-¡Ustedes entren a la casa y enciérrense! –dice Soledad bajándose de la Caribe. -¡Que yo me encargo de la Condesa!
Afuera los gritos de terror empezaron, al escuchar los gritos de las muchachas que desde la terraza les advertían de los cocodrilos que se acercaban por la playa, que ya empezaban a brincarse la baranda del malecón, el carruaje tan solo permanecía estacionado, con los briosos corceles caracoleando controlados por la mano firme de un esclavo negro, que desde el asiento del cochero únicamente miraba hacia ellos, mientras era rodeado por una docena de enormes lagartos.
Adelina esperaba desafiante al borde de la baranda de la terraza, a que la portezuela del carruaje se abriera, y la mulata tomando algunas cosas de las bolsas que había comprado, salió para encarar a la Condesa, aunque aún era de día, el carruaje no dejaba de dar miedo y mucho más los cocodrilos que lo rodeaban, los lagartos al ver a Soledad se apartaron como si le tuvieran miedo, mientras se acercaba al carruaje cuya única pasajera corrió la cortina de su ventana, cerrándola; Soledad abrió las portezuelas de tipo diligencia del carruaje de par en par y dijo gritando.
-¡VETE DE AQUÍ BLANCA BEATRIZ DEL REAL! ESTE NO ES TU TIEMPO, NI TU LUGAR; ¡DIME LO QUE BUSCAS Y TRATARÈ DE CONSEGUIRTELO!
Mientras desde la terraza todas las chicas y los chicos, las sirvientas y el mayordomo multiusos, observaban expectantes.
-¡No podemos dejar que la enfrente sola! –dice Romaia saliendo de la terraza.
Belinda tomaba fotos con una moderna cámara kodak Disc de alta resolución; Érika al verla, se acordó de su cámara instantánea Polaroid que afortunadamente tenía rollo aun como para sacar unas 25 diapositivas y siguió a Romaia, mientras Pamela también temeraria, al ver a sus amigas dirigirse al portón de salida, se armó de valor y del Queco para bajar rápidamente las escaleras y alcanzarlas.
-¡A USTEDES NI SE LES OCURRA ASOMARSE!
Les grita Adelina al darse cuenta de que pensaban salir, congelándoles el valor y las ganas.
La condesa de Malibrán bajó de su carruaje, esta vez vestía unas largas botas de piel de color negro, con un elegante abrigo antiguo de color blanco, como si hiciera mucho frio en aquella tarde soleada, debajo del abrigo se le apreciaba un entallado vestido victoriano de color violáceo, que la hacía lucir alta y delgada, con un elegante sombrero blanco que no dejaba ver su rostro desde arriba.
-¡Es muy bonita, Érika!
Dice Romaia mientras miraban la escena por la ventanita del cartero, y las rendijas del portón de la mansión.
-¡Y vaya que sabe vestir como una dama de la realeza!
Dice pamela admirando su elegancia mientras Érika se trepaba a la barda para tomarles unas fotos instantáneas, afuera Soledad, rodeada de cocodrilos, miraba como la elegante mujer se bajaba del carruaje y le dijo.
-Las enemigas aquí tan solo somos tú y yo; Beatriz del Real, así que por favor te pido dejes en paz a los habitantes de esta mansión y vuelvas por donde viniste.
A la altura de estos acontecimientos; Leticia Correa ya llegaba al sitio de la macabra reunión, ya que al darse cuenta del apagón general y de la falla de los autos, al estar en las oficinas de la televisora en el centro de la ciudad y la imposibilidad de abordar un taxi, un autobús o su propio auto, tomó la bicicleta del vigilante del edificio para dirigirse a todo lo que daban sus pedaleos a la mansión Román, porque presintió que la causa del apagón era precisamente el regreso de la condesa de Malibrán, adonde había sido vista por última vez.
-¡Dile que me perdone!
Le dice la Condesa a la mulata con voz normal y sin gesticulaciones.
-¿Cómo puedo hacer que te perdone?
