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Chapter 19 - La reunión de las muñecas ilusorias

Desde cierto punto, los sueños llegan a ser algo hermoso, tan confusos y hasta mágicos, todo es posible, las barreras desaparecen, la ficción se hace realidad. Pero… así como las bellezas se vuelven realidad, también lo son las pesadillas y tus más oscuros secretos que salen a relucir en lo que es este basto mundo. El mundo de los sueños.

Llevo atrapada desde hace tanto, no recuerdo mi nombre, no sé quién soy y tampoco se de mi pasado, todo lo que puedo saber es que le pedí un deseo a la reina de los sueños, que siempre lleva una máscara con el símbolo de pregunta. De cierta manera no llego a comprender la razón del porqué estoy aquí, caminando sin rumbo en el mundo de los sueños, en donde todos me huyen y me dicen el demonio del amor… en donde todos me hieren con sus miradas. Yo solo quiero que mi príncipe azul baile esta noche a mi lado, pero siempre estoy sola, no sé las razones de mi encierro. Quiero salir y ver a mi mamá, quiero que me abrace y que me ame, que peine mis cabellos y me diga cosas lindas… pero, en cambio están las muñecas de trapo, que me observan y me dicen cosas hirientes… me llaman la reina de los sueños, me llaman el demonio del amor. ¿Por qué el amor si es tan bello duele tanto? ¿Por qué no me puedo liberar de este dolor? ¿Por qué el amor es tan destructivo?

Quiero ayuda, quiero salir de este lugar, no me gusta vivir en el mundo de los sueños, no me gusta que me digan cosas hirientes, no me gusta que me duela tanto mi corazón, quiero… quiero que el amor deje de lastimarme, este sentimiento me ahoga y me sumerge más en una desesperación, cada sueño es igual de triste y tiene la misma historia… ¿Qué pecado cometí?

Hoy me levanté, no recuerdo mi nombre, o quien soy… solo recuerdo haberle pedido un deseo a la reina de los sueños… que siempre lleva una máscara con un símbolo de pregunta.

¿Por qué amar duele tanto?

Verum bajaba los escalones y llegó a la sala del trono, observó a la corte de los pecados, su presencia era intimidante. Estaban calladas, como siempre, ocultando su genio desde sus máscaras.

Verum corrió su camisa para dormir, llevaba mangas largas y quería ver mejor su antebrazo, destapó lentamente la parte derecha. La corte de los pecados reía suavemente mientras observaban quizá lo que ella estaba haciendo. Contempló la marca que aquella vez le habían dado el día en que había llevado a cabo el ritual para invocarlas, tenía una mariposa de color celeste que brillaba con cierta nitidez, portaba cuatro alas de un lado y cuatro alas del otro lado, la observaba con bastante cautela y sabía que ellas la estaban observando, aguardando al momento de que ella usara sus poderes para su beneficio y aquel día era el indicado. Todo iba a suceder de acuerdo a su plan, y desde su punto de vista, aquella tarde podría tener más de una ventaja que le pudiera ayudar a futuro para seguir adelante.

Mandó a llamar a Asvid y le pidió que le diera los harapos sucios que Diligitis le había comprado a una vagabunda. Verum sabía que para la tarde ella llegaría a apestar, pero no le importaba, no era la primera vez que se vestía con ropas de mal olor y tampoco sería la última. Metió sus alas en su espalda las cuales se redujeron y hacían parecer a Verum a una humana de raza pura, le pidió a Asvid que le trajera un poco de tierra, tenía que verse lo más parecida a una y realmente ya tenía pensado lo que ella iba a hacer, si quería llegar a Havila antes de la reunión tendría que partir lo más rápido posible. Se quitó sus zapatos, sus medias y sus bragas, no tenía intención de usar ropa interior bajos sus nuevos y apestosos atuendos. Aunque ella no estaba a disgusto, el usar ropa de princesa nunca le gustó, ella prefería usar escote o ropa más ajustada y simple la cual elevara sus dotes físicos a un nuevo nivel de belleza, generalmente le gustaba que sus zonas erógenas quedaran a resaltar, pero pese a todo le gustaba vestir con harapos ya que era muy cómodo, podía fingir que ella misma era una trampa, alguien que no era o fue una reina sino una pueblerina cualquiera. Se desnudó en frente de aquél gran salón, el frio había puesto sus pezones duros y avisaba un poco más ya que tenía la piel de gallina y podía sentir leves escalofríos, pero nada a lo que ella no estuviera acostumbrada, no se iba a duchar, aunque para ella misma fuera un martirio.

No le gustaba que sus genitales olieran mal y en específico ninguna parte de su cuerpo, ella tenía que oler tan bien a como fuera posible y desde cierto punto de vista, era parte de ella, no podía oler mal más sin embargo por un tiempo en el que no se bañara no le caería mal a su cuerpo. Se colocó dichos ropajes, sus pechos resaltaban al igual que sus pezones, su cabello caía entre sus hombros, era una apariencia bastante reconocible para ella, se colocó la capucha para esconder el color de su pelo y no dejar en evidencia lo que estaba por hacer. Sus ojos brillaban con luz propia y su símbolo llamaría la atención si le prestaban la debida atención, por lo que se lo cubrió con varios mechones hasta solo dejar su otro ojo al descubierto, sus labios no estaban pintados, no le interesaba pintarlos ese día, no era necesario. Tomó un espejo de mano que estaba cerca del trono y se contempló; su rostro era hermoso y ella se había enamorado de ella misma, de su figura y de su actuar, pero no podía actuar como una reina, quizá como una puta o una pueblerina… sabía que el ser coqueta entraba entre aquel perfil ya que había conocido a muchas pueblerinas que soñaban en tener su primera vez con un hijo de un duque. Cuando había nacido el último príncipe miles de mujeres se derretían por él y ella había escuchado que la castidad de aquél apuesto joven se había codiciado entre las mujeres de más alto rango.

––Pero que estupidez––Dio una risa para sí misma.

Meditando un poco dio con que ella tendría que volar para llegar a tiempo, las telas eran delgadas por lo que sus alas podían romperlas con bastante facilidad. Si bien eran más delicadas que las de una mariposa, al salir lo hacían con bastante fuerza, la suficiente para rasgar los harapos por la parte trasera y permitirle volar lo más rápido posible hacia su destino y guardarlas de ser necesario. Sus alas salieron nuevamente y rasgaron las telas con un corte bastante limpio, se sentía bastante bien y ella era bastante liviana, sus huesos huecos le permitían el poder volar más fácilmente, aunque estos eran bastante resistentes.

Caminó hasta estar cerca de la corte de los pecados, ellas la observaban, los ojos que se ocultaban detrás de esas máscaras la penetraban y parecía que estaban escudriñándola.

Asvid entró nuevamente, llevaba la tierra en una pequeña bolsa, se acercaba con un poco de miedo ya que siempre pensaba que la corte de los pecados la observaba y el solo hecho de tenerlas cerca mientras trabajaba era horrible y era en parte que agradecía a los dioses cuando ella terminaba su jornada laboral y regresaba a su casa con su madre, por lo menos ella no aparentaba ser un demonio encerrado en una muñeca.

––Acércate un momento.

Ella no tuvo opción y se paró justo detrás de Verum, más sin embargo su ama no la quería a su espalda como si de su sombra se tratara, por lo que la tomó con delicadeza del brazo y la colocó a su lado derecho. A Asvid se le puso la piel de gallina, la corte de los pecados reía en frente de ella y quizá aquello significaba una mala señal, quizá podían dañarla, aunque el tener a Verum cerca le daba un poco más de tranquilidad.

––¿Te aprendiste el discurso?

––S… sí.

––¿Incluyendo todas las gesticulaciones que vas a tener que hacer?

––S… sí, yo nunca le fallaría mi señora.

