Es el frío mar de tus ojos lo que temo.
Tu árdua indiferencia y ese semblante opaco,
de total aburrimiento.
Temo estar deshaciéndome en ardientes pasiones
y que, sin embargo tú, no sientas más que un helado desdén.
¿Cómo hacerte sentir los temblores que me invaden
cuando tu piel roza la mía, cuando tu mirada provocadora
se posa en mí?
¿Es este tu castigo? ¿Disfrutas de esta tortura que me has impuesto?
Yo, por mi parte, me siento morir pasivamente.
Ahogar lentamente en las profundidades
de tus mares bálticos.