Iuri Lotman, un semiólogo ruso, desarrolló un concepto que denominó "semiosfera", que es el espacio semiótico en el cual fuera de él es imposible la existencia misma de la semiótica. Pero, ¿qué es la semiótica? En este punto, es preciso traer a otro semiólogo, Charles Pierce, quien afirma que la semiosis es una triada: signo, objeto e intérprete. Una manera de explicar estos conceptos es la siguiente: cuando desperté en aquella habitación y la observé, me convertí en intérprete. Las cosas que vi, como por ejemplo las piedras de colores en el cajón, se convirtieron en el objeto material y real. A ese objeto, yo le asigné un nombre, "piedra de colores", el cual transformé en un signo. Este proceso de asociación e interpretación tiene por nombre semiótica. Dicho todo esto, retomemos el primer concepto. Cuando hablamos de semiosfera, tenemos que hablar de fronteras, de su irregularidad y de la traducción. Una semiosfera es cualquier espacio semiótico de intercambio de información, pero ¿qué sucede si no es posible comprender, por ejemplo, el idioma o un concepto? Estamos ante la alósfera (lo ajeno, incomprensible para mi semiosfera). Aquí entra la irregularidad semiótica, que permite que alguien pueda, a través de sus conocimientos de idioma o del campo científico, traer a su semiosfera lo ajeno desde su interpretación actuando como traductor y puente entre ambas semiosferas. Esta explicación sirve de base para poder demostrar cómo las personas van configurando las significaciones de su mundo y que estas nunca son ajenas a la semiosfera en donde se desenvuelven. En este mundo, yo soy mi propia semiosfera, pero también soy la alósfera de ellos, al igual que ellos lo son para mí.
Ha pasado un día desde que llegué a este mundo. Los Zed se han portado bien conmigo. En una reunión, se discutió acerca de mi incorporación a la pandilla. La votación fue unánime, todos aceptaron.
—Con esto concluye la reunión, pero aún falta el voto de Valeri, mi hermana. Pero no creo que se oponga.
Las cosas nunca salen como uno se las propone. Muchas veces, tu voluntad está atada a la de los demás. Siempre puedes intentar, pero eso no garantiza que lo logres. Sin embargo, puede que las cosas salgan mejor de lo previsto; salí ileso de aquella habitación.
—Estoy cansado de todo, solo quiero volver a casa —dije suspirando.
La sala había quedado vacía. Yo apoyaba la cabeza sobre una mesa de madera bastante rústica, suspirando de tristeza. La habitación estaba pobremente iluminada con un candelabro más elegante que toda la casa. Según tengo entendido, fue el ritual de iniciación de algún miembro de los Zed. En cambio, lo mío fue una ropa interior femenina. Qué vergüenza, como si pudiera estar orgulloso de ello.
—Oye, ¿quién eres tú?
Levanté la cabeza para ver quién era aquella mujer que preguntaba por mí.
—Ni yo mismo lo sé, pero estoy seguro de que mi nombre es...
Cómo si pudiera decirle mi nombre masculino, sería raro. ¿No? Tengo que pensar en un nombre apropiado. Pero qué nombre es apropiado en este mundo estrambótico...
—Por las sobras de comida en la mesa, puedo ver que aquí se realizó una reunión. El tema de discusión fuiste tú. Y como no hay nadie en esta casa, es de suponer que, como mínimo, eres alguien de confianza o una ladrona que se coló en la casa de unos ladrones y tuvo la mala suerte de cruzarse conmigo. —dijo mientras sacaba una navaja de su cinturón de cuero—. Entonces, ¿eres lo primero o lo segundo?
La mujer con mirada fulminante, de ojos carmesí como una llama, comenzó a acercarse a mí con un cuchillo. Yo no podía dejar permanecer el silencio por mucho más tiempo, tenía que darle una respuesta, por lo que pensé en un nombre femenino apropiado para mí.
—Soy Ana. Sí, esa soy yo... —respondí con nerviosismo—. Aquí hace algunos minutos... se realizó una reunión para incluirme como miembro de los Zed. Pero falta tu voto, porque por lo que veo, debes ser la hermana del líder.
—Yo no veo a un nuevo miembro, veo a alguien a quien voy a desplumar y rajar el cuello en breve. —respondió con frialdad.
—¿Interrumpo algo?
—Hermano, ¿quién se supone que es esta?
—Es Ana, ¿o no la escuchaste bien? —respondió entre risas.
—Por cómo está vestida, está claro que es alguien de clase alta. Además de no tener una mota de suciedad en su cabello blanco como la nieve. ¿Es acaso la hija de algún pez gordo? Ya hablamos de no secuestrar a nadie, solo robamos.
—Tampoco matamos a nadie, lo sé.
Así que solo estaba tratando de asustarme. Esta mujer no parece que sea tan mala después de todo.
—Sí, de eso me encargo yo, que soy una asesina profesional. —respondió mientras agitaba el cuchillo provocadoramente.
Tragué saliva y mis manos comenzaron a temblar. Las puse a descansar sobre mis muslos, también temblorosos.
—Vamos, no seas así con ella. Es una buena adición para nuestra banda —dijo el líder de la cofradía delictiva.
—Yo solo veo a una niña de papá a punto de perder la cabeza.
—Es alguien muy fuerte, casi me mata de un puñetazo. ¿Sabes?
—Otro motivo más por el que voy a despedazarla. —comenzó a acercarse a mí.
—Espera un momento, ¿no quieres ver lo que robó para ti?
La mujer se detuvo en seco y volteó a ver a su hermano, que estaba buscando algo en sus bolsillos. Finalmente, sacó un par de bragas y sujetadores negros y se los arrojó.
—Hacía mucho tiempo que estaba echando en falta ropa interior. —volteó a mirarme y dijo—. Gracias, oficialmente eres parte de los Zed, tienes mi voto. —luego se dejó caer sobre la silla y descorchó una botella que estaba en la mesa—. Quedó algo de carne, tengo mucha hambre.
Menos mal que robé aquellas prendas; las bragas han salvado mi vida.