-De paso mándame a Romaia y a Érika.
Dice Soledad y aunque tuvo que esperarse un rato a que las muchachas terminaran su clase, cuando las vio entrar les dijo.
- ¡Ya tranquilas, tranquilas! Ya hablé con la señora Emma Verch y dice que todo va bien con el pequeño Mickey, ya aguantó 4 días sin ver a Brittany, y aunque está triste, el mantener la relación aunque sea por teléfono lo mantiene consiente, y sus otros hijos están bien, aunque nada más se la pasan encerrados en su cuarto repitiendo su nombre, sin ir a la escuela porque al igual que aquí las clases están suspendidas, ya los revisó un doctor y están saludable, incluso ya hasta su padre aceptó la propuesta de su madre de traerlos para acá para que las conozcan, pero como no hay vuelos disponibles, no han podido hacerlo, quisieron intentarlo por carretera, pero por la falta de combustible las carreteras y las fronteras están cerradas, en fin, el mismo caos que tenemos aquí, lo tienen allá.
- ¡Eso ya lo sabemos! –contesta Romaia furiosa. - ¡Pues, aunque nos tengamos que ir en bicicleta como Leticia, iremos!
-Ya les dije que tranquilas, con todo lo que está pasando no llegarán ni a la salida de Veracruz, hay otra manera y la tendré que usar primero con ustedes y después con Belinda y Carolina.
-Pues tendrá que ser hoy esa manera, porque yo ya estoy harta de esperar a que se muera mi novio tan lejos de mí, y sin siquiera haberlo conocido. –dice Érika también furiosa.
-Tranquila, será mañana y será a través de las puertas mágicas, ya hablé con Emma y le expliqué lo de cómo dibujar una, aunque al principio pareció no creerme, al final la convencí y nos espera mañana por la mañana, las dejaré a ustedes a su cargo todo el día del sábado para que conozcan a Gregory y a Nathan, ayudándoles a recuperarse, que por cierto chicas, son mucho más guapos en persona que en foto, lástima que estén tan tristes, pero eso mañana se terminará, ya quedé con Adelina de que cada sábado las deje pasarlo con ellos allá, y entre semana estén en constante comunicación con ellos. –dice Soledad devolviéndoles un poco de alegría a las muchachas. –Al fin que el teléfono de la casa sigue liberado y nos les costarán las llamadas de larga distancia.
- ¿Entonces vas a iniciar nuestro entrenamiento para convertirnos en guardianas de la humanidad, para poder atravesar las puertas mágicas e ir a rescatarlos? –pregunta Romaia. - ¡La verdad es que no me importaría vender mi alma al diablo para eso! Si ya hasta íbamos a irnos en bicicleta.
- ¡No se preocupen por eso! Ustedes van a seguir siendo mortales y envejecerán con sus gringos como todas las demás, aún no están a tiempo para comenzar ningún entrenamiento, pero hay una manera de que no las vean pasar por las puertas mágicas y nadie se dé cuenta, pasarán con los ojos vendados, entre nosotras las brujas rige una milenaria regla que dice que, si ustedes no ven al más allá, el más allá no podrá verlas a ustedes. –dice Soledad. - ¡Así que mañana a las 7 de la mañana las quiero listas!
- ¡Siempre y cuando hagan la tarea! –dice Adelina. –Si no, no van a ningún lado.
-Esa doña Adelina; ¡Ni en pleno fin del mundo nos perdona la tarea!
Dice Romaia rumiando de coraje, pero ya un poco más tranquila al saber que al siguiente día por fin iba a conocer a su querido novio por correspondencia; Nathan Verch.
Y llegó el tan esperado sábado.
-Les diría que por ningún motivo se vayan a quitar la venda, pero eso ya lo saben, yo las llevo, se las presento a su suegra, a sus novios y me regreso por Belinda y Carolina, con ellas tardaré un poco más porque no tengo tanta confianza con sus padres como con Emma Verch, y tendremos que llegar por medio de las bibliotecas públicas de sus ciudades, además a una la voy a llevar hasta Buenos Aires en la Argentina y a la otra a Canadá, estarán todo el sábado con ellos, compórtense como las señoritas decentes que son y ya saben, ante cualquier emergencia, toquen insistentemente la puerta mágica para que yo pueda escucharlas y saber que están en peligro, ustedes ya tienen una puerta mágica dibujada en la sala de la casa de los Verch, pero por cualquier cosa se van a llevar cada una un gis; ¡listas!
