En la negra espesura de esta soledad abrasadora,
encontré castigo suficiente.
En el sordo decir de tu nombre, con labios trémulos,
encontré digna crucifixión.
Morí en el instante que te marchaste y,
desde entonces, no he tenido resurrección alguna.
De mí solo queda un recuerdo.
El dolor desgarrador de la despedida.
Cálidas lágrimas que me arpan por dentro.
Sin tí, ya no hay "yo". Vida no hay.
Ni muerte siquiera. Solo dolor y
un vacío frío.
El recuerdo de mi muerte en tus ojos grabados.