Era la tarde de un miércoles, Bruno estaba sentado en una de las gradas de la escalera de su casa. Escuchaba a escondidas de sus padres. Ambos grandes policías, conocidos públicamente por sus récords como fisicoculturismo, hablar entre susurros.
Invadido por la angustia, desvió su mirada hacia una pared llena de fotografías, entre ellas una de sus dos padres en un campeonato, bajo el título "Nuestro primer día". No se movió, realmente quería escuchar lo que su familia necesitaba. Quería ayudarlos, pero en el momento que estaba por bajar por la escalera, una silueta se interpuso.
Vestido casualmente y de una musculatura definida, Pablo, el hermano mayor de la familia tenía una mirada tosca. Tal vez por la discusión que estaba durando más de una hora o por la presión que tendrían al final del día, inclinó su cabeza y señaló arriba, quería que Bruno se quedara en su habitación.
En respuesta Bruno negó y se apresuró a caminar a sus padres. Fue rápido, Pablo ni siquiera pudo detenerlo cuando llegó interrumpió la conversación.
Ninguno de los dos padres pudo responder, solo bastó unos segundos cuando la madre suspiró se levantó en dirección a un microondas último modelo y sacó un plato de comida. Lo dejo en la mesa, frente a Bruno.
— ¿Estaremos bien? — pregunto pero ninguno respondió, fue entonces que raspó su garganta preparado para hablar — solo quiero saber si estaremos bien.
Pablo, solo quería cuidar de su hermano, aunque el menor de la familia no parecía estar de acuerdo con su decisión. Ladeo un par de veces la cabeza y contorsiono una mueca que buscaba llamar la atención de sus padres para tener su bendición y golpearlo.
— Ustedes solo deben enfocarse en sus clases y trabajo — aclaró el padre, tras arreglar el poco cabello que tenía.
— Claro, como soy un genio — respondió enseguida Bruno, en un tono aburrido y mirada fija en sus padres — ¿Eran noticias sobre esteroides?
Su expresión se veía cruda, molesto por haber leído la noticia de un acosador. Hizo fuerza en el tenedor, mientras escuchaba un suspiro ahogado de parte de su hermano, quien terminó por golpearlo y obligarlo a sentarse.
— Cállate — soltó Pablo en un largo suspiro — Luego hablaremos.
Mientras que los noticieros se hacían eco de las competiciones y esteroides de la familia Ilawi. Por las calles de la ciudad en un día de semana, el tráfico y flujo de personas se alargaba conforme llegaba la noche. Entre quejas y pasos de un restaurante de comida rápida, un par de zapatillas rojas de un chico caminaron por un restaurante de comida rápida.
Sentado en una barra, frente a una mampara con vista a la calle, dejó a sus pies una mochila negra. Evocaba calma con espalda casi encorvada y ojeras medianamente oscuras cubiertas por la sombra de un sombrero de tela, cualquier persona podría decir que parecía un famoso ocultándose, pero su mochila negra con el logo de una empresa decía lo contrario.
Comía su hamburguesa junto a un ligero movimiento ansioso de su tórax, como si fuera un niño a la espera de su dulce favorito o mejor dicho, su amigo.
En el cuarto bocado de su hamburguesa, una nueva persona se sentó a su derecha, con un jean desgastado, una camisa y sandalias, dejó una mochila negra a lado de la otra. Ninguno habló, ninguno volteo, sus miradas se mantuvieron quietas sobre los carros que transitaban frente a ellos y aquella construcción que en un futuro formaría parte de la zona comercial.
Totalmente augustos en sus asientos, mantuvieron silencio mientras las luces artificiales impregnaban la barra cada vez más llena por comensales, parecía que el silencio entre ellos seguiría, pero no fue así. Cuando tres golpes resonaron sobre la mesa, como una ambigua comunicación entre ellos.
— Maldito, te diste tu vida y nos dejaste sin un centavo. Adiós — bufo el de ropa desgastada, mientras tomaba con fuerza la mochila de su acompañante y salía del restaurante.
El joven de gorra volteo lentamente en dirección a la puerta, donde su compañero desapareció por la puerta de vidrio.
Las horas pasaron y al dia siguiente, en plena mañana las hermanas limpiaban el jardín de la capilla y arreglaban las plantas, mientras el personal de limpieza, acababan con círculos sonrientes amarillos de pintura acrilica en las vitrinas de la cafeteria.
Poco a poco, se encontraban en el primer receso de la escuela. Cada uno con sus grupos de amigos, o lo que hacían para no aburrirse en la soledad de media hora. Lo era en el caso de Kayle, buscar donde sentarse y comer en paz, hasta que algo llamara su atención. Normalmente eran Miriam y Lucy o sus pocas conversaciones con Aidan, pero ese dia, algo realmente raro la sorprendió.
Era Tom Utuya, con su yeso y a su lado Talia Sayani.
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Estaban detrás de la torre principal, a un lado del pequeño jardín alargado que ayudaba con el límite de la escuela y las rejas. Era un lugar oculto, fuera de la visibilidad de las cámaras, aunque casi nadie lo sabía.
