"—¡Celgris, ven a ver esto!
Celgris caminó entre los haces de luz que bailaban por el bosque. La pequeña Verum había atrapado algo, sus vestidos color azul se sacudían alegremente con ella y su cabello morado resplandecía con un brillo pocas veces visto, sus ojos estaban iluminados con aquella pureza que solo un niño puede tener y su ojo izquierdo dejaba ver su pupila en forma de semi luna brillar.
—¿Qué tienes entre manos Verum?
—¡Mira!
Entre sus manos llevaba una pequeña ave de plumaje púrpura, su cola era blanca y sus ojos resplandecían como el carbón.
—¿Qué ave es?
—Bueno, esa debe ser una dragona de cueva.
Verum dejó que el animal revoloteara hasta perderse entre las copas de los árboles y fue corriendo a su libreta en la cual tenía apuntado millares de datos sobre todo lo que había aprendido con Celgris.
Pese a que el Feérico era de las lenguas más complejas ella había aprendido a hablarlo y escribirlo con una velocidad pasmosa, aunque para una reina era de esperar.
El calor de aquella mañana era acompañado por el sonido del arroyo que estaba en las cercanías, algunos insectos volaban entre la cálida mañana y desde la lejanía podía verse el castillo de cristal y si se observaba con más detenimiento podía llegar a contemplarse el árbol madre de las hadas.
Celgris observaba a Verum con una sonrisa, se sentía como un padre al lado de su hija.
—¡Mira! Está lindo ¡Le puse muchos colores para que resaltara más!
—Si, tienes razón, se ve hermoso.
Celgris volteó su mirada y vio que la Corte de las Rosas se acercaba, o, por lo menos, así era lo que creyó, ya que al afilar su mirada pudo observar que solo dos de las integrantes se acercaban hacia el lugar en donde estaba.
Celgris se apartó ligeramente y ambas aparecieron lentamente, el crujir de las ramas desvió la mirada de Verum hacia donde ellas estaban.
—Su alteza—Ambas hablaron al unísono e hicieron una reverencia hacia la pequeña Verum de tan solo diez años de edad.
—¡Veluet, Lueria!
Se lanzó hacia ellas con la alegría que la caracterizaba y con cuaderno en mano comenzó a ilustrarles todo lo que había aprendido aquella mañana y esbozaba sus ideas con mucha facilidad.
—Mi reina, ya es hora de sus lecciones de magia.
Podría decirse que a pesar de que Verum había nacido sin alas era una alegría ya que de cierta manera el omitir las lecciones de vuelo ahorrarían trabajo y tiempo; tiempo, el cual podían enfocar en el estudio completo de la magia para hacer de ella el hada más poderosa de todas cual nunca antes había existido.
Verum frunció el ceño y las observó con un semblante de aburrimiento, devolviéndole una mirada a Celgris; quien no podía hacer nada más que observar.
Veluet le tendió la mano y ella, con más descontento en su habla accedió, tomándole la mano y dirigiéndose rumbo al castillo para entrenar en sus habilidades. Celgris las siguió de cerca, contemplaba el paisaje y trataba de despejar su mente.
—Veo que todavía te sigue afectando.
—Este era uno de los lugares que más amaba, es natural que todo esto tenga un aire familiar.
—No hay mucho que hacer.
Celgris observó a Verum quien, no sabía de lo que estaban hablando, aunque no quería preguntar ya que no le daba curiosidad.
—Solo espero que las cosas no marchen de la misma manera en este período.
Lueria se detuvo y dejó que el viento sacudiera sus cabellos celestes junto con sus ropas blancas, sus alas brillaban ante la luz que se posaba sobre su cuerpo y tomó a Verum con suavidad.
—Hoy vas a entrenar conmigo. Será todo un honor el poder serle de ayuda mi reina.
Veluet se recostó en uno de los árboles ya que las sombras que jugaban en derredor a ella la refrescaban y despertaban en ella sentimientos tranquilos los cuales le permitían pensar mejor. Celgris espero ya que sabía y conocía bien a Veluet, lo suficiente como para poder intuir que quería información de los humanos y todos los movimientos de las coronas de las naciones de las tierras recién ascendidas, por lo que esperó pacientemente. Verum era muy pequeña para poder comprender todo el pasado sangriento que ocultaban las hadas y los problemas políticos a los cuales ella debía atender, pero sabía también Celgris que ese día llegaría y que debía de estar listo para poder serle de utilidad y evitar que tomara las mismas sendas que llevaron al primer gran derramamiento de sangre.
—El rey de Edén por fin se casó ¿verdad?
—Es correcto. La boda fue una de las más importantes ya que unió a las dos casas más poderosas de Edén. Miles de invitados llegaron.
—Ella va a parir a el futuro rey. Puede que los humanos quieran venganza.
—No creo que ellos quieran provocar una segunda guerra a escala global. Como agregado, los espíritus sagrados no lo van a permitir. Después de todo ellas frenaron el baño de sangre.
—No, en eso estoy de acuerdo. Pero no podemos tomar riesgos, necesitamos que Verum crezca y se convierta en lo que las profecías rezaron.
—Tiene apenas diez años.
—Es terca, no quiere aprender a ni siquiera dilatar los puntos de aura.
—Dale tiempo, es muy pequeña, no ve siquiera con malicia el mundo que la rodea.
—Quizá puedas convencerla de que aprenda magia, es muy terca en lo que quiere, pero… a tu lado es diferente. Necesito que me ayudes a que ella quiera hacerlo.
—He visto lo que la magia…
—La magia es la maldición más grande que pesa sobre el mundo. Por ella los humanos fueron maldecidos, de la magia nació la primer gran bruja, la primer gran tempestad y fue una humana la que demostró de lo que era capaz la magia. La primera humana fue la que esparció la primer gran desesperación sobre este mundo.
—Si, he oído la historia de su árbol y de lo que hay en su interior y lo que hizo la primera bruja con los colosos.
Veluet lo observó con aquella penetrante mirada, sus ojos verdes brillaban entre aquel árbol que movía sus sombras como un titiritero lo hace con sus hilos y le devolvió una mirada triste pero cargada de verdades.
—Si, la magia es un mal. No obstante, es un mal necesario y es lo único que mantendrá a Verum a salvo, muchos querrán matarla y creo que los humanos pueden hacerlo.
