El bar está mucho mejor que toda la zona ilegal de Baja Villa. Sin embargo, dista de ser lo normal a lo que estoy acostumbrado. Al empujar las pesadas puertas de caoba, fui recibido por un aire rancio y viciado, mezcla de tabaco, whisky y algo más que no podía identificar. El interior estaba envuelto en una penumbra casi total, apenas iluminado por las parpadeantes luces de los candelabros y las tenues velas en las mesas. Las paredes revestidas con un tapiz carmesí parecían estar al borde del desgaste. Los espejos, una vez majestuosos, ahora reflejaban una imagen distorsionada de mi desconcierto. Los sofás de cuero, aunque en algún momento debieron ser elegantes, estaban ahora cubiertos de manchas y rasgados en algunos lugares. Y no hablemos de las pocas mesas que hay, es increíble cómo aún permanecen erguidas en su lugar.
—El lugar es un tanto... curioso —comenté en voz baja.
—Curioso es lo más halagador que le han dicho al viejo Perro sarnoso.
—¿Perro sarnoso?
—Bonito nombre, lo sé —dijo entre risas Bagglietto.
—Sabes, creo que salió mejor de lo esperado, estuviste increíble recibiendo golpes —dijo mientras se sentaba en la barra.
—Un golpe, un solo golpe, además creo que el plan A hubiera sido más barato, pero tuviste que provocarme con una apuesta; sabes que aparte de alcohólico soy ludópata.
—¿Una demostración de fuerza levantando barriles de cerveza? No te parece un poco aburrido. Pero al menos sirvieron de algo jajaja.
—Sí, sirvió para que esta noche los clientes tengan que tomar agua, cortesía de tu novia. Si querías que le tuvieran respeto, creo que lograste lo contrario.
Yo no estaba entendiendo nada, ¿respeto de quién y por qué? Estaban hablando de mí como si no estuviera presente. Sin embargo, me estaba haciendo una idea de lo que estos dos estaban intentando hacer allá afuera. Siento que, desde que desperté, he estado experimentando todo tipo de cosas irreales que, por más traumáticas que fueran, no han logrado colapsar mi mente aún; siento que esa es mi mayor fuerza por encima de la física.
—Ese es uno de sus mayores defectos, siempre tiene la cabeza en otro lado. Supongo que será alguna desventaja causada por su gran fuerza. Pero no es para nada bruta en la cama, más bien una puritana —comenzó a relamerse los labios sensualmente.
—Es increíble que ese cuerpo tan pequeño pudiera derribarme de un solo golpe. No sé si fue buena idea esto después de todo. No solo perdí dos apuestas, sino que también perdí la mercancía y el respeto de todos —refunfuñó mientras se cruzaba de brazos y me dedicaba una mirada de disgusto.
Reuní valor y hablé: —Oigan, por favor dejen de ignorarme, ¿qué es lo que está pasando aquí?
Comencé a ponerme nervioso y ya podía sentir la boca seca. Ambos se miraron por unos segundos y luego voltearon a verme.
—Se ve que es más estúpida que Fortachón. Y yo que pensaba que no habría ser más idiota que él —dijo asombrado Bagglietto.
—Está claro que era una demostración de fuerza. De esa manera te aseguras una reputación no solo para ti, sino para la pandilla. Además, también sabrán que estás con nosotros, por lo que la voz correrá y los clientes también aumentarán.
—Pero no para mí —suspiró el dueño del bar.
Espera un momento, aquí hay un serio problema: "Si yo no fuera lo suficientemente fuerte para frenar aquella embestida, yo..."
—Podrías haber muerto —completó la frase Valeri—. Pero eso no pasó, y como miembro de los Zed, no hubiera dejado que eso pasara. Además, eres mía y solo yo puedo golpearte.
—No sé si sentirme alagado o aterrado.
—Además, todo estaba bajo control. Confié en ti y realicé dos apuestas para tentar a Bagglietto. La primera apuesta la hizo él, que no podrías aguantar los guantes. La segunda apuesta la hice yo, que, si podías aguantar los guantes, entonces podrías aguantar su embestida. Lo único que no estaba en los planes fue aquel golpe.
—Casi me matas ahí. Si no fuera por la señorita Gwenita, no estaría entre los vivos. Menos mal que solo me pidió comida y no tiempo de mi vida. Aunque si no fuera por este restaurante y porque le gusta mi comida, solo tendría una semana de vida jajaja.
—Me sorprendes, esos guantes mágicos son tan pesados que varios hombres perdieron las manos cuando se los equiparon. Hasta Bagglietto tiene problemas para llevarlos, pero tú estás aquí con ellos puestos como si fueran más livianos que una hoja de un árbol.
