Chapter 30 - Godzilla.

Soledad observaba en silencio y preocupada, parecía adivinar que el juego de la Condesa era distraer la atención de las personas y dar el golpe maestro, y eso era lo que ella esperaba, se empezó a escuchar un barullo proveniente de algún lado, un estruendo de olas de mar, entre retumbós, como si algo muy pesado golpeara el piso.

- ¡SILENCIOOO, POR FAVOOOR, QUE ALGO ESTÀ SUCEDIENDO, Y CALLEN A ESE PERROOO!

Grita Leticia Correa mientras una de las chicas salía para meter al Queco a la casa, ya sin el megáfono porque debido al apagón, ya no funcionaba y fue entonces cuando los verdaderos gritos de terror comenzaron, porque algo enorme surgía del mar.

- ¡CON UN DEMONIO, ES GODZILLA!

Grita Romaia mientras apuntaba hacia la playa, donde un enorme lagarto salía del mar, claro que no se trataba del legendario Godzilla que todos conocemos.

Sino de un simple cocodrilo gigantesco que fácilmente pasó por sobre la baranda del malecón y los autos.

Los chicos del barrio accionaron sus armas de fuego que aún no habían mostrado por temor a que les fueran decomisadas por los marinos, pero no le hacían ni el más mínimo daño al enemigo, los marinos y policías al escuchar los disparos, se regresaron para mirar asombrados, desde lejos, el enorme reptil que había salido del mar, rápidamente accionaron sus armas largas y de grueso calibre, al mismo tiempo que se regresaban corriendo, el lagarto enfiló hacia la mansión porque parecía que ese era su objetivo principal, pero las fuertes detonaciones de un arma accionada desde una de las torretas de una de las unidades de la marina, desviaron su atención obligándolo a cambiar su curso, uno de los marinos accionó su calibre 50 logrando impactarlo directo por un costado, a lo que el lagarto se dio la vuelta para soportar de frente los impactos que aunque parecían molestarlo y ponerlo furioso, no le hacían daño porque no lo hacían sangrar, el artillero agotó su cargador y tuvo que saltar antes de que el lagarto aplastara con su larga y enorme cola la unidad blindada, para retomar su rumbo hacia la mansión Román.

- ¡AHORA MOSQUETEBRIAS!

Se escucha la voz de Pamela desde la barda frontal, por medio de un cono hecho de cartulina, a manera de altavoz.

- ¡JUSTICIAAA, JUSTICIAAA, QUE MUERA LA CONDESA DE MALIBRÀN, QUE MUERA LA INFIDELIDAD!

Y el grito comenzó a escucharse por todos lados, la mulata ya estaba parada enfrente del portón, lista para repeler el avance de su enemigo con todas sus fuerzas, pero dudando de sus capacidades, porque ese enorme cocodrilo que se dirigía hacia ella debería de pesar varias toneladas, una serie de detonaciones de granadas de mano se empezaron a escuchar, entre disparos de grueso calibre, y entre los gritos que pretendían invocar la presencia del conde de Malibrán.

Pero el lagarto al escuchar el grito encadenado, dejó de defenderse de los marinos y los insurgentes que le lanzaban bombas molotov, concentrándose en llegar hacia la mansión Román, sobrepasando con una carga frontal, la fuerza de Soledad que pretendía detenerlo, y con un gran esfuerzo se dio la vuelta y levantando la cola, de un solo golpe destrozó el portón de madera; Soledad fue expulsada a consecuencia de la misma fuerza contraria con la que pretendió evitar el terrible coletazo, con la que su enemigo destruyó el mural mágico de donde había salido el Conde la última vez que había acudido en su rescate.

Y al mismo tiempo, allá, aún estacionada enfrente del Perro Salado, Beatriz del Real sonrió satisfecha porque la destrucción del portón parecía ser la señal que esperaba, el cochero fustigó a los caballos y el carruaje comenzó a avanzar incontenible por el bowlevard, porque al chocar con algún vehículo que le impidiera el paso, simplemente lo hacía a un lado o salía volando y tomó rumbo hacia la mansión Román, llegando por el curvo malecón del lado de Veracruz.

