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Chapter 29 - Discoteca "El Perro Salado"

Ya era jueves 6 de mayo y el flujo de personas en la zona aumentaba, los turistas acampaban en el malecón lo más cerca que les permitían las autoridades y el ejército insurgente, en sus autos y camionetas, y hasta en casas de campaña los más aguerridos, claro, con firmes vallas metálicas a prueba de cocodrilos, hasta que el más esperado día de Luna llena llegó, la Luna de Mayo, que nunca iba a ser más mística ni trágica, que aquella noche.

En el Perro Salado, aprovecharon la expectativa creada por aquella Luna llena anunciando su propia tocada macabra, y a las 22:00 horas ya el antro estaba a reventar, comenzando su noche disco con aquél gutural efecto musical del grito del conde de Malibrán.

En la inexpugnable mansión Román, los habitantes esperaban atrincherados en su interior con la poderosa protección de la mulata de Córdoba, y en el exterior con legiones enteras conformadas por el ejército del barrio, 10 unidades de la marina con más de 40 elementos muy bien equipados, las policías municipales y estatales en el perímetro, y los bien organizados grupos de cazadores de cocodrilos, muy bien preparados precisamente para eso, para combatir la famosa infestación de lagartos que acompañaba a la Condesa en cada una de sus manifestaciones, además de una verdadera flota conformada por 2  guardacostas, un cañonero naval y decenas de lanchas y yates de los medios informativos, que esperaban fondeados en la costa, inmediatamente enfrente de aquella área conurbada de Veracruz-Boca del Río.

El cielo estaba despejado con la Luna llena de mayo ascendiendo lentamente por el cielo, tan solo se escuchaban acordes lejanos de todo tipo de música, pero más de música disco entre los ladridos del Queco.

-Ya casi llega a la mitad del cielo y ni sus luces de la Condesa. –dice doña Adelina.

-Ya casi son las 12 de la noche y las cámaras siguen funcionando.                  

Dice Leticia Correa que estaba acompañada por un camarógrafo, que, por cierto, era el mismo de siempre.

-Aunque no veo por donde pueda entrar la Condesa con su legión de lagartos, no puedo estar tranquila, porque se escucha música disco a lo lejos.

Dice Soledad al escuchar la música disco que les llegaba desde lejos, música que llegaba desde El Perro Salado, y de uno que otro auto estacionado por ahí a poco más de 10 calles, donde grupos de turistas decidieron asistir para divertirse ante la imposibilidad de acercarse a la zona de la mansión.

Y ahí fue donde y cuando sucedió, mientras la seguridad se reforzaba en otra zona, la Condesa llegó por uno de los bulevares que no pasaban por la orilla de la costa, por donde nadie se la esperaba.

Los guardias de seguridad del Perro Salado, tan solo vieron estacionarse el carruaje de la Condesa enfrente de la disco, y la cola de turistas que se habían formado para ingresar al antro, se diluyó entre gritos de angustia y terror, porque cientos de cocodrilos que salían de debajo de los autos estacionados, habían sorprendido a los turistas, algunos subiendo a sus autos y algunos distraídos, porque en esa ocasión no se suscitó el esperado apagón que caracterizaba sus apariciones, provocando el caos vial y peatonal, porque todas las personas que se encontraban adentro de los antros y restaurantes cercanos, huían despavoridos de sus instalaciones, ante la presencia de enormes lagartos que parecían salir de todos lados.

El Queco ladraba constantemente tratando de soltarse de su cadena, y Soledad se puso de pie al escuchar el rugir de los motores de los autos, que a lo lejos se escuchaban y se veían pasar por la cercana bifurcación del bowlevard, pero solo pudo confirmar sus sospechas al ver la marejada de gente que pasaba corriendo a lo lejos, inmediatamente las legiones que resguardaban la mansión, se movilizaron hacia la zona.

- ¡CHICOS DEL BARRIO, USTEDES SE QUEDAN!

Dice Leticia Correa por medio de un megáfono portátil.

- ¡DEJEN QUE LAS POLICIAS QUE VIGILAN EL PERIMETRO RESUELVAN LA SITUACION!

Y así las guardias voluntarias del ejército insurgente de la mansión Román, que ya habían empezado a movilizarse, se atrincheraron más, orientando sus fuerzas hacia el lado de donde la estampida de gente asustada, se aproximaba, todos estaban confundidos por que las luces seguían encendidas y aunque algunos automovilistas lograron escapar, la mayoría chocaron contra postes o contra otros autos, imposibilitando el tráfico de vehículos en la zona inmediata cercana al Perro Salado, donde la tragedia estaba siendo cataclísmica, ya que prácticamente todas las instalaciones de la zona habían sido destrozadas, había muchos muertos y los heridos se contaban por cientos, porque la manada de lagartos seguía concentrada en esa área, donde ya la mayoría de los policías y bomberos se acercaban, porque todavía había mucha gente atrapada en los edificios de oficinas, hoteles y restaurantes, sin embargo en el área resguardada inmediata a la mansión Román, no se veía ningún cocodrilo por ningún lado, la Condesa seguía estacionada en su carruaje enfrente de las destruidas instalaciones del Perro Salado, y con una sonrisa siniestra se cerraron las puertas de su carruaje, fue entonces cuando las luces se apagaron y los motores también, empeorando el caos vial, tanto para los autos como para los peatones, ya que los grupos de turistas y de cazadores de cocodrilos, habían empezado a movilizarse sin control hacia la zona de los disturbios, empeorando el desorden que ya era incontrolable para las policías, que no se daban abasto con tantos heridos y personas atrapadas en los autos y en los edificios pidiendo ayuda, mientras ellos mismos tenían que ponerse a salvo de los feroces lagartos, los marinos acudieron en auxilio de las policías, llegó un momento que solo se quedaron los chicos del barrio enfrente de la mansión Román, que no se daban abasto para contener a las cientos de personas que corrían hacia la mansión, y tocaban el portón, pensando que sería el único lugar donde estarían a salvo.