Año 300 antes de la primer gran guerra de Faernes
–¿Es cruel hacer esto?
–Tenemos que probar, de lo contrario no sabremos si es posible, no tenemos otra opción.
–Sigue siendo cruel
–Las hadas lo van a intentar tarde o temprano y de peores formas, si no lo hacemos nosotros, sería peor, además, solo será una vez.
Las llamas hacían que crujiera la madera, danzaban como una bailarina y se regodeaban entre sus finas luces rojas que ascendían por los cielos y se mezclaban con el humo negro que llevaba impregnado un aroma de dolor. No había pasado mucho desde que habían hecho que nacieran dichas flamas, pero el resultado era más que gratificante. El ajetreo de la ciudad era enorme, las personas gritaban y se regocijaban, sabían que quizá habían logrado prevenir algo que a futuro acabaría desatando la primer gran guerra, pero en aquellos tiempos dichas señales eran consideradas malditas.
––¿Porqué? Yo no les hice nada malo…
La joven que estaba en medio de las llamas lloraba amargamente, sus vestiduras blancas se estaban tiñendo por el humo y sus bellos cabellos rubios estaban manchados.
––¡Piedad! ¡No me quemen! ¡Piedad!
La muchedumbre espetaba como aquella bruja ardía, los rumores de sus poderes habían corrido tan rápido como lo hacen las aguas dulces de las montañas y habían tardado poco en temerle. Mientras las llamas empezaban su recorrido y nublaban más su visión… ella pudo ver al mismo ser encapuchado que le había cumplido el deseo de su alma, aquél sueño que había tenido desde niña. El sujeto se perdía con facilidad entre la multitud, pero ella podía verlo con aquellos ojos celestes que habían perdido toda felicidad y alegría; el sonido de la muchedumbre empezó a difuminarse entre sus pensamientos.
––Cierto––Pensó––. Todo esto es mi culpa, jamás pensé que aquella advertencia fuera verdad… todo era… tan feliz. ¿Por qué tuve este destino? ¿Cuándo se torcieron las cosas? Yo… yo no hice nada malo.
Las lágrimas corrieron por su cara y dejaron una estela semi húmeda por sus mejillas antes de evaporarse por las violentas llamas que seguían danzando al son de la balada de la muerte…
Esmeralda regresaba de recoger madera, el día anterior había cumplido los catorce años y su familia le había preparado una humilde comida, el invierno empezaba a azotar con fuerza, pero ellos vivían en Edén y para gracia o quizá por suerte, los inviernos eran más tolerables. Su pueblo era bastante humilde y colindaba con un bosque en el que ella solía jugar de pequeña.
La madera no era tan pesada ya que su padre había partido trozos bastante fáciles de cargar, tenían que prepararse, no fuera que el invierno los tomara por sorpresa y llegara a generar estragos, aunque su padre temía más por su hermanita menor, estaba enferma y rogaba para que pudiera aguantar el invierno ya que a finales de aquél mes le pagarían para que pudiera llevarla a uno de los médicos de la época. Su esposa había muerto hace un año por la misma enfermedad y rogaba a los Dioses creadores para que no se contagiara, para seguir firme y poder llevar sustento a sus dos hijas.
Esmeralda entró con bastante cautela, su hermanita dormía y no quería despertarla ya que la noche anterior había estado bastante mal y la fiebre la había golpeado con más fuerza. Ella solía ver los cielos todas las noches, las dos lunas imponían una bella vista cuando las noches estaban despejadas y las estrellas hacían de faja en la inmensa oscuridad que bañaba las tierras de Faernes. Todas las noches oraba y rogaba a las afueras de su casa por el bien de su hermanita, para que ella pudiera curarse y que fueran una familia normal, no creía poder tolerar verla morir entre sus brazos como lo había hecho su madre hacía ya un año…; la desesperación y la impotencia mezclada con aquel dolor punzante y agudo… ¿Por qué el corazón sentía tanto? ¿Por qué el dolor era tan agudo? Aún lloraba su perdida, pero su hermanita fungió como motor de esfuerzo, no podía permitirse rendirse, su madre lo hubiera querido y le hubiera gustado ver a su hija mayor convertida en una mujer de bien.
