. Adiós —se despidió sin mucho entusiasmo.
Ambos salimos del bar y comenzamos a alejarnos de Fractor, camino a la guarida. Las calles de Fractor se llenaban de gente. Algunos miraban la tienda de armas, otros con buena vestimenta miraban a los esclavos. Los burdeles estaban animados. A medida que caía la noche, este lugar se transformaba. Sin embargo, yo miraba a mi alrededor, rezando por no encontrarme con aquel hombre.