—No creo que los humanos hagan tal cosa, están más ocupados en levantar sus ciudades y repoblar la tierra. A fin de cuentas, por algo ya no hay espacio en los cementerios.
Veluet comprendía bien la situación actual del mundo, ella más que nadie sabía lo que los suelos callaban entre aquel silencio sepulcral y quería tratar de convencer al resto de La corte de las Rosas que Verum debía ir enterándose de todo lo sucedido de apoco para que no fuera demasiada información, más, también sabía que tenían en su poder al hada más poderosa que había pisado la tierra. Verum era para las hadas no solo una deidad, sino un símbolo de protección ya que si ella resultaba ser tan poderosa como se había predicho, no habría nada ni nadie que se pudiera interponer entre las hadas. Todo aquello que estuviera en el tablero sería de ellas y las fichas y la danza de la balanza bailarían a su favor. No obstante, Verum era vulnerable, como un ave recién salida del huevo, por lo que debía de mantenerla vigilada ya que sabía lo influenciable que era una infanta y no quería que adoptara ideales opuestos a los que las hadas estaban acostumbradas.
—Sé en lo que piensas Veluet.
Ella lo observó extrañada.
—El orgullo de las hadas fue lo que condujo en principio el baño de sangre.
—Los humanos iniciaron la guerra.
—Los humanos dicen que fueron las hadas y las hadas que fueron los humanos. ¿Qué mierda me ha de importar quien dio el primer asesinato? Al final todos son tan culpables, la muerte de tantas vidas inocentes. Solo te pido que tengas cuidado con lo que haces, ya que, si Verum decide destruir este mundo…
Se retiró en silencio no sin antes devolverle una mirada hacia ella Y Veluet solo se limitó a observarlo marcharse entre aquella silenciosa escena en la cual solo el canto de algunos pájaros e insectos interceptaban las notas mudas que estaban siendo entonadas.
Mientras Celgris se retiraba por la parte trasera del castillo pudo observar a Verum. Estaba en silencio, mientras Lueria parecía estarle explicando el cómo abrir y dilatar los puntos de Aura.
La observas y sientes algo cálido ¿Cuánto pasará hasta que la veas con una pareja? Por la naturaleza de las hadas sabes el camino que probablemente seguirá y solo esperas verla convertida en una buena reina, en alguien que sepa tomar las mejores decisiones y evite a toda costa una catástrofe. Es una niña, siquiera ha dado su primer baile o mucho menos su primer beso, sus labios todavía no conocen la lascivia y su mente solo se centra en la diversión ya que no ha ni pensado o tomado importancia el haber nacido sin alas, al parecer no le afecta… o eso es lo que te hace pensar ¿Qué es eso que sientes? No eres su padre y, aun así, mientras la observas te sientes como uno ¿Por qué? ¿Tienes quizá una espina clavada del pasado? No lo sabes con total exactitud y solo el verla feliz te hace sentir en las mejores condiciones existentes. Esperas incluso el día en que te presente a la persona que ama y poder aconsejarla ya que aún recuerdas las noches en las que tenías en tus manos la carne de Melusina, aquellas noches en donde solo la fogata iluminaba sus cuerpos mientras se volvían uno. El amor prohibido entre un hada y un Kliug del norte.
¿Podría ser que ves en Verum algo de Melusina? ¿Crees poder cambiar la historia? No, amigo mío. Sientes miedo ¿Verdad? Miedo, ya que sabes en lo más profundo de tu corazón el futuro probable que podrá tener aquella niña la cual ves con sumo cariño. El amor que sientes por ella es diferente, como el que tendría un padre con su hija, no es el mismo amor al cual le tenías a Melusina pero… El amor siempre es y será la fuerza más hermosa y destructiva cual nunca antes se ha creado. Te hizo pedazos tu corazón y aún no has terminado de tomar de los suelos las esquirlas que aún yacen esparcidas en tus memorias.
Recuerdas con amor a Melusina y es comprensible, ya que, en medio de ese baño de sangre, el amor floreció como lo hace una rosa. Sin embargo, toda rosa tiene espinas ¿Recuerdas? Y tarde o temprano te vas a punzar con ellas, dañando tu alma y cuerpo en el proceso y Celgris… olvidaste eso de las rosas.
Verum abrió sus ojos y al ver a lo lejos a Celgris se despidió, sabía que pronto volvería como de costumbre, ya que, si Celgris no llegaba, nadie podría leerle los cuentos de la manera tan mágica como solo él podría hacerlo.
… …
La noche caía y los millares de estrellas salieron al encuentro de los cielos, vistiéndolos de gala y dejando que Aurora empezara a volar y pintarlos con su belleza, sus cuatro alas de hermosos colores que cambiaban en tonos pasteles se relucían entre la noche y las lunas contemplaban su baila con genuino enamoramiento.
Celgris entró al palacio de cristal, las hadas guardianas lo saludaron como de costumbre y una de ellas lo condujo hasta el cuarto en donde Verum dormía.
Al llamar a la puerta la niña lo hizo pasar de golpe, la nostalgia invadió entonces a Celgris ya que él podía recordar con suma calidez esa habitación. Las flores que colgaban de los techos habían sido cuidadas desde que Melusina se había suicidado y el cristal azulado ilustraba el perfecto color de la noche. La cama de Verum era de agua, enorme y bien adornada, las velas alumbraban la parte cercana a donde ella estaba y por razones extrañas, Verum, a diferencia de Melusina si parecía necesitar dormir.
—¡Celgris!
La niña tomó el libro que estaba su lado y con una sonrisa lo llamaba para que se sentara a su lado y le leyera uno de los tantos cuentos que ese libro guardaba.
El hombre, con un semblante compasivo se acercó hacia Verum y tomó el libro de manera delicada.
—Muy bien Verum ¿Cuál quieres que te lea?
La niña empezó a meditar mientras pensativa contemplaba las flores colgantes de los techos. Su perfume inundaba de forma enfermiza toda la habitación y hacía que el estar junto a ella fuera una experiencia más que gratificante. Celgris solo se limitaba a verla mientras que con cierta paciencia abría el libro y pasaba las páginas lentamente.
—¡Ya sé! Léeme la historia de los colosos.