Dejó los troncos y fue a preparar el almuerzo, tenían que racionar bien la comida para que les rindiera todo el invierno, por suerte las gallinas seguían dando huevos así que podría ingeniárselas para hacer una buen alimento en la tarde. Su padre fue a la habitación de su hermana para cuidarla y de reojo pudo verla. Sudaba bastante, sus bellos ojos azules miraban con dolor, sus finos cabellos rubios estaban desalineados y los escalofríos carcomían su cuerpo. La gripe, si bien no era mortal, en niños podía llegar a serlo y la cura aún no funcionada de manera tan perfecta, los doctores recomendaban limón, pero ellos tenían otros métodos que funcionaban para curarla, aunque todo era dinero y las medicinas lo eran por igual. A su hermanita no le agradaba el sabor ácido del limón, pero tenía que tomarlo para poder resistir, aunque la deshidratación también era un factor a tener en cuenta.
En el almuerzo, las tazas de madera sonaban y todos disfrutaban de la comida, pese a las calamidades y las dificultades, los tiempos en familia eran bastante valiosos… ella los apreciaba mucho.
––Padre.
––Dime Esmeralda––Sorbió un poco de agua para ayudar a bajar el huevo.
––Ya sé en lo que quiero convertirme.
––Y ¿en qué te quieres convertir?
––Quiero ser enfermera, ayudar a las personas.
El padre le acarició la cabeza y la observó con unos ojos llenos de ternura.
––Espero tener vida para verte convertida en una. Por cierto, en la noche voy a salir al bosque, ocupo recoger unas cuantas especies. ¿Puedo contar con tu ayuda para cuidar a tu hermana?
––Desde luego padre.
Más pronto de lo que ella esperaba, la noche llegó y su padre dejó su humilde morada, ella lo despidió con un beso en la mejilla y se quedó tejiendo mientras observaba a su hermana. El tiempo se diluyó entre sus pulgares y las agujas que sostenía, el tejer era una de sus actividades favoritas y una de las mejores formas que hallaba para relajarse. Sin embargo, algo le llamó la atención, observó por la ventana y pudo ver una luz rosada que emergía entre la noche, se quedó observando aquella luz, era hipnotizan te, la luz era hermosa y ella podía sentir como la llamaba. Se siguió acercando y poco a poco pudo ver a un ser encapuchado, la luz emergía de un collar que colgaba de su cuello. Aquél ser tocó la puerta.
––Por favor… necesito ayuda.
Ella se acercó, no abrió la puerta ya que era casi como un seguro de protección, algo bastante tonto, pero le daba cierta sensación de seguridad.
––¿Q… qué necesita? ––Se había recostado del otro lado de la puerta.
––Agua, viajo de muy lejos. Por favor, no tengo dinero para poder comprar algo. No tomo nada desde hace dos días.
Ella observó nuevamente por la ventana, el sujeto parecía no llevar armas, no se observaba ningún cuchillo o algo que pudiera herirla. Ella dudaba en abrir, pero… ¿Y si realmente necesitaba ayuda? Era un impulso que no podía negar, aunque… no todas las personas eran malas.
––Espere unos momentos.
Fue a por uno de los barriles en los que guardaban el agua, algunas ganillas cantaban entre aquella noche. Tomó uno de los vasos de madera y lo llenó con agua, luego se devolvió y tímidamente abrió la puerta, esta rechinó fuertemente.
––A… aquí tiene.
El sujeto tomó el vaso y bebió de su contenido, ella lo observaba tímidamente, estaba bastante a la defensiva.
Él, luego de beber, le devolvió el vaso, estaba bastante agradecido. Para desgracia de ella, el pelo le tapaba los ojos y por la ropa que andaba, no podía ver bien su rostro.
––Disculpe las molestias, pero ¿Me dejaría descansar unos momentos en su morada?
––Pero…––Observó los suelos––. Padre se molestará si ve que dejé entrar a un extraño a nuestro hogar.
––Solo será un momento, vengo de muy lejos… te lo imploro.
Esmeralda debatió por unos momentos, el hombre parecía bastante cansado, no sabía si debía de dejarlo pasar, pero, por alguna extraña razón le inspiraba confianza.
––Si solo es un momento, puede sentarse en aquella silla.
––Gracias.
