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Chapter 26 - La decisión de Melisande

"El color rojizo se movía junto con el morado y ambos eran vestidos por el amarillo que regalaba para el mundo de los muertos su luna negra. El agua morada se movía entre los suelos mientras que las flores alma carmesí resplandecían entre las luces verdosas que colgaban de los techos.

Ferneris observaba con interés, sus cuatro alas eran majestuosas, una de ellas le tapaba su pecho izquierdo mientras otra hacía lo propio con su entrepierna, su cabello plateado relucía y se teñía de la luz que predominaba en aquel lugar, tiñendo algunas de sus hebras color carmín que se movían incluso por su espalda desnuda ante aquél verde que bailaba por los techos de aquella majestuosa sala. Sus ojos amarillos contemplaban con sumo interés todo lo que la rodeaba y podía observar a su señora Venus mover las fichas con maestría. Venus siempre estaba tan callada en los juegos, dejando que su hermosa y majestuosa figura mostrara un semblante que ilustraba nulas emociones para sus rivales.

La puerta de la sala se abrió y ella volvió a cubrir su ojo izquierdo con su cabello, su iris derecho se dividió en dos y el color morado que tenía en el centro se hizo más notorio, aquél morado que se teñía suavemente del color carmín.

—Hacía mucho que no te observaba.

La mujer entró en la sala, se retiró la parte superior de su capucha y mostró sus ojos verdes que lucían una pupila en forma de cruz la cual tenía a sus lados pequeños rombos con simbología del mundo de los muertos. Su cabello celeste se sacudía y lucía al final una enorme cola que era domada por un lazo negro.

—¿Cómo te fue en tu viaje señorita? —Su tono era un tanto burlón, digno de ella

El viento sacudió sus ropas y dejó que se mostrara para Ferneris el tercer libro sagrado de la muerte.

—¿Cuántas partidas ha perdido ya?

Verum movió el arfil para matar al caballo de Venus. La pieza movió nuevamente sus piernas y caminó hasta llegar a donde estaba el caballo el cual tenía rombos similares a los de las cartas, pero en vez de ser negros teñidos de un ligero amarillo como los de su contrincante, estos eran de un color azulado, reluciendo entre su inmaculado color armiño la luz que bailaba por el lugar.

—Más de setecientas partidas desde que llegó y empezó a jugar.

—¿No debería de rendirse? Nunca le va a ganar a Venus.

—Yo creo que puede, pero le va a tomar un poco más de tiempo.

—Aerus se enfrentó a ella muchas veces y nunca pudo derrotarla, aunque bueno, nadie lo ha hecho en más de mil años.

—El juego de reyes emula una guerra real, si sabes jugar bien tus piezas ganarás. Pero… no es tan fácil ganar cuanto tienes en frente a una estratega que ha memorizado casi en su totalidad la mayoría de los movimientos existentes y las consecuencias en el tablero. Venus para este punto ya debió de haber calculado los miles de movimientos probables que Verum va a realizar y todo lo que eso conlleva. Verum es buena, pero… aun estando cien pasos por delante… … no puedes ganarle a alguien que ya ha visto todos los movimientos más de cien veces elevado a la décima potencia y los ha memorizado todos para contraatacar.

Verum observaba sus piezas, Venus la tenía acorralada, aunque para fortuna de ella si se quería decir algo positivo, en aquella vez había disminuido sus piezas y había logrado llevar la partida a seis horas, su récord hasta aquel momento. Debía de analizar la situación ya que Venus con cada pieza que movía creaba para ella un escenario diferente, había jugado y derrotado a todos los príncipes del doceavo círculo y Venus era la única a la cual no le había ganado. Su mente movía miles de resultados y observaba a Venus la cual, yacía sentada, como siempre lo había estado; bebiendo plácidamente su taza de té mientas observaba la partida.

La mente de Verum daba miles de probabilidades, pero no podía salir de ese cerrojo de Venus había ilustrado para ella. En su mente las fichas se movían de un lado a otro, todas con el mismo resultado.

Cayó sobre sus piernas, el sudor le recorría la frente y sus alas recién adquiridas se asomaban por sobre su espalda. Su vestido que lucía ese día vuelos negros se movía con la suave brisa que entraba levemente. Volvió a observar sus piezas, las posibilidades se habían agotado y los pocos movimientos que había calculado terminaban de igual forma; la muerte del rey y la caída de su corona.