—Pero quiero saber, ¿quién eres realmente?
Sé que soy un hombre joven de Argentina, pero no recuerdo mi nombre. También recuerdo que era estudiante universitario, pero no recuerdo la carrera. ¿Quién soy yo realmente? Lo único que tengo claro es que de aquí claramente no soy. Además, porque solo recuerdo el país de origen, pero no la provincia. ¿Será amnesia? Sin mencionar que solo sé mi nombre verdadero, Pablo.
—Ya estás otra vez. Siempre haces lo mismo —dijo enojada Valeri—. Siempre te sumerges en tu mundo y nunca respondes.
—Lo siento, pero estaba tratando de recordar quién soy, pero creo que no puedo recordarlo. Lo siento.
—Venga, arriba ese ánimo. No pasa nada. Si no lo recuerdas, no era importante. Jajaja —comenzó a reírse Bagglietto.
Me acerqué a la barra y tomé asiento. Por un momento, sentí como si mis piernas fueran a doblarse.
—¿Por qué parece que vas a echar a llorar? Vamos, no es para tanto. Yo también olvido cosas. El otro día confundí el objetivo que tenía que matar.
—Yo también olvido los pedidos de los clientes muchas veces.
¿Se supone que tendría que sentirme bien? Tengo una crisis de identidad, más bien, carezco de ella. Además, ¿confundir objetivos? Eso la convierte en una mala asesina. Ya de por sí, matar está mal, pero matar por error, dedicándote al asesinato, es doblemente malo. Sin embargo, ¿confundir pedidos, en un bar? No es tan raro. Para eso se toman notas. ¿No sabe escribir?
—Oye, siempre puedes volver a empezar. Ahora eres una de nosotros. Aquí tienes —sacó un collar y me lo entregó—. Es un collar de comunicación. Es la última pieza para formar parte de la banda. La comunicación es importante.
—Qué extraño, no vi a nadie con este collar el día que nos conocimos —miré extrañado el regalo.
—Eso es porque no todos tienen collares. Algunos tienen la piedra en una pulsera y otros, como yo, lo llevan en el cinturón —dijo señalando su cintura—. Pero en ti lo vi más conveniente llevarlo en el cuello. Ya que en otra parte podrías romperlo con la fuerza increíble que posees.
Me coloqué el collar con una piedra en forma de estrella de color amarillo, y esta se ajustó alrededor de mi cuello como si fuera un collar para perros.
—¿Ves? De esa manera no será destruido tan fácilmente, ¿no crees?
[Hola, probando, probando]
—Estoy escuchando voces en mi cabeza...
[Veo que funciona todo bien. Hola, Ana, soy Nik. Veo que mi hermana te ha dado unos cuantos regalitos. Ella me dijo que hoy te haría una prueba. Como estás transmitiendo, significa que has pasado. Felicidades] —dijo Nik mientras aplaudía.
El aparato funciona como un auricular con micrófono. Pero el sonido se produce de manera diferente, es casi como si lo tuviera cerca. ¿Es esto la tan mencionada telequinesis en la ciencia ficción? Oye, espera un segundo, ¿cómo es posible que sepa lo que es un "auricular" o "micrófono"? ¿Es la amnesia tan selectiva que solo me permite conocer todo lo que no conforme mi identidad?
[Veo que estás confundida. Y no es para nada raro. Estas piedras son parte de recompensas y robos, por lo que no son tan comunes por aquí. De hecho, todos aquí iluminan y calientan sus casas con fuego. Nosotros no.]
—Una cosa...
[Me tengo que ir, pero antes tengo que avisarte que hay una reunión dentro de poco. Valeri te pondrá al tanto. Adiós]
—Bueno, creo que es hora de comer. ¡Camarero, dos raciones de la mejor carne de oso de este chiquero! ¡Con dos tazas de cerveza!
—No hace falta gritar. Estoy aquí en frente.
—A mí no me gusta el alcohol...
—¿Y cómo lo sabes si no sabes nada de ti?
—Tienes razón. ¡Yo también quiero cerveza!
—Yo no, quiero vino —dijo una voz femenina misteriosa.
—Hola, Gwenita, ven, siéntate con nosotros —dijo alegre Valeri.
—Bienvenida, Gwenita. Lo de siempre, en camino.
La mujer que había entrado era la médica demonio de antes; vino a cobrar su deuda. Una duda había surgido en mi cabeza: ¿cómo iba a comer sin sacarse la máscara? ¿Si lo hacía, tendríamos que voltear para no verle a los ojos?
—Oh, no te preocupes por tonterías, Ana. Ya lo verás.
