Chapter 5 - Arco 1.3

Liwen abrió los ojos con pesar. La luz del sol, que se filtraba por la ventana, impactaba contra su rostro y provocaba que sus ojos ardieran. Eran un claro indicador de que era hora de despertar.

Lentamente, despegó su cuerpo del colchón. Estiró su espalda e inmediatamente se sorprendió.

No sentía nada. Su cuerpo estaba fresco, sin la más mínima incomodidad. No había heridas, raspones, moretones… nada. Era como si tuviese un nuevo cuerpo.

Liwen sonrió. Su estado parecía haber sido obra del sistema. Por más afilada que fuera su lengua, no podía evitar ser de corazón blando. Lo había ayudado después de todo.

Liwen se alistó para ir a la academia. Estaba bastante atrasado, y si no se daba prisa, llegaría tarde a su primera clase.

Al bajar por las escaleras, alcanzó a oír una risa abrumadora y voces que iban y venían.

Liwen enarcó una ceja. Su "amada" madrastra había traído a sus amiguitas de nuevo, pensó Liwen, antes de continuar con su descenso.

Sin siquiera voltear a ver, se encaminó hasta la puerta y salió de la mansión. Pese a que solo había pasado una noche dentro de ese lugar, se sentía completamente sofocante. Liwen no entendía, como el personaje, había soportado tantos años viviendo allí.

Liwen tenía en claro, que necesitaba mudarse; necesitaba escapar de esa espantosa familia. Pero antes que nada, debía recuperar el dinero de su madre. Ella había invertido su sudor y lágrimas en esa empresa, y no iba a permitir que esas sanguijuelas lo aprovecharan.

"Sistema, ¿puedes obtener información clasificada de los personajes?"

Un bostezo resonó dentro de la mente de Liwen. Una voz ligera y desinteresada le respondió.

"Eres muy molesto humano. ¿Acaso no puedes hacer nada por ti mismo?"

Liwen sonrió.

"Claro que puedo, pero mis métodos no son muy adecuados para este mundo. Envíame a una historia sin reglas, salvaje y sangrienta para la próxima, y ahí te demostraré todo lo que puedo hacer"

"¡Bien! Así lo haré"

Una brisa revolvió la cabellera oscura de Liwen. Pese a que se encontraban en el interior de una nave espacial, los alrededores eran vivos, naturales y refrescantes.

Daban la apariencia de estar en un planeta común y corriente, y no en una máquina atestada de personas, y navegando a ciegas.

"¿Qué información necesitas?"

"Necesito conocer sobre los negocios turbios de la actual familia Khei. Pienso sacar la basura"

"Pues entonces prepárate porque tendrás mucho que limpiar. Desde que tu madre murió, el negocio se ha enfrascado en un sin fin de malas elecciones y nada legítimas. Y tal parece ser, que tu madrastra también ha metido mano"

"Perfecto. Es todo lo que necesito"

Liwen contaba los días que le tomaría vaciar las cuentas de la empresa y recuperar el dinero de su madre, antes de enviar a esas personas a prisión.

Ese sería el primer paso para destruir la vida de su hermanastro, a quien pensaba despojar del trono de personaje principal poco a poco.

—-

Apenas Liwen pisó el campus de la academia, desató un caos. Alumnos se le quedaban viendo, mientras susurraban con emoción y risas.

Sus ojos no se escapaban de su delgado y venido a menos, cuerpo. Si hubiera sido el personaje, quien debía atravesar este momento, podría sentirse un tanto incómodo. Aunque a Liwen eso no lo inquietaba en lo más mínimo.

Suponía que esto podría pasar, una vez finalizadas las audiciones.

Al llegar a la puerta de ingreso, observó el panel de anuncios. Un grupo de estudiantes leía, uno por uno, los nombres de los diez seleccionados para el festival.

Liwen no tenía que buscar su nombre para saber el resultado. Era de esperar, que fuera elegido.

