Era una tarde común en plena feria de una escuela católica, bajo un hermoso cielo azul y con una suave ventisca de primavera, miles de estudiantes se encontraban demostrando sus proyectos de ciencia en el patio secundario, otros entrenaban en los grupos deportivos en el coliseo y por supuesto, otros estudiantes presentaban una pieza musical en el escenario.
Todo parecía normal, la joven directora Alison Kanki veía con entusiasmo su escuela, mientras revisaba los pasadizos repletos de estudiantes y padres de familia.
En algún momento jadeo reconfortante, por el rítmico sonido entre los parlantes, la grabación de bienvenida.
— Hola a todos a la escuela perla, un lugar hermoso para jóvenes mentes... ¿verdad? — se escuchó.
Por un segundo no lo pudo creer, sus ojos se abrieron como platos y sus pupilas se dilataron repletas de nervios. En segundos, camino apurada.
Hacia la torre administraba, hacia su oficina.
Al mismo tiempo que la directora trotaba en un intento de no llamar la atención, los estudiantes voltearon sorprendidos al cielo.
— Padres como Inversionistas de un centro fraudulento, docentes que sólo buscan su comisión a toda costa y estudiantes que solo saben hacer rumores. Y por eso estoy aquí, contaré todos los rumores de este lugar.
La voz que golpeaba por los parlantes era medianamente robótica, de un tono burlón pero sarcástico. Cualquier podría decir que era un sádico en potencia.
Y es que parecía ser así.
— Tan raros, horribles y estúpidos que podrían incomodar a más de uno.
Con cada palabra que decía, los estudiantes se notaban más nerviosos, con miedo de escuchar a esa persona desconocida.
Sin embargo, la directora estaba harta. Con una ligera capa de sudor sobre su frente, respiración pesada y una casi sonrisa. No iba a dudar, estaba a pocos pasos de su oficina, solo necesitaba abrir esa puerta de doble hoja de la Torre principal.
Dando la espalda a miles de confusos jóvenes más interesados por esa persona, abrió de golpe la puerta. Al mismo tiempo que algo cayó a la vista de todos.
— Así que bienvenidos, será un placer ser su compañero.
Kanki no parpadeó, cuando volteó lentamente. Sus ojos ardían, su pulso era acelerado y su rostro estaba rojo por la sorpresa de un estrepitoso golpe contra el concreto del suelo.
Era un cuerpo humano a simple vista, un chico de cabello negro vestido con el mismo uniforme azul, como un estudiante más.
Muerto frente a todos.
En poco tiempo los estudiantes salieron corriendo entre gritos, rodeando a aquel cuerpo y por ende, a la directora.
Ella se llevó la mano a la boca, ocultando su terror combinado por una rara sonrisa tétrica y una lucha por no dejar escapar sus lágrimas.
— Atentamente, el fantasma
.
.
— cuidado que puedes caer al hoyo ... y no te dejaré salir fácilmente.