Labios de miel y espinas,
hieres lo más tierno de mi alma,
vanas esperanzas de un amor dorado.
Madonna de hielo diamantino,
no late corazón entre tus pechos,
mientras el mío se derrite con sueños imposibles.
Que no daría yo, perro fiel,
por acariciar vuestra tez de nácar.
Arder en el fuego del infierno aceptaría,
si un beso, ¡tan solo uno!
vuestra merced concediera en darme.
Calmar la sed de este corazón anhelante.
Amar por amar y añorar lo que,
tan efímeramente, flota entre nosotros.
Sangrar las penas de un amor imposible
y morir de dolor.