Celgris alzó su ceja y con una sonrisa la observó, volteó su mirada al contenido del libro y buscó la página en donde yacía la historia que Verum más amaba. Cuando la logró ubicar acurrucó a la pequeña Verum entre las sábanas celestes y le dio su peluche favorito, el cual era un zorro. Tras haber terminado todos los preparativos volteó sus ojos hacia el libro.
—Había una vez un joven que montó a su yegua hacia las tierras prohibidas, un lugar en donde podría traer de vuelta aquello que partió. Llevaba entre sus brazos a su amada, quien había sido sacrificada. Al llegar a esas tierras un Dios sin nombre le hizo la promesa de que la traería del río de los muertos, con la condición de que este, como si de un caballero se tratara, superara la prueba que este le había dejado. La tarea era titánica, pero el joven, cegado por el amor partió a cumplir las demandas de ese Dios ya que los enamorados comparten sus vendas y fue pues a librar guerra en contra de los enormes colosos que yacían custodiando la tierra que había sido maldecida por los Dioses del antiguo mundo. El joven usó su espada sagrada para darles caza, con el fin de traer a su amada de la muerte, y poder estar con ella… una vez más"
Celgris le dio un beso en la frente a Verum, se había dormido y no podía evitar ver en ella a la misma niña de hacía ya muchos siglos.
—Buenas noches Verum.
Se levantó con dificultades, su cuerpo cada vez se iba volviendo más torpe y sus movimientos eran lentos, el viajar hacia Edén era un martirio en muchos sentidos de la palabra.
Salió de la habitación no sin antes apagar el interruptor y dejar que ella durmiera plácidamente. La velada había sido perfecta y el estar en compañía de Verum y todas las demás personas fue agradable, incluso, las criadas del castillo habían participado y comido junto con él. Verum parecía muy feliz y creía que podía mantener esa sonrisa, protegerla de cierta manera, creía que el destino había cambiado a su favor y un futuro en donde la luz naciera podía verse en el horizonte.
—Es como una niña.
Observó a su derecha y pudo ver a Lord Cid, contemplando la ventana y las dos lunas.
—Si, supongo que todavía tiene actitudes infantiles. De todas maneras, me alegra verla más feliz.
Lord Cid seguía perdido, pensativo y hasta de cierta manera preocupado, cosa que para Celgris, no pasó inadvertida.
—¿Qué te perturba Cid?
El hombre le devolvió la mirada mientras que dejaba que las luces de las lunas acariciaran su rostro.
—Ella es muy poderosa. No obstante… me preocupa saber que es lo bastante poderosa como para destruir este mundo.
—¿Temes por las personas que amas?
—Ella podría perder la cabeza, en un libro antiguo vi que las hadas eran emocionalmente inestables ¿Qué tan cierto es eso?
El anciano rascó su barba.
—La magia no es lo que muchas personas piensan. Lo triste es que si, está conectada con las emociones, si se salen de control las emociones también lo hace la magia. Muchas hadas perdieron la cabeza y masacraron muchas vidas por el simple hecho de perder a alguien a quien amaban y fue desde la guerra que ellas se ganaron esa fama.
—¿Qué hacemos si ella pierde la cabeza?
—No lo sé. Verum es una persona muy impredecible.
—Ella te quiere mucho, pude notarlo en la cena. Aunque estoy agradecido de que quitaran el alcohol de su mesa, la última vez se desnudó ebria y casi nos mata.
Celgris caminó hacia la ventana, dio una leve risa con lo escuchado por Lord Cid y observó las lunas junto con las estrellas.
—Lord Cid, hay algo que debo pedirte. De ser posible díselo de igual forma a Diligitis pero mantenlo en secreto para con Verum.
Cid se recostó en la pared y dejó que la sombra lo bañara mientras contemplaba y estudiaba en silencio al anciano.
…
Elga estaba un poco preocupada, no quería que Calai se llegara a esforzar de más, no obstante, Melisande no podía esperar ya que debía ver a la niña a como diera lugar, por lo que Elga habló con las doctoras para que estas revisaran a Calai y dieran el visto bueno para que pudiera salir unos momentos. Para su fortuna, la niña se había estado recuperando, aunque su cuerpo no estaba siquiera cerca de estar recuperado a un cincuenta por ciento. Pese a todo, su mejoría fue la suficiente para que pudiera salir en silla de ruedas a tomar un poco de aire libre con la única condición de que fuera acompañada por una de las mejores enfermeras que tenían.
La niña podía ver de mejor forma y el respirar ya no se convertía en algo tan agónico, aunque aquellas punzadas seguían golpeando su cuerpo como si de balas se tratara y una noche en vez se despertaba llorando lágrimas mezcladas con sangre. Calai se notaba un tanto alegre, la pequeña sonrisa que podía esbozar mostraba su pequeño avance y sus huesos rotos tardarían poco menos de dos o tres meses en sanar, pero, no tenía nada que temer, el dolor había disminuido y sus horas de sueño podía ya contarlas en cuatro sin la necesidad de sedantes que amortiguaran el dolor. Sus ojos aún ardían a palabras de ella, pero se había acostumbrado a ver por períodos de dos horas o más.
—¿Por qué tenía que venir yo también?
—La reina nunca ha visto a una humana de las tierras superiores.
—¿Cómo te sientes Calai?
—Me duele el respirar, pero no es tan fuerte.
—Shikui ed uris taer Calai, ed joi itska.
—Ella dijo que las vitaminas del sol te harán un bien mayor. Además, en primavera las temperaturas no suben de los veintisiete grados en el centro de nuestro país.
—Calai ¿Estás segura de que no quieres quitarte esa venda de tu cara por lo menos un tiempo para ver todo lo que te rodea? ¿No quieres por lo menos ver el castillo?
Tera estaba al lado de ella, como si de un perro guardián se tratara, el yeso que tenía en su brazo le era un poco incómodo y le generaba una comezón que era irresistible en muchos momentos, pero se había a costumbrado de cierta manera.
—Está bien, de seguro lo veré cuando mis ojos se curen. Todavía me duelen al abrirlos.
Elga se quedó observando a Tera quien contemplaba el lugar y todo lo que la rodeaba, el palacio de cristal era una de las estructuras más grandes cuales nunca había visto y ella estaba segura que todavía quería ver más de la ciudad central, más el tiempo apremiaba y ella no podía hacer esperar a Melisande.