—¿Por qué estás aquí Ferneris?

—Vine a ver como se encontraba Verum. Falta poco para el torneo.

—¿Tienes altas expectativas para ella?

—Mejoró mucho desde que llegó, solo espero que sepa usar bien la magia. Su primer enfrentamiento no debe ser tan complicado.

La enorme biblioteca que las rodeaba era hermosa, había libros como granos los hay en la arena y todos estos contenían un millar de conocimientos adquiridos por todas las razas que existían en ese mundo.

—Yo… yo me rindo.

—¿Estás segura?

Verum volvió a contemplar el tablero, analizando una vez más las pocas posibilidades que tenía para ganar; si es que existían en aquella partida.

—No puedo ganar esta partida, creí que te tenía acorralada, pero… veo que no es así.

Venus la observó y dejó escapar un poco de aire.

—Si, tienes razón en algo. Desde hace tres movimientos había ganado, no obstante… eres la primera que me logra acorralar de esa forma. Hacía más de ochocientos años que no me exigía tanto, eres muy impresionante para ser una simple hada— Observó los libros que había en los millares de estanterías—. Bien, supongo que debo valer el peso de mi palabra.

Verum alzó la vista y vio como Venus tomaba una llave que colgaba de su pecho, esta era dorada y parecía una pieza fina de oro.

—Puedes tomar unos libros de mi librería personal. Aunque te advierto que no serán muy útiles cuando vuelvas al "plano mortal"

Verum observó nuevamente su diario, para ser algo tan intimo estaba ciertamente a plena vista; un libro sin llave o cerradura. Ella sabía que no necesitaba esconder sus palabras a las demás personas que rondaban el palacio ya que no existía ser vivo que pudiera leer de forma exacta el Feérico antiguo, por lo que el dejar su diario a plena vista de todos no era algo que la molestara.

Observó por su ventana las lunas que se imponían por los cielos y, aunque las nubes taparan de vez en vez sus cuerpos, no podían hacerlo con su luz. Aquella noche era tranquila, calmada, diferente a muchas que había pasado en fechas similares, en esos tiempos en los que las botellas con cerveza, alcohol y hombres acogían su cuerpo como una manta entre una noche fría. Cerró su diario y lo colocó nuevamente en la mesa que estaba cerca de su cama, quería descansar, pero hubo un ruido que empezó a llamarle la atención. El sonido era ciertamente ligero, más en la quietud de la noche aquellos sonidos que eran suaves se tornaban audibles ya que las cigarras mismas no estaban cantando esa noche y los buses y automóviles no circulaban a las dos de la mañana.

Salió de su habitación y cubriéndose con sus ropas para la noche se dirigió guiada por su oído. Los ruidos parecían más a golpes y armas de fuego y si ella prestaba más atención podía escuchar la voz de un hombre ¿Podría ser Jen? ¿Diligitis estaría despierto a horas tan altas de la noche? No podía decir con exactitud de quién era la voz que escuchaba en el salón de entrenamiento, pero con forme bajaba los escalones hacia la sala dicho salón podía incluso sacar en limpio el sonido de una pistola al ser accionada.

—¿Será Jen?

Bajó con cautela, no quería llegar a generar ruido y como una ratoncita se introdujo en el umbral de la puerta, su cabello estaba levemente desacomodado y caía sobre su espalda como si de una cascada se tratara, no llevaba su pañuelo y su ojo relucía entre las luces que movían su luminiscencia entre las sombras, disipándolas con fuerza.

Asomó su rostro levemente, corriendo el cabello que caía entre su cara…

Diligitis corrió velozmente, apuntó hacia el blanco en movimiento y la bala hizo añicos el holograma, desplomándolo como si de cristales se tratara. Apareció uno más atrás de él y disparó, más él fue más rápido y tras esquivar la bala se escurrió como el agua lo hace de las manos y con un tiro limpio quebrantó el holograma. Dio un salto hacia atrás, el sudor recorría su frente y su mirada; seria y concentrada, dio con el otro blanco con una velocidad que sorprendió incluso a Verum.