Talia escuchaba alegremente al chico un año mayor. Había iniciado una conversación sobre sus días en el hospital, las comidas tan horrendas que al final terminó comiendo y de esa señora vendedora de desayuno a una cuadra frente al portón de la escuela.
— Gracias a mi ahora todos compran con ella, debería pedir un porcentaje de ventas — argumento con sorna escuchando una risa de la joven — talia, ¿qué me dices de mi trabajo? arregle lo que me dijiste, pero no sé, siento que le falta algo.
— oh sí, lo vi — exclamó y sacó de su mochila un par de hojas impresas — me diste pocas fotos de tu experimentación, pero puse las mejores. Por cierto, ¿arreglaste tu impresora?
— gracias — dijo al tomar las hojas — no, de hecho debo recogerla del técnico.
— talia — escucharon, era kayle a un lado de ese corto pasadizo. Los veía con la misma intensidad que una fiera a su presa — ¿podemos hablar un rato?
Para talía era diferente, alguien que respetaba le había pedido hablar, siempre viéndola a la distancia y escuchándola hablar en la bodega. De alguna forma extraña pero soñaba con tomar el primer puesto que para Kayle era tan fácil de conseguir.
— ya vengo, Tom — susurró talia al chico para luego seguir a la otra chica.
Ella no lo vio, pero Tom sonrió ante la interrupción de la otra, como si tuviera un cólera secreta contra ella. En poco tiempo, quienes caminaban por el lugar pudieron ver a las dos jóvenes, ambas de rumores tan raros hablando frente a frente.
En el momento que se alejaron, la pequeña chica regresó con Tom, quien la vio con una suave sonrisa que muchas veces la distraía y que empezaba a emocionar su corazón. Por un instante ambos se vieron como si estuvieran esperando algo más, hasta que al fin Tom tomó su rodilla oculta por su falda.
Dio un respingo y asintió con una sonrisa, sin duda tenía sentimientos encontrados por el chico que cada rato encontraba temas de conversación acerca de sus vidas y al mismo tiempo por ese consejo que Kayle le dio "Ten cuidado con Tom".
Tal vez le hubiera hecho caso en otro momento, pero su mente no dejaba de pensar en ella y él sentados en "su escondite".
— ¿Ella te molestó? — preguntó Tom, pero Talia negó.
— Mejor regresamos a tu trabajo ¿que decias que faltaba?
Ignorando todo lo demás, la joven se concentró únicamente en el chico, aunque él veía a sus amigos burlarse a lo lejos, y es que desde el primer momento que fue tras Talia, empezó a recibir burlas de sus amigos por querer usarla en su trabajo.
Las horas pasaron en la escuela, entre teorías conspiranoicas sobre Bruno y su familia salían a la luz, algunas breves peleas entre clubes deportivos, nuevas burlas acerca de los becados y claro está, la infaltable pelea de la directora Kanki y la madre superiora antes del término de clases.
Fue entonces que mientras estudiantes huían del clima cada vez más frío, Corni se despida de sus amigos con la promesa de recogerlos e ir a la fiesta, a un lado de todos, Bruno volteo a ver a su hermano Pablo, vestido de forma simple y una gran maleta colgada en su hombro, se acercó a él. Pocas veces iba a por él, de hecho, desde que entró a secundaria regresaba solo a casa o mejor dicho desde que su hermano empezó la universidad.
Y es que con seis años de diferencia, ambos hermanos asistieron a la escuela Perla, bajo la misma consigna de "estudiante con beca deportiva", aunque, sólo los apodos eran diferentes. Mientras que uno era llamado como "escarabajo", el otro tenía hasta una categoría como el "az de fútbol" y más tarde como "universitario de beca deportiva".
— ¿Qué haces tú aquí? — preguntó enfurecido el joven al ver como su hermano empezaba a llamar la atención de muchachas de la escuela. — das asco.
— Yo te llevaré a casa, andando — dijo el mayor, empezando a caminar, por detrás de la escuela. Aunque no fue seguido por su hermano, por lo que volteo con una sonrisa de lado a lado — te reto.
— No voy a correr aquí.
— Ah es cierto — exclamó y regresó a bruno — la corte dijo que solo les iban a revocar sus últimos dos premios y no tendrán ninguna sanción en el trabajo — explico, viendo como se dibujaba una sonrisa llena de esperanza en el rostro de su pequeño hermano.
Bruno iba a hablar, estaba por dar un paso cuando el mayor salió corriendo sin esperar al menor, que después de unos segundos y voltear a ambos lados, empezó a correr.
«Tal vez solo tenía que esperar, tal vez realmente no podía hacer más que solo ver» pensó mientras corría y veía a su hermano dar pequeños brincos.
Se dice que en malos momentos, se necesitan buenos pensamientos. Se dice que las grandes amenazas ocultan la esperanza de un odio … de un tercero o de tu propio odio. — El fantasma.