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Chapter 4 - CAPÍTULO 3. Una familia como la de ellos

«¿Por qué ofreció ayuda? y ¿cómo llegué aquí?» pensó Theo mientras dudaba sobre su decisión al seguirla y en poco tiempo adentrarse a la antigua minivan del consejero Nicolas Harawi. Le gustaba improvisar, pero en ese caso, cuando siguió el juego de Kayle nunca pensó que terminaría en un distrito pobre, con una casaca cubriendo su uniforme y escuchando las burlas que se hacían entre ellos dos.

En verdad parecían estar en una relación, pero de hecho solo se divertían en una amena conversación, desde tonterias sobre cómo hacer obtener ofertas en un supermercado mayorista y los materiales de oficina que Nicolás robó y que le estaba vendiendo por un buen precio.

Después de una hora conduciendo, la minivan de Nicolas se detuvo bajo la sombra de un árbol, en un barrio residencial un poco lejos del centro. En segundos, el adulto volteó a los dos chicos, sentados con ropa que cubría su uniforme.

— Realmente prefiero que ambos no vayan — entonó el castaño preocupado por dejarlos solos.

— ¿No dices que no es bueno quedarse sentado? — preguntó la chica, empezando a divagar.

— Recuerdo cuando me dijiste que debería aceptar las decisiones del grupo, no todo puede ser como uno quiere — agregar Theo — deberías trabajar mejor antes de ser menospreciado.

— Nicolas no te rindas, dices que eres guapo podrías cambiar de trabajo.

— o mejor busca una vieja que te mantenga, te va a menospreciar y te cuidara.

— Bajense — terminó por decir delante de ambos y desactivar el seguro.

Justo después de sus palabras, Nicolas en silencio los vio alejarse del carro.

La chica guiaba, con una mirada seria al frente y seguida por el pelirrojo, quien veía a todos lados, como si tratara de analizar el lugar. Nunca había estado por esa parte de la ciudad, ni siquiera cuando escapaba de su chofer para visitar restaurantes de comida chatarra se alejaba tanto de sus puntos de interés.

En algún momento, su vista se detuvo frente a una heladería. Empezó a confundirse y volteo por un segundo a la trigueña que sin decir una palabra pasó por el umbral de esa doble puerta.

De repente, el melodioso sonido de un timbre de helados se hizo presente. Theo alcanzó a ver pequeñas mesas circulares, paredes pintadas por líneas rojas, retratos de helados y frente a ellos, una barra de sillas altas a lado de un mostrador y cajero.

La piel del chico se erizo al darse cuenta del ambiente vacío, aunque se mantuvo firme hasta que se sentó a lado de la chica en la barra a un lado de la congeladora. Sin embargo, todos sus sentidos se alarmaron cuando vio llegar a un joven de cabello negro raspado y con un gran tatuaje en el brazo derecho.

Leo, un joven cercano a los veinte y cinco, sonrió cuando vio a Kayle frente a él. Y también, el último líder criminal de un grupo desaparecido que ahora orgullosamente administraba una heladería en progreso.

— Quiero un cono de chocolate con menta — interrumpió el pelirrojo. Fue un pedido extraño que soltó sin darse cuenta de los nervios. Sorprendió a ambos, en especial la chica que alzó sus hombros confundida hacia Leo.

— ¿Qué es lo que necesitas? — preguntó el chico mientras preparaba el cono y luego entregaba.

— Necesitamos información — habló Kayle y dejó sobre la mesa su celular con la foto del dibujo y la carta arrugada. Leo al verlo, frunció el ceño sin entender.

— ya no existe. ¿No sabes quien te lo envió? — pregunto. Pero ella negó.

Inmediatamente el lugar se envolvió en silencio. Theo escuchaba atento la conversación entre dos antiguos amigos. Leo no dejaba de voltear a él y regresar con una dulce sonrisa a la chica.

No lo entendía muy bien, pero hacía mal tercio y más aún cuando no entendía de lo que hablaban. Parecían palabras en clave "tribu", "omega", "trabajadores", "helados", ¿lo estaba halagando por su emprendimiento o preguntando por un asunto criminal?

— ¿Puedes ayudarme? No hay ninguna huella dactilar. Hasta conoce mi número de celular malogrado — dijo ella, sorprendiendo al joven.