Una mano sujetó su brazo con fuerza. El cuerpo de Liwen fue arrastrado hacia atrás, por una mano que estrujaba fuertemente su antebrazo. Era como si quisiera exprimir su extremidad y verter el líquido de su interior.

Liwen volteó y contempló el rostro antiestético de su hermanastro. Kalisto lo miraba con unos ojos plagados de ira, como si quiera destrozarlo en miles de pedazos. No podía ocultar el desdén que sentía su corazón.

Kalisto arrastró a Liwen hasta una esquina. Asegurándose de que nadie pudiera interrumpirlos, empujó a Liwen contra la pared y lo arremetió sin piedad.

"¿Qué te crees que eres?"

Golpeó la cabeza de Liwen, mientras escupía cada una de sus viles palabras. La saliva brotaba desde sus labios, impactando contra el rostro de Liwen. Estaba tan enfurecido, que no podía evitar gritar entre escupitajos.

"¿De donde sacaste las agallas para presentarte a la audición, fenómeno? Alguien como tú, debería permanecer encerrado; oculto de este mundo"

Liwen levantó lentamente su mirada. Analizó el rostro del llamado "personaje principal".

Sin lugar a dudas, los dioses lo habían bendecido con todo menos cerebro y corazón. Kalisto había heredado la contextura de su padre, pero el delicado rostro de su madre. Su cabello dorado, combinaba con unos brillantes ojos celestes.

Aunque los del sistema eran más lindos, pensó Liwen.

"Escúchame bien basura, cancelarás tu asistencia al festival ahora mismo. Ni se te ocurra presentarte delante del público. Vas a espantarlos y traer vergüenza a la familia"

Liwen quería reír. Sus palabras no tenían ningún tipo de sentido. ¿Se supone que iba a renunciar solo por que él lo quería? ¿Acaso Kalisto podía ser más malcriado aún?

Liwen decidió ignorar el poco funcionamiento cerebral de Kalisto. Por temor a que su falta de neuronas fuera contagiosa, decidió alejarse e ingresar rápidamente en su salón de clases.

Empujó el cuerpo de Kalisto y caminó de nuevo hasta la puerta de entrada. Dejó a Kalisto sorprendido y confundido. No podía entender el porqué de la reacción de Liwen. Siempre había sido fácil de manipular y no debía ser una excepción esta vez.

Kalisto cerró su mano en un puño. La ira comenzó a brotar dentro de su corazón, mientras un desdén negro y pútrido, echaba raíces. Odiaba a Liwen, y quería verlo sufrir, no brillando en un escenario. Iba a hacer lo que fuera necesario para que no se presentara.

Liwen consiguió sentarse en su asiento, antes de que las campanas resonaran por toda la academia.

Apoyándose cómodamente en el respaldo de la silla, enfocó su mirada en la pizarra a lo lejos. Estaba más que listo para su primera clase.

¡Grrrrrrrrrrrrr!

Un intenso, y desconocido sonido, atrajo la atención de las personas sentadas junto a Liwen. Todos dirigieron su mirada hasta el joven mudo, de cabello oscuro.

Desgraciadamente, Liwen no podía escucharlo. El ruido le era imperceptible, aunque la incomodidad no. Su estómago gruñía, y Liwen no podía entender el motivo.

"Humano, eres tan idiota. Que ahora no eres un fantasma. Ya no estás más en ese mundo. Ahora eres un humano, común y corriente, y necesitas comer. ¿O es que quieres morir de nuevo?"

Liwen cayó en un profundo pensamiento. Se había olvidado de un mínimo detalle, que en estos momentos, le estaba pasando factura. Tenía tanta "hambre", que no creía poder aguantar hasta el final de clase.

Liwen suspiró.