Salieron veinte más a su encuentro y desenfundó su espada, la empuñó con fuerza con su mano izquierda y con la derecha posó su arma por encima de su mano menos hábil, lanzándose hacia los hologramas que trataban de atacarlo. La espada danzó en su mano y con la elegancia que tiene un cisne sacudió su mano derecha para dar dos tiros limpios a la cabeza mientras que su catana volaba entre los pechos cortando el aire mismo en el proceso. Su arma se quedó sin balas por lo que la lanzó al suelo e invocó con su magia a su ave que ardió en un llamaron que se elevaron por lo alto de aquel salón. Condujo al animal mágico con maestría y este infló su pecho para reducir a polvo los miles de hologramas que salían a su encuentro.

El humo se levantó moviendo su cuerpo como lo hace una serpiente y en el suelo solo yacían las marcas de las quemaduras que había hecho. Su respiración se cortaba y todo su cuerpo dio un giro, el frio recorrió todos sus nervios en tiempo récord al sentir una pequeña bola de fuego que pasó hacia sus espaldas. Al dirigir su mirada pudo ver a Verum, de su mano siquiera emanaba humo y al voltear al lado contrario pudo ver que la mitad de uno de esos hologramas había quedado intacta, lo suficiente para tomar el arma que llevaba y apuntarle.

—¿Qué hace mi señora despierta a tan altas horas de la noche?

—Eso mismo te pregunto. Creí que entrenabas de día.

Observó al suelo y vio el holograma mientras este desaparecía.

—De noche me concentro más.

—Eso lo pude ver. ¿Puedo intentar?

Diligitis asintió con la cabeza y fue a tomar asiento en la zona segura. Verum dio un paso al frente y observó a su alrededor, tratando de encontrar algo que pudiera presionar para que diera inicio.

—Diligitis…

—Se activa con la voz, solo dile a la computadora el nivel de dificultad y la cantidad de bots que quieres— Tomó un refresco de la nevera que estaba en la zona segura y se sentó cuidadosamente mientras observaba a su señora.

—Gracias— Se volteó nuevamente y contempló una de las paredes—. ¡Computadora!

—Bienvenida al modo de entrenamiento. Seleccione la dificultad y la cantidad de enemigos a batir.

—Quiero la máxima dificultad existente y la máxima cantidad de enemigos.

La computadora empezó a cargar el programa mientras Diligitis observaba Verum con cierta curiosidad. La postura de ella siquiera podía decirse que era de combate ya que mantenía sus brazos cruzados y parecía estar sumamente relajada, como lo estaban las mariposas en las primaveras florales.

Los enemigos aparecieron, rodeándola completamente mientras ella solamente se limitaba a ver lo que la rodeaba. Diligitis dio una risa para sí mismo, sabía que la última dificultad era imposible ya que había en total trecientos enemigos apuntando a la vez ya que al seleccionar la dificultad más alta Verum había olvidado decirle un dato importante y era ese precisamente, ya que los enemigos aparecían de manera aleatoria si se le decía con tiempo.

El marcador llegó a cero y mientras Verum bostezaba los enemigos dispararon al unísono, las balas volaban y el sonido empezaba a tornarse ensordecedor, todo el cargador de trecientos enemigos estaba siendo descargado al mismo tiempo en contra de una sola persona. Cuando ellos acabaron y dispersaron el humo creado por ordenador Diligitis pudo ver lo que ya esperaba. El escudo de Verum estaba intacto, al igual que ella.

—Si es todo lo que pueden hacer.

Dio un paso al frente, chasqueó los dedos de su mano derecha y del techo y el suelo aparecieron símbolos de magia elemental de fuego.

—Mueran.

De los sellos salió fuego que explotó con furia y calcinó todo lo que tenía a su alrededor mientras que el escudo de Verum la mantenía incluso libre de todo el infierno que ella había desatado a su alrededor. Diligitis se sorprendió en cierta medida y el calor llegaba a ser molesto incluso desde la zona segura.

Cuando todo acabó, el humo dejó la estela de lo que él ya había predicho y el marcador en lo más alto felicitaba a Verum por el récord que había logrado ya que acabar con trecientos enemigos en veinte segundos era algo que nadie nunca había logrado.

Caminó hacia la zona segura y cerró la boca de Diligitis con cierta picardía, sacudiendo de forma sensual sus caderas.

—Pero… Ni siquiera usando magia.