Leo asintió e inmediatamente estiró su mano a kayle.

— Theo, ¿cuánto dinero tienes? — preguntó kayle al pelirrojo concentrado en su helado.

Desconcertado, se encontró con la mirada expectante del chico y sus tatuajes, a decir verdad, tenía un poco de miedo, pero no dejaba a un lado su poco autocontrol. En cuestión de segundos entregó un billete de diez, aunque no fue del gusto de los dos, se enfrentó a la mirada maliciosa del adulto para luego sacar un nuevo billete de veinte.

Esta vez el mayor aclaró su garganta, aceptando de mala gana el dinero. Al mismo tiempo que la puerta del local se abrió a sus espaldas, de ahí salió un moreno de treinta años, vestido con un camisón y short dejando a la vista sus bellos y arisca actitud. No pudo evitar ver uno de los tatuajes de gato y levantarse antes de una pelea entre los dos chicos.

— Es suficiente, nos vemos Leo — recalcó ella y con su mano en la muñeca de Theo.

Al fin en la realidad, Theo bajo la mirada una vez que cruzo a lado de aquel hombre de aura maligna. Se dejó llevar, mientras caminaban en silencio en dirección al carro, fue cuestión de segundos para que kayle lo suelte.

— por cierto, mis sospechosos son Aidan, la directora y Nicolas — comentó la chica al llegar frente a la minivan.

— ¿terminaron? — se escuchó de Nicolas.

— Theo, pide un sofá para la bodega — pidió la chica al entrar a los asientos traseros.

— vete al demonio — contestó molesto.

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Theo no pudo evitar pensar en nuevos sospechosos durante su viaje, aunque no tendría sentido que una sola persona odie a siete estudiantes tan diferentes. Sin embargo, todo cambió cuando llegó a casa y vio como según se hacían pasar, "la familia perfecta".

Su padre fue lo primero que vio, un hombre de cabello castaño con algunas canas en crecimiento que se asomaban sin temor de ser vistas, un par de ojos desgastados cubiertos por un par de lentos y una expresión corporal enojada. A la espera de una buena explicación de su llegada tan tarde.

— fui a comer con unos amigos — respondió Theo cabizbajo.

— ¿justo el día de la reunión?— preguntó con un tono más alto, parecía que en cualquier momento iba a golpear a Theo — cámbiate y prepárate.

No servía discutir, estaba cansado y solo quería pasar el dia desapercibido.

Las horas pasaron cuando seis adultos se encontraban sentados en una mesa, en una apacible conversación en la casa de la familia Rimachi. Una reunión de amigos, que más parecía una guerra de intereses.

Javier era quien casi siempre ganaba, aunque por una extraña razón estaba más interesado en vigilar a esposa. Una pelirroja de cabello largo, una ama de casa que intentaba cubrir un moretón de su cuello. Mientras tanto, en un jardín techado del segundo piso, los cuatro estudiantes ven con sorpresa a Theo, quien permanecía insatisfecho frente las pocas frutas del plato.

— Entonces, ella tiene contactos. Debemos tener cuidado — dijo Corni — Oigan, mi familia hace años tienen algo con la familia de Bruno, aunque realmente no sé por qué.

— Para — detuvo Arthur al alzar su mano — ¿crees que Bruno pensaría en algo tan grande?

— Más bien, creo que sería la psycho. Solo está ocultando algo ¿no fue raro que se ofreciera por ayuda? — preguntó Andrew, en una mueca llena de desagrado.

— Entonces sería lo mismo para Nicolas — dijo Corni, con sus brazos cruzados. — cómo es que sabía que estamos en la bodega, ¿no es raro?

— kayle, dijo que podría ser Aidan o la directora kanki — dijo Theo.

— solo dijo para desconcentrarte — balbuceo Andrew Junto a un suspiro ahogado.

Theo estaba por hablar, cuando escucharon la mampara de la terraza abrirse. Con un escalofrío por su espalda, voltearon sorprendidos al ver a Aidan frente a ellos, a pesar de que su madre y sus familiares eran amigos, no era muy común verlos juntos.