—Sé lo que piensas Tera.
Ella la observó.
—Una ciudad enorme, hermosa, con muchos misterios. Descuida, yo me tomaré la molestia de enseñarles y contarles todo, pero será en otro momento.
Las puertas del palacio se abrieron y Elga les dio una señal para que entraran. Las guardias llevaban unas vestiduras de lino blanco y muchas tenían flores en sus cabellos.
—¿Por qué las guardias reales no utilizan armas?
—Nuestra arma es la magia, no necesitamos más armas que esas, te aseguro que una sola de ellas puede reducir a polvo a más de diez humanos sin mucho esfuerzo.
Todo el lugar era de un cristal azulado que parecía no reflejar el exterior, más si había espacios entre el techo que dejaban que la luz del sol se reflejara a manera de haces que impactaban contra sus suelos de hermoso semblante que mostraban para ellas su silueta, como si de un espejo se tratara. La sala era perfecta en muchos aspectos, hermosa, llena de flores que Tera nunca había visto las cuales embriagaban el palacio y lo perfumaban como lo hacía una mujer con un hombre luego de acostarse con él.
—Esos son muchos escalones.
—Si, pero nosotras pensamos en todo y para ayudar a las personas que utilizan una silla de ruedas agregamos hace unos trecientos años una rampa—La señaló—. Tu amiga podrá llegar a la sala del trono sin ningún esfuerzo.
—Elga…
Ella se volteó mientras ambas subían los escalones.
—Este lugar huele muy bien.
—Saberlo Calai, nosotras mantenemos todo en buen sitio.
—¿Qué sucede Tera?
—Cuantos años viven las hadas.
Un hada, no más grande que una flor pasó volando cerca de ellas, llevaba al igual que la mayoría unas ropas de lino blanco y parecía estar muy alegre. Saludó a Elga con gentileza y se dirigió hacia el lado derecho de esa sala.
—Nuestras vidas son determinadas por el árbol madre, ella nos dice nuestra profesión y esa misma determina nuestras vidas.
—¿Qué sucede cuando un hada muere?
Elga se volteó hacia Calai y la observó con una leve sonrisa en su rostro.
—Sus restos son llevados al gran río para que los espíritus de nuestros ancestros la guíen hacia el mundo de los muertos, donde está la reina del hades, Venus. Pero como les dije, les diré todo cuando pueda enseñarles de manera correcta toda la ciudad.
Al terminar de subir los escalones las guardias abrieron la puerta que era la entrada hacia la sala del trono y Elga se acercó a Calai.
—Calai, debes quitarte las vendas para ver a la reina, sé que te duelen tus ojos, pero debes de hacer un esfuerzo.
La niña estaba indecisa, pero tuvo que aceptar ya que Elga le había prometido que ese encuentro no duraría mucho. El dolor aumentó su fuerza cuando las vendas fueron retiradas y la luz golpeó con brusquedad sus ojos, obligándolos a que se acostumbraran nuevamente a la claridad que predominaba en el lugar. Quería hacer preguntas, pero tuvo que mantener su curiosidad bajo control ya que Elga le aseguró que le enseñaría el castillo apenas esta saliera del hospital.
La luz se coló por todo el lugar y ambas pudieron ver que al final de la sala había unos escalones en donde se lucía un enorme trono de cristal que tenía diversos tipos de colores, los azules bailaban con los cristales de color rubí en un frenesí que daba como resultado una figura imponente ya que muchos de esos terminaban en puntas que se alzaban por toda la sala y bloqueaban la luz, haciendo que la reina quedara con parte de su rostro ensombrecido por el majestuoso respaldar del trono. Había también flores y enredaderas que caían de los techos y en el centro de la sala, en su suelo, yacía el emblema real de las hadas, aquél que había sido creado desde los tiempos de Melusina.
—Mi reina.
Elga entró a la sala e hizo una reverencia.
—Tal como le prometí, traje ante su presencia a la humana de raza pura conocida como Calai, y una de los humanos ilkianos conocida como Tera.
—Hazlas pasar.
La voz de la reina era miel que se derramaba de sus labios, la dulzura de la misma podía incluso generar miedo ya que su semblante era majestuoso, como si de un ángel se tratara. Sus cuatro alas se imponían por sobre su espalda y eran más grandes que las de Elga, resplandeciendo a la luz del sol que se movía a sus espaldas, dejando que las sombras jugaran por los suelos y bañaran a tanto Calai como Tera.
Ambas, con un poco de miedo fueron hasta los pies de las gradas y pudieron ver como la reina se levantaba del trono, ella era grande, similar a los humanos de las tierras superiores, su cabello era largo y ondulaba por todo su cuerpo, haciendo que su color crema resaltara por sobre sus vestiduras blancas, llevaba dos flores rosas, una a cada lado de su cabeza y en su mano derecha tenía algo a lo que Tera pudo entender como un báculo, el cual, en su punto más alto tenía un cristal celeste. La sombra de la reina se hizo más grande y ellas se sintieron pequeñas ante su presencia.
El corazón de ellas retumbaba con fuerza con cada escalón que Melisande bajaba.
—Es un honor para mí, presentarles a la actual reina de las hadas, señora y líder suprema del ejército Gaerio, líder de La Corte de las Rosas, soberana de las tierras de Iherkia, usuaria de una de las magias más extrañas de todas, la magia tipo Aldras… La décima reina de las hadas, Melisande.
Calai podía ver de forma difuminada su silueta, más su presencia hablaba más que mil visiones y esta contemplaba como se precipitaba hacia ellas, bajando uno a uno los escalones.
La elegancia de la reina era clara y sus zapatillas de lino resonaban entre los cristales. Todas las hadas presentes mantuvieron una reverencia mientras ella bajaba los escalones.
—Es para mi todo un ¡Ho——!
Resbaló en uno de los escalones y para desgracia de Elga, las niñas presenciaron como Melisande daba con cada uno de los escalones mientras que el sonido de su trasero resonaba a manera de eco por todo el lugar y su cuerpo volvía a besarlos.
—¡Maldición!
Los sonidos de su báculo resonaban por toda la sala mientras ella terminaba de rodar por cada uno de los escalones, golpeando su espalda.