—Eso pasa cuando no debo estar luchando contra alguien a la vez que mantengo mil hechizos en funcionamiento. Aunque, yo no me sentiría mal, eres la única persona que me dio una paliza y me obligó a usar todo mi potencial

Diligitis cayó sobre sus rodillas y observaba frustrado lo que Verum había conseguido.

—No debes sentirte mal, todos tienen un nivel de aprendizaje y el mío duró muchos años, más de los que llevas con vida.

—Pero…

—¿Pero?

—Ese nivel es inalcanzable para alguien como yo, los humanos no vivimos tanto como las hadas. Usted lleva noventa años viva, ha entrenado toda su vida y aun así tiene la bendición de haber nacido con un poder que supera el de muchos. Es un poco injusto.

Verum observó pensativa a Diligitis, tomó asiento a su lado mientras tomaba la botella que él no había terminado de beber y dio un buen trago al refresco.

—Aunque no creas lo que te voy a decir… nada fue fácil para mí. — Dio un bostezo leve y volvió a observarlo—. Después de lo ocurrido en el palacio y que Ferneris me recogiera y me llevara ante Venus, ella vio lo mal que estaba.

—¿Conoció a Venus? ¿Cómo es?

Verum dio un respiro, observó el techo, la luz se movía con gentileza y en las afueras podía escuchar lo que claramente eran unas cigarras cantando.

—Casi me orino de miedo al verla.

Diligitis dio una risa.

—No miento, sentí una de las auras más densas y penetrantes cuales nunca antes había sentido. Pero… —Volteó su mirada hacia sus manos y empezó a jugar con sus pulgares—, ella al ver que estaba en un estado deplorable, lo primero que hizo fue mandar a hacerme un té caliente y a darme un baño. Pese a ser muy poco expresiva, pude sentir en ella un aura maternal. Pasaron años antes de que realmente me planteara el usar magia seriamente— Cruzó una de sus piernas, su cabello se sacudió ligeramente mientras observaba la botella y la etiqueta de la empresa que la había fabricado—. Más de treinta veces me rompí mis huesos, ya sean mis muñecas, brazos o piernas, más de cuarenta veces caí en cama, perdí la cuenta de las veces que vomité sangre y la lloré, una vez teñí la almohada con mis lágrimas ensangrentadas, más de diez veces sufrí quemaduras en mi cuerpo y cuando obtuve mis alas me caí más veces de las que me siento orgullosa, una vez me fracturé tres costillas por la caída. Tardé más de treinta años para poder crear mi técnica especial.

Diligitis observó el suelo inmaculado el cual resplandecía y mostraba su reflejo

—Yo siquiera la he creado, mis padres me dijeron que nacía del interior del usuario, pero… nunca supe cómo.

—Las técnicas especiales con la magia no se pueden robar o copiar, ya que estas están hechas a base de los sentires del alma. No se puede copiar algo como lo son las emociones del corazón y su sufrimiento.

Verum se levantó y observó el lugar.

—Te contaré una historia corta… …

Verum acarició su pecho, dejando sentir los latidos de su corazón el cual tocaba como bombo las cuerdas de su alma.

—Melusina, ella fue la primera portadora de la magia más extraña cual nunca antes ha existido, la magia Aldras. Esa magia usa la sangre y las lágrimas como arma, por lo que; teniendo en cuenta de que la magia está ligada fuertemente a las emociones del usuario, ésta es sumamente poderosa y en buenas manos, hace a alguien casi invencible. Solo ella le hizo frente a la primer Corte de las Rosas y se decía incluso antes de mi partida al mundo terrenal que no había nacido aún una camada tan poderosa como la que sembró el terror y penumbras hace mil años y— Dio una risa para sí misma— ella sola le dio lucha sus ex compañeras y casi las mata, se dice que su técnica especial era tan letal, que solo ocupaba sus lágrimas, lágrimas que habían sido creadas a base del dolor y de la guerra, de ver a quienes más amaba morir. Mi técnica especial nació de la misma manera, de ver el dolor que había sufrido, de ver perecer a quién yo amé. Es por eso que no puede copiarse, el corazón no puede ser remplazado por nada Diligitis… … las emociones tampoco— Volteó su mirada a la derecha, su cabello danzó con ella y mostró hacia él emociones que parecían estar reprimidas—. Debe crear una conexión única y ser parte del usuario, como si de un doble se tratara.

