Yo te amaba a ti.
Te amaba como nunca había amado a nadie.
Te amaba con pasión, con furia y anhelo.
Te he entregado mi esencia,
mi cuerpo, mi mente.
¡Toda mi persona!
He venerado el suelo que pisabas,
he adorado cada palabra y suspiro que emergía de tus labios,
he idolatrado cada gesto de tus manos,
he honrado tu nombre, susurrándolo furtivamente
en las largas y melancólicas noches de desconsuelo,
he orado por tus ojos de azabache, por tus labios amantes y por tu eterna dicha,
y tú,…
¡Tú solo te amas a ti mismo!