—No puedo creerlo— Elga se llevó su mano a su rostro, se sentía miserable y avergonzada—. Mil veces le he dicho que baje los escalones con cuidado. Esa cabeza hueca…
Calai no pudo evitar soltar una risa que fue acompañada con las de Tera, simplemente no pudieron contener aquello al ver a la imponente reina de las hadas rodar hasta el suelo de la manera más estúpida posible. Aunque el pecho le doliera, Calai no pudo contenerse al escucharla golpear cada una de las gradas cristalinas.
—Mi colita…
Melisande se pasaba la mano por su trasero, ya que este junto con su espalda habían recibido la peor parte.
El báculo había quedado cerca de la posición en la que ella se encontraba y empezó a palmear para poder encontrarlo. Las guardias, quienes habían reprimido sus risas fueron en su ayuda, devolviéndole el báculo.
La reina las contempló y Tera pudo ver que sus ojos eran rojos, más, en uno de ellos, en el izquierdo, tenía algo diferente, su pupila tenía forma de una flor de loto. Inmediatamente ambas dejaron de reír, la presencia de ella era igualmente imponente —o eso querían creer— y debían de "mantener" el respeto.
Extendió su mano y empezó a palmear la cara que había encontrado que, al sentir las orejas pudo ver que se trataba de Tera.
—¡Por fin llegaron!
Dejó caer nuevamente el báculo para empezar a acariciar y jugar como si de una masa se tratara con las mejillas de Tera. Pasó a su cola y la acarició, haciendo que esta misma soltara un leve chillido mientras veía como la reina curioseaba más por todo su cuerpo.
—Esperé mucho para poder conocerlas.
Su voz era amigable y ella repasaba en todo su cuerpo, oliéndolas incluso y palmeando un poco más bajo para encontrar a Calai.
—Imagino que tú, debes ser Calai.
La niña se sentía confusa y un poco intimidada, la reina paseaba sus manos por toda su cara y llegó de forma accidental a jalar una parte del cabello de Calai que por el viaje se había enredado. La abrazó e hizo lo mismo con Tera.
—Tienes un cabello muy lindo y parece que no tienes pelaje en tu rostro o brazos… y hueles—Inhaló profundo—, muy bien.
Pasó su mejilla por encima de la cabeza de Calai, sintiendo mejor las hebras de su cabeza.
Elga hizo un sonido para volver a llamar la atención de la reina.
Melisande se guio por el sonido.
—Cierto, lamento haberlas tocado, pero, como verán —Les mostró mejor sus ojos—, nací ciega, por lo que esta es la mejor forma que tenía para poder conocerlas. Creí que los humanos de las razas superiores tenían más pelaje. Y es verdad, Calai, eres una humana de raza pura. Eso es muy extraño, pero me emociona mucho el poder conocerte.
Posó su mirada en ella con mucho detenimiento y al hacerlo su semblante se hizo más serio, tomó nuevamente su báculo y subió los escalones hasta sentarse nuevamente en el trono.
—E… es…
—Hablen sin temor, no las voy a ejecutar por reírse cuando me caí. No se preocupen.
—Es un honor el poder conocerla.
—Debo admitir, que me sorprendí, no creí que una humana de raza pura pudiera usar magia, pero he aquí la prueba viviente de que es real.
—Entonces Celgris tenía razón, las hadas no eran iguales a la que atacó Edén.
Melisande se confundió.
—¿Atacar Edén? ¿De qué hablas querida?
Elga observó a Calai.
—Nosotras no ponemos un pie en las tierras superiores desde hace trescientos años, sellamos todas las entradas, los humanos ya no son de interés para nosotras.
—Elga tiene razón, la reina anterior no dejó que ningún hada subiera, desde hace trescientos años es un delito capital el subir a las tierras de los humanos.
—Eso no puede ser— Tera se percató de algo que no había visto al entrar, en una de las paredes había retratos de las antiguas hadas que habían gobernado el reino de las hadas y sintió un escalofrío enorme. Había visto los periódicos en donde exhibían la foto del hada que había atacado a Edén—. Porque el hada que atacó a Edén, se parece mucho a ella. ¿Qué hace ella en esta sala?
Elga y las hadas que estaban en las cercanías se vieron extrañadas, Tera había señalado el segundo cuadro.
—Eso no puede ser, creo que te confundes. Verum fue la segunda hada de las reinas, es imposible que esté viva, ella desapareció y murió cuando tenía apenas veinte años de edad y vivió hace más de novecientos años.
—El parentesco es enorme, solo que el hada que atacó Edén era como una versión más madura.
—Yo estuve cuando esa hada atacó Edén, vi cómo quemaba con fuego negro a los soldados, cómo creaba un escudo alrededor para evitar que los soldados le dispararan. Ella mató a muchas personas inocentes en el Festival de los Espíritus Amoroso y tomó el país de Edén, yo no recuerdo como logré escapar, pero… ella casi me mata porque derrumbó un edificio, voló y mató a más y más soldados. Tenía el cabello púrpura y uno de sus ojos era diferente.
—Eso no puede ser. Deben de estar confundidas niñas. Creo que es mejor que descansen.
—Pero, se parecen mucho, demasiado. Las naciones de las tierras superiores están en guerra contra esa hada. Incluso ustedes la llaman igual que como lo hicieron los periódicos.
—¿Están seguras?
Elga se acercó con cierto temor a ellas.
—¿Por qué habríamos de mentir? Las princesas también se veían preocupadas y dieron mensajes hacia todas las personas de las tierras superiores.
—¿Cuál es la razón de que ella se hallara en las tierras superiores?
—No sé, recuerdo que ella dijo algo de recuperar algo que le quitaron.
—Dices que tenía alas… ¿Estás segura Calai?
La niña asintió.
—Pero los registros de esa época dicen que Verum fue un hada que nació sin alas, es algo que se terminó conociendo, incluso, por los reyes de esa época.
—¿Por qué alguien como ella buscaría atacar Edén?
—¿Qué dicen los medios de las tierras superiores?
Tera trataba de recordar.
—Bueno, por la radio, antes de partir escuché que vetaron económicamente a Edén y que el hada quería esclavizar a todos los de las tierras superiores. Aunque, con todo lo que terminé observando y escuchando… puede que muchas de las cosas que dijo la prensa sean exageraciones. No obstante, no hablaron nada en contra de las hadas en general, solo hicieron énfasis en ella.