—No creo poder vivir tanto, los que beben sangre de demonio… bueno. Supongamos que no llegan a viejos. Las hadas tienen suerte, viven muchos años con buena salud.

—No creo que eso sea cierto, las hadas al igual que ustedes nos enfermamos, solo que yo tengo defensas muy altas. Además, las reinas hadas no tienen vida definida, yo incluso… no tengo la edad que digo tener ya que no es importante. Pero— Jugaba con sus pulgares mientras su cabello caía por su rostro— No me queda mucho tiempo, eso lo tengo claro.

—¿Por qué?

—Ya que, al despertar el otro cincuenta por ciento de mi poder… mi tiempo en vida se recortará a la mitad y… ya se había acortado un poco cuando desperté el poder que encierra mi ojo izquierdo. Supongo que madre no me quiso hacer sufrir tanto ya que todos los usuarios sufrimos a nuestra manera, la magia nos daña más de lo que se piensa y los deseos se vuelven en nuestra contra. Cuando era niña creía que la magia era hermosa, pero… cuando caí en cama por usarla a los siete años… … todo cambió.

—¿Por qué?

Verum le devolvió una mirada y le entregó la botella.

—Me atacó un felino y por impulso usé magia, aún sin saber que podía. Liberé una cantidad tan grande, que no solo lo reduje en cenizas, sino que también lo hice con una línea de árboles en un radio de diez kilómetros. Casi pierdo la vida, me encontraron bañada en sangre, de mis ojos, nariz, boca, oídos, de mi entrepierna incluso salía sangre. Desde entonces supe que la magia no era hermosa como lo escuchaba en los cuentos que mis tutoras leían en la noche.

Diligitis frunció el ceño y apoyó su mandíbula en sus manos, recordando las sombras del pasado que aún caminaban en su memoria, moviéndose como las ratas lo hacen por las alcantarillas de las grandes ciudades e invadiendo todo lo que estuviera en su paso.

—Yo…

Verum le devolvió una mirada.

—Yo tenía miedo cuando mi padre me llevó ante Ciclea. Solo tenía siete años y me dijo que yo debía ser el pilar fundamental de la familia. Siempre fue estricto conmigo, mucho más que con mis hermanas y hermanos. Me hacía entrenar hasta que se me rompieran los huesos y nunca fue suficiente. Ese día fui llorando hacia él porque no quería estar cerca de Ciclea, ella me daba miedo, ver a esa mujer encadenada y llena de agujas… le dije que no quería, que saliéramos de ese lugar. Yo, no me sentía bien, la presencia de Ciclea era muy densa y… lo que él hizo fue golpearme una y otra vez hasta hacerme sangrar, me dijo que el heredero de la familia real de los Ratri no debía llorar y me hizo beber la sangre del demonio en el ritual de iniciación.

Diligitis se levantó la camisa que llevaba y mostró a Verum su cuerpo; estaba lleno de heridas y si bien estaba marcado como lo debía de estar un guerrero, esas heridas, cortadas y raspones la sorprendieron.

La expresión de Diligitis siempre había estado a la altura de los acontecimientos, pero, aquella era la primera vez que ella podía ver una expresión distinta, una más sincera que reflejaba más emociones.

—No pude nunca; en todos mis años de vida, sentir más que un profundo resentimiento hacia mi familia.

—Yo… yo lo… lo lamento. La magia nos marca a todos de una manera u otra. Ustedes fueron maldecidos a causa de la primera bruja o… o eso es lo que rezan las leyendas.

Diligitis se levantó y escuchó en silencio los arrullos de la noche.

—Es muy tarde mi señora, es mejor que duerma. Mañana será un día ocupado, hay… hay mucho papeleo.

Subió las gradas en silencio, mientras Verum aún lo contemplaba en aquella noche en la que las brumas jugaban en las afueras del palacio.

Verum le siguió la pista, dejando atrás la enorme sala de entrenamiento. Ambos subieron con tranquilidad los escalones y entre aquel silencio ella meditaba en lo que Diligitis le había contado. Siempre lo observaba y llegaba a olvidar que, a pesar de estar bajo un hechizo de magia negra muy poderoso, era humano, un humano que sentía y que detrás de esa máscara se ocultaba un rostro con emociones, con un pasado y un deseo.

—Y… una cosa más.