––Eso me alegra bastante––Verum la observó con alegría––. Ya que ahora viene lo más importante, vas a ser yo.

––Pero ¿cómo?

Verum volteó la mirada a la corte de los pecados, sabía que había llegado el día, aunque no sabía si funcionaría como ella esperaba.

––¿Sabes una de las razones del porqué son tan temidas?

Asvid negó con la cabeza.

––Ellas no son buenas en combate, no saben pelear, mucho menos usar magias como las que yo tengo, no pueden siquiera hablar y están muertas en vida, no saben defenderse, no necesitan todo eso; más aun así… son temidas e incluso los demonios de más alto rango les temen. Ellas tienen el poder ilusorio más grande cual nunca antes ha existido y existirá, pueden hacer que una ilusión sea tan real, que se convierta en una realidad. Pueden hacer que una persona piense que se está muriendo y físicamente le dé un paro cardíaco por algo que era solo una ilusión, pueden meter a toda una capital en una ilusión de un incendio y que el calor se sienta mil veces más real de lo que puede ser. Por eso ellas no son un juguete, pero, tal poder siempre tiene un costo… nada es gratis en este mundo y tarde o temprano la factura llega con intereses extra y de vez en vez aquellos intereses son más altos de lo que se puede pagar en vida–– Se tocó el brazo en donde estaba la marca de aquella mariposa––. Pero, lo que se puede hacer con ellas es sencillamente magnífico.

Hubo una larga pausa, ambas observaban a las dieciséis doncellas, sus marcas dejaban ver quizá cosas que Asvid no comprendía, no sabía que significaban esos símbolos ya que Verum había explicado poco acerca de ellas, las únicas advertencias habían sido el no tocarlas, ni quitarles sus máscaras y había usado una frase bastante peculiar: "La curiosidad mató al gato".

––Sin embargo––Verum prosiguió––. En el mundo de los espíritus no se sabía bien todas las calamidades que ellas causaron, tampoco se sabía mucho sobre los cuatro brujos que las lograron derrotar y que encerraron sus almas en el gran río Éufrates. No fue hasta que se hallaron sus escritos que se pudo saber el cómo invocarlas. Tranquila, ellas no te van a hacer daño a menos que yo se los ordene y no creo que eso vaya a suceder, no al menos para mis seres más preciados.

––¿Por qué me cuenta todo esto?

Verum se mantuvo en silencio, el viento trinaba y acariciaba las ventanas para hacer su acto de presencia, las muñecas subían por sus engranajes, danzando y dejando escuchar aquel sonido tan relajante.

––Aldtreades idmanris doerTrael.

La corte de los pecados se volteó hacia Asvid, ella trató de moverse, pero Verum le sostuvo el brazo con fuerza. Ella observó a su ama que observaba hacia aquellas muñecas malditas.

Empezaron a reír, eran risas infantiles, como de niñas que no pasaban los diez años de edad. Un aura negra empezó a desprenderse de ellas, empezó a rodear a Verum y a Asvid como si de una cobra se tratara. Danzaba con ellas y las envolvía ferozmente, Asvid estaba asustada pero Verum no le quitaba la mano, no dejaba que se moviera y ella empezó a temer ya que no sabía que estaban haciendo, nunca había visto algo parecido y todo eso no hacía sino darle más y más temor, ella sentía como su cuerpo estaba cambiando, pero, las risas penetraban su alma y generaba como consecuencia de que no prestara tanta atención a lo que le estaba pasando… solo quería que todo aquello terminara lo más rápido posible ya que eso parecía una pesadilla sin fin.

Como se desvanece el hielo en el verano, así se desvaneció aquella aura. Asvid estaba observando el suelo, se sentía muy extraña y las manos le temblaban bastante, sentía el sudor recorrer su frente y este era frio.

Observas a tu alrededor y todo está normal, la corte de los pecados te observa y sientes duda, no te sientes herida en ninguna forma y eso se te hace un poco extraño. Te pones erguida y sientes algo extraño, un peso en tu pecho, revisas de reojo y te sorprendes, tus pechos han crecido bastante y los sientes cálidos, todo tu cuerpo arde y por alguna razón la cabeza la sientes liviana junto con tu cuerpo.

––¿Cómo te sientes?

––¿Qué ha pasado?

Tapas tus labios y te sorprendes, la voz que acaba de salir de tu boca, es la de Verum.

––No creí que fuera a funcionar tan bien. La ilusión se ve tan real… es más––Adoptó una mirada más sátira.

Verum pasó por detrás de ella y le tocó los pechos, Asvid soltó un leve gemido.

––¡Valla, son muy suaves! ––Los tocaba y los estrujaba con suavidad y parecía hasta gustarle––. Es la primera vez que las toco sin ser yo. Y hueles muy bien–– Le pasó suavemente su lengua por el cuello de Asvid––. Asvid, creo que te voy a comer completamente.

––P… por… por favor mi señora, pare. Esto se siente extraño––Soltó otro gemido cuando Verum le pellizcó levemente los pezones.

Verum seguía metiéndole mano cuando escuchó los pasos de Diligitis acercarse. Los leves gemidos de Asvid se colaban entre el silencio y ella sabía que quizá estaba húmeda, aunque no podría bajar más para comprobarlo, no podía dejar pasar aquella oportunidad de oro.

––Tengo una idea muy graciosa.

Diligitis entró en la sala, atraído por los gemidos de su ama. Su sorpresa fue ver a dos Verum en vez de una, quizá los lentes que llevaba le estaban jugando una mala pasada, pero tras limpiarlos y volvérselos a poner, dio con que seguían las dos Verums.

––¿Qué diablos está pasando? ––Tenía una cara de desilusión completa.

Verum se le acercó.

––Mi ama me dijo que cuidaras de mí en su ausencia. Pero que ni se te ocurra meterme mano, aunque… siempre me has parecido bastante apuesto… y… desde que te vi, me enamoré.

Diligitis se le puso la cara roja.

––Pero que demo…

Verum le tocó la parte baja de su pantalón.

––Valla, tu amiguito ni se ha despertado. Veo que no te prenden las vírgenes.

––¿Desde cuándo actúas así Asvid?

––¿Tan ciego estás? Ocupas cambiarte esos lentes. ¿Quién más que la verdadera Verum podría hacer eso? Además ¿estás seguro de no ser homosexual? Yo creía que ningún hombre podría resistirse a mis encantos, veo que me equivoqué. Que aburrido eres, ni una risa me has sacado.

Diligitis se retiró indignado, Asvid se sentía muy avergonzada y tenía la cara sonrojada, tendría que pedirle disculpas a Diligitis después de lo que Verum le había hecho.

––¡Diligitis! Aun no te retires, necesito hablar de algo bastante importante.

Él dio la vuelta, quería pensar que no le volvería a jugar una broma así, quería pensar que volvería a actuar de una forma madura. Entró nuevamente en la sala del trono, Asvid se corrió hacia un lado y dejó que este pasara, Verum le hizo señas para que ella no se fuera ya que también era importante que ambos escucharan lo que ella tenía que decirles.

––Muy bien, Lord Cid va a venir, él ya sabe todo lo que vamos a hacer, la corte de los pecados va a estar a mi lado, las voy a necesitar para la otra parte del plan, cuanto con tu ayuda para que todo salga bien.

––P… puede contar con ello mi señora.

––Perfecto–– Se volteó hacia la corte de los pecados––, ya es momento de partir.

La corte de los pecados la observó, sabían quizá lo que Verum iba a decirles ya que de cierta forma ellas estaban sujetas a ella, aunque Verum llegaba a pensar que dicho enlace podía ser por medio de la magia, ya que ese era el medio por el cual estaban conectadas espiritualmente. Se concentró, sabía que tenía que probarlo y en parte la curiosidad la empezó a carcomer, devoraba su alma y la llenaba de pura impaciencia. Asvid se retiró.

