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Chapter 36 - Hasta que la muerte los separe.

- ¡Tranquilas muchachas! Yo sé que su situación es muy difícil, lo bueno es que no todas tenían novios por correspondencia, de las mosquetebrias que quedaron, tan solo Belinda; Carolina; Romaia y Érika tenían un novio lejano, las demás tan solo tenían amigos por correspondencia, lo sé porque ya anduve averiguando a través de las puertas mágicas, corroborando la teoría de que tan solo los hombres que están comprometidos de alguna manera con una mujer, manifiestan el síndrome de los muertos vivientes, porque los que no, así como don Hermelindo el jardinero, no tienen ningún problema, tampoco los casados, porque como un síntoma del síndrome es querer estar cerca de su esposa, pues por lo mismo permanecen cerca de la cura contra el síndrome.

-En realidad no sé si la Condesa nos dejó una maldición, o una bendición. –dice Soledad.

- ¡Pues para mi es una maldición! –dice Érika.

- ¡Para nosotras también! –dicen las demás.

-Pues para mí la maldición se convirtió en bendición. –dice Pamela.   -El problema es que ahora René ya no va a poder irse a estudiar a Houston. –dice Adelina.

- ¡Tranquila jefa! Puedo estudiar aquí, al fin que aquí me siento mejor. –dice René.

-Si ya me di cuenta que lo que para unas es bueno, para las otras es malo, pero dejemos de pensar un poco en nosotras, olvidémonos por un momento de lo que estamos viviendo, salgamos con la mente de esta mansión y pensemos en los demás. –dice Soledad.

- ¿Cuál es el punto Soledad? –pregunta Belinda Castillo. –Si no podemos hacer nada por nuestros novios que deben de estarse muriendo lejos de nosotras; ¿De qué sirve que nos preocupemos por lo que está pasando fuera de estas paredes?

-Aún no sabemos en qué consiste la venganza de la Condesa, si claro, ya sabemos que nos dejó el síndrome de los muertos vivientes, que para unas es bueno y para otras es malo, pero no tiene el sentido que parece; ¿Qué otra cosa nos dejó?

- ¿Mmm? –gesticula Romaia analítica. –Creo que la Condesa se equivocó y en medio de los celos que la carcomían cuando le estabas diciendo que le ibas a bajar al Conde, cometió un error, más bien un gravísimo error, que no está en lo que nos dejó, si no en lo se llevó con ella.

- ¿A qué te refieres exactamente muchacha? –pregunta Leticia Correa.

-Ya decía yo que tu alma antigua es demasiado sabia Romaita, anda dime que has descubierto tú, que ni Adelina, ni Leticia, ni yo imaginamos.

- ¿Si recuerdan lo que gritaba la Condesa antes de morir? –pregunta Romaia.

-Algo así como que el Conde le gritara y la asesinara. –contesta Érika.

-La condesa le decía. –dice Pamela, preparándose para dar un discurso.

- ¡Pero gritalooo con todo tu odio, libéralo con toda tu fuerza para que al morir me lleve mi pecado conmigo! Y esa será mi venganza para toda esta generación que se ha burlado de mi dolor, grítalo con todo el dolor de tu corazón; haz que muera lo que más odias en tú maldita existencia, haz que muera la infidelidad; Alfonso de Malibrán y Violante.

-Algo así más o menos y fue cuando el Conde le ensartó la espada, convirtiéndola en arena.

- ¡Que muera la infidelidad! Gritó el Conde antes de matarla, esa maldita bruja, ahora creo que sí nos ganó la batalla, y no cometió error alguno, más bien su plan fue maestro, la venganza de la condesa de Malibrán no reside en lo que nos dejó, si no en lo que se llevó; ¡Pero no es posible! Aunque demostró un poder inmenso, no creo que haya sido suficiente como para llevarse un pecado –dice Soledad angustiada.

-En tus años de guardiana; ¿Alguno de los enemigos que te ha tocado enfrentar se había llevado un pecado? –pregunta Leticia.

-Lo bueno es que adivinaron, porque si yo se los digo primero, me hubieran tirado a loca. –dice Romaia.

- ¡Diablos sí! Por eso se reía, e incluso dijo que semejante castigo, no se le había ocurrido ni al mismo Príncipe de las tinieblas. –dice Soledad.

- ¿Qué fue lo que se llevó entonces? –pregunta Belinda.

- ¡Se llevó el pecado de la infidelidad; Belinda! ¿No escuchaste lo que dijo Soledad? –le contesta Romaia. -Por eso los chavos que tienen novia como René y Manuel, actúan como idiotas cuando no están con sus novias, porque no pueden estar con otras mujeres, y por eso los señores que hemos visto en los centros comerciales y que no actúan como idiotas porque están con sus señoras, es porque tampoco pueden estar con otras mujeres, ese es el pecado que hace falta, el que dice Soledad que la Condesa se llevó; ¿Verdad, Soledad?

- ¿Qué dijiste Roma, que los hombres no pueden ser infieles?  –pregunta Érika, incrédula. – ¿Entonces nuestro sueño dorado se ha cumplido? ¡Ahora nada más tenemos que ir por nuestros novios, que nunca nos van a ser infieles a Puerto Arturo y seremos felices para siempre!

- ¿Eso es lo que están diciendo tú y Soledad? –pregunta Leticia.

- ¡Si eso es exactamente lo que estamos diciendo Soledad y yo! –dice Romaia ya mostrando más alegría que angustia.

- ¿Eso significa que René tampoco me puede ser infiel con otra mujer?

-Yo nunca te sería infiel mi amor y lo sabes. –dice René.

- ¡Tu cállate amor y deja que hable el matriarcado! –dice Pamela poniéndole un dedo en los labios.

-Eso significa que, si la Condesa se llevó el pecado de la infidelidad, tú tampoco podrás serle infiel mientras seas su novia. –dice Soledad. –Por eso hemos visto también a muchachos y a hombres ya maduros como don Hermelindo que no les afecta el síndrome, simplemente porque son  solteros y no tienen novia, o sea que no tienen a quien serle infiel.

- ¡Y si termino con él! Entonces ya no necesitará estar cerca de mí para sentirse bien, no lo digo porque quiera terminar contigo amor, lo digo porque tal vez sea la única manera de salvar a los novios por correspondencia de mis amigas. –dice Pamela.

- ¡No por favor, no me termines, yo te amo, tú eres la razón de mi vida y si me terminas ya no tendrá caso vivir, mamá, dile que no me termine por favor! –dice el muchacho suplicante.

- ¡Tranquilo mi vida que nunca terminaría contigo! Y menos ahora que por fin he encontrado al hombre que me será fiel toda la vida; ¡Y más que nada gracias a la Condesa! –le dice Pamela abrazándolo. –Ni modo chicas, creo que la prueba la tendremos que hacer con otro novio.