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Chapter 5 - 4. Una vez dentro no podrás salir.

Los días pasaron desde esa incómoda reunión. En pleno lunes, durante la salida escolar, la hermana superiora salió enfadada de la oficina de la directora siendo vista por los pocos docentes que transitaban por el hall y estudiantes que lo usaban como pasaje rápido al patio.}

Quienes la veían, suponían lo de siempre "Seguro tuvo otro pleito con la directora" lo sabían, pero el tema siempre era un misterio. Camino por el jardín y la cafetería hasta que llegó a la capilla, la vio con una especial melancolía a pesar de su expresión amargada.

Cualquiera podría incomodarse de ella, pero sus hermanas novicias ya estaban acostumbradas. En especial Rose, que camino a ella con la misma lentitud que a las hermanas se les veía.

— ¿superiora? ¿Está todo bien con la directora? — preguntó Rose y vio cómo la mujer asintió. Sin mucho que hacer, volteó a sus compañeras que insistieron al mover sus cabezas a la mujer.

Por un segundo se lamentó, aunque podía ser complaciente, Rose tenía un límite. «No me expondré» pensó ella, mientras negaba con la cabeza y regresaba a su asiento.

Mientras tanto, los siete estudiantes se veían desanimados en el medio de esa bodega, con expresiones vagas y cansados.

No tenían mucho interés por empezar una pelea por lo que simplemente esperaban ... a que uno hable. Sin embargo, en la mente de Theo algo lo inquietaba. Si bien lo poco y mal que le habían enseñado sus padres era solo como descubrir quien le mentía, también había aprendido a buscar soluciones a su problema. Tal vez era por cuestión familiar pero necesitaba saber, aunque, en su situación no podía buscar pistas por su propia cuenta.

— esta bien — siseó en un largo suspiró el pelirrojo y volteo a ver a kayle. Misma que leía cómodamente un pequeño libro azul — oyes estás aquí, ¿psycho?

— ah, claro — reaccionó — Un amigo me dijo que los grupos criminales ya no trabajan. En sí, que hay una gran posibilidad que sea un loco tratando de jugar con nosotros.

Un abrupto movimiento de la puerta al abrirse y un quejido hizo que voltearan con sorpresa a Nicolas. Parecía envuelto en una nube de furia controlada por el docente, mientras era visto por el grupo desconcertado. Su aparición como una buena nota en educación física, era irrelevante.

— ¡Esto es su culpa! — grito enojado y señaló a los siete chicos. Entre ellos, Andrew alzó la mano.

— ¿Es por hablar mal de ti a tus espaldas? Theo empezó — habló el gemelo mayor y vio al pelirrojo.

— ¿Hablan mal de mí?, como sea, parece que ahora estoy jodido — se quejó enojado el mayor del salón, mientras se apoyaba en la pared.

— ¿Qué es lo que te mando? — cuestiono Talia.

— Me dijo "una vez dentro no podrás salir" y yo respondí, "créeme, cada vez que salgo me piden volver a entrar " — leyó desde su celular y vio la respuesta entre asqueada y sorprendida de cada uno.

— no venimos a escuchar los malos tiempos románticos de Nicolas, en la reunión Aidan parecía sospechoso y justo después el fantasma le dio la razón — explicó Theo.

— ah chicos — anunció Corni con su celular en mano — revisen la página de la escuela.

Tardaron tan solo un segundo en acatar la orden, con su celular en mano se sorprendieron al ver una foto de kayle junto a un joven, ambos sentados en el parque detrás de la escuela. En los comentarios, todos aludían su conocimiento con un: "sabía que era una zorra", "con razón consiguió la beca, tenía conexiones", "debe tener una boca sucia":

Todos se mantuvieron en silencio, solo fue Talia quien volteo a la chica. Preocupada.

Desde su sitio, Nicolas se apoyó en la pared, la vio con un cariño paternal. No había manera de hablar con la pelinegra en esa situación, si bien antes había intentado hablar con ella sobre ese rumor, ella terminó por bloquear sus sentimientos. Así que todo intento era inútil, lleno de impotencia cruzó los brazos y chasqueó su lengua. Sin embargo, se sorprendió cuando la pantalla del celular se movía de forma extraña.

Era difícil de creer, en segundos el foro desapareció entre rayas negras y reapareció en la página principal. Fue extraño, todos lo sabían pero no entendían qué es lo que había pasado. No fue cuando Arthur resopló, que el hermano mayor regresó a él. Arthur ayudó, aunque, era más un tema de "estar a mano".

Después de eso, ninguno quiso seguir en la bodega. Todos se fueron por su lado, con un par de sorpresas mientras salían uno tras uno del lugar, como regla impuesta por ellos mismos. Como Bruno y Talia que se volvieron compañeros de bus, los gemelos con su nuevo guardaespaldas y Corni, quien fue recogida por su abuela. Hace meses que la llevaba con un nutricionista que pueda ayudarla a bajar de peso.