––IldroGtarshis Oeldres ed ten girmal.

Diligitis contemplaba con cierta curiosidad aquel panorama, quería ver que hacían aquellos seres ya que desde que habían llegado hacía ya tiempo, había tenido ganas de ver que había debajo de sus máscaras, más nunca antes había tomado el impulso de hacerlo ya que Verum había dado órdenes de no tocarlas bajo ninguna circunstancia.

Después de que Verum pronunció dichas palabras, la corte de los pecados empezó a emanar un aura bastante oscura y densa, su risa empezó a colarse por toda la sala del trono y aquella misma energía las empezó a envolver en una espirar bastante densa y que a simple vista, pese a ser solo energía, se notaba pesada y quizá hasta agobiante. Aquella aura meció los cabellos de Verum sobre las ropas que llevaba y ella se cubrió con su brazo derecho para protegerse de aquella energía.

Lentamente se disipó aquella aura y Diligitis se sorprendió, la corte de los pecados no estaba y en cambio había dieciséis mariposas negras, todas revoloteaban entre los destellos de aquella energía y todas empezaron a volar cerca de ella como las abejas a la miel, Verum las observaba con bastante alegría, sus ojos se posaban en aquellas bellas mariposas color negro. Rodeaban su cabello y parecía que tejían una corona para ella, algunas se pararon en sus hombros, otras en su cabello y Elizabeth se posó en su dedo índice, observándola.

––Diligitis.

––Si mi señora.

––Yo me retiro, alista bien a Asvid y ve que todo salga de acuerdo al plan.

––Como usted ordene mi señora. Cuídese, por favor.

––Te lo agradezco Diligitis.

Diligitis se inclinó en señal de respeto, luego se retiró en busca de Asvid, tenía que dejarla bien peinada. Asvid estaba en el pasillo, el corazón le latía con fuerza y tenía la cara enrojecida, la vergüenza la carcomía y sus mejillas se sonrojaron más cuando lo vio.

––Asvi…

––Lamento lo que pasó hace un momento. Me siento muy apenada.

Diligitis se llevó la mano al bolsillo y característico de él, con aquella elegancia que desprendía se acercó a ella.

––No debes preocuparte, ella es así y nadie la va a cambiar. Por lo menos esos son los indicios de que anda de buen humor, no me gustaría verla triste. Pero, si acepto que es un poco molesta y hasta en parte es como una niña pequeña, un poco inmadura––. Dio una risa para sí mismo

––Igualmente me disculpo.

––Descuida, como dije, ya me acostumbré.

Le tendió la mano, luego de eso, la llevó hasta la segunda planta. Ahí tendrían que peinarla y hacerla ver más como Verum; pese a todo, para Diligitis era bastante extraño el llevar a Asvid convertida en Verum, sabía más que nadie que aquello era una ilusión, pero era una tan real y tan vívida, que si nadie le hubiera dicho que es realmente aquello jamás se hubiera dado cuenta hasta el momento en ver las actuaciones propias de Asvid. Mientras subían los escalones meditaba más en aquello, la corte de los pecados no le daba buena espina y no esperaba que terminara agradándole la idea, sabía que esas cosas desbordaban energías malignas y en un descuido, podían ponerse en contra de su ama, matándola o haciéndole un daño terrible e irreversible… no lo sabía con exactitud, pero estaría vigilándolas con mucho cuidado.

Verum sacó sus alas, quería probar que tan veloz podían llegar a volar dichas mariposas, sabía que tendrían que ser rápidas, aunque el resultado que llegara a obtener siempre iba a ser gratificante. Salió por la puerta principal, el viento sacudió sus cabellos, el aire era fresco y desprendía un aroma a árboles y flores, aquello no hizo sino motivarla a volar y empezó a revolotear un poco, se tapó su cabello con los harapos que llevaba puestos y tras unos minutos de elevarse por los suelos, observó en la dirección a la que debía ir y emprendió la marcha. Las mariposas, para su sorpresa, la siguieron sin bastante dificultad, aunque ella no estaba volando a su máxima capacidad, sabía de lo que era capaz y queriendo retarlas, aumentó más su velocidad, subió por las nubes que vestían los cielos y se perdió en aquel mar blanco que extendía sobre ella un millar de secretos. Observó hacia atrás, se sentía más liviana de lo usual, las ropas eran más cómodas para volar, los harapos se sacudían con la fuerza del viento que trinaba en torno a ella, silbando y haciendo remover sus cabellos; cosa que le molestaba ya que sabía que cuando volviera al castillo tendría que lidiar con los nudos producto del viento que también jugaba con ella. Las mariposas no aflojaron el paso por lo que Verum tomó más confianza y usó toda su capacidad y velocidad, llegaría en una hora o ese era el tiempo que ella calculaba ya que no sabía con exactitud, podía llegar a ser más, aunque eso a ella no le importaba, sabía algo con bastante lucidez y eso era que llegaría justo a tiempo.

Las nubes empezaron a dejar huecos en los cuales la ciudad se observaba perfectamente, ella contempló alegre todo el panorama, los edificios, las casas e incluso las grandes casas de los lores, la vista era bastante hermosa y desde que pudo volar, siempre le pareció algo hermoso el poder ver aquello desde los cielos, el volar era bastante relajante para ella. Algunas aves volaban un poco más bajo, pero no le tomó mucha importancia, las aves si bien eran hermosas, nunca fueron de su agrado.

––No puedo esperar.

Necesitaba meterse en otra ilusión, una para que nadie la viera surcar los cielos, por lo que recitó la orden en la lengua de los demonios y la corte de los pecados hizo una ilusión que la hacía ver como a un halcón que surcaba los cielos, de esta manera ella podía volar sin miedo a ser vista.

La princesa Brillo observó por su ventana, los edificios se imponían y generaban grandes sobras sobre las cuales pasaban miles de personas a sus trabajos. Ella lucía hermosa, sus ropas de lino púrpura caían sobre su fino cuerpo y sus cabellos abrazaban su espalda, estaban amarrados por broches dorados y llevaba en la parte superior de su cabello una corona triunfal de laurel y la habían perfumado para que oliera de maravilla. Golpeaba suavemente la ventana con sus dedos, el sonido era relajante y hasta adictivo, como el de las aguas recorriendo las montañas o los lagos. Caminó hasta salir de su estudio, bajó las gradas de aquella torre, Vanitas estaba en la segunda planta y se veía igual de elegante. Ella volvió a golpear la ventana con sus dedos mientras lo observaba.

––Está nerviosa ¿no es así?

––¿Cómo lo?

––Siempre que lo estás cargas con la maña de golpear las cosas levemente con tus dedos.

––Espero que este plan resulte.

––Verá que si lo hará mi señora. Le iré a traer un vaso con el vino que tanto le encanta.

Brillo pasó nuevamente los dedos por la ventana, los pasos de Vanitas se alejaban y resonaban armoniosamente y hasta con un poco de ritmo ya que ella sincronizó los golpes a la ventana con aquellos pasos que se perdían con forme se alejaba. Por fuera del cristal podía ver el jardín, era enorme y de niña gustaba de perderse y comer de los frutos de los mismos. Lastimosamente las responsabilidades que había adquirido con el paso de los años la habían privado totalmente de aquellos pasatiempos.