"Iré a la cafetería, a ver si tienen algo para desayunar"

Liwen dejó el salón, escapando de la mirada de su profesor. Caminando, entre los pasillos vacíos y silenciosos, Liwen avanzaba confiado, y a su vez, desesperado. No le agradaba el sentimiento que transmitía su estómago. El concepto de hambre, no era bonito.

Al pasar por un aula, el corazón de Liwen se estremeció. Sus pasos se detuvieron en seco, en lo que su mirada era atraída por lo que se escondía detrás de una puerta cerrada.

No sabía porqué, pero Liwen sentía que algo lo llamaba. Sentía que, si no abría esa puerta, se iba a arrepentir. Era otro sentimiento que, desde hace años, no percibía.

Liwen frunció los labios y avanzó rumbo al aula. Al observar el letrero de arriba, descubrió que se trataba de una sala de ensayos. Los alumnos las utilizaban para practicar instrumentos de gran tamaño como pianos.

Liwen colocó su mano sobre la manija y la giró con nerviosismo. Al ritmo de los alocados latidos de su corazón, ingresó a la sala que se encontraba con todas las luces encendidas.

Un piano yacía en el centro de la habitación. Una espalda ancha, y unos dedos que danzaban sobre las teclas negro y blanco, captaron la mirada de Liwen.

Percibió un claro "deja vú".

Liwen dio un paso. Quería acercarse a esa persona; quería eliminar la distancia que había entre ellos.

La persona no pareció perturbarse, ante la presencia de un extraño. Continuó tocando sus delicadas melodías, las cuales no podían ser apreciadas por Liwen.

Sin embargo, los ojos de Liwen captaron el ritmo de la canción. Al observar cada tecla que era presionada, Liwen podía escribir una partitura dentro de su cabeza e imaginar el ritmo.

Con la melodía llegando a su fin, Liwen comenzó a sentirse más inquieto. Estaba seguro de que conocía esa canción; la había escuchado en algún lugar, tiempo atrás. Pero por más que revisaba la memoria del personaje, no podía encontrarla.

Cuando la cabeza del hombre se elevó, y una secuencia de teclas fue presionada, los ojos de Liwen se abrieron con sorpresa. Sus manos empezaron a temblar, al compás de los latidos de su corazón.

Le costaba respirar. Sentía como si fuese a morir, de un momento a otro.

No podía creerlo. Esa canción era la misma que le había enseñado esa persona. Era un regalo que le había hecho; algo que los unía como pareja.

Las lágrimas bajaron por las mejillas de Liwen. Su pecho se comprimía por el sin número de emociones que querían abrirse paso.

Liwen debió llevar su mano hasta su pecho y presionarlo con fuerza. Durante décadas, había mantenido sus sentimientos bajo llave. De lo contrario, sentía que iba a volverse loco.

No quería vivir en un mundo que no lo tuviera; pero como no podía escapar, se negaba a amarlo en un mundo en el que no estuviera. Por eso arrancó sus emociones y las encerró bajo llave. Pasó sus años como un "muerto sin corazón".

Sin embargo, ahora no podía controlar sus sentimientos; se estaban desbordando de su interior. Le decían "es él", "está aquí", "ahora estás en un mundo que lo tiene".

Liwen dio otro paso. La música se detuvo abruptamente y la persona, en cuestión, volteó. Unos ojos almendrados contemplaron a Liwen, quien no dejaba de llorar e hiperventilar.

Una escena lamentable, que destrozó el corazón del hombre. Como si estuviese poseído, se levantó de su taburete y caminó hacia Liwen.

Con las yemas de sus dedos, limpió su delicada mejilla. Su piel absorbió la humedad del rostro de Liwen, mientras intentaba fundir el calor de su cuerpo con el suyo.

Liwen cerró los ojos, tratando de calmarse. Acción que le hizo perder el ligero destello que apareció en los ojos del hombre.

El sujeto, pareció transformarse por unos segundos. Su mirada confundida, cambió a una llena de amor y cariño.

Eso sería algo que Liwen descubriría más adelante.