Habían pasado alrededor de una hora del accidente, Corni tanteaba su vista entre su chofer y la pelea de mensajes y llamadas producidas entre su madre y abuela. Ambas preocupadas.
Mientras tanto, al otro lado de la ciudad, en el interior de un restaurante chino cuatro personas estaban sentadas alrededor de una mesa con una bolsa de dinero en el medio, era una apuesta común de poker, dos contra dos por cuatro mil dólares.
En un lado estaba una pareja, muy concentradas en ayudarse uno al otro, frente a Kayle y Leo quienes miraban con cautela, ambos con "la cara de poker perfecta". Recordaban cuánto tiempo había pasado, dos rondas, tres momentos en los que añadieron dinero y varias conversaciones irónicas.
La pareja se veían ambiciosos, sentían que ganarían frente a una adolescente, pero no era la ocasión. A pesar de su corta edad, los juegos de mesa siempre fueron un pasatiempo para ella, nunca pensó implementar su aprendizaje para algo como eso, pero, por alguna razón para Kayle era divertido.
No solo por aquel anillo de plata pulido en su anular que la ayudaba con las cartas, si no que a veces necesitaba de ese ambiente ansioso que la ayudaba a controlar sus emociones.
En poco tiempo, dejó cinco cartas consecutivas con dos cartas de diamantes seguidas.
— Ganamos — dijo rápidamente al levantarse y estirar sus brazos a lo alto con una gran sonrisa — deberían pasar más tiempo practicando que estar tocándose bajo la mesa. Gracias y adiós — terminó por decir para luego irse caminando.
— Adiós — añadió Lleo al tomar la bolsa y seguirla.
Con sus contrincantes anonadados, partieron lejos del restaurante, pasando casi trotando por una dulcería y lavandería hasta llegar a un paradero de buses. Vieron un par de veces hacia atrás, con la esperanza de que no se dieran cuenta de la trampa que hicieron.
Por suerte fue así, en el momento que vieron llegar al bus, Kayle tenía su parte del dinero guardado en su pequeña mochila y su mano siendo detenida por su amigo, quien tomó un anillo de plata pulido.
— ¿En qué momento hiciste trampa? — preguntó curioso.
— no sé jugar veintiuno — susurro en un berrinche.
— Era poker.
Se sentía el apogeo en la ciudad, las grandes urbes bajo la cómoda sábana de estrellas pedían a gritos o mejor dicho fiestas o reuniones no reencuentro con el lunes. Sin embargo, parecía imposible con el pasar de las horas.
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Era un sabado mas, la directora se encontraba en su oficina, con su celular en mano y una expresión llena de molestia, era la cuarta llamada de su padre, el primer director y fundador de la escuela, ahora servía como administrador primario, ósea, la directora tenía que tomar en cuenta cada consejo y esta vez se trataba del caso de la señorita Anna Anka. Si bien no había sido causado en la escuela, los padres pidieron protección debido a los anteriores casos de bullying.
Mientras los estudiantes empezaban a preocuparse por lo que podría pasar con sus vidas. Cada día, era más difícil entrar a la escuela sabiendo que el fantasma estaba viéndolos y para la directora también lo era.
— Papá, deja de llamarme — dijo en un bajo tono desde el interior de su oficina — qué importa eso, ya todos saben lo que sucedió con esa niña, tenemos que usar el fondo para calmarlos.
De repente un silencio hizo que su mueca se alargue y su ceño se curvó con molestia, escuchaba amargamente el monólogo de su padre, una cruel y aburrida crítica sobre su cargo como la nueva directora. Era difícil preguntarse cuántas veces había sido llamada para cualquier pequeño problema y es que esta vez, una línea de problemas estaba detrás de esto.
Terminó por recostarse en su cómodo sillón de cuero marrón, sin duda empezaba a ver los nuevos problemas cuando su mirada terminó sobre algunas hojas. Los currículos de sus profesores. Ahí fue cuando se dio cuenta, aquel nuevo personaje destruía la escuela.
SU escuela,
SUS profesores pedían irse,
SUS estudiantes empezaban a ser atacados.
Y al parecer un grupo de estudiantes buscaban problemas. Eso no era un gran problema, no tanto comparado a la guerra interna que tenía contra la congregación por el poder absoluto del terreno, con este problema la balanza se inclinaba a ellas.
— no tengo otra alternativa — susurro, aceptando una idea antigua.
"Buscar nuevos docentes" resonó en su mente después de lo anteriormente dicho.
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Un par de horas más tarde, después de un largo día de entrenamiento en el coliseo, Andres con su típico buzo azul veía al equipo de básquet en su último juego. Un grupo contra el otro, solo que esta vez no parecía un juego amistoso, había algo más que no podía deducir, miradas, golpes más fuertes de costumbre y pases de balón que atentaban a ciertas zonas del cuerpo.
Si, era de hecho una competencia interna que iba más allá de sus límites.