Caminó por el largo pasillo que se extendía frente a ella, sabía que todo tendría que funcionar de maravilla. Pese a todo, pese a que sabía que todo iba a funcionar bien, dudaba. El usar armas aéreas era algo bastante nuevo y si bien lo habían intentado tiempo atrás, los resultados fueron sumamente desastrosos hasta puntos irrisorios y era en parte a ello que el plan no terminaba de encajar en su cabeza, pero, era la mejor opción si querían derrotarla, no podían dejar a alguien tan peligroso con vida y menos teniendo en mente que aquél ser era capaz de destilar una magia tan peligrosa. Observó su pequeño reloj que llevaba en la muñeca y contemplaba impaciente el cómo avanzaban las manecillas, quería que las otras princesas llegaran para poder discutir sobre los avances del proyecto, necesitaba saber si aquellas estructuras eran capaces de poder volar y cargar con armas que pudieran destruir las ciudades desde la lejanía. La impaciencia la carcomía y tenía la necesidad de llamar a las princesas para preguntar por su ubicación, pero aquellos sentimientos se alejaron súbitamente cuando una de las criadas se acercó hacia ella. Llevaba las ropas características de ese lugar, ropas blancas que eran semejantes a los vestidos de la alta corte ya que de ahí tomaron cierta inspiración.

––Mi señora, las princesas estarán aquí en cinco minutos, le pido que me acompañe hasta la entrada para recibirlas.

La princesa Brillo soltó un poco de aire, se sentía aliviada y todo el nerviosismo que aquejaba su cuerpo se fue alejando y calmando como lo hacen las aguas quietas después de que la roca se hunde.

Ella salió en compañía de la criada, las grandes puertas del palacio fueron abiertas y los suelos de cristal reflejaban los candelabros cristalinos que colgaban del techo, sus pasos resonaban a manera de eco, para suerte de ella, el trono estaba en la sala más alta del castillo, lo que le gustaba llamar "Su sala de trabajo". Salió y se colocó en el marco de la gran puerta circular, las princesas tendrían que pasar por el camino elevado que estaba encima de un riachuelo que zigzagueaba hasta un pequeño estanque, los árboles tanto a la derecha como a la izquierda creaban sombras que acogían y abrazaban a los que pasaban en medio, tejían como si de tela se tratara un túnel en donde la luz solar se colaba por los pequeños espacios que había entre las hojas verduzcas que poseían dichos árboles y creaban una sensación de tranquilidad sorprendente. Las nubes jugaban en los cielos y ella sabía que aquello prometía una reunión tranquila, quizá y con bastante suerte podrían librarse de todos los problemas que actualmente tenían.

Desde la lejanía los carruajes se podían ver con cierta claridad, se acercaban y más pronto que nunca acabarían tocando los suelos. Brillo esperaba en las puertas de su enorme castillo, los carruajes descendieron y las criadas salieron para recibir a todos los presentes, sus ropas eran más que esplendidas y todas se habían perfumado y peinado como lo demandaba la ocasión.

Las criadas los acompañaron a lo largo del camino, las sombras de los árboles creaban una suave sensación de tranquilidad. Tras pasar aquél camino, las princesas se saludaron con beso en la mejilla y Brillo pudo percatar algo a lo que no tomó mucha relevancia, más sin embargo le pareció curioso… La princesa Sara desprendía un leve aroma a hierro, era uno muy suave que se mezclaba con sus perfumes más no pasaba por desapercibido.

––Curioso el hecho de que los guardias no nos hayan dado la bienvenida.

––No era tan necesario, están más ocupados vigilando todo el continente ya que han ocurrido disturbios después del discurso de Diligitis.

––Ya veo.

Las sirvientas se metieron al castillo y esperaron a que su ama pasara en medio de todas.

––Síganme.

Las princesas y algunos duques que los acompañaban fueron guiados por Brillo, la sala en la que iban a tener la reunión estaba ubicada en el primer piso, las ventanas dejaban pasar la luz del sol y las enormes paredes estaban adornadas con recuadros del arte de aquella época. Pasaron varias puertas hasta que Brillo se detuvo en una que tenía grabados en madera bastante elegantes, el símbolo de la familia real estaba en ellos y tenía escrito el nombre de dicha habitación. Las criadas abrieron dicha puerta y todos los presentes entraron, la sala tenía una enorme ventana de fondo, las cortinas color rojo se sacudían con el viento, había sofás color crema, un televisor de alta definición y una enorme mesa de madera de ébano adornando el lugar, un enorme candelabro colgaba del techo y el interruptor de la luz se mezclaba con todo lo visto en aquel lugar, el aroma era suave y agradable.

Brillo les hizo pasar, las sirvientas se retiraron ya que iban a traer el té y las galletas que iban a degustar. Una vez se habían ido, Brillo cerró la puerta, caminó hasta una de las paredes y movió un pequeño bloque que escondía un pequeño compartimiento.

––Necesito que se quiten las gemas y las guarden aquí.

––¿Eso a qué viene?

––El hada podría atacar, es muy poco probable, pero es mejor que logremos prevenir lo peor a lamentarnos luego. Ella absorbió el poder del talismán de la otra princesa, así que es mejor tomar precauciones… se los devolveré al final de la reunión.

Verum descendió hacía unos arbustos, la capital estaba ajetreada, pero con aquella ilusión pasaba inadvertida, tendría que agenciárselas para entrar al castillo ya que el mantener una ilusión era sumamente difícil y el volar mientas la mantenía era muy complejo. La ilusión se deshizo y ella salió de los arbustos, algunas personas la observaban extrañadas, pero los harapos que ella llevaba la enmascaraban perfectamente, aunque las mariposas siguiéndola no le daban una imagen tan atractiva. Un niño la observó con suma curiosidad, su madre lo tenía tomado de la mano y al ver ella a Verum lo corrió ya que la madre veía en Verum quizá una puta o una vagabunda que podría hacerle daño, por lo que ella decidió pasarle de lejos, observándola con una cara de desconfianza. Otros quizá veían en ella una bruja, aunque no querían llegar a averiguarlo ya que el temor se mezclaba en ellos más teniendo en cuenta lo que había sucedido en las tierras de Edén.

Verum pasaba por las aceras, los carros no hacían tanto tráfico ya que no eran las horas en donde los embotellamientos escalaban, los autobuses sonaban sus bocinas y alguna que otra parada estaba llena, las pantallas de los edificios pasaban anuncios y Verum se sentía curiosa, imaginaba quizá más caos por lo que Diligitis había dicho, más sin embargo las cosas estaban andando con relativa tranquilidad. El castillo se alzaba a lo lejos y ella estaba bastante cerca, dobló por una de las esquinas que le permitiría llegar al jardín trasero, zigzagueó por aquella acera, el ajetreo y el bullicio de la ciudad no era de mucho agrado, los lugares callados eran aquello que le gustaba, pero de cierta manera ya se había acostumbrado, aunque daba gracias de que la ciudadela de la capital no estuviera tan llena como otros días. Las altas murallas se alzaban desde lejos y los guardias empezaban a tener más acto de presencia, algunos la observaban más sin embargo ella no estaba realizando ninguna acción ilícita, por lo que solo la observaban con cierta curiosidad, las mariposas le daban mala imagen, aunque eso a ella no le importaba en lo absoluto. Le gustaba ver el cambio de estructuras entre Edén y Havila, las ciudades de Edén no estaban tan llenas últimamente, pero ella esperaba que fuera cuestión de tiempo para que todo en su nación volviera a la relativa normalidad.

Tras caminar por un buen tiempo logró llegar a la parte trasera, las murallas eran enormes y había varios guardias patrullándola, la zona no era muy transitada por los civiles ya que solo los guardias la usaban y Verum no había visto a nadie que no formara parte de la guardia real en ese lugar, no es que le diera vergüenza ser vista, había lidiado con eso hace ya bastante y recordaba vagamente que había recorrido algunas calles de Cus desnuda. Unos guardias se quedaron observándola, se veía de cierta forma un poco sospechosa, ya que sus ojos estaban fijos en aquella muralla… aquellos bellos ojos que cortaron la mirada a más de uno de los que pudieron verla bien.

Las mariposas volaban en derredor a ella y dejaban en todos los guardias una estela de misticismo, aquella joven solo se dedicaba a observarlos, había recostado su espalda en uno de los árboles que rodeaba toda la zona y su sola presencia parecía incomodar a más de uno.