Les dice Soledad, dándoles el gis y antes de que le contestaran, acomodándoles bien la venda de los ojos, las hizo atravesar la puerta mágica.
-¡Dios mío! –dice Emma Verch al verlas salir de una pared donde había dibujado una puerta con crayolas, tal y como se lo había indicado Soledad.
- ¡Entonces todo era cierto!
- ¡Buenas tardes! –dice Romaia saludando nerviosa.
- ¡Buenos días! –dice Érika.
- ¡Ah sí, buenos días! –rectifica Romaia.
- ¿No hay nadie verdad? –pregunta Soledad.
-No, no hay nadie como me lo pediste, le pedí a mi esposo que se llevara a Mickey y a Timothy a dar la vuelta por ahí y que regresaran hasta pasadas las nueve de la mañana.
Le contesta Emma un poco alterada por la impresión de haber visto a 3 mujeres cruzar una pared, ella era bonita y delgada, con largos cabellos rubios y pecas, rayando en los 40's y de grandes ojos azules.
--Pues bien, ellas son Romaia y Érika, las novias por correspondencia de Gregory y de Nathan. –dice Soledad.
- ¡Mucho gusto señoritas! Pero déjenme invitarles el desayuno, antes que nada. –dice Emma.
- ¡Si gracias! –dice Érika. –Pero yo preferiría desayunar con Gregory, así sirve que lo conozco, lo despierto y desayunamos juntos.
- ¡Si, yo también creo que sería mejor desayunar todos juntos!
Dice Romaia, y Emma sonriente, las tomó de las manos para llevarlas a la habitación donde se encontraban los muchachos que, como muertos vivientes, estaban recostados con los ojos abiertos.
- ¡Dejémoslos solos unos momentos! –dice Soledad a Emma invitándola a acompañarla a la cocina. –Vamos a preparar el desayuno para todos.
Y al poco rato, ya cuando tenía una buena cantidad de panqueques sobre la mesa, llegó el señor William Verch, también de ojos azules, alto y bigotón, con el cabello tirándole a pelirrojo, ya para eso Soledad andaba por la Argentina entregando a Belinda, para luego entregar a Carolina en Canadá.
- ¿Llegaron las visitas? –pregunta el esposo, mientras miraba la puerta dibujada. -A los muchachos los dejé con Michelle.
Pero no alcanzó a contestarle porque ya venían bajando por las escaleras el par de parejas de novios, que hasta hacía unos minutos no se conocían, aunque todavía como que tenían que llevarlos de la mano porque se sentían desorientados, los padres vieron con ternura como sus hijos eran guiados por aquel par de preciosas señoritas mexicanas, que habían viajado desde tan lejos, atravesando el más allá por una puerta mágica, para curar a sus hijos mayores del síndrome de los muertos vivientes y curarse a la vez ellas, del síndrome de las mujeres asesinas.
- ¿Siempre sí llegaron las mexicanas?
Le pregunta Michelle al ver como los hijos de Emma se bajaban corriendo de su vehículo, para abrazar a sus hermanos desde que los vieron en la cocina con sus padres.
- ¡Claro que llegaron y son preciosas! Se ve a millas que son bien educadas y de buenas costumbres; ¡Mira, no tiene ni dos horas que se conocieron y los muchachos ya están mucho mejor! Ya comieron más panqueques que nunca en la vida y todavía quieren más.
Y así, pasaron ese día de fin de semana, las mosquetebrias Romaia y Érika, dándoles un respiro en medio de aquel apocalipsis de fidelidad, a aquellas familias afectadas por la venganza de la condesa de Malibrán, y dándoselo ella mismas, que aunque eran las causantes no culpables de todo lo que estaba sucediendo, bien merecido se lo tenían.