Blanca Beatriz del Real de Malibrán lucia hermosa y elegante a plena luz del día en aquel atardecer costero, al parecer sintió calor porque se quitó el abrigo dándoselo al cochero, su vestido violáceo se veía limpio y bien planchado, su cabello del castaño oscuro brillaba con tonos violáceos al igual que su vestido, ya no dijo nada más, tan solo se le quedó mirando a los cocodrilos, algunas personas observaban a prudente distancia la insólita escena, pero una nueva oleada de lagartos provocó otra vez que los curiosos se alejaran, mientras los lagartos salían de la playa, los autos seguían sin encender y tan solo una temeraria mujer se atrevió a acercarse; Leticia Correa que tomaba fotos con su cámara Nikon, cada vez más cerca, cuando se percató del otro grupo de lagartos que se acercaban por el lado de la playa, se subió a la batea de una camioneta pick up que estaba estacionada casi enfrente de la mansión Román.
-¿Cómo puedo hacer que te perdone?
Le vuelve a preguntar la mulata a quien tan solo la miró indiferente.
-¡Quiero a las que me despertaron al sufrimiento otra vez!
Dice la Condesa al tiempo de que daba unos pasos en dirección al portón, donde Romaia; Érika y Pamela la observaban escondidas, según ellas; Soledad se interpuso en su camino desafiante y cuando la Condesa trató de apartarla empujándola con un brazo para quitarla de su camino inmediatamente lo retiró, quitándose uno de los elegantes guantes blancos ya que se le había encendido en fuego.
-¡Ya te dije que te fueras de aquí, Condesa, este no es tu tiempo ni tu lugar! Nada tienes que hacer aquí y no permitiré que hagas más daño.
Adentro las chicas observaban entre aterradas y asombradas, el aspecto elegante de la Condesa rodeada de lagartos, que ya estaban llegando a una veintena.
-¡Demonios, todo me encanta de ella! –dice Pamela. -¡Hasta podría imponer una nueva moda!
La reportera ya se había acabado un rollo de fotos y ya tenía instalado el segundo, logrando esta vez muy buenas fotografías donde captó a la bella mujer del carruaje en todo su esplendor, ya que aún era de día.
-¡Ay me quemaste! –le dice Blanca Beatriz a Soledad. -¡Nunca has podido detenerme Soledad! Esta vez tampoco lo lograrás, necesito llevarme a todos los que me despertaron para poder volverme a dormir, porque no puedo vivir sin su perdón.
Y avanzó hacia ella para apartarla con ambas manos, pero esta vez fue repelida hacia atrás por una fuerza superior con el otro guante incendiado, conteniendo una mueca de dolor mientras se lo quitaba.
-¡Ay, me volviste a quemar! –dice la Condesa sonriéndole tranquila. –Ahora quémalos a ellos.
Y levantándose del suelo, dando un par de pasos hacia atrás, mientras se acomodaba y sacudía el vestido, haciendo los brazos hacia adelante, los cocodrilos cerraron un círculo frente a ella, dirigiéndose amenazantes hacia la mulata que esperaba a pie firme, interponiéndose entre ella y el portón de la mansión.
Los lagartos avanzaron pero se detuvieron sin atacarla y sin abrir el circulo, como protegiendo a su ama.
-¡Sabes muy bien que ellos no me harán daño Blanca Beatriz!
Dice la mulata Soledad, poniéndose con una rodilla al suelo, haciéndoles ademanes a los lagartos, como si quisiera tocarlos, como quien acariciaría a una mascota.
-¡Claro que te comerán porque ahora son míos!
Dice la Condesa sonriéndole malévolamente mientras un nuevo grupo de cocodrilos aparecía en la playa, otro por el malecón del lado de Boca del Rio, otro por el lado de Veracruz y en menos de 1 minuto, cientos de cocodrilos se dirigían hacia ellos; Leticia todavía alcanzó a tomar algunas fotografías resguardada desde la batea de la camioneta en la que se encontraba, pero al ver como la zona de infestaba de lagartos de todos los tamaños, decidió acostarse, quedando únicamente a la vista de doña Adelina y de las y los que la acompañaban desde la terraza.
-¡SON MUCHOS SOLEDAD, TIENES QUE METERTE A LA CASA!
La mulata se acercó al portón, y aunque un par de lagartos pretendieron impedirle el paso, se apartaron ante sus pasos y sacando un par de gises y algunas crayolas de colores de sus bolsillos, primero dibujó en el piso un medio circulo bien marcado que partía de un lado del portón al otro y quedando ella en medio, comenzó a dibujar algo tomando como lienzo el enorme portón de madera donde el Queco no dejaba de ladrar.
--¡METANSE A LA CASA ESCUINCLAS Y CALLEN A ESE PERRO!
Pamela jalaba al Queco de la correa hacia dentro de la casa, mientras Érika que se había trepado a la barda frontal para ver todo, le dijo a Romaia.
