Que tiemble el infierno y se fragmente el cielo.
Que llueva sangre y se desborden los mares.
Que se prostituyan los ángeles y se confiesen los demonios.
Que el oro se vuelva barro y el barro se vuelva muerte.
Que el dolor que azota despiadadamente mi corazón crezca, aumente, me engulla, me absorba y acabe conmigo.
Que sean tus ojos mis balas, tus labios mi pistola, tu voz el seguro, ¡que ya apretaré yo el gatillo!