Al día siguiente, desde los pasadizos de la escuela alguien provocaba miradas de otros estudiantes. Con un tintineo metálico de dos muletas, esa persona se posó sobre el marco de la puerta de algún salón y analizó a cada uno de los alumnos, no tardó mucho hasta que encontró a Arthur y Andrew sentados, uno al lado del otro.
Con esfuerzo, aquel joven recién salido de la clínica empezó a caminar, con ayuda de dos amigos suyos llegó frente a ellos dos.
— yesito — susurró Arthur al verlo.
— Gracias a la tonta pancarta que pusieron — escupió el adolescente, un año mayor, sus cejas se fruncieron y su tono se notaba desgastado, posiblemente de estar tanto tiempo en el hospital. Aunque, el par de hermanos no se veían interesados, en especial por algo que no tuvieron nada que ver — me vale una mierda que uno de ustedes sea asmático, pero no molesten a los demás. Ahora debo estar en descanso, tal vez ni siquiera entre a las olimpiadas.
— ¿Crees que nosotros pusimos esa cosa? — preguntó indignado Andrew, con más ganas de gritar. Pero, se mantuvo ronco al ver como sus compañeros de salon volteaban a él.
— Tu familia tiene mucho dinero, debe ser fácil para ustedes — respondió enseguida uno de los dos chicos, con el mismo tono agresivo que su amigo.
— ¡¿Por qué enviaría a personas colgar un secreto mio?! — cuestionó Arthur enojado, al mismo tiempo la campana cubría el grito.
— Vámonos, Tom — dictó el tercer chico, para luego ayudar a mover sus muletas.
Estaban a punto de levantarse cuando los celulares de ambos vibraron, llamando su atención a sus pantalones con la esperanza que no fuera el fantasma.
Una esperanza que no duró mucho cuando leyeron el mensaje.
«Solo quienes con la victoria nació en la frente, le es imposible reconocer la victoria.»
No lo comprendieron en un inicio, Arthur lo leyó un par de veces, mientras que Andrew lo leía no solo dos, sino cuatro o seis veces hasta que un segundo mensaje apareció.
«Lo siento, olvidaba que su elocuencia es paupérrima comparada con niños de primaria. En resumen, son idiotas a la espera que el terreno sea llano para alcanzar la victoria »
— De acuerdo es todo — susurró Arthur, sorprendiendo a su hermano mayor. Se levantó con fuerza y volteo alrededor de todos, poco le importó que la profesora estuviera presente, que algunos se asustaron, solo quería terminar con ese "fantasma" — ¿quien mandó este mensaje?
— ¿Aún quieres llamar la atención? ¿No te es suficiente con lo que pasó antes? — preguntó enojado un chico sentado.
— Callate.
— Arthur, ¿puedo seguir mi clase? o ¿es necesario llevarte a la dirección? — preguntó la maestra.
El joven moreno lo pensó, movió sus ojos de un lado a otro y en segundos volvió a sentarse. Mientras Andrew ojeaba a su hermano con tristeza, para luego ver por la puerta a Bruno caminar junto a la directora.
Eso sí era raro.
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Mientras tanto, la grabación de la noche anterior se mostraba desde una pantalla de computador. Una persona encapuchada, un poco subida de peso y vestida con el uniforme deportivo caminaba por las mesas de la sala de profesores, hasta que dejó su mochila en la más grande y sacó diferentes objetos. Entre ellos una lata en aerosol, cuchillos y confetis.
Solo basto unos segundos cuando empezó el show, dibujó en las paredes y pizarras, rasgo en ellas y en las mesas, y por último, hizo explotar las pequeñas bombas de color. Todo caía lentamente, como una fiesta sorpresa, o mejor dicho, como el final de la presentación de magia.
Poco a poco, la persona guardó sus cosas y regresó por la puerta. En ningún momento se vio el rostro, solo la camiseta de fútbol bajo el nombre de Bruno Ilawi.
Desde ese momento, los padres intentaron salvar a su hijo, pues sabían que en esas horas se encontraba hablando con ellos. Sin embargo, la directora tenía una única frase "le daré una oportunidad a su hijo, no quiero dejar ir a alguien del top veinte.", claro que la agradecieron su acto, a pesar no estar conformes al escuchar su insinuación o de ver de esa expresión complaciente.