-¡Son muchos Roma! Y el Conde no se ve por ningún lado.
-¿El Conde? –se preguntó Romaia al escuchar a su amiga. -¿Será que si lo llamo se aparezca?
Y mientras Pamela la esperaba con la puerta abierta esperando a que Soledad entrara; Romaia abrió la parte trasera de su caribe de tipo hatch back para dejar escapar todo el sonido, puso el cassette que le había regalado el muchacho del Mustang y subiéndole todo el volumen a su estéreo, comenzó a escucharse la risotada macabra del final de la canción de thriller de Michael Jackson y después de unos cuantos segundos de acordes, el macabro grito del conde de Malibrán, editado con guturales efectos de sonido.
-¡JUSTICIA, JUSTICIAAA, QUE MUERA LA CONDESA DE MALIBRÀN!
-¡JUSTICIA, JUSTICIAAA, QUE MUERA LA CONDESA DE MALIBRÀN!
Afuera, al escuchar el grito, la Condesa volteó asustada hacia todos lados, y al no ver al Conde llegar por ningún lado del malecón, se regresó apresurada al carruaje, los cocodrilos se apartaron de la mulata desapareciendo por debajo de los autos estacionados, y los que estaban más cerca de la playa comenzaron a regresar al agua, el cochero desconcertado también subió al asiento del conductor y al ver que su ama ya había abordado el carruaje, fustigó a los caballos sin saber hacia dónde escapar, así que tan solo dio la vuelta en el retorno del camellón, y se volvió a detener frente a la casona, quedando con rumbo a Veracruz, volteando insistentemente hacia el lado de Boca del Rio, que era de donde había llegado el conde de Malibrán la última vez, ya la mayoría de los lagartos o habían desaparecido o se habían ido, quedando tan solo poco más de media docena.
Y la mulata seguía dibujando una especie de paisaje natural, los lagartos se le volvieron a acercar peligrosamente mientras ella seguía dibujando, aunque trataban de acercarse no lo conseguían, porque alguna fuerza invisible les impedía cruzar el medio circulo pintado con gis, obligándolos a retroceder o darse la vuelta como si estuviera electrificado.
Pasaron los segundos y ante la ausencia del Conde, la Condesa descendió furiosa del carruaje presintiendo que había caído en una trampa, al ubicar de donde salían los gritos y mirar a la mulata dibujar, caminó desde el otro lado del malecón seguida por los lagartos que volvían a salir de todos lados, infestando aquel lugar mientras se acercaba, saliendo de debajo de los autos como si ahí se encontrara una gran alcantarilla de la cual se escapaban, en cuanto se acercó, el tumulto de lagartos solo se apilaban sin poder avanzar hacia el portón donde la mulata no dejaba de trazar y de retocar su dibujo.
-¡Esta vez no podrás escapar Soledad, porque nunca terminarás tu dibujo!
A lo lejos se escuchaban disparos, tal vez de las policías y marinos que trataban de defender a la ciudad de la invasión de cocodrilos, o de los que trataban de acercarse a la mansión Román, porque ya sabían que era el epicentro de aquel acontecimiento y les preocupaba la famosa pensión para señoritas; Romaia ya había regresado el cassette y les gritó a las muchachas, que desde arriba miraban aterrorizadas como los lagartos se apilaban al frente de su casa y alrededor de la mulata, que aunque no la podían ver, sabían que estaba ahí porque Érika seguía gritándole que ya se metiera desde lo alto de la barda.
La reportera Leticia Correa seguía tomando fotografías desde la seguridad de la batea de la camioneta, ya con su cámara instantánea, fascinada también con la belleza y elegancia de la Condesa que ya había comenzado a transformarse en un ente diabólico, con sus globos oculares tan negros, como sus ahora despeinados cabellos del color del azabache.
La belleza de su piel se veía agrietada y manchada con los surcos de sus venas inflamadas y varicientas, que palpitantes parecían a punto de reventar.
Romaia regresó todo el cassette y al volverse a escuchar la risotada diabólica que marcaba el inicio de la grabación, les gritó a sus compañeras que aunque algunas ya estaban abajo con ellas, la mayoría seguían en la terraza con Adelina, que miraba impotente como las chicas no obedecían su orden de meterse a la casa.
-¡AHORAAA MOSQUETEBRIAS, TODAS JUNTAS!
