…La corteza de lo exterior solo servía
para esconder esas cicatrices del alma,
esas que con las agujas del reloj
suenan cad vez menos pero
dejan reflejado como el tiempo corre.
Lios en todas partes, desorden por doquier,
y un sinfín de ruidos inexplicables
que nos entregaban una sonrisa
al acobijar sus cálidos ser.
En otra dimensión buscábamos el placer,
en donde la ausencia del querer saber,
no nos vean y no entiendan lo que está por suceder.
La mezcla infinita de lo conocido
con lo bueno por conocer nos iba
convirtiendo en expertos acogedores
y tendederos de ropa sucia y cansada de tanto correr.
Observar las muecas en sus mejillas,
las caricias en su complicidad,
verlos ahí, sin mirar mas alla de la nada misma
se sentía como las vistas se unian
simplemente transformándose,
simplemente, haciendo magia,
la magia en una sola mirada…