Hay en la incandescencia de tu mirada una verdad absoluta.
Tus expresivas esmeraldas no consienten en mentir.
De tu sonrisa divina se deduce un principio innegable:
amando, tu corazón fallece.
¡Desángrense todos los ángeles del cielo para conocer tu dolor!
Muere dulce como miel, bella como venus, brillante como nácar,
que yo cantaré al pie de tu tumba, hasta que el infierno me engulla,
preciosas canciones de amor.
La bella dama de esmeraldas que de amor agonizó y,
cuyo último susurro fue:
¡Pronto amado mío, muy pronto!