Soledad había caído estrepitosamente y perdió el sentido por unos momentos; Pamela que no pudo mantener el equilibrio arriba de la barda, en el momento de que el portón recibió el fuerte impacto y se cayó, apenas levantándose volvió a treparse por otro lado, y al ver la magnitud del problema en el que estaban metidas, porque ya quedaba muy poca gente en pie, como si la caída del portón fuera la señal de retirada, alcanzó a ver a un grupo de muchachos que corrían por el bowlevard dirigiéndose hacia la mansión, grupo en el cual alcanzó a distinguir al Ostro y a la Ostra, que se unían a la batalla contra el enorme lagarto, que se había retirado para defenderse de los continuos y molestos ataques de los marinos y el resto de los insurgentes, que seguían lanzándoles bombas molotov y disparándole, cuando una vez más se escuchó el grito de Pamela, desde lo alto de la barda.

-¡AHORA MOSQUETEBRIAS, UNA VEZ MAS, NO SE DESANIMEN QUE AUN NO PERDEMOS ESTA BATALLA, QUE MUERA LA CONDESA, QUE MUERA LA CONDESA!

Las chicas se quedaron calladas mirándose una a otras, como esperando que una saliera corriendo primero para seguirla, Pero Érika comenzó a entonar el ritual, sin interrumpirlo.

- ¡QUE MUERA LA CONDESA DE MALIBRAN!

En ese momento el carruaje siniestro se estacionaba enfrente de la mansión; Soledad había sido metida a la sala, donde Adelina y Leticia aún no lograban reanimarla.

- ¡Es inútil todo lo que hacemos! –dice Adelina. –Sigue viva, pero el golpe que recibió fue tan fuerte que la dejó fuera de combate, enciérrate con las chamacas en la habitación reforzada con los amuletos de todos, que yo defenderé mi casa con los que quedan allá afuera.

- ¡No es tan inútil lo que hacemos! –dice Leticia. –Porque las luces parpadean, como si el servicio eléctrico quisiera volver.

Ya se podían contar por cientos los lagartos que rodeaban al carruaje, mientras el principal seguía conteniendo a las armas pesadas de la marina, y ni rastros de las legiones de turistas que estaban preparadas para cazar cocodrilos, de repente y desde el mar, se escuchó un estruendo de cañones, era el cañonero Guanajuato que entraba en la batalla, apoyando a sus marinos con fuego de cobertura, logrando dar en el blanco en varias ocasiones, ya que los marinos estratégicamente lo habían alejado de la mansión para ponérselo a tiro del cañonero, la Condesa se bajó del carruaje vistiendo ahora un elegante vestido liso de color azul, con escote al frente, y quitándose los guantes volteó furiosa al escuchar las explosiones que golpeaban a su arma principal, y envió a los lagartos a que entraran a la mansión, donde solo se escuchaban los disparos de Adelina que uno por uno, los volvía arena con cada impacto, ya que cada cartucho había sido mágicamente preparado por Soledad para que pudieran dañarlos.

–¡NUNCA PASARAS DE ESTA PUERTA, CONDESA DE MALIBRÁN!

Dice Adelina parándose desafiante en donde debería de estar el portón de su casa; Pamela y Érika seguían entonando el grito de guerra del conde de Malibrán aunque ya muy pocos las acompañaban, pero cuando las luces empezaron a parpadear como queriéndose encender, y al ver la espectacular batalla naval que libraban los marinos con su cañonero desde el mar, el ejército insurgente de los chicos del barrio se empezó a reagrupar, reforzado con los cazadores de cocodrilos y turistas aguerridos, fue cuando Leticia comprendió que la magia de la Condesa estaba perdiendo fuerza, y tomando su altavoz eléctrico, dándole un par de golpes para ver si funcionaba, reforzó el grito de batalla que invocaba a su caballero salvador, el conde de Malibrán.