El hombre fue y se sentó, el fuego de la chimenea los arropó y ella continuó tejiendo, aunque de reojo observaba el collar, la luz rosada seguía emanando con fuerza y la puerta del cuarto de su hermanita estaba entre abierta, dejando que se viera una parte de su hermana. Él la observó.
––¿Ella es tu hermana?
––S… si
––Se ve bastante mal.
––Ha estado enferma desde que inició el invierno.
La observó con bastante detenimiento.
––Se ve que amas mucho a tu hermana.
––La amo más que nada en este mundo y…
Ella volteó su mirada y observó hacia la ventana, las cigarras cantaban aquella noche y las dos lunas se veían hermosas, vestidas con las nubes que brillaban por las estrellas.
––¿Y?
––Yo haría lo que fuera para verla sana nuevamente––Continuó tejiendo, el sujeto la observaba.
––¿Por qué no la han llevado ante un médico?
––No contamos con el dinero necesario.
El collar seguía brillando.
––¿Si te dijera que hay una forma de curarla lo harías?
Los ojos de ella se volcaron hacia el hombre, lo observaba con bastante curiosidad.
––¿Existe otra forma de curarla?
––Claro, verás, este collar que llevo te permite usar magia. Pero no pienses que funciona para curar a las personas, la magia no puede hacer eso. Desgraciadamente los humanos no creo que puedan usar magia por voluntad propia, ellos… necesitan de elementos externos, aunque lastimosamente no existen dichos amuletos tan fuertes como para poder albergar en su interior la magia.
––Entonces…
––Pero existe otra forma, tu hermana probablemente no sobreviva el invierno, es la ley de la naturaleza, el más fuerte sobrevive… el débil, bueno… ya sabes lo que le pasa al débil.
––¿Qué quieres de mí?
––Podemos hacer un trato, este collar te va a ayudar a ver cosas que nadie más puede ver, tiene el don de dar y de quitar, no es muy poderoso, pero te va a ayudar a consolar a las almas en pena. La condición es la siguiente, este collar te va a ayudar a tener el dinero necesario para que la vea un buen doctor, pero deberás dedicarte a sellar a las almas en pena, deberás trabajar para mí, te dará el tiempo de vida necesario para cumplir tu sueño, pero no vivirás más lejos de los veinticinco años ya que la magia quita de manera directa o indirecta y los precios siempre se deben pagar. Pero piensa en tu hermana, es más, yo les daré a la mejor doctora que conozco.
Ella observó a su hermana, estaba tosiendo.
––¿Podré ayudar a los enfermos? Y lo más importante ¿Podré ver a mi hermana sana?
––Eso y mucho más.
Ella lo observó, las ganas le ganaron, no podía dejar a su hermana morir y… ahora tenía la oportunidad de evitarlo.
––Está bien.
El hombre la observó con una sonrisa y se quitó el collar, dándoselo a ella.
––Nadie, puede enterarse de esto. Todos los días has de ir al bosque para encontrarnos, pero debe ser de noche, de modo que nadie pueda verte.
Tres años pasaron desde aquél encuentro, las llamas la volvían a envolver, los recuerdos se empezaban a desvanecer. Esmeralda no sabía en qué momento todo se había torcido al punto de estar atada a un palo de madera y estar a punto de morir quemada. Ella pensaba que podría ir con su hermana, ya no la vería morir como aquella noche en la que la encontró moribunda, con heridas de arma blanca en todo su cuerpo y con síntomas de una violación.
––¡Asesina!
––¡De seguro fue ella quien mató a su hermana como lo hizo con esos tres hombres!
––¡Bruja!
Esmeralda lloraba.
––¿Cómo pueden pensar que yo sería capaz de tal cosa? Yo amé a mi hermana como a nadie. Ellos tenían que pagar ¿Por qué la mataron? ––Sus pensamientos fueron cortados cuando observó el collar, moriría con ese mismo artilugio.
Las llamas empezaron a subir más y más.
––Como quisiera devolver el tiempo, a cuando estábamos todos juntos. Como quisiera volver a abrazar a mi mamá… y decirle que la amo. ¿Por qué mi sueño se volvió en mi contra?
El sujeto solo se quedó observándola, mientras las llamas la consumían….
Nota del autor: lamento mucho la tardanza, he pasado sumamente enfermo, pero les aseguro que este 14 de mayo se subirá el capítulo con normalidad, un capítulo largo que logre compensar este