La expresión de cada uno hizo sonreír al joven castaño. Realmente estaba emocionado por ser quien tuviera el protagónico, no es que fuera narcisista, al contrario, gustaba de ver desde atrás con una sonrisa amarga y pose confiada. Tal como estaba esa vez, con sus manos en los bolsillos de un elegante pantalón caqui y una camisa gris que resaltaba sus ojos cubiertos por un par de lentes.

Se deslizó por la terraza, hasta el asiento vacío frente a Theo.

— ¿algo interesante? — fue lo único que dijo como saludo.

— Aidan, ¿Por qué llamaron a tu madre aquí? Aún falta mucho para los exámenes — cuestionó Arthur, pero Corni pateó su pierna. Mientras el chico de cabello ondulado alzaba sus hombros.

— Seguro para ayudar con las calificaciones — soltó él sin ímpetu y una gran expresión confiada que ofreció al pelirrojo. Como si estuviera burlándose de él.

Decididos a no escuchar al chico, se mostraron más agradecidos por la presencia del mozo con su comida. Mientras tanto, en el salón, la abuela Susan veía sonriente desde su puesto de anfitriona a sus invitados. Aunque, había una duda más que debía tratar, sus intereses propios iban desde el dinero hasta el cuidado de esa escuela. Después de todo, tras la familia Kanki, ella era una de las inversionistas pioneras.

— no tendremos problemas con lo que pasó esta semana, ¿no? — preguntó Susan a la directora sentada a su lado. Ella negó enseguida acompañada de una suave sonrisa mientras se acomodaba en el asiento para verla directamente — que bueno, estaba preocupada que algo le pase a Cornelia.

— En verdad lamento lo que pasó con Arthur y Theo, pero desde ahora estamos programando mejoras que puedan salvarnos — aclaró la mujer al tomar un sorbo del vino — y sobre el asunto académico, después de exámenes los profesores se encargan de las notas.

Gabriela, la madre de los gemelos se había mantenido callada durante la corta conversación, tenía intención de hablar pero fue detenida por el zumbido de un celular.

Enseguida volteó la mirada, hacia su esposo un poco apenado por la llamada inoportuna. Matias, con un porte de médico bonachón apagó su celular y sonrió tímidamente.

— perdón, la clínica — a largo Matias. Mientras Gabriela volteaba de reojo molesta a su comida.

— ¿Por cierto, la escuela aún recibe inversiones? quisiera entregar un poco de dinero para la beca perla — interrumpió la abuela Susan.

— si, otra de las rarezas de mi padre, estaré encantada de recibir su ayuda como siempre. Más bien, este año vamos a unir ambas ferias. Amelia, ¿tienes tiempo para ayudarme con la música? — cuestionó la directora kanki con su mirada sobre la pelirroja. Quien aun masticando sonrió y acertó.

— oh, siempre tan sensible cuando se trata de las artes — hablo Javier — aunque tal vez, la famosa actriz, quiera ayudar.

— Me encantaría. Pero ya sabes como pueden ser algunos estudiantes. Hace un mes, una estudiante, trató de entrar a nuestra casa solo por un autógrafo — respondió Gabriela Achokalla y llevó hacia atrás su cabello.

— Qué pena, ¿y tu Victoria? ¿no estás interesada? — preguntó la anciana hacia su nuera.

— me halaga suegra, pero con el negocio de mis padres, estoy muy ocupada. Aunque, podría mandar algunos postres para los profesores.

— Me encantaría, por un último gran año para nuestros hijos — comentó la directora con su copa alzada.

En poco tiempo, la sala se inundó en una conversación amena y varios brindis entre todos. Sin darse cuenta que eran vistos por sus hijos en el medio de la terraza, más como si fuera un programa de variedad sobre el futuro de sus vidas.

«¿creen que algún día nos convirtamos en monstruos como ellos?» era una típica pregunta que pasaba por la mente de Aidan. Varias veces temía ser el único en pensar sobre eso, pero por suerte tenía sus propios métodos para saberlo.

— ja, sin duda ni las crías se pierden la malicia — murmuró Aidan, siendo solo audible para Theo. Quien bajó la cabeza hacia otro lado.

Sin embargo, un zumbido lo sobresalta y saca su celular. Mientras los otros tres continúan en lo suyo, en un intento de no llamar la atención. El pelirrojo desbloqueo su celular y lo primero que vio fue un mensaje de texto.

« Él tiene razón. Las crías de canguros siguen sus pasos sin pensar.»