Verum lo observó mientras él le devolvió una mirada, su cola se sacudía con la elegancia que le caracterizaba.

—Podrías… ¿Podrías enseñarme a usar magia? Quiero… quiero poder serle de utilidad, no quiero ser un lastre para usted. ¿Sería posible que usted me tome como su alumno y me enseñe todas las técnicas necesarias para poder convertirme en una piedra en la que usted pueda apoyarse, en la que pueda confiar?

El semblante de Verum se iluminó y sus ojos mostraron un brillo y alegría que solía irradiar con más frecuencia de la que le gustaba realmente, dedicándole una sonrisa que hablaba por ella.

—Eso no se debe preguntar Diligitis.

… …

El agua cristalina desprendía los minerales que la caracterizaban y los vapores subían entre aquella noche que era arropada por las estrellas que bailaban por los cielos. Algunas mariposas reposaban entre las flores amarillas que yacían por todo el baño mientras que las enredaderas subían y vestían a las paredes que se levantaban por todo lo alto.

Melisande estaba tomando de manera relajada su baño nocturno como siempre solía hacerlo, su cabello color crema se balanceaba sobre el agua mientras sus pechos flotaban en medio de aquél líquido y sus pezones rosados saludaban aquella noche en la que las dos lunas parecían conversar como lo hacen los amantes. Sus ojos se elevaban hacia los cielos y a pesar de que ella no podía contemplar las estrellas ni las lunas, sabía que eran hermosas y que estas siempre la acompañarían en las esas noches en las que tomaba sus baños y trataba de sentir la luz lunar que ambas regalaban a las tierras de Faernes.

—Te noto muy tranquila.

Se volteó hacia aquella voz y pudo reconocerla, era imposible el no hacerlo. Las pisadas de Elga se acercaban y con la elegancia que la caracterizaba se retiró el paño que cubría su cuerpo, sus pechos eran medianos, con pezones invertidos y no poseía muchas curvas, aunque su figura seguía desprendiendo un aura hermosa, algo que no pasaba inadvertido incluso para Melisande.

—Las noches siempre son muy tranquilas.

Elga caminó y se adentró a las aguas cálidas, haciendo sonar su sinfonía levemente. Aquel líquido empezó a relajar con lentitud sus músculos y aprovechó para remojar un poco su cabello ya que deseaba sentir el calor que emanaba de manera natural de dicho estanque.

—¿Cómo están las niñas?

—Mi señora…

Melisande se acercó a Elga y la abrazó, golpeando su espalda con sus pechos.

—Ya te he dicho que cuando estamos solas me llames Melisande, no necesitas formalidades cuando estamos solas.

Elga la observó, su mirada seguía perdida y parecía de cierta manera melancólica.

—Las guardias podrían…

—A ellas no les debe importar, lo que pase entre nosotras es solo de nosotras.

Buscó el mentón de Elga y al sentirlo le dio una ligera vuelta hasta que los ojos de ambas se toparon. La ventana al alma, aquella que deja ver todo lo que realmente esconde y siente el ser de una vida sin importar su raza.

La mirada de Melisande mostraba sus verdaderas emociones y Elga, de cierta manera no dejaba de sentirse culpable, las mismas imágenes, las mismas emociones. No podía mostrar algo diferente para ella y sabía en lo más profundo que a pesar de Melisande no poder verla, si podía ver sus emociones.

—Las… las niñas están mejor.

—¿No me temen más?

—Supongo.

Le regaló una sonrisa.

—Eso me alegra.

Acercó sus labios hasta poder sentir los de Elga y poder robarle un beso, algo que la dejó sin pensamientos ya que no esperaba una jugada así por parte de Melisande.

—Melisande.

La tomó por los hombros y la alejó un poco, había cuestiones que preocupaban su mente, cosas que sabía que podrían asustar a las niñas y hacer que dudaran.

—¿Qué te preocupa Elga? ¿Es acaso la Corte de las Rosas?

