Si en tus ojos se vislumbrara el destino,
ninfa perversa,
mi muerte quedaría plasmada
en el fulgor azul de tu iris.
Y sería de mí, esclavo de tu voz,
la más infausta de las desgracias.
Amar con locura la risa
de quién solo ríe tus desdichas.
Cupido cruel, en qué mala hora
disparaste tu flecha dorada.