––Esa mujer…

––Solo olvídala, parece una vagabunda, no creo que nos pueda hacer daño.

––Podría ser una bruja.

––¿Y qué si lo es? Por los Dioses ¿aún crees en cuentos de hadas? Mejor ponte a vigilar.

––Comandante, hay algo en esa mujer que no me agrada.

––Por los Dioses Erlei ¿Si dejo que la eches te sentirás mejor y podrás volver a trabajar?

––Puedo trabajar, pero solo digo que esa mujer me estresa.

El comandante se paró cerca del límite de la muralla.

––¡Usted!

Verum observó a varios lados.

––¡Este no es lugar para que duerma! ¡Lárguese a un callejón o algo!

Verum lo observó fijamente, su ojo color noche topó con la mirada de aquel comandante, ella tenía la mirada perdida y parecía un poco dispersa.

––Ha, ya entiendo lo que quieren.

Verum tomó sus harapos y se los quitó, sus pechos rebotaron y todos los guardias posaron sus ojos en ella. Estaban confundidos ¿por qué se había desnudado?

––¿Con esto basta o quieren que me la abra? Aunque no tienen que ser tímidos, puedo dejar que me toquen si quieren.

––Esta puta ¿Qué se cree?

––Está loca.

––Llévensela de aquí.

Erlei prestó más atención a la joven, ella se había sentado y había abierto sus piernas, tomó sus dedos y abrió su vagina, él se sentía incómodo, pero había algo que no encajaba… había visto ese color de cabello, aquella joven le resultaba bastante familiar. El viento sacudió los cabellos de aquella mujer y él pudo ver su otro ojo, el viento lo volvió a tapar de una manera muy fugaz, sus compañeros la rodearon y la pararon, el comandante mandó a que le trajeran una manta para luego sacarla de aquel lugar. Erlei terminó de encajar las piezas, sus camaradas no se habían percatado aún, Verum lo observó y le regaló una sonrisa.

––¡Aléjense de ella! ––Sus camaradas lo voltearon a ver––. ¡Ella es…!

Verum recitó una frase en la lengua de los demonios y de los ojos de la duquesa del dolor, Camelia, generaron una onda que golpeó todo el castillo, haciendo que todos los soldados cayeran sin poder hacerle algo. Erlei perdió el equilibrio, Verum sacó sus alas y voló hasta donde él se encontraba. Erlei se sentía extraño, observaba a sus lados y sus camaradas se encontraban de pie, otros en el suelo y algunos de rodillas, todos estaban con la mirada perdida y sus ojos pasaron a ser de un color rosado, el ambiente se puso frio y pasaba a congelar sus pulmones con una violencia increíble.

Verum descendió justo en frente de Erlei, cruzó sus brazos bajo sus pechos y se irguió, sus ojos lo observaban y los de él la observaban a ella.

––Realmente me sorprendiste–– Dio una risa para sí misma––. Pero para tu desgracia… no lo viste suficientemente rápido.

––¿Qué… que les hiciste a mis compañeros?

Verum los observó, le agradó mucho el ver aquel resultado.

––Ellos están bajo una ilusión, no hagas siquiera el intento de que observen o te escuchen, eso no va a pasar––Se acercó a Erlei y le acarició el rostro, los ojos marrones de aquel joven temblaban––. Pero he de decir que eres bastante apuesto.

Erlei tomó un cuchillo que tenía en su uniforme y por un impulso de adrenalina trató de cortarle la cara, Verum se corrió más no pudo evitar que le hiciera un pequeño corte en su mejilla. Erlei sostenía aquella arma con miedo, las manos le temblaban.

––No creas que te voy a dejar pasar… maldito monstruo. P… primero tendrás que matarme.

Verum cambió de actitud, su semblante era distinto. La sangre se empezó a escurrir por su mejilla y danzó hasta llegar a su mentón. Erlei temblaba, más estaba listo para enterrarle el cuchillo en lo más hondo de su pecho.

––Tienes mucha suerte maldita rata, en este estado no puedo matar a nadie… pero para suerte mía no necesito usar mis manos para acabar con tu miserable existencia, de hecho… no tenía planificado matar a nadie. Arderás en el mismo infierno en el que arden ahora tus compañeros y el fuego en el que serás sumergido será diez veces más caliente––Una de aquellas mariposas se posó sobre el hombro de Verum––. Adkaerthrius daerneon er etog ermin…

Erlei se empezó a sentir mal, su cuerpo empezaba a arder, vapor empezó a salir.

––¿Qué me has hecho?

Verum solo lo observaba, Erlei no podía levantarse, las piernas le fallaban.

––¿¡Que me has hecho!?

El vapor se empezó a condensar más y más hasta que sin previo aviso, el cuerpo de Erlei se prendió en llamas de una forma sumamente violenta, sus gritos resonaron por todo el lugar y Verum solo lo observaba de manera seria. Las llamas volvieron a avivarse, era como otra explosión, los gritos de Erlei fueron más fuertes y desgarradores.

Verum seguía observándolo mientras Erlei extendía sus manos hacia ella.

Las llamas volvieron a hacerse más intensas y cada vez eran más fuertes, aquello se produjo diez veces. Los gritos de Erlei se destruyeron en la quinta explosión, ya no tenía más fuerzas para gritar, pero si para moverse por los suelos, parecía un gusano o una serpiente, con cada explosión los lamentos del joven eran menos audibles, aunque Verum parecía disfrutar de todo eso.

––a… ay… ayúdenme. Alguien… …

––Parece que superaron mis expectativas–– Las pupilas de Verum brillaban, parecía que danzaban como lo hacía el fuego en las hogueras.

Verum observó el cuerpo de Erlei, la ilusión fue perfecta al punto, de que había muerto, quizá le habría dado un paro cardíaco, eso no lo sabía, pero tampoco era algo que le importara lo suficiente como para reparar más en ello, solo le había agradado el ver como ese soldado se retorcía y gritaba sin que se estuviera quemando.

––Entonces una ilusión si puede matar a alguien… esto es… muy interesante.

Puso su mirada en el castillo y dio otra sonrisa para sí misma.

––Realmente, es muy interesante––Pasó sus dedos sobre su mejilla, vio su sangre y dio una lamida a la misma, el sabor del hierro penetró su cuerpo y el dulzor de la misma era algo que le gustaba.

"–Verum ¿te puedo preguntar algo?

–Primero me tienes que invitar a una buena copa de vino, luego podemos tener sexo.

–No me refería a eso. Me alagas dulzura, pero no me llamas la atención.

–Y yo que pensaba que el único homosexual era Diligitis.

Lord Cid siguió caminando con ella.

–¿Qué vas a hacer cuando entres al castillo? ¿Las vas a matar?

Verum se quedó pensando unos momentos, el viento sacudió sus cabellos.

–No puedo matarlas, aunque yo quiera, ganas no me faltan, pero, la única manera es con el hechizo. Verás, ellas están conectadas, o mejor dicho su alma, está ligada con el cristal y para yo poder absorber toda la energía del mismo, necesito robar la energía de sus almas ya que mientras yo esté usando a la corte de los pecados no podré usar magia ya que perder la concentración en las mismas sería sumamente fatal. Mantener una ilusión es sumamente complejo. Tranquilo, créeme que las voy a matar, pero todo a su tiempo. Hasta entonces primero concentrémonos en nuestro plan"

––Aunque es una lástima perder esta oportunidad para matarlas–– Pensó mientras recordaba lo que había hablado con Lord Cid…

Las princesas disfrutaban del té, las galletas estaban crujientes y su sabor era bastante dulce. La tranquilidad del lugar era increíble y Brillo observaba más que complacida los planos, los dirigibles de combate serían capaces de volar y cargar con armas sumamente potentes.