Melisande movió su rostro hacia la dirección en la que estaba Elga.
—Pero, Celgris tenía razón, no todas las hadas son malvadas, ustedes me ayudaron y aunque me duela mucho todo, me están curando.
Melisande esbozó una sonrisa.
—Descuida Calai, nosotras vamos a tratar de aclararles todo. Por el momento, es mejor que regresen al hospital y descansen. Cuando se recuperen ustedes pasarán a vivir en el palacio.
—También vine hasta acá por otra razón.
—Cierto, se me había olvidado eso—Recostó su cabeza en su mano derecha y sin dejar de sonreírles continuó—. ¿A qué se debe que dos niñas como ustedes hayan venido hasta las tierras bajas? A mi reino. Si llegaron hasta estas instancias es porque Celgris las ayudó, sí, pero… ¿Cuál es la razón?
La voz de Calai era aún muy débil, pero el silencio de la sala permitía que Melisande pudiera escucharla a la perfección.
—Celgris me dijo que ustedes podrían ayudarme, a saber, quién soy y de dónde vengo, él me dijo que ustedes podían conocer qué pasó con los humanos de raza pura.
—Los libros de historia no dicen exactamente el ¿Por qué las hadas y los humanos se distanciaron? Simplemente que ustedes se distanciaron por razones desconocidas, pero… creo que ustedes pueden saber más. El otro lado de la historia. Entonces creíamos que era bueno venir hasta donde están ustedes para que nos expliquen todo y… yo… … también tengo una petición.
—¿Cuál es Tera?
—Celgris me dijo que ustedes podían ayudarme a estudiar lo que yo quiero. Antes de que mi padre muriera le hice una promesa y pienso cumplirla.
Melisande se llevó la mano a su mentón y analizó todas las peticiones. Elga, por su parte observaba perpleja todo lo que ellas habían dicho y volvió sus ojos hacia Melisande la cual cruzó sus manos, el sudor recorría su frente. El que Verum estuviera viva esa algo que a ambas las tomó por sorpresa y un serio escalofrío las había recorrido como nunca antes les había pasado. Millares de historias habían pasado por ellas, pero esa noticia las sacó de toda base existente ya que las ponía en una situación deplorable.
—Desde luego las vamos a ayudar. Nosotras tenemos una fuente de conocimiento en todas las áreas, desde historia, hasta astronomía, observamos las estrellas junto con los humanos desde tiempos antiguos y aprendimos mil oficios, podremos ayudarlas. Pero por el momento es primordial que descansen. Cuando Calai pueda andar con más facilidad y ver pasarán al castillo. Tienen mi palabra. Pueden retirarse— Su dulzura se podía palpar en el ambiente.
La enfermera hizo una reverencia y dio media vuelta.
—Meia eija ed ioera biekia no ilura ed shion ed dur caesh eji.
—Maghesia, ed ish oiku gale.
—Elga ishio e ra (Elga, tú te vas a quedar)
—Niñas, las alcanzaré en unos momentos, la reina me necesita.
Las puertas se cerraron y Melisande volteó su mirada hacia ella.
—Verum eisha o eki eji (Escuchaste lo que dijeron de Verum)
—E, Id aer Verum i edur no kedresh o ri no erium eraek do em irla no irueden to im. Belki no erao shari o ira. (Esa noticia de Verum me tiene consternada, pero hay muchas cosas que no encajan y a la vez sí)
—Verum e irae bno raeki… derm ka erairi no marie no edu rae kadrez do ilaranshika to maku e nae dez. (Si esa Verum es la que creemos eso significa que no solo mucha de nuestra información es falsa, sino que los humanos vuelven a ser sospechosos y que podemos romper el tratado de paz con ellos)
—Sieria no ed Verum kea no imu, iljus na emi la ider ko ima iodes derm ka kadrez ed ilu no imaerush do eria ed morial komeri. (Tendré que investigar más acerca de Verum y su desaparición, pero sí puedo decir que puede ser nuestra respuesta a las actitudes del árbol madre)
—E. iljus kaemi eo oer ikaranamarish o no mori ed nostris de peko kio ga maku no shari. (Muchas hadas se han preocupado ya que el árbol madre desde hace unos años ha estado actuando de la misma manera en la que actúa cada vez que va a nacer un hada reina)
—Melisande, eiku da iljus no moraeko no erai mirai eji. Ekuma no irukaeristra no maer no maltris eji (Melisande ¿Les contarás a las niñas de nuestro pasado? ¿De lo que estas puertas y lo que hay bajo este castillo calla?)
—Ea, iljus moraeko ga ea juilkia no eraem mortis da klushta. Edarki no maluris ed Calai nos milen roer kadrez ed kairulaer nar dominis… eiji ka shinraerna ed eiji mo (Vigila a Calai, de ella ser una espía me encargaré personalmente de que su sangre cubra las paredes de los calabozos. Por otra parte, quiero que me sigas mandando un chequeo de la niña para que pueda ver su progreso y mejora tanto física como emocional)
—Olijka no imaku da eris no mortem ja nalim. Ile maneras do iletria doi entretum ko iruma no kadrez ra eteriumek ika shiraika le dombis ed morem saerium. Verum no eaki ja imaku do iruka ed manreaki so eria do makaris shirae ed kuma rae Verum ka ilandira no irmae no ile Kanmura eda risa laerkis do erunkia maera saer do iljus maraeko gaera (No creo que los humanos mandaran a una espía, ella no lo parece. Además, solo una persona sabía la manera de bajar y dudo mucho que, si la llave está en nuestras tierras vaya a salir tan fácil, por lo que debe estar tranquila. Con lo relacionado a Verum, sea verdad o no, si ella es realmente la verdadera Verum entonces vamos a necesitar convocar a una reunión de la Corte de las Rosas para ver que vamos a hacer, por lo que es necesario que tomemos acciones necesarias para evitar un baño de sangre y una segunda guerra.)