"No eres el culpable, repítelo" Fue lo que Bruno se vio obligado a repetir después de dejar la oficina, él no lo necesitaba pero para su madre era diferente.
— A veces me preocupa que hayamos dejado que Bruno estudie aquí — susurro una mujer con el uniforme de policía, mientras caminaba a lado de su esposo en dirección al pequeño estacionamiento de la escuela.
— Era la mejor opción, es una buena escuela. Solo un año más y podremos librarnos de este lugar — dijo el hombre al abrazar el hombro de la mujer, ambos con una vaga expresión triste.
En realidad, no querían preocupar más a su hijo, no querían tener más problemas desde las noticias de la mañana. Esas que por suerte ninguno de los estudiantes escuchó hasta el día siguiente. Cuando repetían lo que habían escuchado.
« Dos concursantes de fisicoculturismo han sido vistos usando esteroides en el último concurso, los dos policías y pareja de casados Illawi»
Varios estudiantes voltearon a ver al joven regordete caminar en dirección a su salón, así como, bromas y nuevos rumores se crearon antes del primer receso. "Tal vez así consiguen dinero sus padres", "De seguro toda su familia la distribuye", "He visto en su casillero varias bolsas y cuando estamos en los vestidores siempre toma de un frasco, de metal, nunca se ve que bebé". Después de eso, no se lo vio por los pasadizos de la escuela.
Por otro lado, Kayle Leía plácidamente su pequeño libro en una de las mesas de la biblioteca, había estado pensando en todo el asunto del fantasma. Su atípica o hasta enfermiza motivación por molestarlos y por destruir la infraestructura de la escuela, con un acceso rápido. Sin duda debía ser alguien que conocía el lugar o que pudiera ingresar sin problemas y supiera de la bodega.
Debía ser alguien de la escuela.
— Oh, psycho — escucho, interrumpiendo en sus pensamientos, la joven trigueña volteo a Miriam y Lucy, ambas amigas a quien les debía una venganza. — ¿Qué haces aquí? No puede ser que tengas valentía para regresar después de lo que hiciste en la página de la escuela, sin vergüenza.
— Lo sé, soy muy fuerte — bromeó ella, mientras se levantaba y se daba paso, junto a un golpe en el hombro de Miriam.
— Oye, cuidado.
— Relájate, estamos en la biblioteca — detuvo Lucy al tomar los hombros de su amiga, aunque Miriam alejó su brazo de ella en un brusco movimiento.
— Ni siquiera está la señora amparo. Déjame golpearla, ven aquí idiota, deberías pagar por muchas cosas — amenazó la joven en un tonto intento de acercarse a kayle.
— Soy becada — soltó enseguida, sin dejar de lado su extraña confianza — Tú … si bien me acuerdo, estas en el top 30, no tan mal. Aunque, todo es gracias a que estas en el mismo salon de Aidan.
— ¿Y eso? ¿Estas celosa? — cuestiono con sorna, sin darse cuenta de la mirada aburrida de su amiga.
— ¿De tí? ¿Enserio? — volvió a preguntar kayle, cambiando el peso de su pierna, acompañada de una pequeña sonrisa ladina. Era obvio que se estaba burlando de ella.
Miriam simplemente no aguantaba, la conocía desde el segundo de secundaria cuando pensó que podría ser su amiga, pero la realidad era otra. No se llevaban bien y esta vez sus ganas de golpearla aumentaron trágicamente, se acercó rápido, alzó su mano lo suficiente para alcanzar su mejilla, pero fue entonces que las voces de los estudiantes más cercanos se hicieron fuertes.
— ¡Miriam! — se escuchó de un chico desde la puerta de la biblioteca — Miriam, Luis está en problemas.
— Luis, ¿tu hermano? — susurró Lucy, siguiendo a su amiga y viendo raro a Kayle.
Claro que terminó por seguirlas, como cualquier estudiante de la escuela perla, estaba interesada en saber qué pasaba. Varios creían que se trataba del nuevo caso de Bruno, pero fue extraña la reacción cuando vio una lluvia de pequeños papeles de colores. Varios aprovecharon ese hermoso momento para tomar videos y mostrar lo que decía.
Todos estaban en el patio secundario, tanto en la losa deportiva como en los balcones de esos cuatro pisos, desde el segundo piso, Theo y Esteban leían cada uno, uno de esos papeles. leyeron:
"El club deportivo solo es una fachada de ignorantes ilusionados por poder".