––Los diseñadores lograron encontrar un lugar perfecto para colocar las armas más pesadas. Además, les aseguro que estas cosas no van a explotar y causar desastres a gran escala como hace dos siglos.

––Bien, supongo que el precio será muy alto.

––La verdad es que es cierto, mentiría si digo que no saldría caro. Pero eso se deberá debatir en su momento.

Una de las sirvientas entró corriendo a la habitación, parecía agitada y abrió la puerta con cierta fuerza, aquel sonido sorprendió a los presentes en dicha sala y se quedaron observando a la criada, tenía un rostro bastante preocupado y la forma en la que gesticulaba sus movimientos daba mucho que decir.

––¿Qué sucede Xer?

––El hada, tal y como dijeron los espías está dando un discurso, lo están transmitiendo en vivo.

––Pero que de… ––Brillo se apresuró y encendió el televisor––. ¿En qué canal se encuentra?

––En el ocho mi señora.

––Esa puta… ¿Qué se cree?

Brillo puso el canal ocho, la cámara estaba enfocando a Verum, Diligitis estaba a su lado al igual que Jen, se escuchaba un bullicio bastante fuerte y al pasar de enfoque pudieron ver que en la plaza central había una enorme cantidad de personas.

Brillo y las demás se quedaron heladas al ver las imágenes.

––N… no puede ser. J… Jen.

––C… ¿Cómo está?

––¡Eso es imposible, lo vimos morir!

––¡Debe ser algo hecho por esa zorra!

––¡Definitivamente tenemos que encontrar la manera de matar a esa puta!

Las puertas de la sala se abrieron lentamente.

––Yo no me considero a mí misma una puta o una zorra, eso es muy cruel.

Las princesas se quedaron paralizadas, lentamente volvieron su mirada hacia dónde provenía la voz. El miedo se apoderó con la confusión, aquella mezcla era enfermizamente extraña. Verum se recostó en una de las paredes, cruzó sus brazos bajo sus pechos y observó a todos los presentes.

––Por lo menos puedo decir que nunca he mancillado a un infante o vivo engañada bajo una mentira autoconstruida. Nadie es santo e incluso ustedes tienes secretos mórbidos y pervertidos.

Uno de los duques desenfundó su arma y la apuntó contra ella, la pistola atinaba a su cabeza.

––Que malos modales ¿es acaso, así como tratan a una invitada? Si un ejército no pudo con miles de esas armas ¿Qué te diferencia de ellos, héroe?

Verum caminó hasta sentarse en uno de los sofás. Gleiv la siguió con el arma y pudo ver una sonrisa marcada en su rostro.

––¿Serían tan amables de darme un poco de té? He viajado desde muy lejos y no caería mal un trago.

Las princesas seguían en shock, no sabían cómo reaccionar, Verum seguía dando su discurso por la televisión y aquello estaba siendo transmitido en vivo, definitivamente era en vivo, no podían estar equivocadas… pero… … Verum estaba ahí, sentada con ellas y definitivamente no había duda de que era ella, su ojo izquierdo la delataba y esos harapos eran muy similares a los que había usado el día que atacó Edén.

––¿Q… q… qu… que haces… a … aquí?

––¿Que creen tontitas? … viaje de negocios.

––¿Cómo te colaste? ¿y los guardias? ¿qué les hiciste?

––Digamos que una de mis amigas los está mandando al cielo.

––¿Por qué Jen sigue vivo? Lo vimos morir.

––Ustedes sí que hacen preguntas, por todos los Dioses.

Una de las princesas trató de abrir la ventana, más, sin embargo, estaba completamente bloqueada, no había forma de abrirla, por fuera se podía observar la misma tranquilidad que habían respirado cuando arribaron al castillo.

––Viniste a matarnos ¿Cierto?

––Mira calabaza, si yo quisiera haberlas matado… ––Dio una risa para sí misma––. Supongamos que, si yo las hubiera querido ver muertas, no estaríamos hablando en estos momentos ¿o me equivoco?

––Hay dos Verum, no… no puede ser, la transmisión es en vivo.

––Verdad que sí. Me veo hermosa y cualquier ángulo me favorece, aunque yo hubiera alzado más mi pecho para verme más imponente.

El duque Gleiv apuntaba con su arma hacia Verum, los nervios y el sudor recorrían la palma de su mano.

––¡Alto! ––Brillo amenazó con su brazo––. Aquí algo no cuadra.

––Brillo tiene razón, ella no es una estúpida para ir y meterse a la boca del lobo.

––¿Qué quieres de nosotros?

––Yo no quiero nada, yo solo vine a invitarlos a todos ustedes.

Verum tomó una taza de té y unas cuantas galletas, el sonido crujiente rompía el silencio que se había generado.

––Esto es una trampa.

––Les juro que no hay trampas, yo solo… ––Sorbió un poco de té para lograr tragar de manera correcta las galletas––, vine a invitarlas. Estas galletas están deliciosas, deben recompensar al que las hizo.

––Invitarnos… ¿a… a qué?

La corte de los pecados entró en la sala, ya no eran mariposas y el frio empezó a aplacar las emociones de las princesas y los duques, los escalofríos empezaron a aparecer y se sintieron intimidados por la presencia de dichos seres, sus máscaras dejaban una estela de aura que no tenían intención de seguir.

––Supongo que no les he presentado a mis amigas. Es una lástima, no hablan mucho y son demasiadas como para poder presentarlas a todas de manera correcta. Pero… que modales los míos, creo que es mejor que ellas se presenten ¿no creen?

––¿Qué son esas cosas? ¿S… son humanas?

Verum reposó su mentón en su mano y cerró su ojo izquierdo, cruzó sus piernas de manera seductora, sus alas se extendían y su forma generaba sombras por la pared.

––Ya les dije, hacen demasiadas preguntas.

Gleiv no pudo con la presión, aunque fuera una vil trampa, la tenía en la mira, el miedo lo llevó a que quizá por error o por impulso, quisiera arremeter contra ella. El disparo salió de manera fugaz y perforó la cabeza de Verum, su cuerpo se hizo hacia atrás y su cabeza dio con la pared, su cuerpo resbaló hasta quedar en una posición bastante convincente de su muerte, mientras resbalaba su cabeza dejaba una estela de sangre, un camino que corría libremente. El sonido del disparo sorprendió a las princesas, el silencio reinó por unos momentos en la sala, ellas observaban atónitas lo que había pasado mientras la corte de los pecados se limitaba a observar y marcar acto de presencia.

––L… lo… lo logré.

Las princesas observaban conteniendo la respiración.

––Maté al ha…

El edificio entero se sacudió, las princesas perdieron el equilibrio, todo el castillo parecía estarse derrumbando. El cuerpo de Verum se elevó, todos los presentes en la sala la observaron, en sus brazos tenía cuerdas como si de una marioneta se tratara, su cabeza crujió, de su espalda colgaban hilos que la mantenían suspendida, sus ojos, ahora similares a los de una muñeca observaron a todos los presentes, su boca ya no era la misma, era igual a la de un muñeco de ventrílocuo.

––Que empiece el show.

Todos estaban confundidos, no sabían que estaba pasando y dudaban completamente de lo que era real o no, aquello los había sacado completamente de forma y sus cabezas estaban fuera de sí.

De la corte de los pecados empezó a emanar una neblina color rosa, era densa y podía llegar a decirse que hasta pesada, del cuerpo de Verum y de la herida del disparo salía lentamente dicha neblina y suavemente cubrió toda la sala, el frio era más intenso, sentían como se cristalizaban sus pulmones más no morían al hacerlo, no sabían siquiera en donde estaban y de poco en poco, unos murmullos se acercaban a sus oídos, corrían por toda la sala y recorrían sus cuerpos inertes ante el miedo y la confusión. Los murmullos se empezaban a hacer más fuertes, pero… solo eran audibles para cada uno de ellos, nadie más parecía percatarse, sus ropas se sintieron pesadas y los escalofríos eran más intensos, sentían como había niñas cerca de ellos, susurrando cosas inentendibles. El viento trinaba fuera de la ventana y pasaba su cuerpo por la misma, dejando un rastro de su inminente y contante presencia.