—Laru no Calai ag fur daer ed durkia no irasha kan martis no malkus. (Sea como sea, tenemos ahora un arma que puede ser muy poderosa)
La luz volvió a tapar su semblante y Elga solo contemplaba a la reina mientas pensativa movía las fichas en un juego en donde sabía que ahora era partícipe. No estaba de acuerdo con Melisande, no obstante, las opciones que se barajaban no daban las salidas suficientes para que pudieran jugar de otra manera y sabía que con los avances actuales los humanos podían; si les declaraban la guerra, aplastarlas con facilidad. De ser ella la verdadera Verum ¿Qué querría? ¿Por qué no fue al reino de las hadas? Ellas habían estado desconectadas y creía que quizá debió persuadir a la antigua reina para que mantuviera a algunas hadas espías en las tierras superiores. No sabía qué acontecimientos iban a suceder y temía de cierta manera.
Las hadas guardianas cerraron las puertas.
—Quizá Celgris habló con ellas de Verum, él pudo quizá… y solo quizá, haberles revelado información que podría ser valiosa.
… …
—Empiezo a creer que todo esto fue un capricho tuyo para que me quedara una noche.
—Me descubriste. Igual no opusiste resistencia.
—Supongo que yo también quería pasar más tiempo cerca tuyo.
Celgris le dio un beso en la mejilla y se despidió de ella. Diligitis le hizo una leve reverencia mientras inclinaba su cuerpo en señal de respeto.
—Ten cuidado, vela que nadie te vea.
—Descuida, yo tomo un camino muy sinuoso y dudo que alguien llegue a transcurrirlo a altas horas de la noche como lo son estas.
El anciano partió a la luz de las dos lunas que ese día habían hecho que la marea creciera más de lo que se tenía acostumbrado. Sus pasos resonaron a lo lejos mientras que con su capucha característica, se camuflaba entre las sombras que bailaban contemplando las lunas que se mecían por cielos cubiertas de estrellas.
Verum se adentró nuevamente en el palacio y por su semblante Diligitis pudo advertir que estaba preocupada, sabía que ella divisaba en él a un padre, una figura paterna la cual, por lo que ella había dicho, nunca había tenido. Caminaron hasta la sala del comedor en donde las sirvientas habían limpiado todo, la cena de media noche había estado espléndida y Verum se sentía de cierta manera más alegre.
—Iré a darme un baño.
—Desde luego mi señora. Llamaré a Silhist para que la acompañe.
—Gracias.
Al entrar hacia la sala del baño se quitó sus ropas color crema, se retiró su venda y se contempló en el espejo, habían pasado ya unas semanas ciertamente pero el estrés que se había acumulado la habían distanciado de muchas cosas que para ella eran ya cotidianas y el estar dos semanas lejos de sus pasatiempos significaban ya un récord. Quería hacerlo y ahora que era la reina podía mandar a llamar a quien ella quisiera.
Silhist entró en la sala y observó a su ama, tenía la cara un poco roja, aunque eso podía deberse al vapor que emanaba de las aguas cálidas que tenían en el castillo.
—Mi señora, mandé a traer una nueva fragancia, usted me habían dicho que le gustaba mucho el aroma del coco y la vainilla por lo que…
—Silhist…
—¿Qué sucede mi señora?
Te sientes avergonzada ¿por qué? No es la primera vez que lo haces, quizá no como una reina, pero si lo has hecho muchas veces. ¿Qué pasa? ¿Algo te cambió? ¿Acaso estás cambiando? ¿Será que te has enamorado de alguien? Sería la primera vez después de Saeria, sí, has conocido a muchos hombres, pero terminabas dudando de tus emociones, nunca te sentiste lista para volver a asumir algo serio y preferías algo pasajero, la compañía de alguien en tu cama para que te mimara una noche y al día siguiente ir a buscar a otro compañero. ¿Por qué habría de ser diferente ahora?
—N… necesito un favor.
—Si… —Silhist la observaba confundida mientras Verum agachaba la cabeza y trataba de bisbisear sus palabras.
… …
El hombre dio un leve pellizco y los pechos de Verum se levantaron producto de sus pezones. El sudor recorría su frente y sus gemidos resonaban por todo el cuarto mientras que los músculos de aquel hombre se imponían ante su frágil figura. El pene entraba con fuerza y golpeaba la entrada a su útero, hacía mucho tiempo desde que ella no había tenido uno tan grande ya que podía sentir como quería entrar a sus tripas y follarlas también.
—¡Mas rápido!
El hombre jadeaba mientras que el sonido de la cama era opacado por los gemidos que Verum dejaba fluir de sus cuerdas vocales. Sus fluidos vaginales salían como un río y se movían por la parte baja de su trasero y se hacían un lugar en las sábanas.
—No es suficiente— Observaba como el hombre se movía y como daba todo de sí para complacerla—. ¿Se habrá equivocado Silhist?
La segunda ronda fue más intensa, el hombre tomó a Verum y ella; quien ya se había acostumbrado a la forma de su pene disminuyó sus gemidos. El pene de aquel hombre entró más profundo y ella dio gracias de que la casa de sus bebés siempre iba a estar vacía, aunque esa noche quería llenarla.
—¡Muerde mi hombro!
El hombre hizo tal cual le había ordenado mientras la vagina de Verum se apegaba con fuerza. Él dio una leve mordida sobre su hombro y pudo sentir como la vagina de Verum lo estrujó con fuerza al punto de que sentía que aquella mujer le partíría en dos al punto enfermizo que creía que se tragaría su pene y que no podría sacarlo nunca. El olor de su dulce cuerpo impregnaba el ambiente y sus pechos se sacudían con fuerza.
—No es suficiente… —Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando él dio una leve probada por sus orejas—. Quizás sí hago eso…
La tercera ronda Verum sacudía con más insistencia sus caderas mientras que lamía sus pezones, succionándolos como si hubiera algo de leche en su interior.
—No…
En las siguientes tres rondas el hombre la puso en las miles de poses que ella conocía, con sus labios y lengua se abrió paso por sus entrañas y jugó con su clítoris como lo haría un niño con un botón, la tomó por el cuello como ella se lo había ordenado, metió su pene por su ano mientras la estimulaba, la tomó con fuerza de los brazos, la había alzado como si de una muñeca se tratara y ella había ya movido de mil formas su pene, succionando cada parte de su semen. La violencia con la que ella actuaba era pasmosa y su vagina parecía nunca estar saciada y parecía nunca secarse.
—Vamos, una ronda más.
—m… mi reina.
El hombre estaba en la cama, tenía los músculos tensos y el cansancio en él hacía meya y se notaba en su semblante.