— Abuela — empezó la chica, un poco nerviosa por estar relativamente a solas con la mujer, sentada a su lado — me está yendo bien con las tutorías privadas. Mis amigos están estudiando así que no me molestan.

Era concisa, se había vuelto buena diciendo lo que su abuela quería escuchar. Aunque, pocas veces lo lograba.

— quería decirte algo — agregó la castaña, esta vez temerosa — este viernes es la "fiesta luces" en Arran, el nuevo distrito comercial.

La mujer asintió.

— Jack me invitó, iremos en grupo — dijo tratando mantener la calma — sé que los exámenes son en dos semanas, pero puede aprobarlos. Papá ya me dio permiso, solo quería decirte que gracias al nutricionista que me llevas, me siento mejor.

— me alegro Cornelia — susurró Susan a lado de ella, para luego abrazarla — Ese jack, te debe gustar mucho.

Ella asintió, con un claro sonrojo al ver a su abuela. Sin duda no era tan mala, por lo menos no con su hijo y nieta.

Mientras tanto, en el interior de un departamento. Gabriela, madre de los gemelos, observaba sonriente cada uno de los detalles de una pintura enmarcada de ella misma. No era la primera vez que pintaban de ella, o que se jactaba de lo bella que se veía en retratos hechos por profesionales, su cabeza tambaleaba un lado de otro, encantada por esa noche calmada y la melodía del piano que su menor hijo hacía.

Ella camino a una puerta de doble hoja y se aproximó a ver desde la vitrina a sus hijos en una clase, Andrew se preparaba para cantar, mientras Arthur seguía la pieza de "Tornami A Vagheggiar". De reojo visualizó al maestro dirigir la canción. Los tres concentrados, Gabriela arregló su cabello y caminó lejos de la puerta. Siendo vista por Andrew, el chico retrocedió unos pasos y sacó una radio oculta detrás del piano escuchando de esta la misma pieza antes grabada, acto seguido empezó a escribir por su celular.

El maestro se dio cuenta, sabía el significado de las acciones. Los dos hermanos usarían las clases de música clásica para descansar un rato y él estaba acostumbrado. Después de todo, tendría su pago por quedarse sentado aparentando no escuchar las conversaciones entre ellos. Mientras la radio se encargaba de engañar a su madre, Gabriela entró a una habitación y caminó sobre una gran cama de seda. Acarició por segundos con su mirada sobre un gran espejo de su tocador.

Como si fuera una joven enamoradiza, arregló su blusa y cabello hasta que el sonido de su celular llamó su atención, sonrió de forma inexplicable y respondió.

— Hola, nos vemos en la cabaña — dijo ella en espera de una respuesta que duró sólo segundos — de acuerdo, a las siete entonces.

Más amable de lo que sus hijos o esposo podrían decir "amoroso", empezó a arreglarse.

No fue una noche aburrida, la verdad, cada uno se divertía de su propia forma.

— Oye, ¡Espera!

Se escuchó de parte de un guardia de seguridad en la escuela Peral, había visto un extraño movimiento desde las cámaras, sucedió en la ala sur. Estaba buscando a un infiltrado hace más de media hora. Y durante esos minutos anduvo por los pasadizos de la Torre con una linterna.

Sin miedo o preocupación, su cuerpo ancho mostraba su fortaleza, aunque no tuvo la suficiente destreza cuando el cuerpo de una persona saltó por encima de él como si de un juego de niños se tratara. No lo podía explicar, ni siquiera cuando la persona gimió de dolor al aterrizar en el suelo y volteo, con una rudeza que solo un criminal podría tener, o es lo que pensó al solo poder ver una máscara amarilla.

Tan sonriente como tétrica, tenia dos grandes ojos negros que podrían devorar su alma y unos dientes filosos dibujados de mejilla a mejilla.

El hombre de seguridad empezó a balbucear, en su cabeza no podía procesar lo que pasaba pero su cuerpo fue más rápido. En el preciso momento que el enmascarado se levantó, tomó dirección a su cinturón donde ocultaba un arma.

— Trate de detenerlo — fue lo único aquel desconocido antes que saliera corriendo.

— ¿Detenerlo? ¿Qué? — siseo en un largo suspiro, mientras su diafragma se hinchaba por el miedo.

En poco tiempo, uno de sus pies avanzó, aunque, solo era para dar media vuelta y correr. Necesitaba volver a revisar las cámaras, necesitaba comunicarse con la directora, necesitaba proteger su puesto y claro, necesitaba encontrar al verdadero sospechoso.