Sin previo aviso, los suelos se fragmentaron como lo hacen los cristales para pasar a ser solo esquirlas, la risa de Verum resonaba y taladraba sus oídos como lo hacen las balas en los cuerpos y el susto de la caída recorrió todos su ser con una velocidad abrumadora. Los gritos de todos los presentes resonaban entre aquel espacio ennegrecido.

Entre las sombras de aquel lugar, una enorme mariposa de alas cristalinas salió a su entorno, las brumas negras de aquel lugar abrazaron sus alas y se difuminaron entre su suave resplandor. El sonido de sus alas resonaba a manera de eco y la caída fue suavizada en el lomo de aquella criatura, el grito del golpe fue callado ante la puesta que estaba en frente de sus ojos. El lomo de la criatura era bastante suave y parecía no tener órganos algunos puesto que su cuerpo cristalino. La confusión se apoderaba de ellos, apenas y pudieron levantarse, las piernas les fallaban a algunos, sus cuerpos estaban fríos, aunque aquella criatura, pese a tener un cuerpo cristalino era bastante cálido.

––D… ¿Dónde estamos? ––La cara de la princesa Sara estaba completamente pálida.

La princesa Brillo se volteó hacia Gleiv, el hombre estaba pálido y confundido, no se había ubicado.

––¿Por qué diablos le disparaste aun cuando te dije que no lo hicieras?

––Pensé que podría acabar con ella, estaba indefensa y…

––¿Y? ¿Acaso eres idiota? ¿Crees que ella iría a la boca del lobo para que la mataran así de fácil? ¿Realmente pensaste que acabar con su vida era tan sencillo?

––Brillo, este no es el momento.

El frio parecía desaparecer de a poco, la mariposa volaba sin rumbo ya que el espacio en negro se extendía incluso quizá más de lo que ellos creían, más, sin embargo, aquel insecto gigante seguía en movimiento. A lo lejos pudieron divisar algo bastante curioso, un telón parecía divisarse desde la lejanía. Aquello los tomó por sorpresa, no sabían por qué había un telón en aquel lugar, pero la mariposa parecía dirigirse hacia el telón.

La velocidad empezó a aumentar y el telón empezó a verse mil veces más grande, su color escarlata empezó a dejar estelas de su belleza ya que sus telas tenían grabados y de sus mismas telas caían gotas de sangre mezcladas con lo que eran a plena vista lágrimas. Un extraño sentimiento se adueñó de las almas de los presentes, era una extraña melancolía que recorría cual rio de montaña sus cuerpos.

10

El telón llevaba dicho número grabado a fuego en lo alto, las cortinas de este se abrieron y la mariposa pasó en medio del mismo.

A lo lejos se divisaba otro, este era igual que el anterior, aunque ahora llevaba en las telas extraños grabados.

9

Pasaron en medio de este y del otro lado había neblina color rosa, pero pese a eso, el otro telón escarlata relucía con luz propia en medio de aquella oscuridad.

8

Las princesas y los duques empezaron a escuchar levemente el llanto de una niña… Pasaron en medio de aquellos murmullos apenas audibles.

7

En lo que ellos creían que era la séptima sala, pudieron escuchar a quizá la misma niña, su voz era algo dulce y débil. El telón que tenía grabado el otro número llevaba en lo alto unas alas, eran de color blanco y su belleza resplandecía cual luz mañanera o faro en las noches nocturnas en las costas.

6

Los duques y las princesas estaban confundidos, no sabían lo que estaba pasando, aunque la voz de la pequeña se hacía cada vez más fuerte, la neblina empezaba a mover parte de la densa oscuridad apenas alumbrada por el otro telón.

5

El silencio se apoderó de dicho lugar, tan solo el suave aleteo de la mariposa fragmentaba levemente en esquirlas lo apacible de dicha sala.

4

En esa sala todo fue bastante extraño, había una conversación, pero… no se entendía siquiera una palabra de aquellos murmullos. El telón con el número tres goteaba más sangre y las lágrimas brotaban como lo hacía la sabia en los árboles o la miel en los palos que no aguantaban el peso de las mismas.

3

Abres los ojos, ves tus manos encadenadas, los huesos se ven claramente y tus ojos lloran sangre mezcladas con lágrimas. Te sientes débil y sabes que tu cuerpo está sucio, la suciedad y la tierra está sobre tus vestidos rasgados. Tiemblas, tienes miedo y ves a los cielos. No, mi pequeña, no debes hablar mientras los adultos hablan. Ya te lo había comentado hace bastante y por eso te golpeaba tus mejillas… es de muy mala educación interrumpirnos.

Las princesas y los duques quedaron helados, aquello lo habían sentido, habían vivido en carne propia lo que habían contemplado… lo habían sentido y los había dejado con la miel en los labios.

El marco del telón siguiente los dejaba perplejos, las alas se empezaron a desplumar y fragmentar como si fueran esquirlas.

2

Ellos empezaron a escuchar la misma conversación, seguían sin entender lo que salía de los labios de aquellas personas, aunque por un momento, pudieron comprender algo.

"Es una pena mancillar a una criatura tan bella"

El telón con el último número se abrió, pero llevaba algo más, algo que lo diferenciaba del resto… …tenía una escritura entendible bajo su número.

1

¿Por qué el mundo es tan cruel?

Las puertas revelaron lo que era una ciudad, los colores de la misma reflejaban quizá un festival, había una enorme calle principal, al final de la misma todo estaba oscuro. El ajetreo de la gente era masivo y su bullicio reflejaba un enorme gozo y festejo, parecían estar divirtiéndose.

Una de las princesas pudo ver que esas personas no poseían rostro alguno, en vez de eso, tenían los símbolos de las cosas que habían acompañado a Verum. Las luces alumbraban la calle, parecían provenir de ningún lado más, aun así, cual faro prestaban su potente luz. Había unos soldados hechos de madera, parecían juguetes fabricados por un juguetero, con las caras dibujadas por pinceles. Estos transitaban las calles, marchaban y tenían lo que parecía a simple vista a una niña encadenada. Enormes dirigibles con rostros caricaturescos ardían y se estrellaban contra los edificios que parecían de papel periódico y ardían en llamas de miles de colores.

"Dulces, dulces.

La niña quería dulces

Dulces, dulces

La dulce niña pagará

Nadie sabe su dulce pecado

Nadie sabe su dulce pasado

La dulce niña morirá

Dulces, dulces"

Aquella canción se oía con una melodía bastante extraña, cantada por niñas de una edad que no podían pasar los cuatro años.

En la gran calle, estaba una niña de cabellos morados, estaba llorando sangre mezclada con lágrimas, vestía con harapos llenos de polvo, su rostro estaba sucio y sus pasos flaqueaban. Las personas la abucheaban, ella solo lloraba mientras caminaba hacia su muerte de la manera más mansa posible, como un cordero al matadero. Las luces dejaban un resultado más vistoso, aunque las princesas y los duques no entendían nada. Las notas de las melodías subían y se podían ver saliendo de la nada y aquel festival era algo más similar a un vil asesinato.

Los soldados de madera detuvieron su marcha, la pequeña observaba con demasiada inocencia todo lo que estaba ocurriendo, las lágrimas ensangrentadas corrían por su mentón y daban con los suelos y al hacerlo se evaporaban en colores neón. Uno de los soldados retiró los harapos de la niña, dejándola completamente desnuda, ella trataba de resistirse, pero los soldados la sujetaban con bastante fuerza. Las cadenas chirriaban y el llanto de aquella infanta resonaba y taladraba con bastante fuerza los oídos de las princesas y los duques.