—Solo han sido doce rondas. ¡Vamos!
—Necesito…—Jadeaba mientras que el sudor corría por sus músculos—. Necesito un descanso.
Se acercó a su pene que ya parecía no poder levantarse y pudo sentir como el semen que había depositado en ella salía de su interior. Su lengua repasaba la punta de su amiguito más no pudo conseguir hacer que se levante, lo cual hizo que se molestara ya que su cuerpo seguía quemándola con fuerza y pedía casi con violencia que llegara otro pene a la entrada de su cuerpo. Ella recordó entonces las razones del porqué follaba con más de cinco hombres y se sentía de cierta manera arrepentida.
—P… puedes retirarte. No hay problema.
El hombre, quien a duras penas podía moverse se puso nuevamente sus ropas con lentitud, no sin antes hacer un intento de reverencia hacia Verum para salir de la sala. La decepción en ella se había hecho notar, haciendo sentir al quien era el mejor en eso como un ser miserable.
Silhist lo observó salir del cuarto mientras se tambaleaba, su cola se sacudía de forma torpe y parecía estar cabizbajo.
—Parece que se divirtieron.
—solo…
Ella lo observó confusa.
—Parece que duraron bastante, ya casi son las cuatro de la mañana. ¿Cómo se encuentra la reina?
—lo vi en sus ojos, ella estaba decepcionada.
Silhist lo observó extrañada.
—Co… ¿Cómo dices? Duraron mucho, es imposible que ella.
—no pude sentir más que dolor a partir de la octava ronda, ella es… insaciable.
—Eso quiere decir que…
—Está furiosa.
Tambaleó y ella pudo notar que tenía las piernas un tanto entumecidas y su respiración hacía parecer que había corrido una maratón entera sin siquiera haberse detenido.
—No se preocupe, quizá es que ella está un poco estresada. Últimamente ha tenido problemas y…
Verum abrió la puerta y sus pechos rebotaron.
—¡Silhist! ¿Ya se fue ese pene flácido?
Dio una vuelta y observó que ella estaba ayudando al hombre a salir del palacio. Su mirada volvió a ser de desprecio y decepción
—Yo que tú me retiraría de tu profesión.
—¿Pene… flácido?
—Veo que las nobles que te llamaban no sabían siquiera como masturbarse y mucho menos como sentir placer. Largo de aquí.
Cerró la puerta con fuerza y el hombre no pudo evitar sentirse miserable.
—No se preocupe, no es el fin del mundo. Ella está muy estresada, me disculpo ¿Lo acompaño a la salida?
—No se moleste… yo… yo saldré solo.
Podía ver la decepción mezclada con la tristeza y toda esa situación no hizo sino hacerla sentir incómoda.
… …
El viento hulaba entre los árboles que de forma tétrica imponían por sobre los suelos su estatura e imagen, haciendo de todo aquello un paisaje silencioso y solitario el cual de manera tétrica sacudía el silbido del viento por todo el lugar.
Para fortuna de Celgris el río Hidekel tenía sus aguas en calma y el orgullo de sus corrientes habían disminuido considerablemente al punto, de que él podía pasar con su canoa y volver a esconderla entre la maleza. Para su suerte, la canoa que tenía en posesión no era pesado y podía llevarla fácilmente sin temor a que este se lo llevara la corriente.
Observó el otro lado del río, aquellas tierras que eran ya de Edén, el agua movía con sutileza su canoa y las dos lunas dejaban que estas mismas brillaran con un resplandor genuino. Dio un respiro y se preparó para volver a tierra, debía de guardar su bote para continuar con su misión.
—Déjame… adivinar— La princesa Cristal dejó escapar humo de su boquilla la cual resplandecía a la luz del auto que se había encendido—. ¿Pesca nocturna?
Celgris sintió como un escalofrío penetrante se movía como un látigo eléctrico por todo su cuerpo y se volteó levemente hacia la voz.
—Oh no, no debe ser eso. Déjame intentar otra vez. Te fascina pasear en tu canoa a altas horas de la madrugada ¿No es así? — Su tono era sínico y hasta burlón.
Su cola se movía seductoramente mientras observaba al hombre que no podía siquiera moverse.
—Esa canoa parece pesada— Chasqueó sus dedos y de la sombra de los arbustos aparecieron dos hombres corpulentos—. Ayúdenlo, es un pobre anciano y sus fuerzas deben estarle fallando.
—Yo…
—¿Qué sucede? ¿El gato te comió la lengua?
Trató de mantener su compostura.
—¿Qué… qué le trae a este lugar tan poco concurrido y a unas horas tan altas de la noche princesa? ¿No debería de estar en el castillo?
Cristal le regaló una sonrisa mientras que los hombres tomaron la canoa, impidiendo que esta se moviera.
—Es curioso Celgris. Hoy, particularmente entraron en mí unas ansias de dar un paseo nocturno. Parece que terminé encontrándote. Qué fortuna ¿No?
—Es una gran coincidencia mi señora. Yo simplemente estaba investigando unas plantas acuáticas para poder aportar algo a una investigación que estoy llevando a cabo.
Tomó de su canoa sus papeles y para suerte de él había predicho esa situación y el tener con antelación aquello lo había aliviado. Hizo pasar los papeles a la princesa quien con sus lentes de mano observó detenidamente la información que contenía.
—¿Las algas luciérnagas? —Volteó sus ojos hacia el anciano; quien observaba con su misma sonrisa a la princesa.
—Son un tipo de algas que las comen muchos peces y tienen propiedades medicinales muy importantes, en una sopa ayuda a curar la gripe y muchas personas la utilizan para desinfectar heridas ya que tienen una baba que ayuda a la desinfección. Son una especie de algas increíbles a mi humilde parecer.
Ella dejó los papeles en las sillas de su auto, el frío bailaba con el viento y mecía las copas de los árboles.
—Bueno, entonces permítame escoltarlo a su casa. Está muy adentrada la noche para que un anciano como usted ande rondando estos solitarios lugares.
—No es nece…
Los hombres le tomaron los hombros y lo condujeron al vehículo.
—No se preocupe Celgris… yo lo llevaré hasta su casa. No tiene nada que temer. Solamente iremos a dar un pequeño paseo nocturno…
El próximo capítulo sale el 14 de Abril
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