Les gritó Romaia levantando los brazos para darles indicaciones, como si fuera una porrista del equipo de básquetbol de la escuela y al par del grito del conde de Malibràn que se escuchaba en el estéreo, las chicas también gritaron.
-¡JUSTICIA, JUSTICIAAA, QUE MUERA LA CONDESA DE MALIBRÀN!
La mulata comprendió que esa maniobra también podía ser muy efectiva para ganar tiempo y animó a Romaia para que continuara, mientras ella terminaba sus trazos en el portón.
-¡Continúen chicas, que ya casi termino!
-¡JUSTICIA, JUSTICIAAA, QUE MUERA LA CONDESA DE MALIBRÀN!
La Condesa volteó a su alrededor, tal vez presintiendo lo peor al escuchar el ritual que invocaba a su esposo.
-¡NO PODRAN ENGAÑARME DE NUEVO SOLEDAD! EL CONDE NO VENDRA ESTA VEZ, PORQUE SE FUE A UN VIAJE MUUUY LARGO.
Le grita la Condesa desde afuera ya transformada en un ente diabólico nada elegante ni hermoso, furiosa porque no podía penetrar la barrera invisible que su enemiga interponía en su camino.
-¡SIGAN LLAMANDO AL CONDE ESCUINCLAS!
Les grita Adelina a las muchachas desde la terraza, y el grito de guerra del conde de Malibrán se siguió escuchando cada vez más fuerte, porque cada vez se escuchaba más lejos, encadenado por más personas que se sumaban al llamado, vecinos, turistas y locales que se quedaron encerrados en sus autos, los marinos y policías que trataban de acercarse a la mansión, haciendo cada vez más fuerte el llamado, hasta que un grito aún más fuerte que todo se escuchó, retumbando como si surgiera de todos lados, callando a todos los que gritaban.
-¡VENGANZA, VENGANZAAA, QUE MUERA LA CONDESA DE MALIBRÀN, QUE MUERA LA INFIDELIDAD!
Por unos segundos todo quedó en silencio mientras la Condesa y su esclavo volteaban hacia todos lados.
-¡Hola Condesa! ¿A que no sabes quién me preguntó por ti?
Le pregunta Érika burlona desde lo alto de la barda, y la música disco de fondo volvió a escucharse a todo volumen desde el estéreo de la Caribe con la tonada de Billy Jean de Michael Jackson, haciendo el fondo musical perfecto para aquel escenario, donde las chicas festejaban la fantasmal aparición, que esta vez no llegaba por ninguno de los lados del malecón, de pronto y asustando a todos los presentes, el siniestro jinete saltó del mismo portón de la mansión, donde Soledad lo había dibujado en medio de un paisaje boscoso con una vereda entre los arboles al centro, vereda de la cual había saltado el funesto jinete, que con espada en mano gritaba mientras se habría paso a espadazos, deshaciendo la barrera de los ahora más asustados que feroces lagartos, que se desperdigaban tratando de escapar del espadachín que los asolaba.
-¡VENGANZA, VENGANZAAA, QUE MUERA LA CONDESA DE MALIBRÀN, QUE MUERA LA INFIDELIDAD!
Gritó una vez más el Conde ya saltando la barrera de cocodrilos.
La Condesa ya se había regresado a su carruaje emprendiendo la graciosa huida con rumbo al centro de Veracruz, pidiendo perdón repetidas veces mientras se alejaba y desaparecía, los testigos festejaban con gritos de victoria y alegría entre los lagartos que, algunos desaparecían debajo de los autos y otros se metían a la playa, mientras el siniestro jinete que galopando en pos de su presa se desvanecía también junto con el carruaje.
Las luces de la ciudad se encendieron, los autos arrancaron y ya cayendo la noche, toda esa área del malecón se había convertido en un sitio, primero de emergencia, porque los hambrientos cocodrilos habían logrado morder a algunos de los policías y marinos que los enfrentaron, entre uno que otro paseante desprevenido, y después, de festejos del nivel de un auténtico carnaval, que duró por horas con gente de todo tipo que llegaba a esa área, conmocionadas con lo sucedido y esperando conocer a las valientes señoritas, la mayoría estudiantes de la Villa Rica, inquilinas de Adelina Román viuda de Villalobos, la dueña de la mansión Román, que habían logrado enfrentar a la condesa de Malibrán, convirtiendo la conurbación Veracruz-Boca del Rio, en zona de carnaval.