Los muñecos la rodearon, ella rogaba, más ellos no la escuchaban. Uno de ellos se posicionó de tras de ella, sacó una enorme vara de madera que llevaba en la espalda, la niña temblaba de miedo mientras la misma canción se repetía una y otra vez.

"Dulces, dulces.

La niña quería dulces

Dulces, dulces

La dulce niña pagará

Nadie sabe su dulce pecado

Nadie sabe su dulce pasado

La dulce niña morirá

Dulces, dulces"

El soldado introdujo la vara en los genitales de la niña, los gritos de dolor retumbaban entre los edificios, los demás soldados que no estaban reteniéndola fueron a apalear a la infanta, le tomaron las alas y con sus propias manos se las arrancaron, la pateaban, le agredían su rostro, las costillas, el estómago, sus muslos. De su entrepierna salía sangre y los gritos de dolor empezaron a agrietar los edificios, los soldados parecía que estaban disfrutando aquello, moliendo a la pequeña a golpes, moliendo a una niña que no podía defenderse. Aun con la vara dentro de ella, la obligaron a moverse, pero ya no tenía fuerzas para levantarse, así que la llevaron arrastrada. La mariposa seguía desde lo alto a la pequeña, las princesas y los duques observaban el rastro de sangre que ella dejaba, había lágrimas esparcidas en derredor a la misma y los ojos de la niña habían perdido toda luz. Los dirigibles seguían incendiándose y chocando contra los edificios mientras globos y galletas salían disparados a los aires y eran remplazados por una lluvia de sangre que bañó a todos los presentes. Uno de los soldados dio otra orden, observó a la niña que había perdido la fuerza para gritar. La sangre que llovía había maquillado los moretones. Ella escupió sangre y con sus ojos moribundos observó al capitán que había sacado una espada. La apuntó a sus ojos y con un corte limpio y de manera horizontal le privó de la vista, la sangre se mezcló con su dolor y las pocas fuerzas que le quedaban las usó en gritar al perder su visión. El general la volteó, ya no podía verlo. Tocó su pecho izquierdo y removió una pequeña compuerta que había en ese lugar, su corazón estaba latiendo con un poco de debilidad. Ella respiraba con bastante dificultad, su piel se quebraba y se agrietaba como si fuera cerámica o vidrio agrietado. El general alzó su espada… el golpe fue rápido, la sangre manchó su pecho y ella escupió un poco de aquél liquido con sabor a hierro. La estocada se pudo escuchar de forma perfecta y el suelo se agrietó. Las personas sin rostro gritaron y se regocijaron. Cantaron más fuerte aquella canción.

Los soldados recorrieron todo el camino arrastrando el cadáver como si de un cerdo se tratara hasta… hasta que los caminos se apagaron. Todo se volvió negro y el sonido desapareció.

A lo lejos pudieron ver un telón más. La mariposa se encaminó hacia este mismo.

0

Las princesas estaban confundidas y los duques siquiera podían pensar ¿qué pasaba si todo era una realidad y no podrían salir jamás? ¿Qué tan real era todo? Querían salir lo más rápido, ya no podían más, los susurros les taladraban el cráneo, la princesa Sara estaba temblando, Brillo no podía moverse y Cristal estaba en un estado completo de shock. Las brumas golpeaban nuevamente, aquellas pequeñas malditas vocecillas se movían de un lado a otro, la niña seguía llorando y esa maldita canción seguía en sus memorias.

La mariposa seguía en movimiento.

De pronto, una gran luz se encendió y reveló un gran tribunal, el repentino destello de luz los sorprendió y cuando la vista de todos los que estaban montados en la mariposa se había aclarado quedaron sin palabras.

En el tribunal estaba la corte de los pecados, ubicadas ocho de un lado y ocho de otro, ellas los observaban y se miraban las unas a otras. La mariposa se detuvo. Había muchas muñecas como jurado, todas hablaban con palabras inentendibles y de sus bocas salían letras musicales al hablar. La corte de los pecados hablaba entre ellas y pese a lo que salía de sus bocas fuera impronunciable y carente de todo sentido, ellas parecían entenderse.

De tras del tribunal, el cadáver de la niña se observaba, estaba crucificada y la cruz que ella llevaba estaba manchada de su sangre, aquella que no desprendía un olor a hierro, sino que el olor era dulce como la miel. Desde lo alto pudieron ver que había unas gigantescas manos con guantes que parecían estar controlando todo. La corte de los pecados tenía dichos hilos que estaban conectadas a aquellas finas manos que movían sus dedos como lo hacía un bailarín con sus pies y les daba vida como si de un Dios se tratara.

Parecían estar debatiendo mientras las muñecas que hacían de jurado se escandalizaban por lo que la corte de los pecados estaba diciendo. Luego reinó el silencio, era uno bastante incómodo y ni las princesas ni los duques podían decir ni una sola palabra, el miedo había tomado control de ellos al punto de que el moverse les era imposible.

La corte de los pecados observó a la niña crucificada, de sus ojos seguía brotando sangre y… aunque estuviera muerta empezó a hablar con las mismas inentendibles palabras. La corte de los pecados parecía estar sumamente interesada en lo que el cadáver estaba hablando, el jurado incluso parecía estar llorando y observaban con quizá odio y repulsión a las princesas y los duques, o, eso era lo que ellos llegaban a sentir.

Después de que el cadáver terminara de hablar, Elizabeth golpeó con su martillo la mesa y señaló al jurado, las muñecas hablaron al unísono y sus voces rompían y escudriñaban con fuerza el interior de los que estaban en la mariposa.

––Cállense, cállense, cállense, cállense ¡Cállense! ¡CÁLLENSE! ––La princesa Sara rompió en llanto, estaba en posición fetal, hincada sobre la gran bestia alada que los mantenía por sobre las brumas negras y rosadas que parecían no tener fin alguno––. ¡SILENCIO, NO QUIERO ESCUCHARLAS MÁS! ¡NO QUIERO! … …No quiero. Yo no he hecho nada ¡Yo no he hecho nada! ¡NO FUE MI CULPA!

La corte de los pecados reía y se burlaba de ellas. Elizabeth dio otro golpe a la mesa y les habló directamente a ellas en aquella lengua inexistente.

Cuando Elizabeth terminó de hablar, todo el lugar tembló, unas enormes tijeras cortaron los hilos de la corte de los pecados y fueron tragadas por las brumas. El silencio volvía a reinar y ahora solo era roto por el llanto de Sara, las demás princesas temblaban como nunca antes lo habían hecho, Brillo dejaba escapar unas cuantas lágrimas y los duques tenían un rostro de terror cual nunca antes se había visto. La confusión era enorme y no sabían siquiera si estaban vivos o muertos, ya que al final… habían olvidado como se sentía estar vivos y en vez de eso, la risa llenaba sus almas y las fragmentaba con una facilidad indescriptible.

De los suelos subió un gusano enorme, sus dientes eran filados como cuchillos y su cuerpo colorido como un payaso, sus ojos tenían la inocencia de un niño, más su mente estaba corrompida. Las princesas no podían moverse, los duques contenían la respiración.

El gusano consumió a la mariposa como si de un dulce se tratara, asesinando… a todos los presentes con una rapidez indescriptible.

Verum salió del castillo, tenía en su mano los planos de los dirigibles y la estrategia que las princesas planeaban utilizar en contra de la nación de Edén, observó la estructura, el sol acariciaba su rostro. Los soldados seguían en el suelo, el viento sacudía los pastos y los acariciaba como quizá lo haría una madre con su hijo.

––Ahora no pueden decir que no lo saben.

Sacó sus alas y salió de aquel lugar. Verum dio una risa para sí misma, pronto tendría que deshacer… … aquella dulce ilusión.