Llegó el Domingo de ramos y la pensión se quedó solitaria, tan solo Soledad y Adelina permanecieron de pie en aquella terraza, como guardianas inamovibles, mirando como la última de sus niñas se alejaba en el auto de su familia, la Luna llena sería en el próximo jueves santo, en las noticias habían distribuido una nueva versión de la leyenda de la condesa de Malibrán, y una editorial había sacado un libro de bolsillo, de donde la gente al leerlo, daba por hecho que regresaba cada noche de Luna llena para llevarse a las mujeres, el libro se vendía tan rápido que no le dio tiempo a Soledad de retirarlo de las tiendas donde se vendía, pero aun así, se miraba tranquila.
-¿Estas segura que no vendrá en la siguiente noche de Luna llena? –le pregunta Adelina.
-Pues al 100% no lo estoy, lo que sí se es que nunca ha venido en semana santa cuando está activa, y la siguiente Luna llena será este jueves santo, tal vez la religiosidad de la gente y los ritos que hacen las iglesias la detengan en esas fechas, pero no te lo puedo asegurar, si la gente la invoca tocando música disco y las diferentes versiones del ritual del Conde, que se están vendiendo en cassettes piratas por todos lados, se encadenan, pues pueden vencer su debilidad por la semana santa, y darle la fuerza necesaria para aparecer en estos días, aunque sean sagrados
-Pues esperemos que no venga ni aquí, ni a donde están ninguna de mis niñas, los pelados que se los lleve a todos si quiere, pero a mis niñas que las respete.
Dice Adelina sonriente, mientras dibujaba una puerta en la pared de la terraza, y Soledad se dirigía a su cuarto a ver cuál de las niñas le estaba tocando a su dibujo de la puerta en la pared, en ese domingo de ramos, 4 de Abril de 1982.
Se llegó el día 7 de Abril, un miércoles antes del jueves santo y un alegre personaje se hacía presente en las instalaciones de aquella solitaria mansión.
-¡YA LLEGUEEE, JEFAAA!
Se escucha el grito de René Villalobos, el hijo de doña Adelina.
-¡GUAUUUU!
Se escucha a la vez el ladrido seco y pesado del Queco, que al verlo se le fue encima derribándolo, contento por volver a ver al que era prácticamente su dueño, el que regresaba 2 días antes de lo esperado, aunque ya había visto las noticias que sensacionalizaban la noticia también en Texas, la férrea voluntad de su madre no le permitió adelantar su viaje tantos días, pero si alcanzó a llegar un par de días antes, ya que lo esperaba hasta el viernes santo.
Ya no había tanta gente abarrotando la calle de enfrente de su casa, bueno si, pero ya no parecían interesados en la mansión, ni en las inquilinas, pero si en la playa de enfrente de su casa, que estaba saturada de turistas, y como no había nadie en su casa, subió al que siempre había sido su cuarto al fondo del pasillo, y al entrar le dio un vistazo para comprobar que no estuviera ocupado por alguna de las inquilinas de su mamá, al darse cuenta que no había rastros de huéspedes en su habitación, dejó su maleta y cambiándose su atuendo de viajero por el de un turista playero, le puso al Queco su correa de paseo y salió a disfrutar de ese miércoles santo de turismo, pasó la tarde en la playa saludando a viejos amigos del barrio, que en cuanto lo miraban se acercaban para saludarlo, y así se fue formando el grupito donde terminaron por contarle lo sucedido, con respecto a las manifestaciones de la condesa de Malibrán de los últimos días.
Pamela se paró enfrente de la mansión para tocar el timbre eléctrico, pero nadie le abrió, en su reloj citizen de manecillas checó la hora, eran las 5:35 de la tarde y como no tenía amigas con quien convivir, porque todas se habían ido a sus casas con sus familias, fue a visitar a Adelina y a Soledad.
-¡Solo Veracruz es bello!
Dice René y sin despedirse de sus amigos, acudió a ver quién era esa hermosa jovencita rubia que tocaba insistentemente en su casa.
-¡No es el cielo pero si quieres yo te lo abro, guapa!
Le dice René, ya que desde que la vio desde la playa acercarse al portón, donde todavía lucia el paisaje boscoso que había dibujado la mulata de Córdoba, se olvidó de sus amigos para ir a conocer a la bella jovencita rubia que tocaba el timbre de su casa.
Pamela lo miró con agrado, pero solamente le dio las buenas tardes e hizo por retirarse, ya que en esa época era muy difícil que una señorita de buenas costumbres, estableciera contacto con un desconocido y más con alguien como él, que vestía a la manera de un turista americano, con licras y playera sin mangas.
-Ya en serio guapa, yo vivo aquí; ¿En qué te puedo ayudar o a quien buscas? –le dice René parándosele enfrente.
-¡Tú no puedes vivir aquí! –le dice Pamela. -¡Aquí viven puras señoritas y doña Adelina, así que déjame pasar o pediré ayuda! ¿Además que haces con el Queco? ¡Dámelo que no es tuyo!
-¡Pues precisamente doña Adelina es mi mamá! El Queco es mi perro, yo vivo aquí y vine de vacaciones.
Pamela pareció reconocerlo de tiempo antes y de algunas fotos que había visto en la mansión Román, y acabaron platicando como buenos amigos en la pasarela del malecón de enfrente de la casa; René no dejaba de alagarla por su belleza y haciéndola reír con sus ocurrencias, les dieron las 8 de la noche; Adelina no regresaba y aunque Pamela se tenía que ir a su casa, sabía que estando en casa de doña Adelina el permiso se podía extender hasta más tarde, y se extendió hasta pasadas las 11 de la noche, en cuanto llegó Adelina y terminó por regañarlos a los dos, porque no eran horas de que una señorita como Pamela estuviera fuera de su casa, menos con un muchacho como René, y mucho menos en un jueves santo de Luna llena donde la gente afuera se preparaba para la gran cacería de cocodrilos.
-¿En serio esta calle se llenó de cocodrilos? –Pregunta René incrédulo. -¿Y toda esta gente se está preparando para atraparlos?
Esa era la noche de Luna llena que la mayoría de los turistas esperaban, y Pamela le suplicó a doña Adelina que no la llevara a su casa, y de que le sacara un permiso con sus padres, porque esa noche tenía miedo y prefería pasársela con ella que con su familia, pero la verdad es que se quería pasar esa noche con René, entre los dos la convencieron y Pamela estuvo hasta la mitad de la madrugada con René y su madre, sin que la Condesa hiciera su aparición, algunos grupos de turistas pretendieron invocarla poniendo el remix de Circus Electronic con el que sabían que había aparecido, pero Adelina ya había hablado con los policías que seguían resguardando su casa, para que no dejaran que le subieran mucho a sus estéreos y mucho menos con música disco, así miraron divertidos a los grupos de turistas, cazadores de cocodrilos y medios de información, que esperaron inútilmente la manifestación de la Condesa, hasta que les dieron las 3 de la mañana de aquel ya jueves santo, Adelina mandó a dormir a René a su cuarto y a Pamela se la llevó a dormir con ella, porque se dio perfecta cuenta que Pamela y su hijo habían hecho muy buena química.
Soledad casi no estuvo en la mansión Román ese jueves santo y por eso no conoció a René, porque se la pasó visitando a sus niñas, que se la querían pasar en su cuarto platicando con ella, vigilando más de cerca a las que se habían ido a la playa con sus familias, porque no le quería dar ni la más mínima oportunidad a la condesa de Malibrán, de que hiciera de las suyas con una de las muchachas.