En ese partido o mejor dicho pelea, el capitán Amaru lideraba uno y un chico de tercer grado el segundo, él dio a Esteban una tarea, no dejar que Theo enceste, siendo el escolta principal conocía a la perfección los movimiento del pelirrojo y por eso se sentía con mayor presión para ganar. Aunque, el chico era mejor, demasiado como para poder detener la ágil coordinación de manos y pies o de los reflejos que poseía una vez que llegaba a cinco metros de la canasta.
En un principio le parecía divertido, un justo enfrentamiento por el liderazgo del equipo. Pero había algo que lo molestaba aún más, ¿cómo es que siempre era el capitán?
En algún momento de esos últimos cinco minutos, lo encontró, un punto fuera de la periferia del pelirrojo, solo eran tres movimientos, tomar el balón, girar y lanzar a uno de sus compañeros. Sencillo, después de todo lo había hecho miles de veces en las olimpiadas amistosas de la escuela o en torneos Inter escolares.
Al mismo tiempo que el entrenador escribía en su celular a un lado de la losa, movió su pie lo suficiente para desconcentrar al pelirrojo y empujarlo al suelo.
— ah lo siento — se escuchó de Esteban al acercar su mano a su amigo.
— ¡Ok! El día acabó, váyanse a casa — gritó al aplaudir en un intento de llamar la atención a los jóvenes, para luego voltear al consejero — pero tengo cuarenta, ¿me va a ayudar?
Conocía a cada uno de los jóvenes del equipo de fútbol y básquet, ninguno era capaz de tratar a otro, eran como pequeños hermanos y lo reconocía, no quería tratar a uno como culpable. De hecho por eso mismo, empezaron los problemas con los demás entrenadores.
Después de eso, los chicos se encerraron en los baños, entre conversaciones patéticas de amigos y una música de fondo de parte del celular de uno de los chicos en las duchas. Por un lado, Esteban seguía con su mismo inexpresivo rostro desde el término del entrenamiento, con el cabello húmedo abrió uno de los casilleros y en poco tiempo, frente a él, cayó una hoja negra.
Volteo alrededor, tal vez había sido una broma de alguien así que lo abrió con prisa, pero en el momento en el que leyó las pocas líneas del mensaje, su expresión se tornó en confusión, arrugó su nariz con desagrado y sus manos apretaron la hoja.
— oye, ¿Qué sabes sobre la amiga de Corni? Anna — escuchó de uno de los chicos, saliendo con una toalla al lado de Theo.
— ah … solo me dijo que no era nada grave — dijo el pelirrojo, al mismo tiempo que guardaba la hoja en su mochila y empezaba a vestirse — Esteban, hagamos un grupo de estudio. Los exámenes se acercan.
— Perdón, pero estoy yendo a una academia — respondió él al deslizar su camisa y tomar con fuerza su mochila y casaca — de hecho, me tengo que ir ya. Adiós.
«Cada día dejan entrar a locos, malditos adinerados» pensó Esteban al dejar el vestidor, camino rápido por el pasadizo, pasó casi corriendo por la losa deportiva recordando cuando golpeó a Theo, la ironía lo hacía divertido. La ironía de poder golpear a quien todos en la escuela decían intocable, seguro que era el segundo o tercero entre todos en lograrlo.
Corrió a la puerta secundaria, el único lugar donde ellos podían pasar sin ser retenidos y se detuvo, durante todo ese trayecto se había preguntado por esa hoja negra. Quería terminar de leerla. Tuvo cuidado que nadie más se acercará a esa calle y leyó:
"Tú nerviosísimo solo te llevara a la derrota, tu velocidad como el agua desordenara el orden y debilitará a tu oponente. Su fuerza se va a doblegar contra tu precisión y tu esperanza se mostrará como es. ¿Quieres saber que lo hace ganar los campeonatos? ¿Quieres saber cómo sigue siendo el capitán? … Esto es parte de vaciar a los demás y llenarte a ti. La verdad se mostrará desde los lugares menos probables."
Cuando terminó de leer, no pudo evitar sentir una extraña presión pulsante sobre su pecho, como si fuera un presagio, como si algo o alguien lo impulsara a buscar la verdad de esa pregunta que siempre tuvo.
Al mismo tiempo que caminaba por la calle, ladeo su cabeza sopesando aquella idea que se le había ocurrido hace tiempo y que seguía afilando, a una imaginaria escena donde ganará el liderazgo en equipo sobre aquella persona que lo veía desde la esquina a un lado de la casa de la congregación a punto de presionar el botón de enviar y llamando la atención de Esteban hacia un zumbido de su celular.
— que carajo — susurro ante los insultos de un número desconocido.
"Cobarde. Él dominio de las personas es la piedra angular de la sabiduría, que pena que no la conozcas" leyó, no dudo ni un segundo, estaba por bloquear el chat cuando miles de fotos aparecieron en la conversación. Esta vez se preocupó, como si fuera una amenaza que lo obligó a trotar, ni siquiera quiso voltear por miedo.
Mientras tanto, esa persona suspiro con fuerza, tomó su mochila negra y empezó a caminar en dirección contraria.