Eran las seis de la tarde en el departamento de la familia Amaru, la madre acababa de despedir a su hijo. Si bien quiso profundizar en su "Ire a visitar a unos amigos, luego te llamo" sabía que pedir explicaciones solo la llevaría a problemas y es que lo entendía. La forma en la que creció su hijo no era exactamente igual a como ella fue criada … "su padre", pensó ella. Y es que desde muy niño, lo empezó a educar para que fuera mejor persona y siguiera sus pasos.
«Mi hijo no es como él» pensó para ella misma, convencida de que su esposo había cambiado para mal. Lo pensó, mientras maquillaba el pequeño bulto hinchado detrás del cuello, un golpe en pleno recuperamiento.
Tomo un pote de crema para sus manos, recordaba las múltiples veces que lo usó después de cada concierto de música clásica. Eran buenos momentos, Javier era amoroso y siempre hablaba de sus logros por volverse dueño de una gran empresa que ayude a las personas, supuso que por eso se enamoró. Si, ella se enamoró de alguien ambicioso y cariñoso. Sin embargo, ¿cuándo cambió tanto?
«Dejé la música cuando nació Theo» recordó, pero no fue malo. La verdad, amo ver sus finos inicios de cabellos rojos, como una esperanza de que se parezca a ella. Tal vez solo físicamente.
Fue justo después de eso que la pelirroja suspiró con fuerza, mientras escuchaba el timbre de su celular. Entrecerró los ojos, con una mueca de odio que se quedó cuando su mirada se posó sobre un mapa de la ciudad. Solo pasaron un par de segundos cuando apareció un punto rojo que empezó a moverse, era un rastreador.
Era su esposo, había viajado media hora en carro, hacia lo que ella conocía como la urbanización "El cerro".
----
Mientras tanto, en la fiesta luces Theo había leído cada uno de los mensajes de "paloma", había caminando por donde él dijo, por donde se supone que estaría el fantasma pero no encontró nada. Nunca antes había estado rodeado de tanta gente a menos de los conocidos de su padre.
Su padre le había enseñado que debía juntarse con ese tipo de personas, pero estar en ese lugar era más tranquilo de lo que podía creer. Tal vez era hora de un descanso, fue lo que creyó correcto cuando terminó por ver a Kayle despedir a un joven, un poco más alto que ella.
— oye, ¿has estado ayudando o solo buscas pareja? — preguntó con toda la intención de verse intimidante, aunque para la joven fue más solo una queja.
— Soy multitareas — aclaró la joven con burla. Para luego voltear hacia un lado de los comedores — ¿sabías que Nicolás está por aquí? lo perdí de vista
— y qué importa si está aquí — siseó el chico pero tras segundos sopesar silbo sorprendido — ¿entonces es cierto que te gusta?
— ¿No parece raro que esté aquí? O ¿hablaste con él sobre esto? — preguntó con una sincera mirada llena de desprecio pero inexplicablemente serenidad. Fue entonces que Theo se dio cuenta, para ella todos eran sospechosos.
— no tengo nada que hablar con Nicolás — contestó él, pero en el momento que volteo su mirada alcanzó a ver a Corni y Jack en la fila de un puesto de hot dogs — Aunque tiene una forma de pensar rara. Vámonos, Corni está cerca.
En segundos caminaron lejos de ese sector, lo suficiente para no ser vistos y es que se habían ocultado frente a una pizarra "el menú de la noche" decía en alto. Theo se puso un par de gafas oscuras y arregló su sombrero. La verdad, estaba un poco emocionado, se sentía un espía. Y es que en su sonrisa describía a la perfección su sentimiento.
— ¿no me veo genial?
Kayle dudó tras la pregunta pero respondió.
— Ese gorro no te queda para nada bien, ¿esas zapatillas son de marca? ¿Porque no te pusiste zapatillas comunes para un parque obviamente sucio? Y no, el hecho que tengas gafas no significa que te parezcas al detective Conan.
— ¿Sabes que tus palabras lastiman? — soltó el chico molesto.
Era la primera vez que hablaba por tanto tiempo con la chica. Y aún más cuando volvió a ver a los gemelos con un palillo de carne cada uno, además de una sonrisa dibujada en sus mejillas derechas.
— ¿Qué? — se quejó Arthur, una vez que llegó frente a ellos.
Theo estaba por quejarse cuando el sonido de sus celulares llamó su atención, parecía el destino, una interrupción hecha por el mismo número que los conmocionó. El primero que aceptó la llamada fue el gemelo menor, Arthur activó el altavoz mientras los demás dudaban si hacer lo mismo. Poco a poco, mientras la estática sonaba, los cuatro aceptaron la llamada.
Sucedió en pocos segundos y un pitido resonó en ese espacio cerrado por sus cuerpos.
"¿Creen que pueden jugar conmigo?"
Se escuchó primero, un tono rígido y robótico, pero a pesar de eso sonaba agrio, tan grosero como una amenaza que prosiguió a reírse entre alaridos grotescos
"Idiotas, nunca buscan a su enemigo en su territorio. Este será su primer aviso de su derrota"
Fue lo último que escucharon cuando terminó la llamada. Ninguno pudo hablar después de eso, se sentían observados y atrapados por un psicópata que conocía al detalle a cada uno, era como si fueran conejillos de indias en pleno experimento.
Fue entonces que el primero en moverse fue Andrew, deslizó un poco su pierna a la izquierda como si estuviera preparado para caminar o tal vez esconderse, pero algo más llamó su atención. Un repentino sonido de las alarmas de incendio y un grito resonaron entre los pasadizos y en toda la fiesta.
Provenía del juego de luces, se habían apagado el agua y había un alto número de personas en un círculo viendo lo que se podría decir "la causa del por qué los policías vendrán". En medio de todo, había dos personas mayores con ligeros cortes en su antebrazo y brazo, sentados a un lado de la plataforma viendo con tristeza a Anna. Quieta y sentada mientras la sangre que caía por su brazo viajaba gracias al agua y sus lágrimas secas ensuciaba su rostro, sin brillo, sin ningún motivo, solo deseando desaparecer.
— ¡Anna! — escucho de repente. Sus amigos gritaron en unísono dándose paso entre la multitud.
Ella ni siquiera se inmuto, los mayores presentes detuvieron a los menores y entre tanto, Anna volteo, hacia Jack abrazando a Corni y en el rostro de Sofía se veía el miedo. Se sintió como en primero de secundaria, cuando todo comenzó, cuando Cornelia Rimachi se convirtió en Corni, su amiga. Y que inevitablemente, su opinión sobre la relación secreta tampoco podía salir a la luz.
"No quiero engañar a mis amigos" pensó mientras una sonrisa genuina se dibujaba en su rostro rojo y sus ojos empezaban a cristalizarse. Pero, al mismo tiempo sus dedos jugaban, se entrelazaban y presionaban, nerviosa por lo que podría pasar en el futuro.
«A veces vemos todo desde el interior del hoyo, esperando que algo agrandé el hueco»