Hundió su cuerpo en el agua cristalina y trató de ver su reflejo. Sus ojos, su cabello, todo se mantenía de la misma manera, nada había cambiado y seguía siendo la misma repulsión al contemplarse en cualquier cosa que pudiera reflejar su ser, ya que podía ver lo que había hecho y todo lo que había sido sellado en su piel, no podía sentir algo distinto que las mismas emociones repulsivas que la invadían y eso la hacía sentir miserable. Sabía de cierta manera que ese era un precio justo, no podía negar que merecía eso y mucho más y deseaba muchas cosas en ese momento, pero… debía mantenerse firme, no podía permitirse cambiar su forma de actuar, aunque, no podía evitar el sentir que aquel castigo era leve.

—Elga, si ellas no me temen, no creo que lo hagan con la Corte de las Rosas, no hay manera.

—La presencia de ellas podría asustarlas un poco, necesitamos que Calai se sienta lo más segura posible y esta camada de la Corte de las Rosas… bueno.

—Elga, te preocupas mucho. Si ellas no me temieron no lo harán con ellas, de eso me encargaré yo. La corte de las Rosas no se atrevería a decirme siquiera algo, me respetan mucho.

—¿Respeto?

—No importa si me temen o me respetan. Hacen mi voluntad y es todo lo que necesito.

Elga elevó su mirada, el reflejo que proyectaba en las aguas estaba asqueándola y no quería tener el estómago revuelto, menos estando en frente de Melisande. Los árboles y las flores la relajaban en cierta manera ya que el color hermoso que estas desprendían hacía que ella olvidara momentáneamente muchas cosas y podía mantener sus ideas lo más frescas posibles.

Melisande se acercó nuevamente y con una gentileza digna de una reina le tomó uno de sus pechos mientras que besaba con suavidad una de sus alas, provocando que Elga gimiera levemente.

—Es… eso es jugar sucio.

Melisande continuó besando su espalda, dejando impregnada en su piel el aroma de sus labios rosado; pero, se detuvo antes de llegar su nuca

—Yo… yo solo he querido hacerte olvidar.

—Perdón. Perdón… Melisande pero…

Ella la abrazó y dejó que su cabello húmedo callera por los hombros de Elga.

—No te preocupes, yo sé que toma tiempo. No debes sentirte culpable.

Retiró sus manos de Elga y se recostó en una de las paredes de aquel estanque.

—Ellas muy probablemente no sepan mucho de la historia, puede incluso que no sepan mucho sobre la gran guerra. ¿Qué vamos a hacer? Si se dan cuenta lo que realmente pasó en este castillo se van a suicidar antes de querer pasar siquiera un segundo en sus aposentos.

Melisande le dio un ligero toque en la mejilla, su tranquilidad incluso sorprendía a la misma Elga.

—Te preocupas mucho. Cuando se recuperen solo enséñales las cosas más lindas que tenemos, no van a saber nunca lo que pasó hace ciento cincuenta años, así que relájate. Lo que si podemos decirles es lo que pasó hace trescientos años con la peste roja pero no creo que entren en pánico o algo parecido, la historia suele ser más tétrica y la realidad supera siempre a la ficción— Dejó escapar una bocanada de aire—. Por el momento llama a la Corte de las Rosas, diles que mañana a primera hora las quiero en la sala del trono, no quiero que ninguna llegue tarde.

Elga observó los ojos de Melisande, se acercó a ella y le tomó la mano con delicadeza.

—Confía en mí Elga. Si bien no hemos tenido ningún conflicto no ha sido motivo para que yo baje la guardia. Deja todo en mis manos.

—Está bien Melisande. Confío en…

Melisande se acercó nuevamente y dejó que sus labios robaran otro beso.

—Eres muy linda Elga.

—Curioso viniendo de alguien que no puede ver siquiera su nariz.

—De cierta manera el ser de las pocas que no me teme hizo que me enamorara de ti.

—He visto cosas terribles. No le temería nunca a tu poder por más abrumador que este sea, yo…

—Lo sé, haz visto cosas terribles, pero… lo que ves ahora no es horrible. ¿Me equivoco?

La tomó de los hombros y la empujó en contra de la pared, el agua chapoteó mientras que las mariposas seguían volando de flor en flor.

Melisande tomó uno de los pechos de Elga y dio una risa para sí misma.

—Tu cuerpo es muy honesto.

—Si una de esas cosas entra te juro que…

—No lo harán, no te preocupes…

Se acercó nuevamente y robó nuevamente un beso…

… …

Lamento la tardanza wapos, el nuevo Zelda hizo que me distrajera, pero acá les traigo el cap, espero les guste UwU