Luego de una charla ociosa y varios minutos más, nuestra comida había llegado, acompañada de dos grandes tazas de cerveza.
—¿Esto de verdad es carne de oso?
—Supongo que sí, por aquí uno nunca sabe lo que va a comer. Pero al menos tiene buena pinta. Además, huele muy bien. Pero primero, habrá que probar esa buena cerveza —comenzó a tomar la cerveza como si fuera un vaso de agua.
La mujer comía como si su vida dependiera de ello. Sin embargo, yo aún estaba analizando lo que se encontraba sobre mi plato. ¿Era carne de oso realmente? La carne expuesta no era la gran cosa, sin guarnición y bastante condimentada por arriba. No sabría explicar cada condimento, pero mal no olía. Aunque tanto condimento es un indicativo de que tal vez no estuviera en buen estado. Además, los cubiertos, cuchillo y tenedor, dudaba de su higiene. Pero ver a Valeri comiendo tan a gusto despertó mi curiosidad. Decidí probar primero la cerveza. Asquerosa, demasiado amarga y nada dulce. Oye, acabo de aprender otra cosa: me gustan las cosas dulces. Ahora era el turno de la carne. Tomé el cuchillo y el tenedor y corté la carne. No sabría decir si la carne era blanda por mi súper fuerza o porque realmente era blanda per se. Llevé un trozo a mi boca y comencé a saborearlo.
—Está riquísimo —dije mientras una agradable sensación recorría mis papilas gustativas.
Luego de diez minutos, llegó con la comida de Gwenita. La mujer se arremangó las mangas de su traje de monja de la iglesia. Aunque sabía que era peligroso, quería ver cómo iba a hacer para comer. Si hiciera el gesto para sacarse la máscara, yo voltearía sin dudarlo.
—Gracias por la comida.
La comida de la monja demoniaca se trataba de un tazón como de fideos. Aunque no veía por ahí ningún cubierto, ¿comerá con la mano? Y, dicho y hecho, comenzó a comer con la mano, pero literalmente. Su palma de la mano izquierda tenía unos dientes puntiagudos y una lengua más roja que la sangre. En cambio, con la otra mano, sacó unos palitos de metal que tenía guardados y comenzó a levantar los fideos para alimentar a su mano. La escena me dejó perplejo. Percatándose de ello, Valeri me habló.
—Sí, yo también me sorprendí la primera vez que la vi. ¿Cómo puede ir vestida así? Estoy bromeando, ya sé que es muy impactante ver cómo alguien ingiere alimento con su propia mano —hizo una breve pausa, seguida de un suspiro—. Pero deberías agradecerle que aceptara ayudarnos. Ya sabes, para montar aquella actuación.
—¿De qué estás hablando?
—Oh, ya sabes...
Comenzó a contarme el plan. Ella tenía que presentarme al bajo mundo. Pero conociendo mis capacidades por parte de su hermano, ella ideó un plan simple pero efectivo. Como no estaba seguro de mi fuerza, contrató a Gwenita para que ayudara si algo salía mal. Esta aceptó a cambio de un tazón de fideos. Por extraño que parezca, parece que de verdad le gustan los fideos por sobre succionar almas.
—El tiempo sabe muy amargo —comentó mientras comía fideos.
Me entraron ganas de decirle, "oye, no hables con la mano llena". Bueno, como decía, el plan era que todos en Fractor fueran conscientes de mi existencia, pero que al mismo tiempo también hubiera respeto hacia mí y mis capacidades. Además de usarse como publicidad para que aumentaran los pedidos para la banda. Ella dijo que no había otro miembro que hubiera formado parte de un plan así nunca. Porque nunca se había presentado alguien con mis habilidades.
—No lo tomes a mal. Somos una banda de delincuentes. Cualquier oportunidad que se nos presente para aumentar nuestra ganancia, la tomaremos. Y qué te pareció, ¿verdad que soy tan lista?
—Por qué aceptó él —señalé a Bagglietto—. Fue el único que perdió en todo esto.
—Cuando uno apuesta, siempre apuesta pensando que va a ganar. Eso lo sabría hasta un tonto como Fortachón. Además, me dijo que eras hermosa. Y vaya que no se equivocaba —comenzó a mover la lengua como un pervertido.
—Gracias por la comida —dijo del otro lado Gwenita.
Yo todavía no había terminado de comer, así que me puse en eso mientras pensaba en lo que hubiera pasado si hubiera perdido.
—¿Te vas a tomar eso? —señaló mi taza de cerveza.
—No, adelante. De verdad que no me gustaba el alcohol.
—Bueno, mira el lado positivo. Descubriste algo nuevo sobre ti —comenzó a beberse el líquido amargo con gusto.
No diré que está equivocada.